Las Alas de Cupido (#1)

Capítulo treinta

Me retuerzo bajo un brazo y me doy vuelta para enterrar mi rostro en el pecho de Nico, bostezando.

Estoy completamente desnuda, y tengo un ligero dolor en mis muslos, como si hubiese corrido mucho, pero no me importa porque estoy cómoda entre los brazos de mi novio.

Miro el reloj sobre la puerta de la habitación y abro mis ojos. Es lunes, son las 10 de la mañana. Deberíamos estar en clases.

—Nico, tenemos clases —Lo muevo un poco, pero solo se queja—. Nicollo Massimo Felicci, deberíamos estar en la universidad.

—Deberíamos seguir durmiendo —Corrige atrayéndome más hacia él.

Quiero decirle que no, que deberíamos levantarnos, pero la verdad es que la calidez de la cama y su aroma me adormecen, y pronto estoy cayendo de nuevo en el sueño.

Despierto tres horas más tarde porque alguien está tocando el timbre como poseso.

—¿Es que acaso nadie respeta el sueño ajeno? —Nico tapa su rostro con su antebrazo.

Vuelven a tocar el timbre.

—Ve, es tu casa —Lo empujo con los pies.

—Pero tú pasas más tiempo que yo aquí.

—Siguen estando las escrituras a tu nombre.

Se queja y se levanta, colocándose ropa interior en el proceso. Lo miro en cada movimiento que hace, e imágenes de la noche anterior comienzan a golpear mi mente.

En la puerta, se gira hacia mí con una sonrisa divertida.

—Luces complacida —Le lanzo una almohada, divertida, pero él ya está caminando hacia la puerta.

Suspiro y me resisto a la idea de levantarme, pero sé que debo hacerlo. Así que me coloco mis bragas y la camiseta de Nico de la noche anterior, aspirando su colonia.

—¡No puedes entrar ahí! —Escucho la voz de Nico en el pasillo. Me pongo alerta, porque suena molesto.

—¡Yo entro donde quiero!

Ay no...

Rick entra al cuarto y me observa, alzando una ceja. Posiblemente me sonrojo, pero le devuelvo el gesto cruzándome de brazos.

—¿Se te ofrece algo, Richard?

—De verdad no quiero saber qué cosas hicieron anoche —Se gira de vuelta al pasillo—. ¡Haré panqueques de desayuno!

Nico se aparece en la puerta con una mueca.

—Adiós a la tranquilidad —Asumo por su gesto. Me levanto resignada a recibir un sermón—. Tardaron más de lo que esperaba.

Cuando paso junto a él me da un beso, uno profundo y cargado de amor. Sus manos encuentran su lugar en mi rostro, acariciándome.

Nada me prepara para lo que encuentro en la sala.

Rick cocinando panqueques se ve en la cocina, parece bastante entusiasmado, y él no es el problema. El problema es Dawn que me mira, analiza, luego observa mi vestimenta, mi mano entrelazada a la de Nico. Cruza sus brazos.

—¿Qué es esto? —Nos señala—. ¿Y desde cuándo sucede?

—Y sean específicos —Pide Rick desde la cocina.

—Esto —Levanto nuestras manos entrelazadas—. Es una relación romántica que lleva dos meses existiendo.

Alza una ceja. Sospecho que quiere iniciar una discusión, pero solo nos mira y se sienta, tirando un montón de periódicos y revistas a la mesita de centro.