·21· Las revelaciones de Evelyn.

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Evelyn

Estos últimos días no he visto a nadie.

Ni a Steve, ni a Jayden, ni a Lexie en otra de sus visitas por sorpresa, ni a nadie. Me siento un poco mal por Steve, porque se suponía que íbamos a vernos en cuanto volviera de España, pero pasó lo de Jayden y luego lo de Lexie y todo se me vino encima.

Me he tomado unos días de desconexión con el mundo, excepto del mar. Me he pasado muchas horas entre las olas, muchísimas más de las que suelo estar. Incluso ha habido días en los que solo he salido a comer y he vuelto a entrar.

Necesitaba pensar. Necesitaba hacerlo sobre demasiadas cosas, y seguir con mi vida como si nada mientras intentaba hacerlo no me parecía una opción.

Después de estos días he llegado a varias conclusiones. La primera de todas ellas tiene que ver con Steve, es por eso por lo que estoy delante de su casa, con una maleta en la mano.

—¿Lyn? —Pregunta Steve, sorprendido, cuando abre la puerta.

Se frota los ojos con la mano, lo que me hace saber que lo he despertado.

—Buenos días —digo, lo más energética que puedo.

Lo aparto de su puerta, o él se aparta, no sé lo que pasa antes, y me meto en su casa. Dejo la maleta en la entrada y me muevo como si estuviera en mi propia casa hasta llegar a la cocina.

Pongo una capsula de café en la maquina y una taza. Le doy al botón para que empiece a hacer un café bien largo y me giro hacia mi amigo.

—¿A qué se debe el honor de tenerte tan temprano en mi casa y que me estés preparando el desayuno? ¿Ya se ha acabado tu exilio voluntario?

Hago una mueca, que es lo más cerca que he estado de sonreír en estos días.

—He estado reflexionando.

—Sí, eso supuse cuando tu buzón de voz se llenó con mis llamadas —se quita las legañas que todavía hay en sus ojos y bosteza—. Bueno... puede que alguna fuera de Jayden.

Niego con la cabeza.

—Todas tuyas —aseguro.

Jay no ha intentado ponerse en contacto conmigo en esto últimos días, y yo tampoco lo he intentado con él. La verdad, es que en mi opinión somos una relación falsa de lo más cutre y sin sentido.

Dios, normal que el inspector Dickens dude de nosotros. Si nuestros esfuerzos cada día son más cutres.

—¿No te ha llamado? ¿Ni una sola vez?

Ignoro el tono de sorpresa que tiñe su voz. A estas alturas cualquiera, incluida yo, esperaría que él llamara después de la conversación que tuvimos. O, si no, que lo haría después de la visita de su mejor amiga.

Pero no lo ha hecho por ninguna de las razones.

—No —murmuro.

—Vaya... Eso no me lo esperaba, Lyn. Desde luego que no.

Se acerca hasta donde estoy y me rodea con los brazos en uno de esos abrazos que tanto me gustan a mí.

—¿Estás bien? —Me pregunta, cuando no digo nada.

—Como te he dicho, he estado reflexionando.

Steve se separa lo suficiente de mí como para que su mirada acusadora se clave sobre mí. Ni siquiera la aparta cuando estira la mano para coger la taza de café que ya ha terminado de llenarse.

—Deja de repetir eso como una loca y confiesa si estás bien o no.

—Aburrido —digo, molesta—. Déjame hacerlo a mi manera.

La caída de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora