C A P Í T U L O 25

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Los O'Reilly

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Aprieto el botón de llamada y me llevo el aparato a la oreja. Dylan me mira y me dedica una sonrisa para darme ánimos. Quiero conocer a mi familia, pero tengo miedo. Al fin y al cabo, son unos extraños para mí y no sé cómo me va a afectar otro cambio más a mi vida.

El detective me responde. No alargo mucho la conversación porque no quiero que insista con el tema de Adair. Todavía no he decidido qué hacer. Tras discutir la fecha decidimos que sea el jueves de la semana que viene en su despacho. Exactamente en siete días. Le agradezco y cuelgo antes de que pueda añadir algo más.

—El jueves en su despacho—se lo comunico a Dylan que asiente cogiendo mi mano—. Estoy nerviosa. Parece que he vuelto a estudiar y estoy de exámenes.

—Normal. Igual lo que te voy a decir suena mal, pero no les debes nada y si no te sientes cómoda con ellos nos podemos ir, ¿vale? —Asiento y me da un beso en la sien que provoca un cosquilleo en mi cuerpo—. ¿Café?

—Por favor —musito.

No le quito la mirada de encima. Los movimientos de su cuerpo cuando se mueve por la cocina, los músculos del brazo contrayéndose al abrir el tarro donde guarda el café. Las palabras de Matilda llegan a mi mente. Me imagino a mí en un futuro y me veo con él. Viviendo juntos aquí en Desmaz. Nunca me había imaginado casándome o con hijos. Sencillamente nunca había pensado en ello y si lo hago ahora veo a Dylan esperándome en el altar. Me veo con hijos con unos ojazos azules como los de él y me veo siendo una viejita viendo jugar a mis nietos con él.

—¿Qué pasa, pequeña? —pregunta acariciando mis mejillas llevándose las lágrimas con el gesto.

—Sólo pensaba en nosotros.

No le quiero mentir, pero tampoco sé si soy capaz de decirle toda la verdad cuando no he sido capaz de decirle que lo quiero y que sé que estoy enamorada de él, aunque me dé pavor admitirlo, incluso ante mí misma. Incluso él se guarda sus sentimientos para que no me vea obligada a contestarle y eso significa mucho para mí.

—Si pensar en nosotros te hace llorar no sé si eso me hace feliz.

—Tonto —sonrío—, nos imaginaba de viejitos rememorando todo lo que hemos vivido juntos y me he puesto ñoña.

Me dedica una preciosa sonrisa y se acerca a mí para darme un abrazo. Sus brazos me rodean por los hombros y yo le envuelvo la cintura. Mi agarre se suelta un poco cuando se separa para dejar besos por toda mi cara haciendo que suelte una carcajada.

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Los días siguientes pasan sin mucha novedad. Hago varias sesiones y edito las fotografías. La verdad es que sigue sin gustarme mucho la segunda parte, pero desde que lo puedo hacer como yo realmente quiero y no cómo quería el dueño del estudio disfruto más del proceso.

Todo este tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora