C A P Í T U L O 22

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C A P Í T U L O 22

Todo este tiempo

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Estoy besando a Kady.

Estoy. Besando. A. Kady.

Nunca, en mis veintisiete años de vida, me había sentido así con un simple beso. Sólo es una sueve caricia de mis labios sobre los suyos que se ve interrumpida cuando se aleja. Sus ojos están abiertos de par en par por la sorpresa y me maldigo. La he cagado.

―Mierda, mierda. Joder, soy gilipollas. La he cagado. Me cago en todo. Joder ―comienzo a murmurar sin detenerme.

Me pongo de cuclillas y comienzo a pasar mis manos una y otra vez por el pelo. No sé qué mierda me ha llevado a besarla en este preciso momento. Había tomado la decisión de esperar, pero no ha salido como planeaba. Me pongo de pie y camino por el claro. El puto claro. Le he dicho que parece un lugar de fantasía y no miento. La luna, las luciérnagas, los sonidos relajantes de la noche. Y ella. Con ese aura magnética... Ha sido inevitable acerarme a ella y robarle ese beso que me va a salir caro.

El ruido de una rama partiéndose consigue que me calle. No me muevo y la miro. Tengo miedo, mucho miedo, pero algo en su mirada me dice que todo va a estar bien. Tengo que decir algo, explicar por qué lo he hecho. Trago saliva, pero antes de poder pensar qué decir sus brazos me rodean el cuello y sus labios se unen con los míos.

Tardo unos segundos en procesar lo que está ocurriendo.

Kady me está besando.

Kady. Me. Está. Besado.

Coloco mis manos en su cadera y le devuelvo el beso con necesidad. Noto un escalofrío por el cuerpo. Es ella. Siempre lo ha sido. La atraigo más a mí cuando nuestras lenguas se encuentran. No abro los ojos. Nos separamos brevemente para coger aire y volvemos a juntar nuestros labios. Es un baile de sensaciones. Ella, su olor, sus caricias en mi pelo, sus labios... Apenas soy consciente de que me muevo hasta apoyar su cuerpo en un árbol.

Cada fibra de mi ser desea estar más cerca de Kady. Fundirme con ella. Cuando mi mano viaja hacia su muslo me detiene. Trato de recuperar el aliento. Apoyo mi frente en la suya. Y abro los ojos encontrándome con los de ella.

Es preciosa.

―Una vez dijiste que querías hacerlo al aire libre ―menciono con picardía.

―Y sigo queriendo ―admite con una pequeña sonrisa―, pero no cuando existe la posibilidad de que nuestros amigos estén escondido detrás de los arbustos.

Giro la cabeza para mirar si esos cabrones nos han seguido. Son capaces de hacerlo. No me cabe duda. Escucho su risa baja y antes de poder volver a centrarme en ella me sujeta la barbilla, gira mi cabeza y vuelve a besarme.

Todo este tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora