XV. Two can share a secret

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TW: Slight NSFW (Not Save For Work)

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El frío del aire acondicionado no le afectaba después de haber estado la mayoría de noches en el bar de aquel hotel hasta altas horas de la noche. A través del vaso de whisky casi vacío, John podía ver con claridad su anillo de matrimonio posado en su dedo anular. Como saludándolo en un recordatorio perpetuo de su vida de casado. Como si ese fuera su trabajo.

Y debajo del costoso traje azul y los zapatos italianos, solo era un hombre esperando a que su vaso casi vacío se llenara sin siquiera pedirlo. Eso o ver a alguien que al igual que él, también se había convertido en un cliente habitual del bar.

Le dio un sorbo más al vaso, y justamente al levantar la mirada, vio sentarse a un asiento de distancia, al hombre de cabello negro lacio que aparentaba su misma situación con solo su forma de caminar.

—¿Entonces quién califica como el fanático obsesionado? —seguramente el hombre lo había atrapado viéndolo de reojo, su el susurro de su voz lo había hecho sentir un escalofríos repentino que de momento era lo más interesante que le había pasado a John esa noche.

—Depende. Porque también andas en mi lista.

—Directo al grano —sus ojos oscuros lo inspeccionaron en un solo atisbo donde sus miradas se encontraron en un choque que bien pudo haber provocado algún accidente—. Como debe ser.

—Y no es como si no haya notado que siempre te apareces luego de que yo venga a pedir algo. ¿Acaso me tienes vigilado? —apoyó su codo sobre la barra y recargó su mentón sobre la palma de su mano, los rizos rebeldes de John por suerte estaban atados con una cinta azul porque sino le hubieran cubierto el rostro.

Y claramente aquello se alejaba completamente de su objetivo principal.

—¿Eso me haría más cotizable ante tus ojos o me bajaría del pedestal en el que me tienes subido? —se relamió sus labios, mientras observaba con desinterés el vaso que recién le habían servido sin siquiera pedirle algo al barista.

A eso John quería llegar.

—¿Seguro que yo soy el que te tiene en un pedestal? Por favor —soltó John un sonido que estaba entre un bufido y una risita. Entonces entrecruzó sus dedos sobre la barra al mismo tiempo que se inclinaba hacia adelante para susurrarle al hombre que aún no se había presentado—. Repite eso de nuevo y comprobemos qué tan cierto es eso.

—Alexander —le delineó los nudillos que habían sobresalido por cómo estaba sentado—. ¿Del uno al diez qué tanto provocaría a tu esposo?

—¿Cómo adivinaste, Sherlock? —John sonrió juguetonamente y se lo quedó mirando, esperando una respuesta.

—Alguien de tu calibre no puede estar mal acompañado, aunque puede haber excepciones. ¿Vive contigo en el hotel?

—¿Y ahora quién es el obsesivo? —señaló con su mirada el asiento junto a él, no pasaron ni dos segundos para que Alexander ocupara ese puesto. John continuó—: No todos tienen el gusto de saberlo.

—¿Kinloch?

—No, Laurens. Sigo manteniendo mi apellido, Alexander. Es más divertido así —le guiñó un ojo y dejó reposar su mano en la pierna de él. Ninguno se opuso al contacto, así que siguió hablando, notando cómo él también llevaba sortija—: ¿Tú? ¿Divorciado por quinta vez? No, demasiado para un sentimentalista, ¿tercera?

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