XV. Socks

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ADVERTENCIA: Un poco de NSFW, nada consumado, pero sí un poco descriptivo el make-out

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—Bueno, a lo importante, Samuel —Mary entrelazó sus dedos y levantó las cejas, sus labios formaron una sonrisa que de alguna forma era amable y escéptica a la vez—. George y tú, ¿siguen juntos?

La pregunta solo hizo que Samuel frunciera el ceño por lo absurda que era. Se llevó su copa de agua gasificada a los labios y bebió un gran sorbo, antes de volver a ver a Mary con la esperanza de que su expresión hubiera cambiado.

—¿Qué te hace pensar lo contrario?

Mary remarcó su mirada e inclinó su cabeza hacia un lado como si le señalara lo obvio, aunque por más que le daba vueltas, Samuel no entendía qué había sido lo que la había llevado a preguntarle aquello.

—Los cinco años que han pasado desde que comenzaron a salir, ¿quizá? —ella levantó su copa huracán, de la cual bebió un coctel del mismo nombre.

—Sí, Mary, llevamos cinco años de novios, ¿qué hay de raro en eso?

—¿Y no han pensado en, no sé, dar el siguiente paso?

—Veo que alguien anda con ganas de boda —una sonrisita se elevó de la comisura de los labios de Samuel—. Lamento mucho que mis amigos no te hayan invitado a la suya.

—Nah, no es eso —Mary lanzó una palmada al aire, quitándole importancia a aquello—. Es que de verdad pensé que se habían dado un tiempo o algo, cinco años de noviazgo es mucho.

—No lo es. Y para que estés más tranquila, te puedo asegurar que entre George y yo todo está bien, perfecto, no podría ser mejor.

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Solo hace unos días John y Alex se habían casado. Ambos, para no estresarse demasiado, habían relegado la labor completa de la organización de la boda a George. La verdad había sido que George se había apropiado de la planificación de la boda porque no confiaba en las incapacidades de eficiencia de los prometidos.

Obviamente, Alex y John no pusieron peros, ya que George les estaba quitando un peso tremendo de encima. Y siendo sinceros, la boda había quedado preciosa.

—¿Te he dicho que el morado te queda increíble, diletto? —George le susurró desde atrás, balanceando la copa de vino blanco en su mano izquierda.

—¿No será por eso que explícitamente quisiste que fuera el único damo de honor? —Samuel sonrió de lado, aunque sabía la respuesta, no estaba de más escucharla de nuevo.

—Fuiste una adición exquisita para las chicas, hubieras opacado a los padrinos.

—¿Y eso no pasó?

—Pasó, pero sin que se viera hecho a propósito. Hay que tener elegancia para las declaraciones de moda.

Ambos chocaron sus copas, la recepción estaba atenuándose gradualmente. Algunos de los invitados estaban tan borrachos que habían empezado a bailar sin zapatos, otros se habían acercado a los novios para felicitarlos antes de irse y unos últimos se encontraban correteando por el salón como si estuvieran en un parque.

Por eso no se llevaban niños a las bodas.

Pero, claro, aquello cambiaba cuando el niño en cuestión era el hijo de los que se estaban casando. Y obviamente esa había sido la pequeña bola de rizos salvajes que se había chocado con las piernas de George.

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⏰ Última actualización: Jul 13, 2022 ⏰

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