Capítulo doce

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Cuando despierto son las doce del día, un domingo, y alguien está aporreando mi puerta.

¿Cuántos días habían pasado desde que me había encontrado con Andy y Theo en el centro comercial? Tres. ¿Cuántos días desde esa pesadilla que me impedía volver a dormir? El mismo tiempo. ¿Había vuelto a casa luego de escaparme esa noche? No.

Mis padres estaban preocupados, esto había sido el colmo de la situación. Llevaba tres días durmiendo en un hotel, gastando el dinero que durante años había ganado con Cupido, solo para evitar hablar de lo que me estaba sucediendo.

Ni siquiera sabía lo que me sucedía, ¿Cómo se los explicaría?

"Mamá, papá, no puedo vivir con mi cabeza, tengo pesadillas que en realidad son recuerdos de esa infancia traumática de la cual nunca hablamos porque pretendemos que nunca sucedió. ¿Qué quieren para desayunar?".

Mala idea.

Me levanto, pateando una blusa sucia y mis zapatillas, y camino hacia la puerta con los ojos entrecerrados.

—¡Joder, ¿Qué es este escándalo?! —Exclamo, frotando mi frente—. ¿Podrías no...?

Maldita resaca.

—Así que estás viva —Cami pasa junto a mí, entrando al desastre de habitación que tengo. Las botellas de vino en una esquina son bastante evidentes—. Elegante, simplemente elegante.

—¿Qué haces aquí? —Exijo saber, intentando que los ojos no se me cierren del cansancio.

—¿Qué hago yo aquí? —Se cruza de brazos, enfadada—. ¡¿Qué haces tú aquí?! Llevas tres días sin ir a tu casa, tus padres están como locos buscándote, tus amigos también. Tu hermana vino de Catacan de lo preocupada que la tenías. Tuve que decirles que estabas conmigo para que no llamasen a la policía.

—Gracias —Suspiro, aliviada.

Pero ella sigue sin escucharme.

—¡Mírate, Lena! ¿Dónde está la dulce chica que conocí a principios de semestre, la que se hizo mi amiga sin intentarlo? Te estás destruyendo, te estás matando. ¿Acaso has comido algo, últimamente? ¿Has dormido?

—He estado... Ocupada.

—¡El eufemismo del año! —Exclama—. Sé que vas todos los días a una fiesta distinta, que te besuqueas con el tóxico de tu novio y que luego vuelves borracha a casa. Ahora ni siquiera vuelves a casa. ¿Y tus sueños? Tú querías estudiar, ¿Qué pasó con eso? ¡Hace semanas que no vas a clases!

—No grites, por favor... —Imploro, no por el dolor de cabeza, sino por la presión que crece en mi pecho.

No puedo llorar, no debería llorar porque alguien me diga la verdad, pero voy a hacerlo. Cami ha sido la única que se ha dado cuenta de que algo está malo, y me lo ha dicho.

Es demasiado buena para mí.

Su mirada se suaviza y se acerca a mí, acariciando mi cabello, el cual está sucio pero no me importa.

—Puedo ver que estás lidiando con algo, Lena —Su voz es suave—. Puedes decirme, podemos hablar. Mi hermana conoce una psicóloga muy buena, podemos ir juntas. Pero por favor, te ruego que dejes de seguir el camino que llevas, porque de hacerlo... No creo que pueda seguir siendo tu amiga si sigues lastimándote.

Abro la boca, dispuesta a decirle todo. Llorar, gritar. La niña pequeña en mí está desesperada por ayuda, por afecto, por alguien que la vea y diga: "hay que salvarla".

Las Alas de Cupido (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora