VI. Spark

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—¿En serio quieres una foto?

—Sí, Jack, no lo trajimos para hacer bulto —Alex se inclinó y cargó a Philip en sus brazos.

La escena era tan adorable que por un momento John se sintió obligado a poner los ojos en blanco. Hace unos años ni siquiera hubiera imaginado estar en un parque de diversiones sobrepoblado, hace unos días tampoco estaba en sus planes. Hasta que encontró a Alex viendo videos de personas que se ponían a intentar romper el personaje de los actores vestidos como personajes del parque. Y, por supuesto, como se trataba de su esposo que no se podía quedar sentado por más de cinco minutos, ahora quería intentarlo.

—¿Cuánto a que yo sí lo logro?

—¿Qué cosa? —John se sentó en el borde de su cama— Oh, el video.

—De hecho, sí. Te he hecho romper personaje varias veces, teniente —levantó varias veces sus cejas como si estuviera tanteando terreno, John tuvo que desviar su mirada para evitar sonrojarse.

—Eso solo es porque me conoces, y conoces mis puntos débiles. Y con eso no se juega —John puso sus manos en los cachetes de Alex y les dio palmaditas con cada palabra de la última frase.

Para este punto estaba arrodillado entre las piernas de él.

—Sabes que eso no te pone en una muy buena posición, ¿no? —las manos de Alex estaban en su cintura.

—Me pone en la que quiero estar y no vamos a ir solo a Disney por tus extrañas ganas de querer que esas pobres personas rompan personaje —susurró, John se inclinó para pegar sus frentes y mirarlo fijamente para que se diera cuenta que hablaba en serio—. Tampoco es como si podemos subir en el auto e irnos.

—O sea no me crees capaz, Jack.

—Alexaaaander —siseó entre dientes, arrugando su nariz.

—Cuánto si lo logro. Da un precio, Jack, ando de buenas.

—Si lo logras... Cuido a Philip todo un día.

Las cálidas yemas de los dedos de Alex en su cintura lo mantenían en la posición en la que se encontraba a pesar de haberse cansado de estar de rodillas. Vio un atisbo de diversión en los ojos de Alex y entonces sonrió para responderle:

—Desde que estamos juntos lo haces, cariño —Alex le guiñó un ojo.

—Es que... Digo... sí lo hago, pero... con ganas, ya sabes. No es como si no lo hiciera con ganas... —la risita de Alex hizo que John le volviera a dar palmaditas en los cachetes— Ugh, tú me entiendes.

—Completamente.

—Así que igual es un buen premio —John se detuvo unos segundos y como si se le hubiera iluminado el cerebro, añadió—: Y si hipotéticamente lo terminas haciendo, quiero que sea algo original.

—¿Original? —Alex preguntó enarcando una ceja al mismo tiempo que tiraba de él hacia un lado, haciéndolo caer sobre las sábanas—. Okay, puedo con eso.

—Pero como solo es un caso hipotético, se queda en eso, en ser hipotético —le dio un golpecito en la nariz y eso fue suficiente para desinflar a Alex como uno de esos muñecos que bailaban con aire fuera de las gasolineras.

Sin darle tregua, Alex cayó sobre su pecho y lo dejó pegado contra el colchón. Ahí sin hacer nada más que reírse de sí mismo, de ellos y de él. Y John no tenía que ser adivino para decir que amaba esas noches.

Y como si los estuvieran viendo desde una cámara escondida remota, al día siguiente, en el buzón encontraron tres entradas al Walt Disney World, un agendamiento por siete días para tres personas en el resort y tres boletos de avión a Orlando.

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