VIII. Tie the knot

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La ventaja de tener un amigo millonario era que sin importar el lugar donde este estuviera, siempre iba a ser capaz de subirse en su jet privado y volar al otro lado del mundo sin preocuparse en pasajes, zonas horarias o combustible. Así que, por eso mismo, no les sorprendió ni a Alex ni a John ver a Adolf —el chofer de George— en la puerta de su casa para recogerlos porque debían de ir urgentemente a dónde sea que él estuviera en ese momento.

—¿Esto es como ese secuestro que nos hizo hace años para la despedida de soltero de Laff o es que hay algo que no ando entendiendo? —John frunció el ceño al ver al hombre fornido y alto parado en medio de su sala.

Nein.

—Alex... ¿Alex? —estaba por hablar con su esposo cuando notó que tampoco andaba cerca, se dio la vuelta y lo vio saliendo de su habitación con una maleta ya hecha— ¿Qué es eso? No, mejor no me digas, ¿quieres?

—He estado esperando este momento desde el último Georgecuestro —Alex arrastró la maleta y se la pasó a Adolf quien la levantó con una sola mano del suelo—. Gracias, amigo.

—Espera, espera, espera. Entonces sí recuerdas el primer Georgecuestro, ¿Alexander?

—Te explico en el auto, pero no te enojes, ¿sí, Jack? —pasó junto a él y le dejó un beso en la mejilla.

Con eso, John trató no demostrar el efecto que Alex tenía sobre él, fracasando en el intento ya que tampoco pudo formular una buena defensa en el tiempo que demoraron en subir al auto. De alguna forma, George los había encontrado en Fire Island, a pesar de no haberle dicho nunca que se habían mudado de Lenox Hill.

Pero si eso no había sido suficiente para sorprenderlos, el hecho de ver a su hijo de diecinueve años junto a su novia dormidos en el asiento trasero de ese mismo auto, sí que lo hizo. Más cuando ambas cabezas estaban apiladas una sobre la otra y que para cuando se despertaran, John le tendría que decir a Theo que comprara algo para los ronquidos.

—Psstt... ¿Theo? —a pesar de que Alex la sacudió de un hombro, no obtuvieron respuesta.

—No van a responder —la voz gruesa de Adolf les hizo darse cuenta de que ya había puesto el auto en marcha.

Detrás de los vidrios polarizados, el camino de árboles que llevaba a su cabaña era nada más que un bello recuerdo para John. Aun así, no había olvidado la pregunta que le había hecho hace un rato a Alex, por lo que antes de que se pudiera olvidar, le hizo una seña para hablar en la otra esquina del auto.

—Confiesa.

—No recuerdo todo de esa vez. Pero —hizo un inciso, levantando el índice justo como si estuviera dándole una clase— te recuerdo que fui compañero de piso con George. Si pasó una vez, era obvio que habría una segunda y hasta una tercera. Me lo olía venir y es mejor estar preparado para cualquier cosa.

—¿Guardaste ropa para mí?

—¿Quién me crees, Jack? Claro, no voy a dejar que mi hermoso esposo pase frío donde sea que vayamos. Aunque conociéndolo, no nos va a decir —Alex señaló con su cabeza a Adolf quien se encontraba sereno conduciendo.

—Podemos probar.

—¿Y pasar la misma suerte que Pip y Theo? No gracias —se cruzó de brazos y negó.

Era una de las pocas veces en las que John veía a Alex tan reacio a hablar, y la verdad sea dicha, le causaba mucha gracia.

—Pero están dormidos.

—Por un momento creo que no conoces a George, Jack.

—Espera —John pasó su mirada de Philip a Theo, de Theo a Alex y de Alex a Philip solo para ver si de verdad estaba entendiendo—. ¿Me estás diciendo que los tiene drogados?

Fonogramas || Lams Month 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora