Capitulo •1

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André

Sus ojos azules, su sonrisa perfecta, su cabello marrón y largo. Su forma de hablar, su forma de ser, de expresarse, de manipular, de jugar con los demás.

Todo en mi hija me recordaba a mi esposa, Andrea.

16 años sin ella y cada día debo esforzarme por ponerme de pie, alistar mi arma y luchar por no ponerla en mi cabeza, ¿Por qué aún no logro hacerlo? Mi hija, ella me necesita, aunque no lo demuestre.

- Papá.- Me llamó Andrea.

- ¿Qué pasa, cariño?- Respondí poniéndome mi anillo de matrimonio.

- ¿Por qué nunca me llevas a ese lugar?- Miré a donde señalaba y vi el cuadro donde estaba mi esposa, mirando hacia el mar. Grecia.

- Porque es sagrado para mi, compré esa isla por una razón y no dejo que nadie entre, por la misma razón.

- ¿No me contarás?- Preguntó caminando hacia mi.

- Cuando cumplas 18 te lo diré, lo prometo.

- No creo en las promesas, el tío Raphael me dice que no debo creer en ellas.

- Tu tío, está loco. Cree en mi palabra, eso bastará para que estés tranquila.

- ¿Iremos al cementerio hoy?- Preguntó inspeccionando mi arma.

- Deja el arma, puedes cometer un error.- Le quité el arma y la puse en mi pantalón.

- ¿Cuando me enseñarás a disparar? Mamá dijo que el abuelo le enseñó a los 7 años, ya tengo 16.

- Te enseñaré cuando lo crea oportuno, deja de joder, Salvatorre.

- Tu me enseñaste de joder, no es culpa mía.

- No, tu madre te dijo eso en las cartas. Si fuera por mi, te coseria la boca para que dejes de burlarte de mi y cuides tu vocabulario.

- Tu dices palabrotas, yo solo las copio.

Me giré a ella y me crucé de brazos.

- ¿Y ahora que hice?- Preguntó haciéndose la inocente.

- Te enseñaré a disparar, pero solo si cuidas tu vocabulario y dejas de decir malas palabras.

- Con una condición. Pero promete que la cumplirás.

- Habla ya, niña.- Me miré al espejo, esperando su respuesta y acomodando mi corbata.

- No irás otra vez a la escuela conmigo.

- Andrea, ese día solo fue un accidente, mal cálculo.

- ¿Mal cálculo? Llegaste con 10 hombres armados y solo fue para entregarme una toalla femenina.

- Tu madre y tu tía decían que los días donde tenían su menstruación eran los peores, solo no quería que se te ensuciaras la ropa.

- No volverás a hacerlo, dilo.

- Bien, lo prometo por tu madre.

- La mano, ahora.- Extendió su mano y me giré para estrecharla.

- Trato, Salvatorre.- Dije y ella sonrió - No iré a tu escuela, ahora irán solo tus tíos.- Salí de la habitación con ella siguiéndome y quejándose.

Llegamos a la cocina y saqué las tazas para ella y para mi.

- Papá, mis tíos son peores que tú, ellos son capaces de ponerme escoltas hasta para acercarme a los chicos.

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