Alex amaba a su suegra. De vez en cuando, Eleanor y Henry llegaban de visita desde Carolina del Sur y se quedaban con ellos unos días. Durante ese tiempo, Alex siempre notaba a John con mejor cara, más dispuesto a levantarse de la cama y con mayor energía para salir a la ciudad. Aun así, quien se encargaba de transportar a Eleanor, a donde fuera que ella quisiera ir, era Alex.
En realidad, no había razones para que Eleanor se manejara sola en Nueva York. Todas las veces que los visitaban, Henry era el que los llevaba hasta su casa. Ellos estacionaban su auto junto al de Alex y se dejaban caer en la rutina que Alex y John habían creado conforme pasaban los años. Henry reclamaba su sillón; Eleanor, el sofá mediano para así dejarle un espacio a Philip por si quería sentarse con ella; y Alex y John se adueñaban del más largo.
Las mañanas comprendían de Alex siendo levantado por unos golpecitos en la puerta de su habitación, su voz somnolienta diciéndole buenos días a John sobre el hombro y el estiramiento de gato reglamentario antes de que Eleanor volviera a golpear su puerta con más fuerza y más seguido.
—Puedes decirle que no te levante, ¿sabes? —John se restregó los ojos con la mano izquierda, se volteó en la cama y bostezó.
—Y tú conoces a mi suegra —se inclinó y dejó un beso casto en su hombro—. Es imposible que la haga cambiar de opinión.
—Alexander Hamilton vencido por mi madre —balbuceó John contra la almohada.
—Deberías seguir mi ejemplo. Si no puedes con el enemigo, únetele.
—¿Y despertarme a las seis de la mañana? —John dejó escapar una risa seca—. Ni siquiera lo hacía cuando vivía con ellos y no lo voy a hacer ahora... Suerte en el trabajo.
—Yo también te amo, John.
Por las tardes, Alex era recibido por el aroma de algún postre que Eleanor y John habían preparado juntos, la mirada cordial de Henry aún en su sillón y su almuerzo servido en el comedor. Alex dejaba su bolso en uno de los sofás y llevaba su plato de vuelta a la cocina para sentarse a comer en la encimera libre con el olor de cáscaras de naranja recién ralladas. Al mismo tiempo, Philip se lavaba las manos para ayudar a terminar de decorar el postre antes de meterlo al refrigerador. Alex sospechaba que Eleanor y John siempre tardaban un poco más de lo que deberían para asegurarse de que cuando Philip llegara de la escuela él pudiera acabar con ellos.
—¿Salsa inglesa y tomillo? —Alex señaló a su plato luego de masticar la carne.
—Nos gusta probar aliños nuevos —Eleanor le sonrió, señalando a John con sus cejas.
Luego de almorzar por segunda vez —Alex lo hacía en el trabajo, pero nada se comparaba con la comida recién hecha de Eleanor y John—, los cinco salían en el auto y daban una vuelta por la ciudad. Un día compraban materiales de tejido, al otro visitaban la biblioteca, y al siguiente iban al invernadero de Brooklyn, a Governors Island o se lanzaban un viaje de carretera hasta Coney Island.
En la noches, de regreso a casa, Alex manejaba todo el camino de vuelta a Lenox Hill, John se sentaba en el asiento de copiloto, Henry dormía largo y tendido de cara a la ventana izquierda, Eleanor iba mirando el paisaje de la derecha y Philip, en medio de ellos, les hacía conversa.
—Cierto, toma, Jack —Eleanor le pasó una bolsa de papel.
El olor a queso derretido le llegó a Alex, por el espejo retrovisor vio a Eleanor levantar las cejas y señalar a John con la cabeza.
—¿De dónde sacaste un taco en medio de Coney Island?
—No es un taco, es una quesadilla —Alex y Eleanor dijeron al unísono.
John saltó de su asiento y con el ceño fruncido abrió la bolsa de papel.
—Sabía que era una quesadilla.
—Jack, mi amor, no destroces el idioma, te lo pido con todo el amor que te tengo —Alex lo miró de reojo antes de volver a enfocarse en la carretera.
—Compártele a Alex, Jack —Eleanor dijo.
—Está conduciendo, no puede comer —John respondió en venganza—. En la casa le hago algo para cuando tenga las manos libres.
Por el espejo retrovisor, Alex vio que Eleanor tenía la mitad de la quesadilla y que había vuelto a partirla para darle a Philip.
—John, escucha a tu madre.
—¡Mamá! Está conduciendo.
—Dale en la boca, pues.
John puso los ojos en blanco y comenzó a separar un pedazo de la quesadilla. Por el rabillo del ojo, Alex lo vio saltando de nuevo.
—Y sopla que está caliente.
Una sonrisa tiró de la comisura de los labios de Alex. Sin esperar respuesta, abrió la boca y soltó un largo "aaahh" hasta que John le dio el pedazo de quesadilla.
—¿Ya ves que para todo hay solución en esta vida? —Alex preguntó con victoria y sarcasmo detrás de sus palabras.
—Sigues así y no soplo. Vamos a ver si sigues hablando con la boca quemada.
—¡Jack! —Eleanor lo regañó—. Pip, coge el pedazo.
—Pero te vas a quedar sin comer —el niño respondió.
—Que no, toma.
—Mamá no te vayas a quedar sin comer.
—Tú dale otro pedazo a Alex.
—Ya la escuchaste, Jack. Ahhhh...
—Tengo otro pedazo acá, Pip.
—¿No le vas a dar al abuelo?
—Anda más tieso que una piedra, Pip, no se va a enterar.
Al final del día, a Alex no le importaba tener que despertarse media hora antes de su hora habitual, ni tener que comer en la cocina después de John, ni conducir por todo Nueva York luego de un día agotado. Ya en la cama, apenas tocando los dedos del sueño que lo mecería hasta el día siguiente, Alex solo pensaba en la sonrisa de los Laurens y en la suerte que tenía por ser parte de su familia.
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N/A Este shot lo escribí por algo que me pasó ayer con mi abuelita, toda la escena del final compartiendo la quesadilla en el auto mientras Alex conducía. Acá no hay quesadillas, sino que maduros asados, y mi hermana era Philip, mi madre John (ella no es vengativa como John) y yo Alex. En cambio, en Coney Island sí que hay quesadillas. Esto es canon dentro del universo de "Pasado Imperfecto", una de las tantas visitas de Eleanor y Henry antes del 2036 que es cuando inicia "Presente Histórico" (el segundo libro de la trilogía de este AU). Gracias por leer, ¿no creían que iba a dejar este libro incompleto o sí?
Los quiero,
Andrea.
P.D. El español de John nunca ha sido bueno y amo burlarme de él.
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Fonogramas || Lams Month 2021
FanfictionSi los fotogramas pueden capturarse en imágenes, los fonogramas son para ser escuchados. Nueva entrega de pequeñas historias entre Alexander Hamilton y John Laurens, durante un mes completo dedicado para ellos y sus versiones tanto históricas como...