·11· La conversación.

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Evelyn

Respiro hondo un par de veces.

No me sorprende que se le haya ocurrido nadar hasta aquí para acabar la conversación conmigo porque, al final, todos sabemos cómo soy. O, por lo menos, en lo que me he convertido estos últimos años.

Soy de huir de los hombres en cuanto tengo la oportunidad, porque las consecuencias me aterran. Sin embargo, no soy de hacerlo de las conversaciones. Si empiezo algo, lo termino.

Es por eso que me duele un poco que desconfíe tanto de mí como para no verme capacitada de terminar lo que hemos empezado en tierra, a poder ser en mi casa. De hecho, cuando he ido a la suya creo que ha quedado más que claro que estaba dispuesta a tener una conversación con él.

—Me duele esta poca confianza —confieso.

—Ya sabes lo que dicen, rubia, más vale prevenir que curar —sé que lo dice de broma, sin embargo, no evita que siga sintiéndome mal.

—Ya, bueno.

Él me dedica una sonrisa torcida y alarga su mano por el pequeño hueco que nos separa. Antes de coger la mía me mira, como si buscara una respuesta por mi parte, y antes de que pueda darme cuenta ya le he asentido muy levemente y su mano está encima de la mía.

A pesar de que está completamente empapado, al igual que yo, su tacto es tan cálido como el sol en una tarde de verano. Lo que hace que se me haga imposible no disfrutarlo.

Incluso cuando estoy enfadada con él, encuentra la forma de ablandarme el corazón con sus pequeños gestos o su labia, lo cual no me parece nada justo.

—Lo siento, Eve. No es que no confíe en ti, en realidad.

—¿Y cuál es la verdad?

—La verdad es que he llegado a la orilla del mar y te he visto. ¿Y sabes que he visto? A una preciosa chica sobre las olas que me ha desarmado por completo. De verdad, ojalá pudieras verte como yo te veo, porque entonces entenderías que antes de darme cuenta ya me estaba desvistiendo para meterme en el agua y llegar hasta ti. Eres como un canto de sirena, Eve, demasiado irresistible.

Esta vez no intento ocultar mi sonrisa y niego con la cabeza como si así fuera a borrar su palabras. O mejor aún, su impacto sobre mí.

—Tienes que dejar de usar esa labia conmigo, Jayden.

—¿Por qué? ¿Está funcionando?

—Ya te gustaría.

Miento descaradamente, tanto que incluso creo que él lo sabe. Y es que, no soy de piedra. Si alguien te dice que le afectas tanto, y te lo dice de una forma tan bonita, no puedes evitar que él te afecte también a ti.

Se encoge de hombros antes de añadir:

—Ya sabes la respuesta.

Y como muchas veces ha hecho Steve conmigo cuando estamos hablando dentro del mar, le lanzo un poco de agua a la cara.

—¡Oye! —Exclama—. Pensaba que estábamos teniendo un momento serio o algo así.

Sonrío irónicamente, porque tener un momento de seriedad con Jayden está en el top tres de las cosas más difíciles que se pueden hacer en esta vida.

—Eso intento yo, por eso te he tirado agua, para ver si te enfrías.

Abre la boca en cuanto escucha mi declaración y yo me muerdo el labio, satisfecha de su reacción.

—¿Eso ha sido un coqueteo, rubia?

—No...

—¡Dios mío! Sí ha sido un coqueteo.

La caída de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora