Capítulo 25

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Arthur Weasley estaba sentado en su pequeño despacho releyendo el contrato por duodécima vez. Intentaba encontrar una cláusula de salida para su hija, pero no la encontraba. Había preguntado al duende qué había cambiado en el contrato y descubrió que sólo se había cambiado el nombre. Los goblins no sentían ninguna simpatía por él ni por su hija, y no le sorprendía, teniendo en cuenta que eran expertos en negocios. Todos ellos sabían que no debían firmar un maldito contrato y él también debería haberlo hecho. Si sus hermanos estuvieran vivos le habrían dado una patada en el culo, y sus padres también. Suspirando suavemente, se frotó los ojos con cansancio; no quería dar esta noticia a su familia, que estaba esperando la noticia en la cocina.

Levantándose, con el contrato en la mano, abrió la puerta y se encontró con la atención de todos en él inmediatamente. Su hija le miraba desesperada, como si le creyera capaz de hacer milagros. Desgraciadamente no pudo ayudarla, a excepción de repudiarla pero no podía hacer eso, no a su única hija. -Nada. Absolutamente nada-, admitió, agitando inútilmente el contrato frente a él.

-¿Puedo echarle un vistazo?- preguntó Percy, él había sido el que entró en el negocio después de todo. Sabía más de ellos que Bill, Charlie o incluso su propio padre.

-Inténtalo-, dijo Arthur, se asombraría si conseguía algo.

-Siéntate a mi lado, Percy-, comentó Bill; al trabajar con duendes él también tenía bastante conocimiento de los contratos.

-Acompáñame, Fred-, instó Percy.

Sorprendido de que Percy hubiera acertado con su nombre, se deslizó tontamente en el otro asiento y dejó que Percy ocupara el que él había utilizado momentos atrás. Era muy raro que su familia lograra distinguirlo de su gemelo; así había sido siempre. De todos modos, nadie estaba de humor para bromas ahora mismo; sus vidas nunca iban a ser las mismas. Les preocupaba que Harry ya no quisiera ser su socio silencioso, y que ya no recibieran gente en su tienda ahora que la noticia había salido a la luz. El nombre de los Weasley iba a ser arrastrado por el barro, especialmente por la sociedad de sangre pura y las cosas ya habían sido bastante malas con ellos etiquetados como "traidores a la sangre" por su tolerancia hacia los "muggles" y, por supuesto, por tener uno en la familia. Volvió a sumirse en un tenso silencio; ver cómo tanto Bill como Percy leían juntos las cabezas se conmovía.

-¡Esto es ridículo!- murmuró Bill, era más que hermético, y era malditamente férreo no había ningún margen de maniobra.

-Él sabía lo que estaba haciendo...- dijo Percy, con un tono sombrío. -Si las cosas hubieran salido según el plan... Harry habría sido completamente desgraciado durante el resto de su vida-, en cambio su hermana pequeña sería desgraciada, pero era mejor que ser una adolescente inocente. No era estúpido, sabía que Harry no mentía, pero sí sentía que al asociarse con Harry se estaban poniendo en peligro. Le había costado un tiempo en el mundo real después del colegio darse cuenta de que con Harry o sin él siempre eran un objetivo. Mira lo que le pasó a sus tíos, no había proyectado sus temores por su familia en un chico inocente.

-¿El resto de su vida? Pero pensé que dos niños...- La voz de Molly había subido en su pánico. -Arthur dijiste...-

-Sé lo que dije pero era pura especulación en ese momento, ya lo sabes, ninguno de los dos habíamos visto el contrato-. Le dijo Arthur con cansancio. -Hice una suposición, una muy equivocada-.

-¿Quieres decir que... estaría casada con él hasta que muriera?- preguntó Ginny con los ojos muy abiertos. Era un hombre mayor, sin duda... pero ella sabía cuánto podían vivir los magos. Dumbledore podía vivir cinco décadas más, todo dependía, pero considerando lo sano y poderoso que era, ella sabía que tenía razón. Podía haber vivido con el prestigio que acompañaba al nombre de Dumbledore, pero sabía que no habría prestigio cuando los medios de comunicación estuvieran con él. No, estaba jodida, Harry era y sería el mejor nombre de todos los tiempos, y las cosas se habían estropeado tanto por culpa de Dumbledore. Nunca debió haber rogado a sus padres, debió haber investigado. Dos herederos varones, la idea de acostarse con él era aborrecible. A ella le gustaban los chicos unos años mayores, pero no tanto.

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