Capítulo veinte

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Empezaré a contar mi vida desde el día que acabé en el hospital, porque las semanas anteriores son solo borrones en mi mente.

Han pasado tres semanas desde entonces, y personalmente creo que he evolucionado. Voy a la psiquiatra, a la psicóloga y me tomo mis medicamentos. La muñeca ya sanó y la marca en el cuello desapareció. Aun no me decido si ir o no a la terapia grupal, pero no me siento presionada.

He estado poniéndome al día con las clases, buscando la manera de obtener más tiempo para hacer las entregas y hablando por correo con algunos profesores, ya que aún no he salido de casa.

Bueno, sí he salido. Cruzo la calle a casa de los Felicci y de vuelta a la mía. Mi interacción se limita a eso.

Aún no he visto a los chicos, y creo que Nico les pidió tiempo para que yo me adecuase y volviese a sentirme cómoda, porque solo he recibido algunos mensajes de Dawn y muchos memes sin sentido de Rick.

Aun no me siento segura de hablarle a Cami, ni hablar de mi hermana.

Ya mantuve una conversación de corazón con mi madre, en la cual ambas lloramos, y fue... Liberador. Creo que ambas lo necesitábamos.

Había muchas cosas que desconocía de su relación con mi progenitor, y muchas cosas que ella no sabía de mis emociones.

Con Nico las cosas siguen siendo normales, iguales que antes, pero aun soy consciente del elefante en la habitación cada vez que estamos solos. Él es bueno, dándome mi espacio y no presionando, mientras que yo estoy cada día más desesperado por volverlo a escuchar decir que está enamorado de mí.

Pero no es el momento, no aun. Primero debo solucionar muchas cosas antes de enfocarme en él.


Y voy a empezar desde hoy con ello.

Después de la cena ayudo con los platos y llevo a Luc a dormir. De a poco voy retomando mi rutina, intentando generar una nueva normalidad donde el miedo no predomine en mi cabeza.

Me miro en mi espejo y la persona que me devuelve la mirada es alguien que está intentando, incluso cuando cuesta.

Tomo mi bufanda rosada y mi teléfono.

—Voy donde Nico —Informo al pasar por la sala, donde mis padres ven televisión.

Afuera hace frío, el suficiente para hacerme suponer que nevará durante las fiestas. No debo tolerarlo mucho, porque pronto estoy tocando la ventana de Nico para entrar a su casa.

En serio, usar la puerta está muy sobrevalorado.

Me adentro sin que me abra, porque lo veo bastante enfocado en su escritorio, revisando sus apuntes y leyendo otros.

Apenas entro, deja de sus cuadernos de lado y me sonríe, esa sonrisa que achica sus ojos y que hace que aparezca el hoyuelo del que nadie sabe en su mejilla izquierda.

—¿A qué debo esta visita sorpresa?

—Voy a hacer algo —Informo antes de arrepentirme—. Y necesito que me cubras.

Me mira, entrecerrando sus ojos con sospecha.

—¿Qué harás?

Le cuento porque... Bueno, es mi compañero en crimen, merece saber las cosas que haré, y así también evito que se preocupe.

—Por un segundo me asustaste —Se levanta y camina hacia su armario—. Yo le digo a tus padres que te dormiste viendo My Little Pony, o algo así.

Las Alas de Cupido (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora