Capítulo veintitrés

58 16 14
                                        

—Claramente —Respondo tomando un par de metros de distancia de él—. ¿Por qué?

—No soy de piedra, Lena, y te me abalanzaste de la nada.

—Lo dices como si no lo hubieses querido —Le acuso, entrecerrando los ojos—. Evidentemente no te estaba torturando.

—Pues ahora me siento torturado —Señala su entrepierna, frustrado, luego empieza a darse vueltas por la habitación, desordenando su cabello—. Dios, ¿qué acaba de pasar?

Sí, lo mismo me pregunto yo.

—¿Nos besamos? —Respondo, pero suena más como una pregunta—. Dios mío, nos besamos. Estoy entrando en pánico, ¿por qué estoy entrando en pánico?

—No —Me señala, acusatorio—. No entres en pánico, yo debo entrar en pánico. Tú me besaste, tú explícate.

—¡¿Qué yo me explique?! —Exclamo, frustrada—. ¡Tú no te callabas, dijiste que no me escondiese en mi cabeza y reaccioné!

—¿Eso era lo que tenías en tu cabeza?

—¡Sí!

Se queda en silencio y yo me frustro. ¿No tiene nada que decir? ¿Acaso se va a quedar mirándome toda la noche?

—¡Agh! —Exclamo frustrada y dejo la habitación.

En las escaleras me arreglo el cabello en una coleta, y ruego porque mis labios se vean normales. Si Dawn o Rick se dan cuenta de que mi rostro está rojo, no lo demuestran y me sirven algo raro.

Ambos parecen muy orgullosos de la cosa roja que tengo en mi plato.

—¿Qué es esto?

—Lasaña, obvio —Rick se cruza de brazos—. ¿No ves las capas?

—Y tiene cebolla, y carne de soja, y salsa —Contribuye Dawn, moviendo la comida en su plato—. Es sano.

Muevo la comida en mi plato y me cuestiono volver a la habitación y enfrentarme a Nico en vez de comer eso.

No creo que sea comida, ni siquiera creo que tenga comida.

—¿No podemos pedir pizza? —Veo a Rick meterse una cucharada a la boca y masticar con lentitud.

—Está sabroso —Traga con dificultad—. Es definitivamente... Gourmet.

—Estás verde, Barbie.

—Es la luz —Se mete otra cucharada y mira a Dawn, quien hace lo mismo y le sale una arcada—. Delicioso, ¿no?

—Exquisito.

Me levanto por un vaso de agua y por mis medicamentos, los cuales mantengo junto a mi taza favorita, negándome a comer cualquier cosa que esos dos hayan preparado.

Debí saber mejor que dejarlos cocinar. Yo sé que ambos son unos inútiles en la cocina, especialmente Rick.

Oportunamente Nico llega a la cocina y se sienta en la silla libre junto a mí. Mira con asco la comida.

—Chi ha distrutto le lasagne? Questo è irrispettoso per la pasta.

—Si, Luigi, podemos darte más —Rick le echa más comida en el plato—. Yumi, delicioso.

—Ti odio, giuro che ti affogherò nel sonno.

Me rio porque entiendo lo que dice. "Te odio, juro que te ahogaré mientras duermes". He escuchado esa amenaza antes, y sé que es capaz de hacerlo.

—Delicioso —Rick vuelve a comer una cucharada, luego traga tres sorbos de cerveza.

Hambrienta saco una pequeña porción y, sin respirar, la meto a mi boca.

Las Alas de Cupido (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora