Capítulo dos

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Mi primera semana fue tranquila y agradable, lo cual no importa porque ya terminó y ahora puedo sentarme en mi cuarto con uno de mis muchos libros picantes pendientes.

O eso creía que iba a hacer hasta que mi hermanito, Lucas, viene corriendo a mi cuarto y se sube a mi cama de forma torpe.

Tiene solo cuatro años, pero puedo darme cuenta de lo que será en un futuro. Con los ojos verdes de mamá y Ollie, y esa sonrisa traviesa de mi padrastro... Les generará más estrés a mis padres de lo que Olive y yo lo hicimos.

Mi padrastro apareció en nuestras vidas cuando cumplí siete y Olive nueve, y siempre fue un padre para ambas porque nuestro padre biológico era un desperdicio de oxígeno. Nos acompañó en todo momento, nos quiere y adora, y a mi madre la trata como una reina.

Es chef en un restaurant de lujo en el centro de Osavia, mamá trabaja en una revista como crítica de lugares de interés de la ciudad. No sé qué sucedió para que ambos terminasen juntos, pero lo que sí sé es que nunca había visto tan feliz a mamá como el día que llegó a casa con Francis. Recuerdo haber pensado que nunca había visto a mamá sonreír tan libremente.

No quiero hablar del tiempo antes de eso, la miseria que era vivir con nuestro padre, los gritos en la noche, lo que sucedía cuando lo hacíamos enojar...

Sacudo mi cabeza y vuelvo a la realidad antes de que mi mente se vaya a la zona oscura de mi vida.

—¿Qué pasa Luc? —Arreglo un mechón de su cabello castaño.

—Vamo' a comed —Le da un tirón a mi mano—. Lena, vamo'.

—Voy, pequeño torbellino —Me levanto y estiro mi cuerpo. Luc desaparece por la puerta cuando se da cuenta de que cumplió su cometido.

Mi cuarto tiene paredes violetas muy mal pintadas, porque las pinté yo hace algunos años, tengo varios libreros en las paredes con bastantes libros donde un género destaca sobre los demás. Solo tengo un mueble para ropa y un pequeño armario, pero es suficiente con eso. Mi ventana es amplia y desde ella puedo mirar hacia la casa de Nico, y junto a ella está mi escritorio de color blanco con una silla que en cualquier momento se destruye.

En el techo tengo pegadas fotos de mis amigos, familia y paisajes que alguna vez he fotografiado. Abundan las fotos del lago.

Salgo al estrecho pasillo de mi casa, junto a mi puerta está el baño, frente a mí el cuarto abandonado de Olive, junto a ella el cuarto de Luc y al final del pasillo el cuarto de mis padres.

No es una casa muy grande, pero es perfecta para nosotros.

—Buenos días —Saludo, apareciéndome en la cocina.

Mamá se encuentra preparando omelettes mientras que papá le da de comer a Luc, quien se niega a comportarse.

—Padque, quiedo id al padque —Exige con fuerza. Papá suspira y me dedica una mirada de auxilio.

Él tiene unos ojos chocolate parecidos a los míos, cosa que lo hace pasar por mi padre ante muchas personas, piel morena y cabello chocolate oscuro. Es alto, pero no demasiado, y siempre sabe qué decirte y cómo sacarte una sonrisa. No niego que es atractivo, a su edad, cuarenta y seis, podría ser considerado fácilmente un Sugar Daddy.

—Te llevaré al parque si comes y te comportas —Anuncio sentándome.

Creo que mis palabras tienen el efecto esperado porque obedece y papá suelta un respiro de alivio que hace a mi madre sonreír.

Sofía Donovan, el apellido que nos dio a Olive y a mí negándose a ponernos el de nuestro padre biológico, es una belleza. Tiene cuarenta y cuatro años recién cumplidos, su cabello es rubio intenso, sus ojos de un verde bosque que solo mi hermana heredó, y tiene la piel reluciente. Nadie sospecharía su edad si la viese en la calle, o que tiene tres hijos.

Las Alas de Cupido (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora