XXII. Slow Dance

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Era ya entrada la tarde cuando al salir del baño Alex escuchó a John abrir el grifo de la cocina. Llevaban un año de recién casados y la costumbre de John era cocinar todos los días, por lo que pasaba bastante tiempo dentro de esa habitación. Aun así, era algo extraño que John estuviera en la cocina a esa hora cuando ya habían cenado y estaban en ese rato bobo donde aún no se iban a acostar y tampoco tenían ganas de levantarse del sofá —que era donde Alex había dejado a John antes de ir al baño—.

—¿John? —se asomó por la entrada de la cocina y vio a su esposo cubierto de espuma hasta los vellos de los brazos.

—No digas nada —John levantó el índice en señal de silencio absoluto—, no digas nada.

Alex aguantó la risa y se encogió de hombros para luego avanzar a zancadas silenciosas hasta donde John estaba parado. La táctica era escurridiza y perfecta para descubrir qué le pasaba a John, y hubiera funcionado si John no se lo hubiera quedado mirando todo el tiempo mientras avanzaba hacia él.

—Alexander.

—Wow, nombre completo.

—Alex —exhaló y sonó exhausto, aunque sus ojos parecían divertirse un poco—. ¿Qué haces?

—Averiguar qué haces en la cocina a estas horas —le dijo al arrimar su espalda contra el lavabo—. Te dejé en el sofá.

—Ahhh... con que es eso —John levantó las cejas como si esperara que Alex se diera cuenta de algo obvio—. No, mira, no se me había ocurrido quedarme sentado.

—Jack, que sea bueno con las indirectas no significa que debas usarlas cuando quieras demostrar que andas molesto conmigo.

—No ando molesto contigo —la mirada se John se suavizó.

—Andas molesto con algo, entonces —Alex ladeó la cabeza.

—Ando... —John movió las manos como si estuviera estrangulando algo, a la vez que soltaba un sonido entre un gruñido y un grito exasperado—. Ando así.

—A ver, Jack, explícate porque no entiendo —se cruzó de brazos y vio a John tomar un respiro profundo, tenía los rizos alborotados sobre el moño que medio se había hecho, quizá al comenzar a lavar los platos, también su camiseta estaba húmeda en el dobladillo y la espuma en sus manos poco a poco se había ido esfumando al no seguir lavando.

Alex se preparó para lo que sea que viniera después.

—Yo siempre cocino —pronunció en un intento por explicarse.

—Sí, porque yo quemaría la cocina y lo sabemos.

Al interrumpirlo, John lo miró como si le dijera "luego de que termine, opinas lo que quieras", así que juntó los labios y lo dejó continuar.

—Cocino todos los días, para ti, para Phil y para mí. Hago desayuno, almuerzo y cena, y luego de eso Phil se queda un rato con nosotros y luego, en la noche, se va a su habitación hasta acostarlo y nosotros mientras tanto andamos dando vueltas haciendo quién sabe qué —John se rascó la ceja derecha—. Y tú lavas los platos.

Alex levantó ambas cejas como dándose cuenta del problema en el que se había metido. John tenía razón, en la noche se la pasan haciendo el tonto.

—Pero a veces los dejas tanto tiempo remojando que no sé si vas a lavarlos o no, y tenerlos ahí con agua estancada me desespera, y es algo que siempre tengo en la cabeza cuando nos quedamos en el sofá un rato a ver televisión o a conversar. Me digo, "¿oye, crees que Alex va a lavar ahora los platos? ¿por qué no los lavó apenas terminamos de comer?". Y no puedo descansar por completo luego de eso.

Fonogramas || Lams Month 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora