Más que ser obvio, lo que John y Alex tenían luego de unos años de casados y desde que habían empezado a vivir y a dormir juntos era un acuerdo implícito. En orden para que John pudiera dormir tranquilo, necesitaba a alguien —preferiblemente a Alex, ya que era su esposo— que se acostara junto a él y lo abrazara. No era mucho, pero era el requisito mínimo para alguien que amaba ser sostenido por la persona a la que amaba. Era un tipo de tradición que se había formado a lo largo de los años, John esperaría a que Alex se desocupara del trabajo o las tareas, y entonces, ambos se irían a dormir. La puerta de su habitación no se cerraba hasta que los dos entraran.
Y eso siempre había sido un alivio en el corazón de John. Le daba algo a lo que aferrarse durante las discusiones, como la que habían tenido los primeros meses cuando recién se habían mudado a la nueva casa. En ese entonces, él había estado equivocado, y recordándolo en ese momento, no solo estaba errado, sino que había sido desconsiderado en todo el sentido de la palabra. Regresar a ese momento solo le daba un mal sabor de boca y prefería no hacerlo, pero era lo que su cabeza hacía cuando no tenía en nada más que ocuparla. Siendo casi las tres de la madrugada, tampoco había mucho en qué ocuparla.
Últimamente, John se había ido dando cuenta que Alex pasaba más tiempo en la oficina por la noche. A John le producía una ironía irrisoria pensar que aquella se suponía que era su oficina, hasta que tanto él como Alex comprendieron que John nunca la usaría porque su trabajo era todo menos estático. Fue así como poco a poco, Alex fue mudando su laptop, sus papeles, cuadernos y carpetas a la habitación que contaba con un baño personal.
Por su parte, John se quedó con un modesto escritorio en la habitación con una ventana que daba paso al sol todas las mañanas, y que por ahora no se había levantado a cerrar, menos cuando era la brisa de la noche lo que lo mantenía despierto. Porque Alex aún no entraba a la habitación. Se removió en su lado de la cama y vio la foto enmarcada de la boda que estaba en la mesita de noche, la presión en su pecho se había concentrado.
Hace tres horas se había puesto las pantuflas para preguntarle a Alex si ya terminaba, él le había dado un beso en la mejilla y sirviéndose café le había dicho que solo terminaba de pasar unas cuantas calificaciones y que iba a la cama. Hace dos horas y media, se había puesto el calentador y, de nuevo, las pantuflas para ver cómo iba avanzando Alex con las calificaciones. Justo cuando entró en la oficina, lo vio abrir una nueva carpeta para evaluar, Alex le sonrió, se encogió de hombros con lo que parecía ser arrepentimiento y le susurró una disculpa que se la terminó llevando la espera de otra media hora, que se volvió cuarenta y cinco minutos por los otros quince en los que John se quedó en el marco de la puerta esperando.
A las dos y media de la mañana, John se había puesto un abrigo que no había usado desde hace tiempo, y había decidido darle una rama de olivo a Alex llevándole las gafas que había olvidado en la mesita de noche.
—Ay, Jack, gracias, pero no ando en la computadora ahora, no las necesito —Alex apenas se había volteado para mirarlo mientras hacía unas anotaciones en las hojas que, desde las doce de la noche, se habían multiplicado sobre uno de los escritorios.
—¿Te falta mucho? —trató de que su bostezo no se notara cubriéndose la boca con la mano con la que sostenía las gafas, estas se terminaron empañando.
—Ya casi termino.
—Eso dijiste hace media hora.
—Lo sé, lo sé, no quiero tenerte despierto tampoco, Jack. Anda a dormir, yo voy luego —en su voz había percibido quizá la calidez que estaba necesitando en ese momento.
Resignándose, John se dio media vuelta, se fue a la habitación y dejó entreabierta la puerta. Este era el cuarto día consecutivo que Alex hacía eso, a este paso sus ojeras rivalizarían con las de él. Y ahí estaba entonces, con los ojos abiertos de par en par, buscando en el techo alguna cosa interesante que lo aburriera tanto que le hiciera dar sueño. Pero como los tres días anteriores no encontraba más que vacío y un espacio a su lado que se enfriaba conforme los minutos pasaban.
ESTÁS LEYENDO
Fonogramas || Lams Month 2021
FanfictionSi los fotogramas pueden capturarse en imágenes, los fonogramas son para ser escuchados. Nueva entrega de pequeñas historias entre Alexander Hamilton y John Laurens, durante un mes completo dedicado para ellos y sus versiones tanto históricas como...