C A P Í T U L O 13

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C A P Í T U L O 13

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C A P Í T U L O 13

Barra de metal

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Miro el móvil y confirmo una vez más que no lo he soñado. Efectivamente, sigue ahí. Una pareja quiere contratar mis servicios para una sesión de fotos. No hay un motivo especial, ni proposición ni aniversario. Lo único que quieren es tener en fotos bien hechas. Recuerdos de un bonito día.

Cuando ayer recibí la propuesta no me lo podía creer y, pese a ser domingo, contesté con rapidez. Hay que aprovechar estas oportunidades. Sobre todo si ya no tienes un seguro como un trabajo fijo. Así que hoy a medio día tengo que ir a un bonito parque con un lago que hay a las afueras de la ciudad para hacer la sesión y admito que estoy emocionada. Tengo el presentimiento de que después de este trabajo van a venir más y más.

Me pongo unos vaqueros rotos —por una caída no porque los comprara así—, una blusa azul y unas deportivas de tela también azules. Preparo todo el equipo y lo dejo bloqueando la puerta para que no se me olvide. Termino de arreglarme y salgo cargada hacia el coche.

Ayer estuve todo el día en casa y, por fin envié a los novios todas las fotos editadas. Sólo tengo que esperar a que seleccionen unas cuantas para el álbum y cobrar la parte que me falta. Arranco el coche y pongo rumbo al parque. Aparco al lado y paseo por los caminos para encontrar una bonita localización. Cuando la encuentro miro el reloj. En diez minutos llegan los clientes. Vuelvo al coche para coger todo el material y noto dos ruedas deshinchadas.

―No, no, no... ―Doy una vuelta rodeando el coche para ver que he aparcado en un sitio que estaba lleno de clavos y me han jodido tres ruedas―. ¿Quién cojones pone clavos en la carretera?

Llamo al seguro que me dice que van a enviar una grúa. Temiendo el tiempo que va a tardar en llegar la grúa. Voy a la entrada del parque para encontrarme con los clientes. Por el camino me llama Edgar.

Hola. ¿Te parece que nos veamos mañana?

―Buenas. No lo sé. Te confirmo más tarde. Tengo una sesión de fotos ahora ―digo pensando más en cómo narices voy a volver a casa cuando termine aquí.

Vale, espero tu mensaje, entonces.

―¡Espera! ―exclamo cuando la solución llega a mi cabeza―. ¿Puedes venir a recogerme cuando termine? Se le han pinchado las ruedas a mi coche y llevo demasiadas cosas como para coger un taxi.

Claro. Mándame la dirección y la hora aproximada y paso a por ti.

―Genial. Muchas gracias. Me acabas de salvar.

Nos despedimos y mientras espero le mando lo que me ha pedido. Los clientes llegan puntuales y les llevo a la localización que he elegido. Una hora y media después les pido un descanso porque me han llamado diciendo que la grúa ya está en el lugar. Voy rápido para concretar a qué taller se lo llevan y cojo todo lo que no quiero que se quede en el coche. Que nadie tiene por qué llevárselo, pero mejor prevenir. Cargada vuelvo para continuar la sesión.

Todo este tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora