Capítulo veintiuno

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Hola mis bichas, ¿cómo están?

Pongo la nota de este capítulo al principio para asegurarme de que lo lean (okno). 

Quiero decirles que con tristeza tendré que postergar las actualizaciones de la próxima semana para la subsiguiente. Las clases me tienen colapsada, estoy terminando mi semestre universitario y los tiempos no me calzan para nada. 

De verdad, lamento decepcionarlas y fallarles, pero juro que lo compensaré. 

Dicho eso, nos leemos el 25 de enero (prepárense que se viene bueno) 




Por las miradas que Dawn me está dedicando, creo que está molesta, pero en mi defensa si le decía cuáles eran mis planes, ella habría dicho que no.

Incluso aunque parece no estar tan de acuerdo con nuestro viaje improvisado, no da la vuelta y vuelve a Osavia, sino que sigue el camino por la carretera.

Pero luego de tres horas manejando lento, ella se detiene en un hotel a la mitad de camino.

—Por muy interesada que esté en ver cómo se desenvuelve toda esta historia, no puedo manejar cuatro horas a Catacan de noche con la carretera mojada —Anuncia apagando el motor—. Así que vamos a dormir, y por la mañana seguimos.

—Gracias por no dar la vuelta —Le digo, y ella me mira entrecerrando los ojos.

—Tú le explicarás a mi padre por qué no vuelvo a dormir esta noche.

Por muy molesta que parezca, la realidad es que debe estar disfrutando de esto. Dawn no muchas veces se permite hacer cosas alocadas, o divertidas, porque siente que debe mantener el control, así que un viaje de improviso le ayudará a calmarse un poco...

El Hotel Belmont, como nos anuncia el recepcionista, está ubicado exactamente a mitad de camino entre Osavia y Catacan, y es conocido por ser un lugar mágico y lleno de fantasía.

—Si desaparecen sus calcetines izquierdos, búsquenlos en la piscina. Los duendes no nadan bien —Nos entrega la llave de nuestro cuarto—. El desayuno es a las nueve. Disfruten su estancia.

Debido a que Dawn solo salió con su carnet de conducir, yo estoy pagando el cuarto de cama matrimonial, y eso porque tenía mi tarjeta en la funda de mi teléfono, o estaríamos durmiendo en el auto.

El cuarto es un lugar de verdad hermoso, y no vale lo que me cobraron en la portería, pero no importa, planeo aprovecharla.

Tomo una ducha primero, y luego salgo secándome el cabello con una toalla muy suave.

—Mi turno —Dawn se levanta y apaga la televisión, donde estaba viendo un documental sobre alienígenas—. Llama a mi padre, no queremos alertarlo y que llame a la policía... De nuevo.

Cuando entra al baño, me cubro hasta los muslos con la sudadera de Nico. Abajo solo llevo mi ropa interior, y mi blusa está en una esquina. Aprieto contra mi nariz la tela de la prenda y aspiro su aroma.

Es adictivo, lo sé porque he pasado toda mi vida con él a mi lado y cuando no siento su aroma por mucho tiempo, empiezo a extrañarlo.

Por eso, al primero que llamo es a él, segura de que no se ha ido a dormir aun.

Las Alas de Cupido (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora