C A P Í T U L O 19

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Abajo os voy a poner fotos de la casa del lago hecha en los Sims.

Abajo os voy a poner fotos de la casa del lago hecha en los Sims

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La... ¿cabaña?

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Me despierto temprano. He dormido bastante mal, cosa que no me extraña porque he estado dándole vueltas a la visita que, desgraciadamente, tengo que hacer hoy.

Por la noche sacamos muchas mantas y edredones que esparcimos por el suelo. La conversación se alargó hasta que los tres se quedaron dormidos en el suelo y yo aproveché para subirme a la cama de Dylan. Con cuidado de no pisar a ninguno de mis amigos, salgo de la habitación y bajo a la cocina donde Matilda está haciendo galletas.

―Buenos días, Matilda.

La aludida gira la cabeza y me dedica una sonrisa dulce.

―Buenos días, hija. ¿Qué tal has dormido?

Me encojo de hombros evitando su mirada hasta que coloca una taza de café delante de mí.

―Gracias.

―Habla ―pide después de un rato en silencio.

―Es que... ―me interrumpo y suspiro en un intento de aclararme―. Tengo miedo de ir a su casa. Sé que no me va a pasar nada, además Dyl me va a acompañar, pero no sé. Estoy muy enfada. No sé si voy a saber disimular.

―¿Preocupándote así vas a llegar a la solución? ―niego―. Pues ya está. Esa cosa, porque no merece ni que la llame señora, no se merece ni un minuto de tu tiempo. Sé que no es algo fácil, pero mis galletas y una charla conmigo van a hacer que dejes de pensar en eso.

Deja la fuente con las galletas en la encimera y tras advertirme de que queman desayuno con ella. Hablamos y me empiezo a sentir mejor.

―¡Compinche! ―exclama el señor Turner entrando a la cocina. Besa a su mujer en la sien y luego deja un pequeño beso en sus labios. Al separarse se acerca a mí y me despeina con una sonrisa traviesa―. Si llego a saber que estás levantada no habría quedado con ese viejo carcamal. En fin, tened cuidado en el viaje por si no os veo.

Cuando oímos la puerta principal Matilda pone los ojos en blanco haciendo que una risa baja salga de mi boca.

―¿De qué te ríes tú? ―pregunta, divertida. Niego con la cabeza mientras cojo otra galleta―. Ese viejo carcamal del que ha hablado es su amigo de toda la vida. Según mi marido se va a morir pronto y quiere pasar tiempo con él.

Esta vez mi carcajada es más alta y Matilda también se ríe, aunque intenta disimularlo.

―No sé cómo has podido aguantarle tantos años con esa forma de ser tan peculiar que tiene.

Todo este tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora