C A P Í T U L O 6

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C A P Í T U L O 6

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Traiciones inesperadas

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Durante toda la mañana no hago otra cosa que pensar en lo que Giselle me tiene que decir, aunque Kady y Shane me han dicho que no le dé vueltas al asunto. Para ellos es fácil, pero yo he pasado una noche de mierda. La incertidumbre y los nervios me tenían demasiado tenso.

Sólo recuerdo haber estado así la noche que pasé en el calabozo cuando tenía dieciséis años por haber hackeado "sin querer" la página oficial del estado. Lo hice porque Darcy había participado en un concurso de poesía, pero no se había clasificado y yo sólo iba a hacer que sí se clasificara. El problema es que mientras lo hacía en el recreo del colegio a un chico que estaba jugando al fútbol se le escapó el balón y me dio en el hombro haciendo que apretase la tecla que no debía. Si no llega a ser por ese pequeño detalle no me habrían pillado. Tenía dieciséis, pero se me daba bien. El problema fue que era un delito bastante grave y me pillaron porque no previne ciertas cosas. Era joven y creía que no me descubrirían ―que no lo hubieran hecho si no llega a ser por el tonto del balón― y me confié lo que hizo que me detuvieran. Pasé la noche en el calabozo, mis padres tuvieron que pagar una multa y me hicieron prometer que nunca jamás iba a hackear nada.

De momento lo he cumplido.

Ni me molesto en intentar avanzar con el trabajo porque sé que me va a ser imposible con la inexistente capacidad de concentración que tengo ahora. Por eso decido hacer lo que menos me gusta en el mundo, es decir limpiar mi casa. Mi madre siempre me ha dicho que debería contratar a alguien para que se encargase de eso, pero de momento lo puedo manejar yo. Además, si alguien limpia, ¿de qué me voy a quejar?

A lo largo de la mañana recibo un mensaje de Giselle confirmándome la hora. Shane y Kady me llaman para preguntarme qué tal estoy. No hablo mucho con ellos porque no les quiero preocupar más de lo que ya están. Darcy y Aglay me mandan un mensaje de apoyo.

Dos horas antes de la hora acordada salgo a dar un paseo. Ni he intentado comer porque sé que no me va a entrar nada. Estoy demasiado nervioso. No me gusta dar paseos, prefiero ir a la piscina, ahí consigo relajarme, pero al mirar la hora me doy cuenta de que lo he pensado tarde porque ya es casi hora de ir a la cafetería. De camino me llega un correo de mis padres con unos informes que debo revisar. El trabajo se me empieza a acumular y eso sólo se puede traducir en estrés.

Entro en la cafetería donde he quedado con Giselle cinco minutos antes de la hora acordada. La veo sentada en una zona alejada de la puerta y me siento frente a ella. Giselle es una chica con el pelo marrón largo con mechas rojas y ojos verdes. Sus labios son finos y ahora dibujan una sonrisa tensa.

Todo este tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora