La razón por la que Alex había comprado la taza se remontaba a varios años atrás en una tienda de baratijas donde se suponía que tenía que ir a buscar un regalo de cumpleaños para su en ese entonces novio. Sin embargo, la tentación de tenerla se volvió incesante conforme se iba acercando a cancelar por el cuaderno de dibujo que le había conseguido a John.
Así que contra todo pronóstico —en realidad nadie dudó que la terminaría comprando, pero hay que añadirle suspenso a esta historia—, se llevó la taza a su casa y la mantuvo guardada en el armario hasta que llegara el día. En ocasiones, su impaciencia fue extrema que creyó que acabaría cediendo y abriría la caja en la que estaba guardada la taza solo para dársela a John en algún momento aleatorio.
No obstante, su persistencia fue mucho más grande y se aguantó las ganas de convertirse en su propio aguafiestas. Hasta que finalmente llegó el día más esperado de todos. Philip estaba creciendo más rápido de lo que habían creído en un inicio, y aun así mantenía su adorable ser intacto, tanto que él mismo le había hecho su regalo de cumpleaños a John. Emocionado de ver su reacción en vivo y en directo, Philip insistió que lo abriera frente a Alex. Así que, para darle el gusto al niño, John cumplió como padre.
—Awww, es adorable, Phil —John abrió los brazos para recibir el abrazo del niño—. Gracias, en noche vas a tener una cena especial de recompensa.
Luego de revolverle los rizos que ya le cubrían los ojos cuando le peinaban el cabello hacia adelante, Philip le sonrió y explicándole todo el proceso que le tomó hacer el regalo perfecto junto a la ayuda de su tío, subió las escaleras corriendo y desapareció en su habitación.
—¿Yo no tengo cena especial, Jack? —llevando una caja del tamaño de una almohada, Alex se sentó junto a su esposo en el sofá más ancho.
—No me has dado tu regalo de cumpleaños. ¿O qué? ¿Vas a hacerme esperar hasta la noche como hace dos años atrás? —John colocó el suéter que le había regalado Philip en su rodilla.
—Ese fue un regalo diferente. Uno que involucró poca ropa —le dio un golpecito a la nariz de John, haciéndolo arrugarla, dejando que sus pecas que pegaran una contra otra cuando soltó una risita.
—¿Y ahora no lo es?
—Nope —chasqueó la lengua y le pasó la caja—. O puede ser que luego sí. Espera. ¿Qué hora es?
—No sé, Alex. Creo que dejé mi celular arriba.
—¿Y tanta pereza te da revisar en el reloj de la cocina? Pensé que yo era el perezoso de la relación.
—¡Ja! —John se volteó para ver a través de la barra de desayuno que el reloj marcaba las tres y unos cuantos minutos más. No andaba con ganas de ser específico en ese momento, por otra parte, quería saber qué había en el misterioso paquete— Lo dice quien últimamente anda pasando demasiado tiempo en su oficina. En serio, Alexander, hablaremos de eso, ahora no, pero lo haremos.
—Okay, no me regañes. Dime la hora.
—Tres y algo. Ya son pasadas las tres.
—Wow, qué exactitud.
—Si quieres compruébalo, pero te recuerdo que tengo mejor vista que tú. Y no creo que quieras subir a buscar tus gafas —John le puso una sonrisa de suficiencia que bien podía significar "cállate, bésame o dame el regalo".
O incluso las tres a la vez.
—Pasadas las tres es suficiente. Le pregunté a tu santa madre a qué hora naciste, así que me sirve.
—Y no has cambiado nada. Sigues siendo igual de raro desde que nos conocimos.
—De nada, es mi sex-appeal. Así me amas —le dio unas palmaditas a la caja, dándole a John la señal para que empezara a abrirla.
Quitándole de inmediato la cinta con la que estaban pegadas las dos esquinas de la caja, la abrió esperando ver el regalo. Sin embargo, más que encontrar algo, la caja estaba llena de bolitas de poliestireno hasta que, en medio de todo ese desorden, su mano topó una caja más pequeña. Una que, al sacarla de la más grande, reconoció como la que siempre se interponía entre él y sus corbatas para salir.
—¿Mi regalo estuvo todo este tiempo en el armario?
—Desde hace tres años y algo, sí.
—¿Y qué puede ser tan importante que lo hayas comprado con tanta anticipación? —John sacudió la pequeña caja, pesaba un poco no más, así que sus apuestas se fueron a que sería algo como un sujetador de libros o algo así.— ¿Lo abro?
—Para eso te lo traje, ¿no?
Asintiendo, John no tuvo que hacer mucho para sacar su regalo de la caja. Dentro había una taza blanca con únicamente cuatro letras grabadas en el frente.
—¿Qué demonios significa D.I.L.F.? —volteó la taza para que Alex pudiera ver su inscripción y con suerte le resolviera la duda.
—No se deletrea, se lee de corrido. Pero es mi gusto informarte, John Matthew Hamilton-Laurens que oficialmente eres un dilf.
—Sigues sin responder mi pregunta.
Entonces, acercándose a su oreja, Alex le susurró rozando su aliento cerca de su cuello:
—Dad I would like to fuck. O en español...
—No —lo detuvo antes que ese escalofríos llegara a zonas donde no debería llegar tan temprano en el día—. Sí entendí. Sé inglés.
—Feliz cumpleaños.
—¿Puedo preguntar algo?
—A tus órdenes.
—¿Por qué esperaste a que cumpliera treinta para regalarme esto? —ladeó la cabeza hacia un lado, los rizos que no estaban reunidos en su moño cayeron sobre su ojo izquierdo.
—Porque para que alguien sea un dilf tiene que tener más de treinta y tener un hijo. Cumpliste con la primera en tiempo récord, y para la segunda...
—Le preguntaste a mi madre a qué hora nací —John completó relamiéndose los labios.
A veces Alex podía ser tan estúpidamente inteligente.
Y a John le encantaba.
—Bingo.
Con la taza aún en la mano, John se acercó a besar a Alex en agradecimiento. Sus labios uniéndose era algo tan común en estos días, y aun así cada vez era por una razón diferente. Incluyendo las tonterías de Alex a las que John le seguía el juego. Y sonriendo entre pequeños picoteos, Alex le terminó besando la mejilla justo cuando Philip bajaba por las escaleras.
—¿Papás qué significa dilf? —él señaló directamente a la taza antes de que John pudiera esconderla.
—Dear Immigrant to my Lover's Fungi —respondió John antes de que Alex pudiera decir algo.
Aunque estaba seguro de que este se estaba aguantando las ganas de tirarse a reír al suelo y rodar por toda la sala.
—Uh, yo quiero ver los hongos de papá —Philip corrió hasta sentarse en medio de sus padres.
John solo pudo intercambiar una mirada de advertencia a Alex; pero obviamente, al tratarse de su esposo, no le hizo caso y asintió rodeando a Philip de los hombros.
—Yo también, Jaaaack.
—La verdad es que no se pierden de nada nuevo. Ajá, por algo nunca les mostré fotos.
Y aunque la sonrisa nerviosa de John lo delataba, su mirada solo tenía un mensaje claro:
«Me las pagarás en la noche, Alexander.»
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N/A Nuevo récord de actualización desbloqueado. Ando escuchando clase mientras escribo esta nota, pero qué quieren que les diga, esta cosa no hubiera existido sino fuera por Bar. Ahora, actividad: hagan su propio acrónimo de dilf, por favor, quiero reírme un rato. ¿Alex y John? Siguen siendo igual de tontos que siempre. ¿Philip? Adorable. ¿Ayer tuvimos Historical Lams? Sí, y hoy volvemos al AU. Ahora voy a seguir escribiendo la última escena para poder publicar el capítulo 13 de Pasado Imperfecto, porque sino Bar me lanza el zapato. Los quiero ;D
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Fonogramas || Lams Month 2021
FanficSi los fotogramas pueden capturarse en imágenes, los fonogramas son para ser escuchados. Nueva entrega de pequeñas historias entre Alexander Hamilton y John Laurens, durante un mes completo dedicado para ellos y sus versiones tanto históricas como...