Capítulo 51

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-¿Listo para bajar?- preguntó Hermione cuando Harry hizo su aparición, quitándose la capa de invisibilidad y guardándola en su mochila. Siempre hacían una aparición juntos, manteniendo la treta de que Harry estaba durmiendo en la habitación del director, nadie podía saber lo del profesor y Harry; eso los pondría a ambos en inmenso peligro de maneras que ni siquiera ella podría predecir. Con el embarazo de Harry era más imperativo que nunca mantenerlo a salvo. Si perdía el bebé, ella sabía que nunca se recuperaría, se culparía a sí mismo, algo que ella no podía, no, no permitiría.

-Hola, amigo-, dijo Ron, su tono era un gruñido de fastidio, odiaba levantarse temprano para ir a la escuela. Era la única desventaja de vivir con Mione; ella lo despertaba más temprano de lo que normalmente lo hacía. Eso y que si no se despertaba le echaba agua, había aprendido rápido a levantarse la primera vez que ella lo sacudía.

-Oye-, dijo Harry, sonriendo a la cara de su mejor amigo, -Vamos entonces-.

Los tres comenzaron entonces a dirigirse al Gran Comedor, saludando a los Gryffindors y Ravenclaw's que encontraban en el camino, al menos a algunos de ellos. Nunca hablaron de nada de lo que habían hablado ayer; sólo lo hacían cuando estaban detrás de fuertes guardas para que sus secretos permanecieran a salvo. Incluso tenían guardas para evitar que cualquier animago entrara; habían aprendido la lección con Pettigrew y Skeeter.

-Al menos, mañana podré dormir más tiempo-, refunfuñó Ron.

-Te lo he dicho, toma café, te ayudará a sentirte más despierto y alerta-, le dijo Hermione de forma cariñosa y a la vez regañona. Por fin estaba aprendiendo a bajar el tono de sus regaños, para no hacer sentir estúpidos a Harry y Ron, a veces se le escapaba pero nunca se lo echaban en cara.

Ron se limitó a poner los ojos en blanco, beber café era para adultos, él no quería ser completamente adulto pero ya estaba pasando por suficientes cambios en los últimos años como para añadir eso. Además su madre estaba en contra de la cafeína de cualquier tipo a menos que estuvieras fuera de Hogwarts y no podía hacer nada al respecto. Casi había hecho estallar un fusible contra los gemelos cuando los vio bebiendo café un día durante las vacaciones de verano hace unos años. Por otra parte, su madre se equivocaba a veces; tal vez debería ver por qué tanto alboroto. Después de todo, su madre no siempre tenía razón, pensó con una mueca.

Unos instantes después, sus ojos se iluminaron al entrar en el Gran Comedor, el olor de la comida le llegó a la nariz, haciendo que su estómago refunfuñara con hambre a pesar de que anoche se había atiborrado de la comida que había traído Dobby, algo que no solía ocurrir, obviamente.

-Tú eres tu estómago-, dijo Hermione, sacudiendo la cabeza, con una pequeña sonrisa divertida en su rostro mientras se dirigían a sus asientos habituales.

-Los chicos tienen que comer-, protestó Ron, apilando inmediatamente su plato con comida.

Harry parecía mareado sólo con ver a Ron comer en ese momento.

-Oh, Harry-, dijo Hermione con simpatía, -Um... ¿has tomado una poción?-.

-Sí, hace un rato-, asintió Harry en señal de confirmación, mirando a su alrededor en busca de algo que sintiera que podía digerir.

-Tostadas normales, te ayudarán-, le dijo Hermione, pasándole un trozo, -Al menos hasta que se desvanezca-, las galletas saladas habrían sido lo mejor, pero no podía comer eso en público, tendrían que conformarse con cosas que ayudaran.

-Gracias-, susurró Harry, masticando la tostada, al menos no le hacía sentir mal.

-Oh, los copos de maíz también-, añadió Hermione distraídamente, fijándose en ellos, tenerlos secos sería lo mejor. Observando como se llenaba una copa al lado de Harry, olía a té de jengibre, no pudo evitar sonreír, al parecer Dobby realmente iba a cuidar lo mejor de Harry.

HAUNTED JADED EYES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora