Capitulo •15

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Andrea
《Madre》

La voz de Victoria resonaba en toda la habitación, la miré de reojo y seguía con su bata, apenas saliendo del baño.

- Nena, ¿piensas quedarte en cama todo el día? - me preguntó acariciando mi pierna sobre las sábanas de la cama - Hoy es la boda. Tu boda.

No le respondí, sentí lagrimas bajar por el puente de mi nariz y cruzar hacia mi otro ojo para unirse con las otras y correr por mi mejilla.

Sentía mi corazón duro, mi respiración estaba entrecortada, no quería moverme, hablar, ni mirar a nadie.

- ¿Otra vez, Annie? - preguntó Samy, sentándose detrás de mi para acariciar mi cabello - Estuviste toda la noche llorando.

- ¿Qué pasa, nena? Cuéntanos. No nos gusta verte mal...- Le siguió Victoria.

- Vamos, Annie. Deberías estar feliz. Hoy te casarás. - Murmuró Samy cerca a mi oído.

Vi a Victoria acercarse a mi rostro, acunandome sobre sus piernas para acariciar mi cabeza. Samy acarició mi brazo.

Me quedé mirando hacia adelante, sin punto fijo, sin pensar en nada. Escuché la puerta sonar, Samy se levantó y abrió un poco la puerta para escuchar a la persona recién llegada.

- Los maquillistas están abajo, Señora.- Informó Russo.

- Yo bajo a recibirlos.

- Con su permiso.- Se despidió.

- Russo.- Lo llamó Samy.

- ¿Si?

- ¿Sabes donde está el señor?

- Me dicen que viene en camino, anoche se quedó en un hotel a las afueras del pueblo.

- Bien, puedes irte.

- Con permiso.- Samy cerró la puerta.

- Annie, ya debes levantarte. Los maquillistas están aquí.- Me dijo Samy, acercándose a la cama.

- Necesito entrar al baño.- Murmuré apretando la mano de Victoria para ponerme de pie.

- ¿Quieres que te ayude? Pareces no tener fuerza.- Respondió ella.

- Estoy bien.

Me puse de pie, acercándome al baño, me miré en el espejo y apreté los puños. Mi celular vibró en mi mano y miré la pantalla.

"E.S", contesté y me senté en el baño.

- ¿Lista para la boda, querida?

- ¿Estás feliz con esto?

- No puedes imaginar cuanto - rió -. En este momento estoy viendo como un hombre está destruido, llorando como un bebé, con un trago en su mano y viéndose más deshecho que la basura. ¿Quieres una foto?

- Puedes irte al mismísimo infierno, Emanuel. En un futuro, no reencontraremos ahí. Y te aseguro que me encargaré de verte arder. Ese es tu castigo eterno.

- Estoy muy orgulloso de ti, Andrea.

- Me importa un ovario tu orgullo.

- Tu y yo somos tan parecidos, igual, diría yo. Como dos gotas de agua, cortados por la misma tijera. Creamos y destruimos a nuestro antojo.

- En mi vida voy a ser igual a ti. Nunca.

- Eres... la mujer que siempre quise crear, ojalá tu hubieras sido mi hija adoptiva y no Samuel. Estas haciendo todo muy bien, tal y como te lo ordené, por eso... voy a cumplir una parte de mi trato.

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