Capítulo 3: Harry Potter In Trouble But What's New About That?

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Harry gimió y sus ojos verdes, llenos de dolor, se abrieron de golpe al recordar los acontecimientos de hoy. Se habría sentado, pero no pudo hacerlo. No sólo su tío había decidido darle una paliza, sino que Hedwig había ululado una vez anoche. Ella sólo había querido hacerle saber que estaba de vuelta, de cumplir con su tarea de entregar la carta a la Orden. Seguían exigiendo cartas cada tres días, no sabía por qué. Su tío podía darle una paliza delante de ellos y no harían nada. Mientras lo mantuvieran vivo para cumplir con su "deber" hacia el mundo mágico, eso era lo único que les importaba. Sabían cómo lo trataban, y el hecho de que no hicieran nada hacía que Harry quisiera quedarse con el culo al aire y no hacer nada por ellos. Desgraciadamente, no estaba en la naturaleza de Harry en absoluto; estaba arraigado en él, no dejar que nadie ganara. Era probablemente su rasgo más Slytherin que todo el mundo confundía con un rasgo puro de Gryffindor.

Harry dio un respingo, su mente estaba divagando y debía de haberse golpeado la cabeza más fuerte de lo que pensaba. Se obligó a mirar a su alrededor, ya sabía dónde estaba, no era nada bueno. Se congeló al ver a un mortífago, paseando por la habitación. El paseo le resultaba claramente familiar, no sabía por qué. Eso fue hasta que vio la túnica ondear ligeramente mientras caminaba hacia el otro lado de la habitación. Su corazón se hundió, Snape, era Snape quien estaba en esta habitación con él. ¿Lo habían atrapado o sólo lo estaba vigilando? Lo más probable era que lo estuviera vigilando, pues Snape no se dejaba llevar por la estupidez. El espionaje de Snape era extremadamente importante para la causa, no había forma de que estuviera aquí para ayudarlo. Lo que significaba que la orden trataría de "salvarlo" probablemente también tardaría años en hacerlo. Eso si estaba vivo al final de la noche, a juzgar por los encuentros anteriores... era una suposición bastante buena que lo matarían casi de inmediato.

-Es un buen lío en el que te has metido esta vez, ¿no es así Potter?- dijo Severus dando vueltas, quitándose la máscara al hacerlo. No vio ninguna sorpresa en la cara de Potter; ya debía saber que era él. Había buscado en todos los objetos de la habitación y había detectado todo tipo de hechizos. Esto, por cierto, le había llevado casi una hora. Con la cantidad de objetos esparcidos por la habitación. Para ser una habitación de invitados, no estaba ni medio elegantemente amueblada. No había nadie que se diera cuenta de lo que estaba pasando aquí, lo cual era bueno.

Harry se limitó a mirar impasible a Snape; no era como si esto hubiera sido culpa suya. Se había quedado en casa de los Dursley como un buen chico. Haciendo exactamente lo que Dumbledore le había indicado. Aunque había planeado marcharse en cuanto cumpliera los diecisiete años. Lo cual no tenía sentido, se suponía que estaba protegido en Privet Drive. Apretando los dientes, -Por una vez no hice nada-, no fue a buscar aventuras ni a Voldemort. No fue a intentar salvar el colegio, ni a su padrino.

-Efectivamente-, dijo Severus teniendo que conceder el punto, las guardas habían caído; no creía que tuviera nada que ver con Potter. Lo cual era la primera vez, y por desgracia no estaba en la mejor de las situaciones ahora mismo. No le quedaba mucho tiempo; sin duda el Señor Tenebroso se estaría impacientando. No estaba seguro de qué otra cosa podía hacer para evitar lo inevitable. No podría sacar a Potter de la mansión y pasar las protecciones para aparecer. El Traslador tampoco funcionaba aquí, Potter estaba francamente atascado y nada de su suerte tonta lo ayudaría ahora. Haría falta un milagro para sacarlos de aquí sin ser torturados hasta la muerte.

Harry aspiró y su mano se llevó automáticamente a la frente.

Severus estaba al tanto de la conexión entre el Señor Tenebroso y Potter. Se había enterado cuando le pidieron que diera clases de Oclumancia a Potter, que no habían salido nada bien. Había advertido a Dumbledore, pero había demasiada desconfianza entre ellos como para intentarlo. Albus había insistido en que tenía que hacerlo, que no podía ser él quien le ayudara. Evidentemente, el director le ocultaba algo a Potter, algo que no quería correr el riesgo de que el chico se enterara. Sabía sin lugar a dudas que se le había acabado el tiempo. Sacando su varita, viendo como Potter se estremecía, apartó la mirada, sin poder mirar fijamente los temerosos ojos verdes que tenía delante. Entonces lanzó el hechizo, mordiéndose la lengua mientras el chico gritaba de agonía.

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