C A P Í T U L O 27

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C A P Í T U L O 27

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C A P Í T U L O 27

Recuerdos

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―¿Dónde están las fotos del fin de semana que pasamos en el lago? ―pregunta Darcy que está tumbada en el sofá que tengo en el despacho de mi casa donde estoy editando fotos y ella leyendo.

―En ese armario ―señalo las puertas de la estantería que está sobre su cabeza― hay una caja, dentro están todas las fotos de la cámara.

―¿Todas? ―pregunta sacando la caja. No me da tiempo a contestar porque ya la ha abierto―. ¡No me jodas! ¡Esta es del primer día de instituto!

Termino de editar la fotografía con la que estoy y me siento junto a ella en el sofá. Pasamos la mañana viendo fotos y recordando viejos tiempo que nos hacen sonreír y, lo admito, también llorar. Así nos encuentran Shane y Dyl cuando llegan a mi apartamento. Dyl tiene llaves desde siempre. Antes de que empezáramos a salir las usábamos en caso de emergencia. Ahora las usamos cuando nos da la gana.

―¿Qué pasa? ―preguntan ambos con la preocupación tiñendo sus voces.

―Que somos idiotas y nos hemos puesto a llorar por las fotos de Kad ―responde Darcy echándole los brazos al cuello a Shane para abrazarlo.

Dylan se sienta a mi lado y me da un beso en la sien antes de ponerse a ver las fotos.

―Me gusta esta ―dice enseñándome una foto que nos hice. Él me está dando un beso en la mejilla, lleva una gorra hacia atrás y yo tengo la boca abierta como si fuese tonta. Me río y él la coloca en un corcho que tengo en la pared―. Vamos a cenar, que se enfría.

Hoy es lunes y quedan exactamente dos semanas para ayudar a la policía porque no han encontrado nada y parece que no lo van a encontrar en estos días. Trato de no pensar en ello. No me puedo permitir un fallo tonto y ese tipo de fallos son muy frecuentes en mí. Sobre todo cuando estoy nerviosa. Normalmente, carece de importancia, pero ahora no puedo permitirme tener errores. Darcy me ayuda mucho a no pensar en ello porque me habla de Shane, de que no quiere que se vaya, pero tampoco va a decírselo porque no sería justo.

Más tarde, cuando Dylan y yo nos quedamos solos le abrazo con fuerza.

―¿Todo bien? ―pregunta acariciándome el pelo con cariño.

―Estoy pensando más de lo que debería, pero no puedo evitarlo ―respondo enterrando mi cara en pecho.

―Es normal. Entiendo que no debe ser fácil. Sabes que siempre puedes contar conmigo, pequeña.

Asiento sin cambiar de posición. Sus manos recorren mi espalda con suaves caricias que me relajan. Me siento bien entre sus brazos y no cambiaría esto por nada del mundo.

Todo este tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora