Capítulo 34

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Ginevra Weasley se quedó mirando el que iba a ser su vestido de novia, que no era más que el vestido que había llevado al Baile de Yule teñido de blanco. Sus padres se negaban rotundamente a aceptar nada de Dumbledore, pero no se le escapaba que él no les estaba ofreciendo nada precisamente, ni siquiera para salvar la cara. No, estaba haciendo sudar a sus padres sin tener dinero y yendo en contra de él, sin duda, al menos eso pensaban sus padres. Se casaba hoy, en su jardín trasero sólo con la familia, sin amigos, sin el hermoso vestido de corsé que había imaginado. Su ramo consistía en flores que habían sido recogidas por su madre no hacía ni unas horas. Los zapatos también se habían vuelto blancos para esta farsa de boda. Nada había salido como debía. Hoy era el día en que debería haberse convertido en Lady Ginevra Potter, no en la señora Ginevra Dumbledore. Un escalofrío de asco la recorrió, no podía evitarlo, la estaban obligando a casarse con un hombre muy mayor, la obligarían a... no, su madre había dicho que él encontraría la manera de que no tuvieran que hacerlo, y que si tenía que pasar sólo sería una vez. Después podría tomar pociones para ayudarla a quedarse embarazada, lo que tendría que hacer, ya que era una obligación contractual; la única forma de no hacerlo sería si no pudiera quedarse físicamente embarazada por un problema médico. Teniendo en cuenta el hecho de que era una Weasley... no esperaría ese tipo de milagro.

En realidad, bien podría haber sido un funeral, no había ni una cara feliz en la casa, pero se consoló con eso. Se habría enfadado con cualquiera que pretendiera que era un día feliz, ella no era feliz. Se suponía que era rica, se suponía que era feliz; ¡podría haberle hecho feliz! Sabía cómo seducir a los hombres, se habría asegurado de que Harry la amara por completo, y de que nunca pensara en alejarse. Claro que el hecho de que lo hubiera hecho era completamente irrelevante, Harry no era un hombre, y era virgen y se sonrojaba con mucha facilidad, ella necesitaba un hombre, sólo que no alguien como Dumbledore.

-El Ministro está aquí con él-, dijo Fleur, su inglés se volvía un poco más perfecto con el tiempo. Ella y Bill habían planeado casarse aquí, pero teniendo en cuenta que estaba siendo mancillado por esto, pensó que tal vez en otro lugar sería más apropiado. Nunca pensó que vería el día en que la hermana pequeña de Bill se casara antes que él, ni tampoco Bill, en realidad. Todos en la cocina se asomaron para ver a Fudge con Dumbledore.

-Ginny, sube las escaleras y vístete, date prisa-, dijo Molly, cogiendo el vestido y los zapatos antes de acompañar a su hija a las escaleras y a su dormitorio. Su rostro era una línea sombría de preocupación y tristeza apenas disimulada. Desgraciadamente, se habían dado cuenta de que ya no podían hacer nada por ella.

-No puedo creer que esto esté sucediendo-, admitió Ron, con una mueca de disgusto en el rostro que no podía ocultar.

-Ninguno de nosotros puede-, replicó Bill, mirando a su hermano menor con tristeza. Al menos los demás tenían trabajo; con este último asunto estaba preocupado por Ron. A pesar de que los periódicos habían informado de que los Weasley no tenían la culpa de lo ocurrido, debido a las pociones que Dumbledore les había administrado, temía que eso no cambiara realmente la opinión de la gente. Su compromiso y el de Fleur habían sido manchados por esto. No era justo para su prometida, pero afortunadamente ella lo entendía y no lo había cancelado cuando todo esto sucedió.

-Disculpen-, suspiró Arthur mientras se dirigía a la puerta y la abría, permitiendo que Cornelius Fudge y Dumbledore entraran en su casa. Les había enviado a ambos un papel para que pudieran ver más allá del encantamiento Fidelius y entrar en su casa. En cuanto se fueran lo renovaría para que Dumbledore no pudiera volver, no se fiaba de él. -Buenas tardes-, dijo con forzada amabilidad pero sabía que entenderían por qué estaba bajo tanta presión.

-Supongo que la boda se celebrará en el exterior-. Dijo Cornelius manteniéndose profesional, antes de entrar ambos habían visto un cenador blanco, con una hoguera rugiendo en el centro. Con unas cuantas mesas esparcidas para los pocos invitados que estarían aquí para ello.

HAUNTED JADED EYES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora