Capítulo cinco

100 35 117
                                    


—Es una mala idea —Repito por quinta (¿o décima?), vez—. En serio, Cami. Mala idea.

—Un mes de clases y no has ido a ninguna fiesta —Me reclama, posando sus manos en sus caderas—. Por favor... Serán solo unas horas.

—Te digo que es mala idea —Repito evitando mirarla al rostro—. No soy el alma de la fiesta... Nunca. Ni siquiera me gustan.

—Unas horas, luego Leroy y yo te llevamos a tu casa —Hace un mohín—. Refuerza la amistad salir juntas.

Miro mi teléfono otra vez en las dos horas que llevo en su cuarto de la residencia.

En un principio, me había invitado a ver películas, pero hace cosa de 10 minutos Leroy le había escrito porque sabía de una fiesta "increíble". Cami lleva alrededor de 20 minutos intentado convencerme mientras saca ropa de su closet.

La principal razón por la cual no quería ir, aparte de mi aversión por las multitudes, era porque... Se supone que tendría una noche de películas con los chicos.

Se supone es la expresión clave, porque no había sabido nada de ellos desde hace dos días. No quiero presionarlos y escribirles porque sospecho que deben estar ocupados, pero incluso si intento justificar el silencio... Sigue doliendo que no hayan sido capaces de cancelar.

Miro a Cami sacar un vestido plateado brillante y lanzármelo.

—¿Por favor?

Miro mi teléfono una última vez y me incorporo, sintiendo una presión demasiado conocida en mi pecho, que decido ignorar.

—Solo un par de horas —Advierto, mirando el largo de la tela—. ¿No tienes algo que me cubra las rodillas?

Ella ríe y sube la música y, resignada, me coloco un vestido que apenas si me cubre las piernas y que resalta demasiado mis pechos. Ella escoge uno negro similar, sin brillos.

Al mirarme al espejo, tras haber sido atacada por Cami y sus maquillajes, y puesta en unos tacones bajos, pero tacones a fines de cuentas, no me reconozco. Sé que soy yo, sé que son mis ojos y mi cabello, pero quien me devuelve la imagen es otra persona.

Alguien segura, bonita, sin un pasado tormentoso ni una mente que le juega trucos todo el tiempo.

No estoy en mi piel... Y se siente bien.

—Oh Dios, envidio tus malditas piernas kilométricas —Cami le dio una palmada a mi culo—. Foto, necesito una foto.

Nos toma al menos 5 fotos antes de decidir que es suficiente, luego llama a Leroy para que venga por nosotras, y me aplaude cuando dejo mi chaqueta en su cuarto porque... No la necesitaré esa noche.

No, esta noche seré esa persona que me devolvió la mirada en el espejo.

Leroy al vernos solo suelta un silbido y nos invita al auto. Cuando vamos llegando me dice que apenas yo lo desee, él me puede ir a dejar a casa porque no beberá.

Cami me promete que no se alejará de mi lado.

Mi teléfono no suena, y negándome a sentirme mal por eso, lo apago y lo guardo en la chaqueta de Leroy, que es el único con bolsillos.

No conozco a nadie, o eso creo hasta que veo algunos rostros que he visto en clases en alguna ocasión. No les presto atención, solo me enfoco en las luces neón, la música, los gritos, el olor a sudor y a alcohol.

No me gusta y, sin embargo, no me desagrada del todo.

Esa noche me siento desligada, completamente ajena a mi misma. Mi teléfono no sonó, mis amigos se olvidaron de nuestros planes, mi hermana no está en la ciudad para entretenerme, y Cami me dio una vía de escape para mi mente turbulenta.

Las Alas de Cupido (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora