La primera vez que lo vio fue caminando por los pasillos de la universidad. La verdad es que John ni siquiera lo consideraría haberlo visto, ya que ni se habían cruzado, ni habían intercambiado un saludo amistoso ni nada. Solo había pasado de largo como si el pequeño pelirrojo con pecas repartidas por su rostro fuera alguien más de por ahí. Alguien sin importancia. Un alguien más vagando por los pasillos interminables de una institución que se suponía que le daría los conocimientos a aplicar en el mundo laboral.
De lo último no estaba muy seguro. O sea, estaba ahí para estudiar, y eso se lo trataba de tomar medio en serio desde que se había enterado de que no todos podían gozar de ese privilegio. Sin embargo, según algunos de sus maestros con mente más cerrada, lo que debía hacer para aprovechar su tiempo en la universidad era tomar clases que le pudieran servir.
Y por alguna razón, eso no incluía los talleres de arte que la universidad ofrecía gratis. Al mismo que había llegado tarde la primera vez por haber calculado mal la hora, y en el que había visto al pelirrojo por segunda vez. Estaría mintiendo si no dijese que un sentido de familiaridad le subió por el cuello como un escalofrío.
Ahí fue que lo reconoció por haberlo visto en el pasillo.
Los abrigos sueltos, la ropa ancha, los lentes rotos que de alguna forma parecían seguir siendo funcionales. Y ese cabello que solo lo hacía resaltar entre la multitud, mientras que John prefería pasar desapercibido.
De lejos, el chico le saludó disimuladamente. O eso quería creer él al asentir como respuesta, y ver cómo hablaba con la encargada del taller para luego salir de ahí.
John pensó que era una pena verlo irse. Suspiró y sacó sus materiales. La siguiente vez que lo vio fue más sorprendente y lo había dejado con un tic en el ojo por cinco minutos, mientras que su lengua se negaba a colaborar para formar palabras.
El chico estaba sentado en medio de los demás participantes del taller, y seguramente se había ofrecido como modelo porque estaba desnudo de pies a cabeza. Visible para cada ojo dentro del salón desde el mechón más corto de su cabeza hasta la punta de sus pies. Y John tenía que declararse en ese momento fanático de cómo las pecas en su piel se encontraban tan bien repartidas, que no dejaban espacio sin recorrer, extremo sin alcanzar.
Bien el mismo chico podía ser una obra de arte viviente y John se lo creería sin debatir.
—Alex, ¿qué te dije de...? Ugh. Por favor, todos ocupen un asiento. El modelo de esta semana es Alexander, ¿quisieras presentarte? —si mal no recordaba, la encargada del taller se llamaba Martha, ella le dio unas palmaditas en el hombro pecoso y lo dejó continuar.
—Prefiero que me digan Alex y... Oh —levantó las cejas y aceptó la manta que Martha le había ofrecido para cubrirse la parte baja de su cuerpo—. ¿Por el frío?
—Porque es enero y no quiero que te congeles. Te lo advertí.
—Es el precio del arte —le guiñó un ojo.
—Dile eso a tu amigo cuando venga a decirme por qué andas con escalofríos —Martha contraatacó cruzándose de brazos.
Sinceramente, John no se imaginaba tener una discusión con ella y salir ganando, aquello no era una posibilidad plausible. Así que se quedó observando el intercambio entre ambos hasta que Alex aceptó usar una bata en lugar de la fea manta. Si le preguntaban a John su opinión, diría que eso incluso lo hacía ver aún más digno de plasmar en un dibujo.
Por suerte, él no sería el único artista, porque sino no creía posible hacerle justicia al modelo.
Al terminar aquella sesión y como las dos anteriores, Martha se acercó a él para observar su progreso. Seguro duró unos dos minutos analizando la pieza sin decir ni una sola palabra más que casuales tarareos que ponían nervioso a John.
ESTÁS LEYENDO
Fonogramas || Lams Month 2021
FanfictionSi los fotogramas pueden capturarse en imágenes, los fonogramas son para ser escuchados. Nueva entrega de pequeñas historias entre Alexander Hamilton y John Laurens, durante un mes completo dedicado para ellos y sus versiones tanto históricas como...