Me dirás qué voy deprisa

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Holis babys! Cómo están? Si la están leyendo en el momento que la subí es otra noche de insomnio para mí como para ustedes y para los que si pueden dormir y no tienen que hablar con el techo JAJAJA pues la leerán en la mañana sin más que decir los dejo con está historia que me gustó mucho, besitos.

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Hola, amigas, aquí estoy otra vez embarcada en una nueva aventura.

Como veréis es una variación de la historia original y empezamos con Betty en Cartagena.

He procurado avanzar rápido por las escenas que nos recuerdan al original, pero las necesitaba para ponernos en situación.

Espero que os guste y haga pasar buenos ratos. Ahí os dejo con ella.

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ME DIRÁS QUE VOY DEPRISA.

Capítulo I.- Betty, seguro que no la merezco.

En Cartagena, Betty se relaja y va recuperándose al tiempo que reflexiona sobre cómo solucionar los problemas de la empresa.

Cata, por su parte, tiene un par de ideas en la cabeza y a mitad de semana se las expone. Le cuesta mucho trabajo pero al fin consigue que Betty acepte actualizar su aspecto, y un poco menos convencerla de ir a las Islas del Rosario a perdonar a Armando.

Sigue al fin a su amiga como un cordero al matadero al salón de belleza, a una tienda de ropa y a una óptica, y queda tan encantada que al final de la tarde va parándose en todos los escaparates para contemplarse detenidamente.

El peinado, las gafas, el veraniego vestido azul la han transformado de tal manera que apenas se reconoce, pero está hipnotizada por el resultado, y Cata la observa divertida al verla tan feliz y orgullosa por haberse atrevido a afrontar un cambio tan radical.

Los días que quedan continúan saliendo a disfrutar las cálidas noches cartageneras con Michel, que se muestra muy interesado en obsequiar a Betty, y ella empieza a acostumbrarse a recibir esos gestos con naturalidad, pero finalmente llega la última noche y acuden a la fiesta de clausura del Reinado, que termina con la quema de un enorme castillo de fuegos artificiales.

Pero siempre llega demasiado pronto el fin de los ratos buenos y el avión de regreso a Bogotá sale el sábado por la tarde. Cata había decidido aprovechar la mañana para llevar a Betty a conocer las Islas del Rosario, y ésta logra allí recuperar la paz interior para afrontar el regreso.

Después de comer recogen el equipaje y Michel las lleva al aeropuerto porque quiere apurar el tiempo que queda para estar con ella.

- Betty, la voy a echar de menos. –La dice mientras Cata se ha ido a comprar una revista.

- Yo también añoraré Cartagena y a usted porque han sido unos días tan agradables que se han hecho cortos. –Contesta ella aparentando no entenderle.


- Me gustaría visitarla en Bogotá. Me permite ir a verla cuando vaya?

- Claro, como guste. –Contesta un poco ruborizada.


- Tengo que viajar allá dentro de un mes, para hacer unas gestiones en el ministerio de trabajo.

- Bueno, y me permitirá que entonces le invite yo a cenar.


- Bien sûr! Acepto. –Exclama él plenamente satisfecho de que haya aceptado.

- Ya estoy aquí. –Dice Cata llegando hasta ellos.- Vamos, Betty, que nos han llamado para embarcar. Adiós, Michel, hasta pronto.


Cata y el francés se abrazan amistosamente, y luego éste estrecha con ternura a Betty y la planta un beso en cada mejilla.

- A bientôt, Betty.

- Adiós, Michel. –Responde algo cohibida por la efusividad.


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Los padres la reciben muy contentos de su regreso y doña Julia incluso de su cambio, el padre sin embargo…

Pasa el domingo en familia, y el lunes se baja de la buseta ante Ecomoda ansiosa por llegar y poner en práctica sus ideas para reflotar la empresa, aunque sabe que primero deberán ser aceptadas por los ejecutivos que ignoran la imperiosa necesidad en que se encuentran.

Su llegada causa gran revuelo entre sus amigas, y la peliteñida que ve a una desconocida, se dirige a ella.

- Soy la secretaria de presidencia. Si tiene usted cita con el presidente dígame su nombre y…

- Señorita Fernández, yo trabajo aquí. Acaso no recuerda?


Patricia abre ojos como platos al oír esa voz y la escudriña de arriba abajo buscando algo que le dé pistas si es o no es quien ella teme.

- Usted es…

- Justamente quien usted piensa. –Contesta Betty provocadora.


- Y qué se hizo? Alguna bruja le dio un bebedizo?

- Gracias, Patricia, acaba de confirmarme que estoy estupenda. Oj! Oj! Oj! -Se da la vuelta y echa a andar hacia el despacho después de guiñar un ojo como sólo ella sabe a sus amigas.


- Durante la comida nos cuenta. –Le recuerda Berta.

- OK!


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Entra a presidencia que está vacía y se dirige al hueco. Conecta el ordenador, revisa lo que hay sobre el escritorio, abre los cajones donde dejó los informes… y en ese momento oye la puerta del despacho y la voz de Armando que ya ha sido informado de su regreso y entra llamándola:

- Beeety!

- Acá estoy, don Armando.


Él abre del todo la puerta del antiguo almacén donde trabaja ella, se queda con la boca abierta al verla y pregunta inseguro:

- Betty…?

- Sí, doctor, soy yo.


- Betty, cómo me alegro de que haya vuelto y además que se haya decidido a actualizar su estilo.

- Ah, no le extraña verme así?


- Ni modo! Sólo unos pequeños toques como la peluquería, la ropa y las gafas… y fíjese: un cambio espectacular! –Se le ve entusiasmado.

- Usted no cree que tuve que hacerme una cirugía de esas severas? –Pregunta perpleja.


- No! Betty, me muevo en el mundo de la moda y por ello sé apreciar muy bien las posibilidades que tienen las mujeres. –Hace una pausa, sonríe con su encanto habitual y continúa.- Yo siempre he visto que usted era hermosa pero iba mal arreglada, y no sabía como decirle que con muy poco esfuerzo podría mejorar mucho su aspecto externo. No quería ofenderla así que callé. En definitiva, a mí la Betty que me importaba y me importa es la de dentro. Ese ángel que…

- Bla… bla… bla… -Dice para cortarle porque se está sintiendo incómoda por la sorpresa, y por la dulzura con que Armando le habla.


- Nada de bla… bla… bla… Betty, yo la amo desde el segundo o tercer día que salimos juntos, pero no supe reconocer mis sentimientos porque era la primera vez que los sentía y luego, de pronto, ya era tarde y usted no me creyó.

- Bueno, doctor, cómo iba a creerle después de leer aquella carta infame?


- Betty, lo que Calderón escribió en esa horrible carta sólo sucedió la primera vez. Sólo fingí entonces porque luego su dulzura hizo que yo empezase a sentir muy fuerte y muy tierno por usted. De verdad…

- Ya! Por eso le contaba todo para que estuviese al corriente de nuestra… -Se corrige y ataca rabiosa.- …nuestra nada, porque nunca ha habido nada nuestro!


- Yo sólo le contaba detalles intrascendentes.

- Deje ya de mentir y recuerde las tarjeticas que me escribía él. Si hasta le pidió su apartamento para llevarme…


- Comprenda que no podía llevarla al mío porque Marcela podría aparecer en cualquier momento.

- Doña Marcela… Ahora que caigo… usted debía estar de luna de miel.


- No me casé, Betty. Cancelé la boda y Marcela se pilló un rebote tal que me insultó con palabras que yo ni siquiera sospechaba que ella conocía, dio un portazo y se fue.

- Pero por qué?


- Porque aunque no me crea, yo a la única mujer que amo es a usted. Qué suerte tuve con encontrarla, Betty! Tan leal y responsable… Estoy seguro de que no me la merezco.

- Yo también. –Responde asintiendo con la cabeza muy seria.


Se hace el silencio entre ellos que quedan mirándose a los ojos.

- Ecomoda nos necesita. –Le dice para cambiar de tema.- Debe convocar una junta ejecutiva y en ella expondrá las estrategias que yo he pensado para poder salir adelante. Ahora se lo voy a explicar a usted por si fuera necesario hacer algún ajuste, y luego las presentará como propuestas de presidencia aunque las ideas sean mías y las decisiones las tome yo.

- OK! Pero las presentaré como propuestas del “equipo de presidencia”. –La sonríe y se sienta frente a ella.- Yo también tengo una idea que quiero comentarle.


Y con cada uno sentado a un lado de la mesa, Betty le propone fabricar ropa con más tallaje, para todas las mujeres, y poner asesores de imagen en los puntos de venta, lo que Armando acepta inmediatamente y la felicita por lo que le parecen brillantes ideas.

Entonces él le habla de las franquicias y concluye diciendo:

- Le encargaré a Calderón que recorra las principales ciudades de Colombia y todas las capitales de Sudamérica para que establezca contactos. Le parece que hagamos un estudio de mercado?

- Sí, me parece bien, pero encargárselo a don Mario… Es su idea! No quiere ponerla en marcha usted?


- Ah, no! Yo no me separo de usted tanto tiempo. Ni modo!

Vuelven a quedar mirándose en silencio.

- Doctor, convoque… convoque la junta para dentro de una hora, sí?

- Ahora mismo se lo digo a Patricia. –Contesta mirándola con dulzura.


- Y no olvide… -Habla lentamente atrapada por esa mirada.- …que debemos presentar estas estrategias como de expansión, y no de supervivencia, que es lo que de verdad son.

- Ya sé que ellos no saben lo ahogados que estamos. Betty, gracias por no abandonarme a mi suerte y seguir ayudándome.


- Yo también soy responsable.

- No lo es porque usted obedecía órdenes, y además nos previno. –Se levanta para ir a su despacho.- Voy a convocar la junta. Tiene suficiente tiempo con una hora para redactar las dos propuestas como un trabajo conjunto suyo y mío? Da igual que sea para dentro de dos horas…


Betty mira su reloj.

- Tengo tiempo de sobra. A las once estará bien.

- OK! La dejo trabajar.


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A las once en punto entran los dos en la sala de juntas por la puerta de comunicación y encuentran a todos sentados charlando entre ellos.

Sólo falta Marcela, que después de que Armando suspendiese el matrimonio se ha tomado unas largas vacaciones con destino desconocido.

- Armando, no nos presentas a la señorita? –Reclama Mario creyendo que echa el ojo a una nueva gacela.

- Buenos días, señores. –Toma la palabra el aludido.- No tengo que presentarla porque ya la conocen todos ustedes. Es la doctora Pinzón que ha decidido cambiar su imagen externa.


Hace una pausa mientras la observan admirados, y luego vuelve a hablar.

- Les he convocado para presentarles unas estrategias que hemos preparado Beatriz y yo, y que nos parecen muy interesantes para el futuro de Ecomoda. Una de ellas es muy innovadora: consiste en confeccionar adaptaciones de los modelos de alta costura para la mujer de la calle…

- Aaah! –Le interrumpe la voz chillona de Hugo que da un alarido de espanto.- Ni modo! Armani, no pienses que mis modelos exclusivos los va a llevar cualquier aparecida que los asesine con su horrible figura y los deforme con sus michelines, o cualquiera con tipo de palo de escoba a la que le cuelgue mi creación como a una percha.


- Hugo, he dicho “adaptaciones”. –Dice Armando con paciencia.

- Ni de fundas! No, no y no! -Se cruza de brazos en plena pataleta que le corta Betty con un cáustico comentario.


- Bueno, don Hugo, si usted no se considera capaz…

Él inspira aire con ojos desorbitados.

- Qué insinúa, moscorrofio transformado? Que no tengo magia suficiente para iluminar a esas pobres mujeres? A esas criaturas sin gracia?

- Hugo! –Le amonesta Armando.


- Bueno, usted está acostumbrado a trabajar con cuerpos perfectos que no le dan problemas, y comprendo que esta propuesta supondrá un reto… -Deja caer Betty con malicia.

Hugo la mira con ojos asesinos y pregunta al presidente.

- Armani, de quién ha sido esta idea?

- Del equipo de presidencia. –Le contesta con sequedad.- Ve pensando si vas a poder asumir este encargo mientras…


- Me estás provocando?

- No, Hugo, simplemente estoy solicitando los servicios del diseñador de la empresa. Una estrella según él mismo… que ahora tiene la oportunidad de seguir demostrándonos su grandeza.


Al fin Lombardi comprende que no le queda otra que afrontar el desafío, porque lo contrario sería reconocer su incapacidad, así que calla, pero echando humo por las orejas.

- La segunda propuesta… -Armando retoma la palabra.- …es dotar a cada punto de venta de un asesor de imagen que aconseje a las clientas inseguras o a las que lo soliciten, sobre la clase de ropa que les favorece y los colores más adecuados para cada una.

Todos asienten con la cabeza aceptando la idea como buena.

- Y cuándo se tiene previsto implantar esos asesores? -Pregunta Gutiérrez como jefe de personal.

- Vamos a terminar de estudiarlo a fondo, y si no hay motivos que lo desaconsejen, tan pronto como sea posible.


- Hay mujeres que no tienen arreglo ni con asesores, ni con creaciones de Christian Dior. –Murmura Hugo cruzado de brazos aún furioso.

Armando le ignora y sigue hablando.

- Y por último quiero comunicarles que tengo el propósito de ofrecer la franquicia de Ecomoda para instalar tiendas de nuestra firma en las mejores zonas comerciales de las más importantes ciudades de Sudamérica.

- Gran idea, Mendoza! Eso es un acierto pues son muchos los empresarios y clientes que me han preguntado muchas veces si teníamos previsto abrir sucursales en otros países. –Mario está entusiasmado.


- Me alegra que le guste tanto este proyecto porque va a tener que ser usted quien viaje para establecer contactos con los posibles interesados.

- Perfecto. Puedo hacer una larga lista de empresarios que estarán encantados con la idea.


- Pues comience a hacerla para preparar su itinerario cuanto antes. –Se vuelve a los demás.- Piensen todos estas propuestas durante unos días y si no encontramos ninguna razón que las desaconseje, el viernes nos reuniremos de nuevo para ocuparnos de ponerlas en marcha. Alguien quiere hablar o aclarar alguna duda?

Todos niegan con la cabeza.

- Entonces, quedan convocados para el viernes a las once aquí mismo, igual que hoy. Ahora pueden volver a sus trabajos.

Hugo, Gutigut y Betty se levantan y salen, pero Armando y Mario se quedan allá hablando de las franquicias, mas cuando el tema decae…

- Tigre, cuénteme como volvió vampirín. Nos colaborará, sí?

- Calderón! Ahora va a escucharme con mucha atención. –Hace una pausa creando ambiente y habla muy despacio.- Beatriz es una gran persona que nunca mereció la canallada que le hicimos porque es noble y honrada además de buena y muy trabajadora. Piense que estuvo en su derecho de entregarnos a los accionistas, y sin embargo volvió a maquillar los balances que nosotros necesitábamos para ganar el tiempo preciso de reflotar la empresa. Y lo hizo en contra de su voluntad y ética. La única venganza que se permitió fue incluir su odiosa carta en nuestras carpetas para hacernos saber que nos había descubierto. Y ahora… ha regresado con nuevas y buenas ideas para seguir ayudando. Además yo estoy seriamente interesado en ella como persona, así que si vuelvo a oírle algo que me suene a insulto o a comentario peyorativo respecto a Betty, le echo de Ecomoda a patadas.


- Hermano, yo sólo…

- Ni una broma por pequeñita o insignificante que sea. –Recalca Armando.- Recibido?


- Alto y claro. –Mario se da por vencido.- Así que como no quiero perder su amistad de años, ni que me parta la crisma… trataré con el mayor respeto al sujeto de su adoración.

- OK! No lo olvide porque si tengo que elegir entre ella y usted, la elección está hecha.


- Tranquilo, hombre, y guarde al ogro que ella volvió muy bonita. Ahora voy a mi despacho a prepararle la lista para las franquicias.

- Bien. Luego nos vemos.


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Entra a presidencia y llama a Betty creyendo que está en el hueco.

- Beeetty! Vamos a ponernos con los proyectos.

Pero al ver que ella ni acude, ni contesta, se fija en que la puerta de la oficina está abierta. Se levanta para ir a buscarla y coinciden en la entrada chocándose.

- Cuidado, Betty! –La sujeta firmemente contra él.

- Perdón, no le vi. –Ella se separa con rapidez.


- Dónde fue?

- A buscar un despacho libre.


- Para quién? –Pregunta el bello bobo.

- Para mí, naturalmente.


- Pero usted ya tiene…

- Sí, ya tengo un cubículo oscuro, triste, insalubre…


- Es cierto. –Reconoce apenado.- No tiene luz natural, ni ventilación, produce claustrofobia y sobre todo… supongo que ahora está demasiado cerca de mí.

- Ha dado en el blanco. –Dice mirándole de frente.


- Está disponible el que ocupó Olarte. –Ofrece lastimoso y resignado al fin.

CONTINUARÁ…



- Dónde fue, Betty?

- A buscar un despacho libre.


- Para quién? –Pregunta el bello bobo.

- Para mí, naturalmente.


- Pero usted ya tiene…

- Sí, ya tengo un cubículo oscuro, triste, insalubre…


- Es cierto. –Reconoce apenado.- No tiene luz natural, ni ventilación, produce claustrofobia y sobre todo… supongo que ahora está demasiado cerca de mí.

- Ha dado en el blanco. –Dice mirándole de frente.


- Está disponible el que ocupó Olarte. –Ofrece lastimoso y resignado al fin.

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Capítulo II.- Cuente, Calderón, qué pasó?

- Es el que he ido a ver. Pediré que me trasladen el ordenador y me iré allá.

- Necesita tanto alejarse de mí? –Entristecido.


Betty le mira, respira hondo y pronuncia un doloroso:

- Sí, doctor, lo necesito. Además así usted también tendrá más intimidad.

- Intimidad? Para qué quiero yo intimidad?


- Por si se le presenta la oportunidad de tener una aventura de ésas que le gustan tanto a usted.

- Yo? En la empresa?


- Ya no recuerda lo rico que lo pasó aquella vez que no pude salir de esa “cueva” durante horas? –Le recrimina.

- De eso hace mucho, Betty. Mucho antes de que usted y yo…


Ella ignora la insinuación que entraña “usted y yo” y ataca de nuevo.

- También podría necesitar privacidad para conspirar con su “hermano” en contra mía.

- Betty, nunca he conspirado contra usted. Me dejé llevar por consejos estúpidos y crueles que lamento profundamente, pero nunca he tenido intención de hacerle daño. De verdad.


- Pretende hacerme creer que donde yo veo maldad, sólo hubo cretinismo? –Le pregunta con dureza.

Armando la mira unos segundos, luego baja la vista y responde escuetamente:

- Sí.

- Pues vea, no se lo voy a discutir porque de eso usted sabe más que yo.


Le rodea y se dirige al hueco, pero él se repone y la alcanza.

- Betty, no se vaya lejos de mí. Yo…

- Don Armando, sólo me voy al otro lado del pasillo. No sea melodramático.


- Yo la necesito. Sin usted no me merece la pena vivir. Perdóneme todas las atrocidades y disparates con que la he dañado y permítame entregarle mi vida para compensarle.

- Ve qué trágico se pone? A mí no me entregue su vida ni nada suyo. Sólo permítame trasladarme cuanto antes al despacho de enfrente porque tengo trabajo que hacer.


- Por favor…

Betty está consiguiendo hacerse la dura, pero no sabe por cuanto tiempo podrá mantenerse así, pues Armando parece sincero con respecto al arrepentimiento y al confesar que la necesita.

La está mirando intensamente esperando su respuesta como un veredicto de vida o muerte, pero Betty evita esa mirada y contesta.

- Voy a llamar para que trasladen mi ordenador.

Sigue al hueco y allá le deja plantado en medio de presidencia. Al poco, desvalido y derrotado, va hasta su sillón y se sienta con la vista fija en la pared de enfrente.

La oye hablar por teléfono y poco después suben dos técnicos de sistemas que desmontan el equipo informático de ella y lo trasladan al antiguo despacho de Olarte.

Unos minutos más tarde Betty sale y se para delante de él.

- Doctor, he pedido que me mantengan la misma extensión telefónica en el nuevo despacho, así que debe seguir marcando el 11 cuando me necesite.

Armando asiente con la cabeza y pregunta:

- Tanto me odia, Betty?

- No. Yo no le odio… -Contesta sorprendida.


- No? Cómo explica entonces esa actitud tan acerba hacia mí?

Le ve tan herido que la duele, pero le responde:

- Don Armando, yo le admiraba y confiaba en usted ciegamente, pero ahora la venda que cubría mis ojos desapareció y… no me siento cómoda cerca de usted.

- Comprendo. –Dice abatido, pero de pronto pregunta.- Usted… usted cree que si yo le demostrara que he cambiado y que soy un hombre maduro y formal podría volver a “sentirse cómoda” cerca de mí?


- No sé, doctor. En este momento… me parece muy difícil.

Le ve los ojos brillantes y húmedos, no puede aguantar más, y para evitar terminar consolándole, se dirige a la puerta mientras murmura un apresurado:

- Permiso…

“Pero qué le ocurre a este hombre? Será que de verdad se arrepintió de la faena que me hizo? Me cuesta mucho tragarme eso, pero y si es así? En definitiva, ahora no tiene motivo para sufrir por la empresa porque ya ha visto que regresé y estoy trabajando para colaborar a recuperarla… así que no tiene que dedicarme sus atenciones por esa razón.

Y porque yo haya vuelto más presentable, tampoco creo, pues no se sorprendió mucho porque según dice él ya sabía que yo sólo necesitaba unos retoques, pero que lo que más le importaba era que no hubiera cambiado la persona que hay dentro…

Ay, madre! Cómo sea verdad que se volvió juiciosito y se enamoró de mí me va a resultar muy difícil cumplir con mi propósito de “nunca, jamás, en la vida…”

Si es que todavía me derrito cuando me habla y me mira!”

Suspira profundamente y haciendo un gran esfuerzo le aparta de su mente y se concentra en el trabajo.

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Los días siguientes trabajan por separado preparando la puesta en marcha de los nuevos proyectos, pero Armando la llama y hace ir a presidencia con frecuencia, incluso a veces sin justificación.

- Don Armando, qué necesita esta vez? –Le pregunta mostrándose paciente.

- Verla. –Confiesa él con una gran sonrisa.


- Vale, ya me ha visto. Y qué más?

- Seguir contemplándola.


- Doctor, yo tengo trabajo que hacer, y sus continuas llamadas me desconcentran y distraen.

- Yo, sin embargo, me inspiro con su presencia. –Contesta pillo.


- Mire, no me vuelva a llamar sin motivo. –Se gira para salir.

- Pues no me va a quedar otra que llamarla cuando no resista más sin usted. Como usted no viene a verme a mí…


- Pero no puedo estar todo el tiempo de acá para allá. –Protesta ella.

- Tiene razón, Betty. Debería venirse acá de nuevo… y no hace falta que vuelva a ese hueco infecto, pues podrían instalar su mesa frente a la mía, junto a la puerta de la sala de juntas. Así no tendría que estar yendo y viniendo.


- Habla en serio? –Pregunta incrédula.

- Este despacho es suficientemente grande para los dos y así yo podría verla todo el rato.


- Ay, qué cruz! Llámeme las veces que quiera pero yo me quedo donde estoy.

Lo dice muy seria mas vuelve a su despacho con una calidez muy agradable bullendo dentro de ella.

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Ya está todo preparado porque sólo faltan dos días para que Mario inicie la gira por las capitales sudamericanas cuando éste llega a la empresa con un collarín en el cuello y una muleta bajo el brazo derecho.

- Doctor! Qué le ha pasado? –Exclama Sandra al verle salir del ascensor de esa guisa y yendo hacia él preocupada.

- Buenos días, Sandrita, no se asuste. Es que me caí por la escalera.


- Y qué se hizo? –Intranquila.

- Un esguince cervical y un traumatismo tremendo en la cadera.


- Y no debería estar en la cama?

- Sí, creo que me iré a casa en cuantico hable con el doctor Mendoza. Lo malo es que allá estoy solo y no sé si podré valerme… -Se lamenta como niño consentido.


- Bueno, si necesita ayuda yo puedo ir cuando salga del trabajo y llevarle algo para la cena… -Se ofrece la secretaria.

- Haría eso por mí? –Con sonrisa de oreja a oreja.


- Ni más faltaba, doctor. Lo que necesite.

- Se lo agradezco mucho, Sandra. Me acompaña ahora a presidencia, por favor?


- Claro, don Mario. –Le toma del brazo sin muleta y le guía despacio.

El impresentable aprovecha para mirar por primera vez a su secretaria con ojos de depredador.

“Esta muchachita está muy bien. Sólo necesita un cambio de peinado y de ropa igual que le pasaba a Betty, y con esas piernas larguííísimas que tiene estaría impresionante en minifalda.”

Sandra llama a la puerta del despacho de Armando y abre mientras las otras del cuartel les rodean interesándose por el estado de Mario.

- Dolorido, señoras, muy dolorido, pero ya ven… aquí estoy al pie del cañón. –Exagera su dedicación al trabajo.

- Calderón! Qué le ha pasado? –Se oye la voz de Armando acercándose.


- Ay, hermano, una fatalidad. Espere a que le cuente.

Su amigo y Sandra le ayudan a llegar a un sillón y acomodarse.

- Avíseme cuando quiera salir, doctor. –Le dice la secretaria y se retira.- Permiso.

- Gracias, Sandra.


- Cuente, Calderón, qué pasó?

- Fue mala suerte, tigre. Estaba yo pasándolo bien rico con Janina Navarro cuando el gorila de su novio apareció de la nada y… créame que casi ni le vi. Sólo sé que salí despedido contra la pared, y cuando caí al suelo una fuerza sobrehumana me levantó y volé sobre un tramo de escaleras… y todo esto como mi madre me trajo al mundo y sin mediar más palabras que: “Vaya a ponerle los cachos a…” no entendí a quien porque fue cuando me estrellé contra el rellano de la escalera. Ay, qué desgracia porque ella estaba ayer de un cariñosón…


- Y así de golpeado y desnudo tuvo que salir de allá? –Pregunta Armando perplejo.

- Bueno, no. Tengo que agradecer a Janina que abriese la puerta y me arrojase la ropa porque sino… imagínese, en cueros! Me vestí como pude, llegué al coche y me fui al hospital de mi distrito. Allá me hicieron radiografías y me pusieron esto. –Señala el collarín.


- Ay, Calderon! Cuántas veces le he dicho que no se líe con viejas que tengan tinieblo?

- El tinieblo estaba de viaje pero volvió de improviso. Yo ya había preguntado por él porque sé que es muy bestia, mas parece que el tipo estaba mosca porque ella se la pega con cualquiera y regresó para pillarla in fraganti. Y ya ve… me pilló a mí.


Intenta mover la cabeza pero el dolor y el collarín se lo impiden.

- Bueno, y qué lesiones tiene?

- Un esguince cervical y un golpe tremendo en la pierna sobre la que caí. Ya están empezando a salir los hematomas y se va a poner morada enterita.


- Y esto a dos días de la gira… Está claro que no puede irse en estas condiciones.

- Ajá! Y que le toca irse a usted. –Termina Mario.


- Así es, y la verdad es que no me provoca nada alejarme de Betty, y menos por tanto tiempo.

- No se preocupe que yo se la cuido.


- NI SE ACERQUE A ELLA!!! –Ruge, se levanta de un salto y le apunta con el dedo índice.- Porque yo no le tiraría por la escalera, yo le mato!

- Pues sí que le dio fuerte, tigre. –Contesta el otro sin inmutarse.- No se preocupe que a mí me gustan las piernas laaargas, laaargas…


- Pues, eso, tengamos la fiesta en paz. –Se sienta de nuevo.- A ver, dígale a su secretaria que avise a la agencia de viajes y a los hoteles para que cambien su nombre por el mío en todos los pasajes de avión y en las reservas de los hoteles. Luego váyase a su casa.

- Sí, eso haré porque se me está pasando el efecto del calmante y… buf! –Pone gesto de dolor y se levanta.


- Va a poder arreglarse solo?

- Voy a hablar con la mucama que viene por horas al apartamento, pero no se preocupe que soy hombre de recursos y habrá más de una señorita que se ofrezca a cuidarme gustosa. –Le guiña un ojo y abre la puerta para salir al lobby.- Adiós, hermano.


Se va caminando despacio y cojeando ostensiblemente hacia su despacho, y al llegar a la mesa de su secretaria dice:

- Sandra, venga conmigo, por favor.

- Sí, don Mario. –Se levanta diligente y entra tras él cerrando la puerta.- Dígame qué desea.


- Tiene que llamar a la agencia de viajes para cambiar mi nombre por el del doctor Mendoza en los pasajes y reservas, pues será él quien haga la gira.

- OK! Ahora mismo.


- Tengo que resolver algún asunto urgente o firmar algún documento antes de irme a casa?

- Sí, doctor, necesito que me firme varios informes para darles curso. En un segundo se los traigo.


Según se da la vuelta para salir, Mario la mira de arriba abajo, y lo sigue haciendo cuando vuelve y ella está pendiente del trabajo.

- Bien, pues ya me voy. –Se levanta exagerando el malestar que siente para sensibilizar a su futura gacela.- Aaay!

- Doctor, tiene muchos dolores! No habrá venido conduciendo?


- No, vine en un taxi.

- Pues ahora mismo llamo a Wilson para que le tenga uno preparado cuando baje. Esto… don Mario… usted necesita que yo le prepare la cena?


- Bueno… yo… le agradecería mucho ese favor. –Contesta mimoso.

- A ver, dígame qué le apetece comer esta noche.


- Yo soy “caballo de buen diente”, Sandrita. Cualquier plato que a usted le salga rico me gustará.

- OK! Le voy a preparar un pescado al horno que se va a chupar los dedos! –Exclama muy satisfecha.


- No sé como voy a poder agradecerle ese detalle. –La acaricia la mejilla con un dedo y ella se derrite.

A continuación acompaña a su jefe al ascensor tras avisar a Wilson para que le consiga un taxi, y al volver a su mesa suspira feliz.

“Ayyys… le voy a tener varios días para mí solita sin remamitas que le tienten, y voy a mimarle y consentirle tanto que me haré imprescindible para él…”

- Ay, Sandra, m´hija, deje de soñar y póngase a trabajar. –Se dice en voz alta volviendo a la realidad.- Lo primero es llamar a la agencia de viajes.

- Amiga, habla sola? –Le pregunta Mariana.


- Es que estoy preocupada por el doctor. El pobre está tan dolorido… -Sale del apuro como puede al darse cuenta de que casi se descubre.

- Sí, la verdad es que debió de darse tremenda caída. –Afirma la negrita.


CONTINUARÁ…





A continuación acompaña a su jefe al ascensor tras avisar a Wilson para que le consiga un taxi, y al volver a su mesa suspira feliz.

“Ayyys… le voy a tener varios días para mí solita sin remamitas que le tienten, y voy a mimarle y consentirle tanto que me haré imprescindible para él…”

- Ay, Sandra, m´hija, deje de soñar y póngase a trabajar. –Se dice en voz alta volviendo a la realidad.- Lo primero es llamar a la agencia de viajes.

- Amiga, habla sola? –Le pregunta Mariana.


- Es que estoy preocupada por el doctor. El pobre está tan dolorido…

- Sí, la verdad es que debió de darse tremenda caída. –Afirma la negrita.


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Capítulo III.- Mira que es bruja…

Mientras, Armando ha cruzado al despacho de enfrente, toca con los nudillos en la puerta y entra.

- Betty, malas noticias. –Se sienta en una silla ante ella y tamborilea con los dedos sobre la mesa.

- Cómo así? Nos han rechazado alguna partida porque hubiese algo deteriorado?


- No, no es eso.

- Nos han anulado algún pedido importante?


- No, Betty, tampoco. –Contesta impaciente.

- Se ha quemado algún punto de ventas?


- No. Ni tampoco se ha inundado. No es nada de eso, carajo!

- Entonces es de su familia.


- Que no, mujer, déjeme hablar. Son malas noticias para usted y para mí.

- Usted dirá. –Betty al fin se calla dejándole explicarse.


- Hay un cambio de planes. Tengo que irme yo al viaje de las franquicias porque Calderón ha tenido un contratiempo.

- Algo grave? –Pregunta por compromiso.


- Cayó por unas escaleras y está muy magullado.

- Ah… Y eso fue por casualidad o un “accidente laboral nocturno”? –Sarcástica.


- Cómo? –Pregunta él desorientado.

- Que si ocurrió durante alguna cacería?


- A usted no se le escapa una! –Comenta admirado por la perspicacia.

- “Piensa mal, y acertarás”. –Sentencia con el refrán.- Y más de alguien como él. Menos mal que como esas escaramuzas las hacen a dúo, usted le prestaría auxilio…


- Pero, mira que es bruja… –Sonríe mirándola con ojos entornados.- Pues vea que ahora no acertó porque yo no he vuelto a salir con nadie después de estar con usted.

- No se moleste en mentir que no voy a creerle.


- No miento. –Dice tranquilo.

- Pues si eso es verdad está perdiendo muchas oportunidades… -Con sorna.


- Sólo usted puede poner un final feliz a mi vida. –Coquetea con ella.

- En ese caso va a hacer vida monacal el resto de su existencia. Búsquese alguna preciosidad descerebrada de las que tanto le gustan y salga de rumba noche tras noche.


- No me interesa ninguna porque sólo me importa usted. Ya se lo he dicho.

- Doctor, que le conozco…


- Pues vea que no. Usted es la estación término de mi vida de conquistador. Es mi meta soñada, y no habrá nadie después de usted porque la amo y eso será así mientras viva. Yo sé que de momento no me cree, pero ya se convencerá cuando vea pasar el tiempo y a mí envejecer, todo lleno de canas y arrugas esperando para convencerla de mi amor.

Quedan mirándose por unos segundos interminables hasta que Betty, incómoda, vuelve al tema.

- Y por qué va a ser mala noticia que usted se ocupe de establecer los contactos para las franquicias si fue idea suya?

- Porque eso me impedirá verla a diario durante dos meses. Usted no siente al menos un poquitico que me vaya durante tanto tiempo?


- Mire, don Armando…

- Deje esa frialdad que yo sé que sólo es una pose.


- Cómo dice? –Abre los ojos al máximo.

- Que yo sé que me quiere… y casi tanto como yo a usted.


- Vaya, pues ya sabe más que yo. –Responde evasiva.

- Ya veo que no quiere reconocerlo, y por hoy la dejo, pero mañana quiero un rico beso de despedida.


- Usted es un ingenuo si espera algo después de cómo se portó conmigo.

- Puede que sea ingenuo, Betty… -Se pone serio.- …pero no pierdo la esperanza de que algún día me crea y me permita demostrarle cuanto la amo. Ahora… la dejo que siga con su trabajo y no la molesto más. –Y con gran dignidad se va a presidencia.


Mientras, ella le contempla marchar sorprendida por sus palabras, y contrariada porque él se tenga que ausentar durante tan largo periodo de tiempo.

- Yo también le añoraré, doctor, y sufriré imaginando que da sus besos y sus caricias a todas las aparecidas que se le acerquen. – Murmura.

A partir de ese momento, por más que lo intenta, no consigue volver a concentrarse en el trabajo porque continuamente le asalta la pena por su marcha.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

El polo opuesto es Sandra que se despide de sus amigas y se encamina muy contenta al mercado a comprar todo lo que necesita para preparar la cena. Después toma una buseta y va a casa de Mario.

- Buenas tardes, señorita, qué desea? –Pregunta el conserje al verla llegar a la puerta del edificio.

- Vengo a ver al doctor Calderón. –Con timidez.


- Ah, sí. Él la está esperando. Suba al 5º A. –La acompaña al elevador y le abre la puerta.

- Gracias.


Cuando el ascensor se detiene en el quinto piso, Mario, que ha sido avisado desde la portería, está esperándola en el descansillo.

- Buenas tardes, Sandrita. –Con voz cariñosa.- Bienvenida a mi casa.

- Buenas tardes, doctor. Cómo se encuentra?


- Bastante dolorido, pero estoy seguro de que mejoraré con una rica cena y una agradable compañía. Pase, por favor.

Sandra entra un poco ruborizada y él sigue hablando.

- Sígame para dejar la bolsa en la cocina y perdone que no se la lleve, pero… aún no me entiendo bien con este artefacto. – Muestra la muleta.- Luego le enseño el apartamento.

- No se preocupe, que no pesa.


- Sandra, quiero que me diga lo que le ha costado todo esto.

- Vamos, doctor, qué ocurrencia! Ni más faltaba!


- Pero usted es mi secretaria, no mi mucama, y por lo tanto no tiene que hacerme la compra ni cocinarme, y menos aún pagar mi cena.

- Vea, doctor, lo hago por mi propia voluntad y con mucho gusto. –Nunca ha sido más sincera.


- Está bien, en ese caso acepto, mas sólo porque no quiero desairarla. Pero usted también tendrá que aceptar alguna invitación mía.

- Bueno, lo haré. –Dice de nuevo ruborizada y muy contenta.


Dejan la bolsa en la cocina y Mario la muestra el piso que está decorado con un estilo sencillo pero muy elegante que cautiva a Sandra.

- Y éste es mi dormitorio. Perdone que la cama esté deshecha, pero me acosté un rato para tener la pierna relajada y luego no pude agacharme a estirar la ropa.

- No hay problema. –Sandra se adelanta, toma la sábana y el edredón, y con unos hábiles movimientos deja la cama perfectamente hecha en un instante.


- No debía haberse molestado.

- No es molestia. Ya ve que sólo han sido un par de tirones. Y ahora voy a preparar la cena. –Dice desenvuelta.


- OK! Vamos y yo la ayudaré a ver si así aprendo algo, que falta me hace.

Comparten un agradable rato en la cocina y toman una copita de vino mientras Sandra prepara el pescado y la ensalada. Luego pasan al comedor donde Mario ha preparado la mesa con mantelería, cubiertos, copas, y hasta un candelabro con un par de velas y un pequeño florero con una rosa junto al servicio de Sandra.

- Qué bonito, doctor! –Con tremenda satisfacción.

- Sí, la verdad es que queda resultón, pero ahora vamos a cenar antes de que se enfríe ese pescado que está diciendo “cómeme”. –Trae la ensalada en la mano libre.


Cenan disfrutando enormemente de la mutua compañía, y cuando terminan de tomarse el tintico ella se levanta para recoger, pero Mario no se lo permite.

- Usted ya ha trabajado bastante por hoy. Deje todo según está que mañana se ocupará de ello la mucama.

- Como quiera, y yo ahora me voy.


- Sandra, quiere venir a cenar mañana otra vez?

- Yo… bueno… si usted lo desea… -Se pone colorada por tercera vez.


- Claro que lo deseo, y además mañana me encargaré yo de la cena.

- Si no puede…


- Ya me las ingeniaré. La espero cuando salga de Ecomoda, sí?

- Sí, don Mario. –Está flotando entre nubes de color rosa.


- Espere, voy a decir a Joaquín que llame a un taxi y nos avise cuando llegue.

Así hacen y poco después Sandra ya está en el taxi, pero no se entera del trayecto porque sigue todo el tiempo viendo corazoncitos de colores que rodean la cara de su jefe.

Y éste está absolutamente maravillado de la deliciosa y, al tiempo, inocente velada que ha pasado.

“Es una muchacha encantadora con una conversación muy amena y variada. En cuanto que ha tomado confianza no ha sido callada, pero ni modo una cotorra. Ha hablado lo justo y con criterio. Sí, puede ser una excelente compañía mientras me recupero.
Para empezar, mañana encargaré la cena a Le Noir y pasaremos otra rica tarde y noche.”

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El día siguiente en la empresa se presenta tormentoso. Armando y Betty, cada uno por su cuenta, están de un humor de perros por la misma causa: sólo veinticuatro horas después él subirá al avión que le llevará a su primera escala y estarán casi dos meses alejados.

Él ultima los detalles con Sandra para que no quede ningún cabo suelto y mientras, Betty trabaja sin salir para nada de su despacho. Ni siquiera va a comer a El Corrientazo con sus amigas porque no está de buen humor y no la provoca nada estar escuchando la charla desenfadada de las otras.

Alega mucho trabajo para que la dejen sola y pide un sándwich y un jugo de moras a la cafetería.

Cuando se lo traen coincide que sale Armando de presidencia, pregunta al camarero para quien es esa bandeja y, al enterarse, la toma y dice que la lleva él.

Llama a la puerta del despacho y abre.

- Puedo pasar?

- Claro, doctor, está en su empresa. –Contesta huraña aparentando indiferencia.


- Ésta es muy poca comida, Betty. – Dice dejando la bandeja sobre la mesa.- Quiere venirse conmigo y comer en condiciones?

- Don Armando, habla como mi madre.


- Eso es porque yo también la quiero y me preocupo por usted.

- Doctor, no se esfuerce.


- Le aseguro que no tengo que esforzarme para quererla y preocuparme por su bienestar.

- Esas palabras y esos sentimientos que expresan llegarían demasiado tarde aún si fueran verdad.


- Lo sé, pero es que yo antes era… como era, y luego usted me convirtió en un buen ser humano.

- Deje ya la cantaleta. Sabe que no le creo. –Consigue mantenerse dura en lo que sólo es una defensa contra él, pero cada vez le cuesta más trabajo.


- OK! No insisto. Recuerda que éste es mi último día en Ecomoda durante una larga temporada?

- Sí. –Contesta con la vista baja. Cómo olvidarlo?


- Me va a extrañar?

- Sí, doctor. Es mi jefe. Cómo no voy a echar en falta sus órdenes y sus encargos?


- Betty, se pone imposible! Es como hablar con una pared y sin embargo usted sabe a qué me refiero. Por qué sigue tan dura conmigo?

- Porque una vez fui blanda y usted… -Vuelve la cara y se seca una lágrima.


- Pero le he pedido un millón de disculpas y le he jurado que nada parecido volverá a suceder jamás porque la amo y eso me ha cambiado. A pesar de lo mucho que lamento el pasado, no puedo cambiarlo. Nunca me permitirá redimirme de aquel terrible acto?

La seca la mejilla con el pulgar.

- Es que no me puedo permitir volver a ser vulnerable. –Se sincera y caen nuevas lágrimas.

- Ya, ya! No me llore, mi amor, que me encoge el corazón verla angustiada. Por favor, déme un único beso de despedida y no la molestaré más con mi presencia.


Betty no sabe como su cabeza ha asentido, pero el caso es que Armando se lo ha tomado como un sí, de modo que nota de inmediato sus labios sobre los de ella.

Son cálidos, tiernos y dulces, y ella se siente tan maravillosamente como cada vez que han compartido un beso.

Siguen unidos un rato, y sólo cuando empieza a faltarle aire recupera la cordura y se separa de él.

- Doctor, no había accedido a besarle. –Acierta a decir.

- Sí lo ha hecho. Yo la he visto asentir, y lo ha disfrutado tanto como yo. No me lo niegue, por favor.


- Le deseo que tenga buen viaje, y cuídese. –Ni se lo niega ni se lo confirma, pero le demuestra interés por él.

- Betty, gracias por permitirme llevarme este maravilloso recuerdo suyo. Crea que la amo y sea indulgente conmigo, que sólo vivo esperando su perdón.


Le da un rápido y ligero beso antes de que ella reaccione, se da la vuelta y sale de la oficina para desaparecer a continuación tras las puertas del ascensor.

- Te quiero, Armando Mendoza, y no puedes imaginar cuanto me duele
-
- Le da un rápido y ligero beso antes de que ella reaccione, se da la vuelta y sale de la oficina para desaparecer a continuación tras las puertas del ascensor.
-
- - Te quiero, Armando Mendoza, y no puedes imaginar cuanto me duele contenerme para no dar salida a mis sentimientos. –Dice sólo para ella en la soledad del despacho.- Yo también vivo con la esperanza de que me des pruebas de tu cambio y pueda volver a confiar en ti algún día no lejano, pero ahora me va a resultar demasiado duro estar tanto tiempo sin verte.
-
- Se enjuga los ojos y empieza a llorar desconsolada.
-
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-
- Capítulo IV.- Minifalda, yo?
-
- Nuevamente esa tarde al despedirse de sus amigas, Sandra se encamina a casa de Mario y va más contenta que unas pascuas diciéndose que es como si fuera una cita.
-
- - De hecho me ha invitado a cenar. –Se dice ilusionada.
-
- El conserje le abre la puerta al verla llegar.
-
- - Buenas tardes, señorita. El doctor Calderón la está esperando. –Dice mientras la acompaña al ascensor.
-
- - Buenas tardes, gracias.
-
- Arriba Mario, avisado por el portero, la espera con la puerta abierta.
-
- - Q´hubo, Sandra? Me echó de menos en la empresa?
-
- - Sí, doctor, pero poco tiempo porque he estado toda la jornada revisando la documentación con don Armando para que no se olvidase nada de lo que se tenía que llevar.
-
- - Comprendo, pase al salón y nos tomamos un refresco y unos pasabocas. Le apetece?
-
- - Mucho, porque hoy hace calor. –Se sienta en el sofá.- Parece que le veo moverse mejor que ayer…
-
- - Sí, aunque tengo tantos cardenales que parece un cónclave para elegir papa, pero hoy necesito menos la muleta. Supongo que me ha venido bien estar de reposo todo el día.
-
- Charlan un buen rato, luego cenan las exquisiteces que él encargó a Le Noir, beben un par de copas de un rico vino y vuelven a acomodarse en el sofá.
-
- - No puedo quedarme mucho pues ya es tarde.
-
- - Sólo un poquitico. Como ya estoy mejor luego la llevo a su casa.
-
- - No hace falta. Yo vuelvo a tomar…
-
- - No se hable más, Sandrita. Yo la dejaré en la mismísima puerta de su casa. Pero, ahora cuénteme, hay alguna novedad en la empresa?
-
- - Nada importante. Bueno, sí, pero sólo para las del cuartel.
-
- - Ah, sí? Y de qué se trata? –Interesado.
-
- - Recuerda que Betty “sugirió” a don Hugo que diseñase una colección para la mujer normal?
-
- - Sí.
-
- - Pues nos ha tomado medidas a todas las secretarias y a Inesita porque vamos a ser nosotras quienes desfilemos. –Anuncia poco animada.
-
- - Estupenda idea, pero no la veo muy feliz.
-
- - Es que nos tememos que el señor Lombardi quiera ridiculizarnos y nos haga modelos cursis o extravagantes.
-
- - Creo que pueden estar tranquilas porque Beatriz no lo consentirá y además se pondría en evidencia él mismo si diseñase mamarrachos.
-
- - Bueno, ya veremos… -No muy convencida.
-
- - Me gustaría que a usted le diseñase algo muy bonito, y que sea con minifalda.
-
- - Minifalda yo? –Pregunta Sandra estupefacta.
-
- - Nunca se ha puesto una?
-
- - No, con estas patas tan largas que tengo…
-
- - Cómo cree? –La corrige.- Con estas piernas tan largas y exquisitamente torneadas que tiene… bueno… yo pienso que las minifaldas están inventadas para usted. –Dice con énfasis.
-
- - Usted cree que mis piernas son bonitas?
-
- - Muy bonitas, y es una pena que las esconda.
-
- - Ya… -Sandra se queda pensativa un instante por las palabras de su jefe y luego comenta.- También van a maquillarnos y estudiar que peinado nos queda mejor.
-
- - Su peinado yo lo tengo muy claro. Usted tiene que estar muy guapa con su precioso pelo suelto. Una melena brillante y sedosa…
-
- - Mejor que recogido así? –Se señala la cabeza con el moño de siempre.
-
- - Seguro. Todo lo más, un prendedor para apartarlo de la cara. Por qué no prueba?
-
- - No sé… No le prometo nada. Bueno, algo sí: haré experimentos ante el espejo.
-
- - Vamos a hacer uno ahora. –Dice él con entusiasmo.
-
- - Un qué? –Algo desconcertada por la iniciativa de Mario.
-
- - Me permite que le suelte el pelo?
-
- - Bueno… yo…
-
- - Por favor…
-
- - Keeey. –Acepta sólo por no saber como seguir negándose sin resultar grosera.- Pero llevo muchas horquillas para mantener el moño.
-
- - Tome un cenicero y las iré echando.
-
- Sandra se sienta hacia delante y Mario se pone de rodillas en el asiento, entonces va buscando hábilmente con las yemas de los dedos y extrae con delicadeza una cantidad ingente de horquillas.
-
- - No sé como puede llevar tanto peso en la cabeza. No le duele el cuello?
-
- - No. Debo de estar acostumbrada.
-
- Sobre los hombros de Sandra van cayendo lentamente mechón tras mechón hasta que todo el pelo queda libre de los pequeños alambres.
-
- - Venga conmigo al cuarto de baño. Tengo un cepillo de pelo, aunque no sé si servirá para pelo largo porque es mío.
-
- - Vamos! –Ha empezado a divertirse, lo admite como un juego y le sigue.
-
- Una vez allí se colocan ante el espejo, Mario le da el cepillo y ella se lo pasa enérgicamente de arriba abajo varias veces, hasta que el pelo obedece con docilidad las cepilladas y brilla intensamente.
-
- - Ve qué preciosidad? –Pregunta Mario sonriente tomando un mechón con una mano.- Permítame, y observe como simplemente con que ponga acá un prendedor si le molesta en la cara, está mucho más favorecida.
-
- - Sí, parece que sí. –Sorprendida.
-
- - Nunca lo ha llevado suelto? Yo no recuerdo… -Mario hace memoria.
-
- - Cuando era una niña, pero de adolescente me dio por querer aparentar más edad y empecé a peinarme con el pelo recogido. Sin embargo, ahora que ya no soy una jovencita… me voy a cambiar a la melena suelta para parecerlo. Ja, ja!
-
- - Usted todavía es una jovencita. –La corrige galante.
-
- - No tanto.
-
- - Qué edad tiene? Perdón, no me la diga si no desea.
-
- - No es ningún secreto. Tengo veintiocho años recién cumplidos.
-
- - Lo que le decía. Es una niña, y preciosa además. Ya lo ve. –Señala el espejo.
-
- - Me veo mucho mejor. Gracias por el descubrimiento.
-
- - No me las dé. Mejor me lo agradece yendo conmigo al cine.
-
- Sandra le mira absolutamente perpleja.
-
- - Doctor… le he oído bien?
-
- - Bueno, si no le apetece el cine, podemos ir a otro lugar que le provoque.
-
- - No, no. Si a mí me gusta mucho el cine, pero como usted siempre va tan bien acompañado…
-
- - Sandra, insinúa que con usted no voy a ir bien acompañado?
-
- - No es eso… yo… -Balbucea confundida.
-
- - Sandra… Sandra… usted es una muchacha maravillosa. Elija, cine o… a menos que no desee salir conmigo.
-
- - Cine, cine. –Reacciona moviendo la cabeza de arriba abajo no vaya a ser que crea que no quiere salir con él.
-
- - OK! Ahora la llevo a su casa y no olvide que tenemos una cita.
-
- “Olvidarme de que tengo una cita? Y con él? Muy malita tengo que estar yo para olvidar semejante cosa.”
-
- - Vamos, pues, don Mario. –Toma su bolso y su chaqueta.- Pero usted está seguro de que puede conducir?
-
- - Completamente. Cuál es su calle?
-
- &&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
-
- Al mismo tiempo que Armando parte de viaje de modo que Betty y él dejan de verse, Mario y Sandra comienzan a salir con frecuencia. Casi a diario.
-
- Las muchachas del cuartel celebran la suerte de su amiga, pero la aconsejan que, por si acaso, no se haga demasiadas ilusiones con el doctorcito.
-
- Pero el mismo Calderón está asombrado de lo que le está durando el interés por su secretaria, teniendo en cuenta que aún no ha llegado más allá de un simple besito de despedida cuando la deja por las noches a la puerta de su casa.
-
- “Cualquiera diría que la estoy cortejando, pero la veo tan inocente que no me lanzo a intentar más…
- Y cuándo me ha importado a mí la inocencia de una mujer? Nunca. Pero no sé porqué la de Sandra sí me importa. Disfruto mirándola y me enternece su mirada… Será esto lo que llaman mover el piso?
- Voy a tener que psicoanalizarme yo mismo para ver hasta que punto me tiene uncido a ella…”
-
- &&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
-
- En esas indagaciones anda dos semanas después, ya sin collarín y muy recuperado, cuando una tarde ya cerca de las seis, sale al lobby y ve allá a un hombre con pinta de extranjero.
-
- - Sandra, quién es ese caballero?
-
- - Es un amigo de Betty.
-
- - Amigo de Beatriz Pinzón? –Pregunta descolocado.
-
- - Sí, ha venido a buscarla y está esperando a que sea nuestra hora de salir. Es todo un papito, verdad?
-
- - No entiendo de hombres! –Exclama molesto.- Es la primera vez que viene?
-
- - Sí. Es que vive en Cartagena, pero ha venido a Bogotá por asuntos de negocios. Es francés y se ve que le gusta Betty. No es romántico?
-
- La mira en silencio, distraído, pensando cómo se lo va a decir a Armando.
-
- “Tengo que avisar a mi compadre que un felino extranjero, muy aparente según Sandra, está rondando a su gatita.”
-
- - Don Mario?
-
- - Sí?
-
- - No le parece romántico?
-
- Mira atentamente a su secretaria y da un giro a la conversación para que no sospeche que le interesa el asunto de Betty y el francés.
-
- - Le gustan las historias románticas?
-
- - Sí, son divinas. Y si se llora… ay… -Suspira.
-
- - Pues han estrenado una película con la que va a disfrutar mucho. Sólo espero no ahogarme con sus lágrimas. –Bromea sonriente sin perder de vista al intruso.
-
- - Bueno, pero si usted prefiere de espionaje… o de…
-
- - Nada, nada. De amor, Sandra. No dicen que el amor mueve el mundo? Pues este fin de semana iremos a ver una película romántica.
-
- - Gracias. –Contesta ella con una espléndida sonrisa.
-
- Mario la dedica un guiño y se vuelve a su despacho preocupado, pensando en como ayudar a su hermano.
-
- “Yo les seguiría, pero no puedo hacerlo con Sandra. Cómo podría? Tengo que averiguar donde van y que hacen para dar una información lo más completa posible a Armando… Ya sé!”
-
- Toma rápido el teléfono.
-
- - Sandra, por favor, diga a Freddy que acuda a mi despacho.
-
- - Ahora mismo, doctor.
-
- Sólo unos minutos después llaman a la puerta y se asoma el mensajero.
-
- - Dígame para qué soy bueno, estimado vicepresidente comercial.
-
- - Freddy, siéntese y escuche atentamente.
-
- - Soy todo oídos.
-
- - Necesito que me colabore. Voy a encargarle una importante misión que consiste en seguir a ese francés que está ahí fuera y a la doctora Pinzón.
-
- - A Betty? Cómo así? –Pregunta perplejo.
-
- - Verá, es que Beatriz es muy querida por todos nosotros y debemos protegerla.
-
- - Ah… -Se lo cree.
-
- - Ese tipo es un completo desconocido. –Mario se lo pone bien negro.- Hasta podría ser un depravado y no quiero que le pase nada a Betty, así que usted con la moto de la empresa les sigue a donde vayan y les vigila.
-
- - Les vigilo a los dos?
-
- - Bueno… -Puntualiza para no levantar demasiadas sospechas.- Vigila al sujeto y cuida a la doctora.
-
- - OK! Yo les sigo.
-
- - Eso, y mañana me cuenta todo. Pero OJO! Sólo a mí. No se le vaya a ir la lengua y le suelte algo a su “reinita”.
-
- - A la orden, don Mario. Voy inmediatamente a cumplir con celo la importante misión que me ha encomendado. Se cuadra, saluda militarmente, y sale.
-
- Una vez fuera se dirige a recepción para hablar con Aura Mª.
-
- - Grillita, el doctor Calderón me ha encargado un trabajo y hoy no podemos salir.
-
- - Ah, sí? Y qué es eso tan importante? –Pregunta fastidiada.
-
- - Es “top secret” como diría Gutigut.
-
- - Secreto para mí, grillito? –Se pone mimosa e intenta sonsacarle.- Cómo así?
-
- - Aura… qué pena con usted, pero es tremendo secreto. Y en él pueden estar implicados intereses de la empresa.
-
- Alza las cejas y se lo dice bajando la voz, en un tono confidencial que la convence del carácter oficial del asunto.
-
- - Tan serio es? –Pregunta la recepcionista impresionada.
-
- - Es. –Responde lacónico dándose importancia.
-
- - A ver si van a peligrar nuestros puestos de trabajo…
-
- - No, eso no está en peligro pero no puedo decir más. –Le da un ligero beso en los labios.- Me voy.
-
- - Pues cuídese y no vaya a ponerse en peligro.
-
- - Sí, mi reina, yo me cuido para usted. Tranquila.

- CONTINUARÁ…





Alza las cejas y se lo dice bajando la voz, en un tono confidencial que la convence del carácter oficial del asunto.

- Tan serio es? –Pregunta la recepcionista impresionada.

- Es. –Responde lacónico dándose importancia.


- A ver si van a peligrar nuestros puestos de trabajo…

- No, eso no está en peligro pero no puedo decir más. –Le da un ligero beso en los labios.- Me voy.


- Pues cuídese y no vaya a ponerse en peligro.

- Sí, mi reina, yo me cuido para usted. Tranquila.


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Capítulo V.- Un tipo con mi Betty…?

Sale a la calle, va a por la moto y se apuesta al acecho, medio escondido tras una furgoneta que está allí aparcada para no ser visto por las secretarias, que van saliendo, hablan un momento, y luego se despiden para cada una tomar su camino.

No tiene que esperar mucho pues al cabo de unos minutos sale Betty acompañada de Michel que para un taxi.

Suben los dos y arranca de inmediato, de modo que Freddy pone en marcha la moto y comienza a seguirles.

No le resulta fácil, porque como todos los taxis son iguales le es muy difícil distinguir el que le interesa, pero consigue cumplir su objetivo y mientras Michel paga al taxista él estaciona a la vuelta de la esquina.

La pareja entra a un local, se instala en una mesa y charla animadamente.

- Entonces, Betty, dice que ahora se encuentra más a gusto en la empresa?

- Sí, mi situación en Ecomoda ha mejorado mucho… estoy ubicada en un despacho normal…


- Ahora su jefe está en el extranjero… -Apunta Michel malicioso.

- Bueno… eso… eso también. –Sonríe dulcemente.


- Vea, Betty, yo no sé cual era el problema, pero sí sé que algo relacionado con él la tenía muy angustiada en Cartagena, así que supongo que el hecho de que esté de viaje por largo tiempo será beneficioso para usted.

- Sí, yo estaba muy estresada porque habíamos vivido una época bastante difícil, pero ahora las cosas han cambiado y todo está tranquilo. –Contesta Betty evitando hablar de Armando.


Les traen las consumiciones, dan un sorbo y Michel pregunta:

- Le apetece bailar?

- No lo hago muy bien, pero si no le importa exponerse a recibir algún pisotón…


Freddy les observa discretamente desde el mostrador que hay cerca de la entrada y no pierde detalle mientras bebe el whisky que se ha pedido diciendo para sí:

“Como estoy en misión oficial, paga la empresa.”

Los dos disfrutan una velada tranquila y apacible en agradable compañía, a ratos charlando y a ratos bailando estrechamente vigilados por el mensajero, y poco antes de la medianoche Michel deja a Betty en la puerta de su casa, y Freddy pone dirección a la suya.

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A la mañana siguiente informa a Mario.

- Se pasaron dos horas hablando y bailando.

- Con que bailando, ah? –Frunce el ceño fastidiado.


- Sí, doctor, bailaron. –Confirma Freddy.

- Arrunchaditos?


- Pues, hombre… normal. –Se encoge de hombros.

- Tan normal como baila usted con su novia?


- Nooo! –Exclama y aclara rápido.- Sin espachurrarse.

- OK, Freddy! Gracias por el servicio y por el informe. Tenga este impreso y pase por caja para que le paguen sus “gastos de representación”.


- Muy bien, don Mario, y si me vuelve a necesitar ya sabe que…

- Sí, sí, usted sólo tiene que estar atento por si aparece de nuevo por acá ese tinieblo. En ese caso tendremos que repetir la operación y volverá a seguir a la paloma. Para protegerla, ya sabe… -Se apresura a añadir.


- OK, doctor! –Sale.

Y Mario se queda indeciso.

“No sé si avisar a mi compadre o no, porque si no hay motivo, para qué le voy a hacer pasar un mal rato? Mejor voy a esperar a ver como se desarrollan los acontecimientos…”

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Ese día todo ha estado muy tranquilo y Mario se las promete muy felices porque el francés no ha aparecido, así que sale de Ecomoda con Sandra dispuesto a pasar una rica tarde cuando ve que Freddy está aparcando la moto de vuelta de un encargo.

- Qué hay, doctor, sin novedad en el frente? –Le guiña un ojo como un conspirador.

- Así es, Freddy, todo bajo control. Hasta mañana.


- Adiós, don Mario.

Se queda hablando con Wilson mientras se despiden las muchachas, pero en ese preciso momento… se detiene un taxi delante de ellos y Michel se apea apresuradamente.

Éste se dirige al grupo de secretarias que están ante la puerta.

- Señoras, por favor, saben si ya se fue Betty? Es que he quedado en venir a buscarla, pero el tráfico está hoggible y me ha retrasado considerablemente.

Mario y Freddy se dirigen una mirada de entendimiento.

- No se ha ido. –Contesta Sofía.- Está esperándole arriba.

- Gracias. Subiré a buscarla.


- No es necesario, señor Doinell. Voy a avisarla desde recepción de que usted ya ha llegado, sí? –Se ofrece Aura Mª encantada de darle el estupendo mensaje a su amiga.

- Sí, muchas gracias, mademoiselle. Yo la esperaré aquí en el taxi.


Aura Mª entra a llamar por teléfono mientras Mario hace un discreto gesto con la cabeza a Freddy, y éste dice a las del cuartel que avisen a su novia de que tiene que hacer una gestión para la empresa.

- A estas horas? –Pregunta Berta con suspicacia.

- Ha surgido un imponderable. –Contesta sin dar más explicaciones, y acto seguido toma la moto apresuradamente, avanza hasta la siguiente esquina para ocultarse de la vista de todos y espera a que pase el taxi.


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Sandra, ha llegado su jefe? –Pregunta el mensajero a la mañana siguiente.

- Sí, está en su despacho. Y de un humor… -Sacude una mano.

- Pues estoy seguro de que mejorará después de que yo le cuente. –Dice con cara de satisfacción.- Vea si puede recibirme.


- Eso seguro porque me dijo que le está esperando. –Toma el teléfono y marca la extensión.

- Sí, Sandra?


- Ya está aquí Freddy.

- Que pase inmediatamente. –Se levanta de un salto.


- Ahora mismo, doctor. –Cuelga y dice dirigiéndose al mensajero.- Entre.

Freddy respira hondo, abre la puerta sonriente y saluda.

- Buenos días. Permiso.

- Siga, siga y cuénteme. Vamos, que estoy en vilo!


- Vea, doctor, según se fueron de aquí… dónde me dirá que fueron?

- No me provoca jugar a las adivinanzas! –Vocea recordando al gritón de su hermano.


- Key! Key! A casa de la doctora Pinzón.

- A casa de… -Palidece y aventura.- …a presentarle a los papás?


- Eso mismo he pensado yo. –Asiente con la cabeza, satisfecho.- No es buena noticia?

Mario obvia esa alegría y contesta malhumorado.

- Y usted, supongo que no podría oír nada…

- Ni modo! Yo me quedé fuera aparcado, pero como tardaban… al final me armé de valor y muy despacio llegué a la ventana.


- Bravo! –Le jalea animado.- Y qué vio?

- Que estaban los cuatro sentados tan ricamente en una salita tomando unos pasabocas y unos refrescos, y charlando muy contentos.


- Que mal me huele todo esto… -Murmura Mario muy inquieto.

- Pero, doctor Calderón, el hecho de que haya ido a conocer a los papás de Betty es buena señal. –Asegura Freddy porque ignora los verdaderos temores de Mario.- Eso quiere decir que está verdaderamente interesado en la doctora y no pretende nada censurable.


Estas palabras recuerdan al conspirador la excusa que dio a Freddy para seguir a Betty.

- Sí, sí, comprendo que tiene razón en eso, que el franchute demuestra buenas intenciones… pero qué tal si la convence y se la lleva con él a Cartagena? –Improvisa cambiando de estrategia.

- Ya entiendo. –Pero no entiende nada.


- Nos quedaríamos sin una empleada valiosísima! –Exclama Mario.- Hay que seguir vigilándoles y estar preparados si llegase el caso.

- El caso de qué, doctor? –Pregunta Freddy ya un poco mosca.


- El caso de… no sé… de ofrecer a Beatriz una mejora salarial, por ejemplo, para que se lo piense y no nos deje.

- Ya… -Contesta el mensajero siguiendo la corriente al jefe.


- Bueno, ahora vaya a atender a su trabajo que yo voy a informar al doctor Mendoza.

- OK! A sus órdenes, estimado vicepresidente.


No se va muy convencido porque no cree que una subida de sueldo haga que Betty desista de casarse con ese buen mozo.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Según el mensajero sale al lobby, Mario se lanza al teléfono y marca el número del móvil de Armando.

- Aló, Calderón, cómo va todo?

- Pues la verdad es que no sé, hermano.


- Vamos, explíquese! –Exclama Armando alterado.- Le pasa algo a Betty? Va mal la empresa?

- Ecomoda va sobre ruedas, como cuando usted se fue.


- Entonces es sobre Betty. Hable! –Le exige muy preocupado.

- Vea, es que ha aparecido un tipo por aquí…


- Un tipo con mi Betty? –Sorprendido al límite.

- Sí, parece ser que es un francés al que ella conoció en Cartagena. El caso es que él ha venido a Bogotá dizque por negocios… y por las tardes viene a buscarla a la salida y se van juntos por ahí.


- … -La impresión le impide articular palabra.

- Mendoza…? –Le llama Mario.


- Acá sigo. –Responde totalmente serio.- Y desde cuándo sucede eso?

- Desde hace dos días. Del primero no le dije nada porque pensé que era algo accidental, pero como ayer se repitió, he decidido informarle.


- Y eso es todo lo que sabemos?

- Bueno, yo velando por usted como buen hermano… encargué a Freddy que les siguiera.


- No le habrá contado!

- No, hombre, cómo piensa? Le dije que en Ecomoda apreciamos mucho a la doctora Pinzón y quería que la cuidase hasta saber más del tipo.


- Debería haber ido usted.

- Sí, no diga más! Con Sandra del brazo. Ya me dirá como se lo iba a explicar.


- Bueno, dígame qué ha averiguado Freddy.

- Pues que anteayer fueron a un local donde charlaron largamente y luego bailaron.


- Bailaron… cómo? –Angustiado.

- Según nuestro investigador, no como él con su novia. Es decir, que corría el aire entre ellos.


- De acuerdo. Y ayer?

- Ayer fueron a la casa de los Pinzón y allá se quedaron toda la tarde de tertulia con los papás.


- Se lo ha presentado a los padres!!!??? Calderón, tengo que regresar! Yo dejo la gira a medias y me vuelvo!

- No! Tranquilo de momento, que nosotros vigilamos.


- Pero cómo voy a estar tranquilo? –Dice descompuesto.- A ver qué van a poder impedir ustedes si hasta le ha llevado a casa? Yo me regreso ya!

- Espere hoy! Sólo hoy. Piense que este individuo tiene un negocio lejos y no puede desatenderlo indefinidamente…


Armando está tentado de dejar todo el asunto de las franquicias empantanado y salir volado a Bogotá para encontrarse con Betty e intentar contrarrestar la acción de ese admirador extranjero, pero se esfuerza por frenar su temperamento impulsivo y atender el consejo de Mario.

- OK! Me quedaré hoy porque además tengo una cita en la que voy a cerrar un contrato. Pero mañana viernes, que sólo tengo previsto el traslado a Asunción me vuelvo a Bogotá y estoy allá el fin de semana. La próxima entrevista es el lunes…

- Bueno, tigre, eso es más razonable. Nosotros estaremos atentos esta tarde y mañana le informo.


- Al minuto, Calderón! Al minuto! –Exige muerto de celos.

- Confíe en nosotros.


- Esto… oiga, y no podría continuar usted con la gira? Ya está restablecido, sí?

- Bueno… mejor… sí, estoy mejor. Ya me quitaron el collarín y ando sin muletas, pero aún cojeo y me resiento con frecuencia. Usted esté tranquilo. –Se resiste a separarse de su chica.


“Sí, ahora me voy a ir y dejar estancada mi relación con Sandra. Ni de fundas!”

- Está bien, adiós. –Cuelga malhumorado y refunfuña.-“Tranquilo!” Voy a estar tranquilo después de lo que me ha dicho? Con lo mal que lo estoy pasando por estar tanto tiempo sin verla… para que encima ahora venga otro y me la vuele. Yo no iré hasta mañana, pero la llamo ahora mismo.

Dicho y hecho. Marca el número de Ecomoda y Aura Mª le pasa con Betty.

RINGGG!!! Suena el teléfono de sobremesa.

- Aló?

- Betty, qué alegría escucharla! –Se derrite de placer.


- Doctor, algún problema?

- No, pero quería oír su voz.


- Si hemos hablado ayer cuando llamó para informarme sobre las negociaciones de la franquicia de Santiago de Chile… -Contesta sorprendida.

- Es que yo la extraño mucho. –Cariñoso.


- Doctor…

- Nunca me va a creer, Betty?


- Cambiemos de tema.

- Key, key. Hay alguna novedad?


- Ninguna, don Armando. Todo va según lo previsto y hoy estoy pendiente de que me mande por fax los documentos del contrato tan pronto como esté firmado para incluirlo en el archivo de las franquicias.

- Ya, Betty. Tengo la reunión dentro de una hora y se lo enviaré inmediatamente.


- Muy bien, doctor. Quiere algo más?

- Sí, pero si se lo digo me va a regañar.


- No sé. Depende.

- La quiero. Y usted a mí?


- No le voy a contestar, don Armando.

- Está bien, yo sé que quien calla, otorga… hasta pronto y cuídese mucho, sí?


- Lo haré por la cuenta que me tiene. Chao.

- Adiós, Betty. Le mando un beso.


Armando se despide disgustado por la aparente indiferencia de Betty, y eso refuerza su decisión de ir a Bogotá el viernes.

Este fin de semana tiene que marcar un antes y un después para los dos. Aún no sabe cómo pero va a convencer a Betty de que su futuro está ligado a él y que es un destino feliz y dichoso, pero hace tiempo comprendió que lo mejor es ir siempre con la verdad por delante y es lo que va a hacer.

Le hablará con el corazón en la mano.

CONTINUARÁ…



Este fin de semana tiene que marcar un antes y un después para los dos. Aún no sabe cómo pero va a convencer a Betty de que su futuro está ligado a él y que es un destino feliz y dichoso, pero hace tiempo comprendió que lo mejor es ir siempre con la verdad por delante y es lo que va a hacer.

Le hablará con el corazón en la mano.

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Capítulo VI.- Betty, estoy en Bogotá.

Betty, que está ajena a las preocupaciones y temores que han provocado sus salidas con Michel, interpreta solamente que Armando necesitaba oír su voz y estar en contacto con ella, al menos a través de la línea telefónica, y que la ha llamado de forma espontánea.

“Sería maravilloso que de verdad me extrañara… -Se dice con voz soñadora.- Cuando quiere es un osito de peluche y me derrite de gusto, pero no puedo bajar la guardia porque y si va de lobo disfrazado de cordero?
Ay… lo peor de los engaños es que quitan la confianza para siempre…”

Esa tarde Mario y Freddy permanecen alerta desde un buen rato antes de salir, pero el francés no aparece.

Salen los dos a la calle y ven que las del cuartel al completo forman un corro ante la puerta.

- Todavía no ha llegado el amigo de Betty… -Comenta a Sandra al oído sin querer demostrar mucho interés.

- Michel? Ya no está aquí. Hoy regresó a Cartagena.


- Ah! Pues se habrá quedado muy triste, no? –Respira aliviado e intenta sonsacarla.

- No demasiado, doctor.


- Cómo doctor? Sandra, dónde estamos?

- En la puerta de Ecomoda.


- Entonces cómo debe llamarme?

- Mario. –Se corrige sonriendo.- Verá, Betty no está triste porque aunque ese señor es muy amable y educado, y va detrás suyo… ella no está interesada en él.


- No?

- No. –Baja la voz y le dice en un aparte.- Yo creo que está enamorada, pero no hay forma de que nos diga quien es su tinieblo.


- Vaya con la doctora, así que tiene secretitos para sus amigas… -Pensativo.

- Ah! –Sandra se encoge de hombros.


- Espéreme un segundico que voy a decir algo a Freddy. –Va hasta el mensajero y le dice.- Puede irse tranquilo porque el franchute regresó a Cartagena.

- Pues me alegro, porque si no mi reinita me iba a “dar el pasaporte”.


A continuación Aura Mª y Freddy se van en la moto, y Betty, con las demás, va a tomarse el penúltimo tintico del día.

Mario y Sandra por su parte se van a dar un romántico paseo por un parque de la ciudad.

Llevan las manos enlazadas y él la roba un beso cuando… empieza a sonar su celular.

- Es Armando. –Hace un gesto con las cejas y se aleja unos pasos.- Aló, Mendoza.

- Mario, cómo está la situación hoy?


- Muy tranquila. Hoy ha vuelto a la normalidad porque el tipo ha regresado a Cartagena y Betty se ha ido a tomar un tinto con sus amigas del cuartel.

- Qué alivio! Pero de todos modos ya he cambiado los pasajes y esta noche me vuelvo a Bogotá.


- Y qué va a hacer?

- Aún no lo sé, pero tengo que verla.


- No vaya a embarrarla. –Le aconseja.- Sea prudente.

- Voy a tener buen cuidadito, Calderón. Y dígame, cómo le va a usted con Sandra?


- Muy bien porque es un encanto, pero yo llevo más de un mes en el “dique seco”.

- Ja, ja, ja! Eso no es nada, hombre. Yo estoy así desde que estuve en su apartamento y ya ve que sigo vivo. –Armando se anima un poco.


- Sí, estaremos vivos, pero con un hambre…

- Ya, pero como es hambre selectiva de una sola… pues toca aguantarse.


- Ay, tigre, usted cree que será bueno eso de “sentar la cabeza”?

- Eso dicen, y yo estoy deseando convencerla de que quiero sentarla junto a ella. En fin, llegaré de madrugada, así que ya hablaremos.


- OK! Adiós, hermano.

Mario vuelve junto a Sandra y siguen su paseo.

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A la mañana siguiente Armando se despierta pronto, pero desayuna y se arregla despacio para hacer tiempo, pues no quiere llamarla antes del mediodía.

A las doce en punto…

RINGGG!!!

- Aló? –Saluda Betty masticando una tostada.

- Betty? –Pregunta él al notar rara la voz.


- Sí, don Armando, soy yo. –Se ha tragado todo de golpe. “Qué querrá?”

- Betty, estoy en Bogotá.


- Le ha pasado algo? –Pregunta preocupada.

- No, no. Sólo es que… necesito verla.


- Doctor, no…

- Por favor, Betty. –Suplica.- Me muero de ganas de estar con usted. Acepte pasar el día conmigo y así podremos hablar. Si le parece bien iremos a comer fuera de la ciudad.


- Pero es que yo no tengo nada que hablar con usted. –Contesta suave.

- Bueno, pues así aprovecha a escucharme porque yo sí tengo mucho que decir. Betty, es una cita inocente. Diga que sí…


- Yo…

- Vamos, si sólo le pido que me escuche. Por favor…


- Está bien. –Ya no sabe como seguirse negando.- Cuándo y dónde nos encontramos?

- Yo pasaré por su casa a buscarla dentro de una hora. Conforme?


- Estaré preparada. Chao!

- Chao, Betty. –Cuelga, y dando un salto en el aire y haciendo una V con los dedos añade.- No me lo puedo creer, mi amor. Has aceptado salir conmigo!


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Con puntualidad británica Armando la recoge una hora después y dirige el coche a la autovía del sur.

De primeras la conversación es algo forzada, pero poco a poco se va haciendo más espontánea y fluida.

- Cómo es que volvió a la mitad de la gira? –Le pregunta extrañada.

- Porque la necesito a usted más que respirar. –La mira.- Y como había acabado en Santiago y hasta el lunes no podía hacer nada en Asunción… aproveché para hacer una escapada y venir a verla. Qué le parece?


- Yo… qué quiere que le diga? No me parece ni bien, ni mal. –Contesta algo cortada.

- Bueno, pues yo en cambio estoy muy satisfecho de que haya aceptado comer conmigo.


Después de un rato de ir por la carretera, se sale para tomar un desvío, y en pocos minutos llegan a un acogedor albergue de montaña todo decorado en madera por dentro y por fuera.

- Cuántos coches!

- Eso es porque este sitio se ha puesto de moda pues tiene una cocina muy buena y cuidada, y además unas vistas espléndidas del valle.


- Mire, ahí hay un sitio para el coche.

- OK! Allá voy! –Aparca y al terminar dice.- Espere que voy a abrirle la puerta.


- No se moleste que puedo hacerlo yo solita. Gracias. –Abre y sale.

- Eso ya lo sé yo, Betty, pero me provoca consentirla. –La acaricia con la mirada.- Entremos.


- Igual está lleno.

- Da igual porque he reservado mesa después de hablar con usted. Así no tendremos que esperar.


Efectivamente, según entran y les preguntan a nombre de quien está hecha la reserva, les guían hasta una mesa para dos situada junto a un gran ventanal.

A continuación les traen la carta, Armando le dice cuales son las especialidades y encargan la comida que luego comen con apetito y saborean encantados.

- Todo estaba muy rico y he comido demasiado. –Comenta Betty al salir.

- No importa. Ahora nos daremos un buen paseo por los alrededores. Quiere?


- Sí. Este bosque es muy hermoso y sopla una brisa deliciosa. Será un estupendo paseo.

- Hay un mirador con un paisaje precioso a uno o dos kilómetros. Caminamos hasta allí? Se anima?


- De acuerdo, vamos.

Echan a caminar uno junto al otro, y de primeras Betty va un poco nerviosa porque no sabe de qué hablar, pero quiere evitar que se produzca uno de esos silencios que le resultan tan incómodos.

“Además es que no hay nada de qué hablar aunque él se empeñe! Está todo muy claro y no sé que hago aquí con él.”

- Betty…

- Sí, doctor?


- Prefiere disfrutar este paisaje en silencio o puedo hablarle?

- Hable lo que desee. No me molesta.


- Gracias. Verá, yo quiero explicarle que todo aquello que pasó fue fruto de un terrible y doloroso error…

- Deje de rebajar la categoría de sus actos. Fue una canallada y punto.


- OK! Una canallada. Lo reconozco. Pero escuche mi relación de hechos desde el principio, sí? Necesito explicarme para que no quede ninguna duda entre nosotros.

- Como guste. –Contesta tensa porque no le provoca nada revivirlo y sigue caminando.


- Todo el problema empezó con la compra de aquellos materiales baratos que resultaron fraudulentos y nos hicieron perder tanta plata. Usted, con gran sabiduría lo desaconsejó, pero no la escuché. Eso nos puso en números rojos… y por no afrontar mi calamitosa gestión, le pedí que maquillase los balances. Su ética personal y profesional lo rechazaba, pero aún así volvió a colaborarme y me apoyó en la junta… Después, a consecuencia de esa cadena de errores la bola de nieve fue haciéndose más grande cada día y tuve que recurrir a crear una empresa ficticia y a poner al frente de ella a la persona en la que más he confiado, confío y confiaré en toda mi vida. Pero entonces… llegó lo peor. Calderón me dijo que si usted tenía novio… él podría influirle para quedarse con Terramoda. Yo hice averiguaciones y alguien me informó de que usted salía con un tal Nicolás, de modo que ahí cometí el mayor error de mi vida: desconfiar de usted.

Los ojos de los dos están húmedos. Betty desea decirle que se calle, que no quiere seguir reviviendo aquello… pero tiene un nudo en la garganta que le impide hablar, así que apoya las manos en la barandilla del mirador y aprieta hasta que los nudillos se le quedan blancos.

- Entonces, el estúpido de Calderón empezó a marearme con la pretensión de que yo debía enamorarla para que su novio no nos dejase sin empresa. Yo al principio me resistí, pero él siguió insistiendo e insistiendo, y yo que soy un desgraciado y un miserable, cedí y lo hice.

- Ya, doctor! No siga! –Exclama ella mientras gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas.


- Sí, Betty, escúcheme porque ahora llega lo más importante y usted no lo sabe.

- Y qué es eso? Que usted se burló de mí cruelmente?


- No, Betty. Lo que pasó es que me enamoré de usted.

- Claro! Y yo me lo creo! Por eso tenía que tomarse tragos a los que llamaba “embellecedores”, y mirar una fotografía de Adriana Arboleda para poder besarme sin repugnancia, y…


- Ya, Betty, ya. Ya… tranquilícese. –Dice al verla tan alterada y le pone las manos en los hombros, pero ella se las sacude furiosa.

Betty da unos pasos hasta un banco de piedra y se sienta secándose las lágrimas.

- Desgraciadamente no puedo negar que así empezó, pero en una de las primeras salidas me enamoré de usted. De su bondad, de su ternura, de toda su persona… y ya no tuve que fingir ningún beso, ni abrazo, ni caricia porque los deseaba tanto como usted.

- Y por eso… -Betty continúa muy dolida.- …le contaba todo a su “hermano”, para que él escribiese las tarjeticas y comprase los regalitos y las chocolatinas.


- Sólo le contaba una parte, la más impersonal. Pero sí, seguí embarrándola.

Calla, hunde la cabeza entre los hombros y se sienta al otro extremo del banco. Luego, al cabo de varios segundos vuelve a hablar.

- No me di cuenta inmediatamente y tardé en reconocerlo porque era un sentimiento nuevo para mí, pero el hecho es que terminé descubriendo que la amo, Betty. La amo profundamente y para siempre. Créame, y vea si es posible que con el tiempo pueda perdonarme…

- Yo le perdoné antes de regresar de Cartagena, si no… -Se seca las lágrimas y respira hondo.- …si no no sé si habría podido volver. Pero creerle, confiar en su palabra y olvidar… dudo que llegue el día en que pueda hacerlo.


- Pero intentarlo, lo intentará? –Pregunta Armando suavemente.- Yo le juro que jamás volveré a darle motivos para que se disguste o sufra. A partir de ahora voy a dedicar mi vida a usted, a convencerla de la sinceridad de mis sentimientos y de la fuerza de mi amor.

- En este momento no puedo prometerle nada.


Se estremece como si sufriese un escalofrío porque ahora está convencida de que Armando le ha dicho la verdad. Lo siente pero es incapaz de reaccionar porque no sabe qué hacer ni qué decir. Ya le ha revelado que le perdonó hace tiempo, pero es que olvidar y pasar página… le va a costar tiempo y sobre todo mucho esfuerzo para convencer a su dignidad ofendida.

- Bueno, tómese todo el tiempo que necesite. –La mira con cariño unos segundos y luego se levanta.- Venga hasta el mirador y llénese los ojos de cosas bellas.

Después de contemplar el hermoso paisaje durante unos minutos, emprenden el regreso caminando despacio uno junto a otro hasta donde dejaron el coche.

Al llegar Armando le abre la puerta, y cuando ella se dispone a entrar la dice:

- Lamento haberle hecho pasar un mal rato, pero tenía que explicarle…

- Ya ha pasado, doctor. Comprendo que necesitaba aliviar su conciencia.


- Entonces sonríame un poquitico, por favor.

Betty traga saliva y le dedica una levísima sonrisa.

- Gracias, Betty. La adoro. Quiere que la lleve ya a su casa o vamos a tomar un tinto?

- A mi casa, por favor.


- OK!

Conduce tranquilo hasta Bogotá y detiene el coche ante la casa de ella.

- Mi vuelo sale mañana por la tarde, pero podríamos vernos por la mañana para despedirnos. Le provoca?

- Doctor, necesito tiempo para…


- Perdóneme por agobiarla. Comprendo, pero era sólo porque como aún voy a estar fuera tres semanas más…

Le ve tan desolado como un niño y se enternece.

- Don Armando, yo… le prometo que utilizaré ese tiempo para pensar en todo lo que me ha dicho.

- Gracias, Betty, es un ángel. –La acaricia la mejilla con la yema de los dedos.


- Adiós, doctor. Que tenga buen viaje y consiga fructíferos contratos.

- Adiós, mi amor, y cuídese. –Contesta mientras ella sale.


Espera hasta verla entrar.

CONTINUARÁ…


- Podríamos vernos mañana para despedirnos. Le provoca?

- Doctor, necesito tiempo para…


- Perdóneme por agobiarla. Comprendo, pero era sólo porque como aún voy a estar fuera tres semanas más…

Le ve tan desolado como un niño y se enternece.

- Don Armando, yo… le prometo que utilizaré ese tiempo para pensar en todo lo que me ha dicho.

- Gracias, Betty, es un ángel. –La acaricia la mejilla con la yema de los dedos.


- Adiós, doctor. Que tenga buen viaje y consiga fructíferos contratos.

- Adiós, mi amor, y cuídese. –Contesta mientras ella sale, y arranca al verla entrar.


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Capítulo VII.- Por qué hizo eso?

Betty se cruza con sus padres en el recibidor.

- Bettyca, ya regresó? Qué tal lo ha pasado?

- Muy bien, mamá.


- Y para qué tenía que salir a comer con su jefe? –Pregunta don Hermes.

- Para hablar de la gira y de los contratos que ha firmado por lo de las franquicias, papá.


- Y dónde han estado?

- En un restaurante fuera de la ciudad. Luego hemos dado un paseo hasta un mirador desde el que se divisaban unas vistas preciosas, y acá estoy. –Empieza a preguntar ella para cambiar el rumbo de la conversación.- Ustedes van a salir?


- Sí, m´hija, vamos un ratico a casa de doña Eugenia. Tomaremos un tinto con unos dulces y jugaremos a las cartas. Quiere venir?

- No. Yo veré un rato la televisión.


No tiene la menor intención, pero no quiere que la insistan para que vaya con ellos. Lo que de verdad desea es disponer de tiempo a solas para pensar. Pensar en él y en todo lo que le ha dicho.

Sube a su dormitorio, se tumba en la cama abrazada a Beto y escucha como su ego y su alter ego mantienen un cambio de impresiones sobre Armando.

- Bueno, m´hijita, qué vas a hacer? Imagino que no creerás una sola palabra de lo que te dijo, porque ya sabes que es un manipulador y un mentiroso sin escrúpulos al que sólo importan sus intereses. Y no olvides que la empresa sigue estando en tus manos…

- No lo olvido, pero a mí me ha parecido sincero.


- Nunca dejarás de ser una ingenua?

- Estoy segura de que ahora dice la verdad.


- Te lo crees porque eso es justo lo que tú quieres creer!

Pone punto final a la alternante discusión interna.

- Ya sé que eso es justo lo que quiero creer porque sigo enamorada de él, y por eso voy a inclinarme a confiar en que dice la verdad. Pero como ya estoy escarmentada… le estudiaré con lupa.

- Sólo espero que no tengas que volver a llorar. –Responde el alter ego contrariado.


Una vez tomada la decisión, estruja bien al muñeco y se queda adormecida con una sonrisa en los labios.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Armando sale rumbo a Asunción para iniciar las negociaciones con empresarios paraguayos y permanecer allí una semana.

Habla con Betty y con Mario todos los días. Con ella para darle informes puntuales y detallados de cada avance, y sobre todo porque necesita oír su voz y sentirla cerca; y con su “hermano” para que le tenga informado al minuto de si vuelve el francés o se interesa por Betty cualquier otro moscón.

Continúa haciéndolo mientras está en la siguiente escala y también desde la última ciudad que visita.

- Mario, ya estoy en Río. Alguna novedad?

- Pues vea que sí. El franchute ése la llama todos los días.


- Vaya! Ahora que yo iba estando más confiado… -Se queda descorazonado.- Cómo ha sabido eso?

- Pues convencí a Sandra para que preguntase confidencialmente a sus amigas si Betty sabe algo del señor Doinell y saltó la exclusiva: hablan con frecuencia. Demasiada, diría yo.


- Calderón, aún me quedan varios días de reuniones porque estoy a mitad de la negociación. –Estalla con impotencia.- Esto está muy complicado y no puedo dejarlo botado porque es vital para Ecomoda.

- Pero podrá estar aquí para la presentación de la colección…


- Imagino que sí, por qué?

- Porque apenas faltan unos días, usted ya volverá para quedarse, y podrá estar con ella de nuevo. –Intenta tranquilizarle.


- Ya, pero es muy mala señal que hablen a diario…

- Hermano, no se ponga pesimista ni neurótico que en ese plazo tan breve no creo que vaya a suceder nada irremediable.


- No me pongo ni lo uno ni lo otro, pero no voy a consentir que ese tipo me robe a mi Betty. –Asegura con convicción.

- Key, key! Seguiré alerta mientras usted termina la gira. No se preocupe.


- Se lo agradezco, compadre. Mañana le vuelvo a llamar.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Llega el día de la presentación de la nueva colección y Armando entra en la sala de juntas cuando todos ya están sentados porque su vuelo se ha retrasado, así que no ha tenido ocasión de saludar a Betty a solas.

Se sienta y la envuelve con una mirada llena de amor. Betty la percibe y, de primeras queda prendada en sus ojos mirándole embobada, pero cuando se da cuenta de donde están, la esquiva y vuelve a prestar atención a sus informes.

- Al fin he regresado y de Bogotá no me sacan ni con grúa. –Manifiesta Armando con firmeza y la vista puesta en ella.

- Bienvenido, Mendoza. –Mario entiende la satisfacción de su hermano.


Los otros le secundan dando también la bienvenida y él se acomoda bien en su sillón.

A continuación ultiman los detalles del desfile, de la colocación de los invitados, del posterior catering… y luego él les informa de los resultados de la gira, de los contratos firmados y de cuales serán las ciudades que cuenten con una franquicia de Ecomoda en alguna de sus mejores calles comerciales.

- En pocas palabras: la gira ha sido un éxito completo.

- Enhorabuena, Armando! –Exclama Mario.


- Wonderful, mister president. –Dice el snob de Gutiérrez.

- Eso supondrá una importante inyección de capital y de publicidad para la empresa, don Armando. –Betty sonríe satisfecha.


- Y mis creaciones recorrerán el continente. Bien, Armani! –Hugo también se alegra.

- Armando, cuándo empezarán a llegar a Bogotá?


- Pronto. De hecho algunos colaboradores ya vendrán hoy para asistir a la presentación.

En ese momento llaman a la puerta, y Aura Mª entra cerrando a su espalda.

- Don Armando, una señorita pregunta por usted.

- Una señorita? Por mí? –Mira a Betty.- Y quién es?


- La señorita Alejandra Zing.

- Pero… qué hace acá tan temprano? – Se vuelve a los otros y les explica.- Es de la franquicia de Caracas. Yo sabía que iba a venir hoy, pero no a la empresa y con tanta antelación.


- Bueno, Mendoza, que pase y nos la presenta. –Propone Mario.

- Dígale que pase, Aura Mª.


Instantes después aparece Alejandra y les deja impresionados por su belleza. Mario traga saliva, Gutigut abre los ojos como platos, Hugo la admira desde el punto de vista profesional, y Betty siente que los celos la ahogan.

“Y dice que no sabe porqué ha venido tan pronto… pues yo sí lo sé. Para estar más tiempo con él! Niña estúpida has vuelto a dejarte engañar.”

- Gusto en conocerla, señorita, pero yo debo ir a resolver unos asuntos. Permiso. –Betty se disculpa y sale a toda prisa.

- Vaya, vaya a lo suyo y mucho gusto. –Contesta la caraqueña.


Allá se quedan los demás y Armando está nerviosísimo imaginando lo que Betty habrá pensado, pero como buen anfitrión la presenta a todos y hablan un rato sobre la franquicia venezolana.

Después Alejandra le dice:

- Sería posible que me enseñases la empresa?

- Eee… sí, naturalmente. Espérame acá con Calderón un momento.


Se va disparado al despacho de Betty, llama y entra sin esperar respuesta.

- Betty, tengo que hablar con usted.

- Yo creo que no, doctor. Ya nos ha explicado todo lo de su viaje. –Contesta evasiva.


- Betty, todo lo que le dije hace tres semanas sigue siendo válido. Alejandra es la colaboradora de Caracas y ha venido para ver la colección. SÓLO.

- Key, don Armando. Ya lo dijo en la sala de juntas. –Dice algo más receptiva pero continuando con su trabajo.


- Sé que usted está molesta y pensando mal de mí, pero se equivoca. Le juro que no hay nada entre ella y yo.

- Mire, a mí eso me da igual, pero perdone que lo ponga en duda porque ella parece muy segura del terreno que pisa y muestra su interés por usted sin disimulo.


- Hace unos años tuvimos una corta relación, por eso tiene confianza conmigo, pero desde entonces… nunca más.

- Pues tal parece que ahora ella quiere retomar aquello.


- No sé lo que quiere ella, pero sé lo que quiero yo… a usted.

- Doctor, déjelo.


- Mire, no voy a darle ocasión de dudar de mí, así que no voy a quedarme a solas con ella ni un minuto. Venga conmigo a enseñarle la empresa: producción, punto de ventas, el taller de Hugo…

- No pretenderá que yo vaya de carabina? –Se niega muy digna.


Armando la mira desolado y se deja caer en una silla.

- No tengo nada con Alejandra desde hace más de cuatro años y supongo que ahora habrá venido a ver la colección. No creo que tenga alguna otra razón… Ya no sé qué hacer para que usted me crea. La amo de verdad y no me importa ninguna otra. Sabe? –Baja la voz y dice en tono confidencial.- No he vuelto a estar con nadie desde que usted y yo estuvimos juntos la primera vez, y eso es porque no me interesa ninguna otra. No me nace.

Betty hace como si no le hubiera oído y contesta.

- La razón por la que ha venido es usted. Se nota por como le mira.

- Si es así yo no he hecho nada para provocarlo… -La mira suplicante.- Acompáñenos para recorrer la empresa.


- No. –No se deja convencer.

- En ese caso se lo diré a Sofía. Confía en ella? –Pregunta con sorna, molesto por la recalcitrante desconfianza.


- Haga lo que crea conveniente. –Contesta impresionada por su determinación de que no haya la menor duda sobre su comportamiento.

- OK! –Se levanta enfadado, abre la puerta y habla a la secretaria- Sofía, haga el favor de acompañarme.


- Sí, don Armando, qué desea? –Se levanta de un salto.

- Que venga conmigo para enseñar Ecomoda a la señorita Zing.


- Sí, doctor, le sigo. –Se encoge de hombros porque no entiende la razón por la que la necesiten de acompañante, pero sabe que Armando no admite réplicas.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Armando y Alejandra recorren las instalaciones escoltados por la secretaria, y al salir del taller de Hugo él la conduce hasta el lobby, junto al ascensor.

- Ahora debo dejarte porque ya sabes que acabo de regresar de un largo viaje hace apenas unas horas y tengo trabajo pendiente. Lamento no poder acompañarte. –Se excusa.

- Ni siquiera vas a poder comer conmigo? –Pregunta mimosa.


- Verás, es que tenemos que rematar los detalles de la presentación durante una comida de trabajo… -Aduce como coartada.- …y me resulta imposible.

- Bueno, en ese caso me iré al hotel. –Tuerce el morrito.


- Ahora mismo hago que avisen a recepción para que te llamen a un taxi. -Hace un gesto a Sofía para que se lo diga a Aura Mª.

- Y entonces, cuándo voy a verte de nuevo? –Insinuante.


- Esta tarde a las siete en el Hotel Plaza. En la presentación.

- Está bien, a las siete, pero al menos resérvame asiento a tu lado.


- No sé si podré, Alejandra, pero lo intentaré. –Miente para quitársela de encima.

Llega el ascensor, ella entra y al fin desaparece tras las puertas.

- Sofía, ha visto que vieja más pesada?

- Sí, don Armando, he visto que está muy interesada en usted y que no es nada tímida. Ya puedo volver a mi trabajo?


- Sí, ya no necesito guardaespaldas. Gracias.

- Por nada, doctor.


Sofía vuelve a su mesa intrigada por la labor de guardaespaldas que ha hecho, y él va a presidencia saludando a Betty desde su puerta con una inclinación de cabeza muy digna.

- Si piensa seguir así de juiciosito, doctor, al final voy a tener que creerle… -Se dice Betty muy bajito mirándole discretamente a través de la pared acristalada de su despacho.

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A mediodía come con Cata, después van juntas al salón de belleza, y al salir de allí cada una se va a su casa rápidamente para vestirse y estar en el Hotel Plaza media hora antes del comienzo del evento.

A las siete, con puntualidad británica, empiezan a llegar los primeros invitados y Armando acompañado de la relaciones públicas les da la bienvenida e invita a pasar y ocupar su lugar.

Rato después, cuando ya están todos acomodados, va al atril y les dirige unas breves palabras para a continuación pasar el micrófono a Hugo y que presente la colección.

Al ir a sentarse a su sitio, con Betty a su lado como él había ordenado, se encuentra que quien está allí instalada es Alejandra.

- Qué haces aquí? Éste no es tu asiento. –No puede callarse a riesgo de resultar mal educado.

- Se lo cambié a tu asistente.


- Pero, cómo así? Betty…

- Es un encanto esa muchacha. Le expliqué que quería estar a tu lado y no puso ningún reparo a cederme el sitio. –Muy satisfecha.


- Ya imagino, pero cómo has podido hacer eso? –Frunce el ceño enfadado al ver sus planes de estar con ella por los suelos.

- Sólo se lo pedí, y ella comprendió que yo estaba deseando estar contigo. Acaso te molesta? –Hace un mohín.


- Luego te explico, Alejandra, porque ahora no es el momento. Dime donde está Betty.

- En la fila de atrás. Varios asientos hacia la izquierda.


Se vuelve y la ve mirándole con una enigmática sonrisa en los labios, y eso le subleva. Se levanta, va hacia ella y la dice furioso al oído.

- Por qué hizo eso?

- Porque ella desea estar con usted.


- Y usted no, claro. Para usted soy un apestado y por lo tanto no cuenta con quien quiera estar yo. –Le cuchichea al oído muy ofendido.

- Doctor, está a punto de empezar el desfile y su mamá nos está mirando. –Le contesta Betty consciente de la mirada de doña Margarita clavada en ellos y de que están atrayendo la atención.


- OK! Luego vamos a hablar muy seriamente usted y yo. Sin prisas y sin testigos. –Dice serio y vuelve a su asiento ceñudo.

CONTINUARÁ…


- Para usted soy un apestado y por lo tanto no cuenta con quien quiera estar yo. –Le cuchichea al oído muy ofendido.

- Doctor, está a punto de empezar el desfile y su mamá nos está mirando. –Le contesta Betty consciente de la mirada de doña Margarita clavada en ellos y de que están atrayendo la atención.


- OK! Luego vamos a hablar muy seriamente usted y yo. Sin prisas y sin testigos. –Dice serio y vuelve a su asiento ceñudo.

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Capítulo VIII.- Hasta qué punto responde?

El desfile habitual transcurre con brillantez, después desfilan las secretarias luciendo las creaciones de Hugo para la mujer normal, y al terminar la sala estalla con una gran ovación.

Todas las modelos, profesionales y no profesionales, saludan desde la pasarela con Hugo en medio de ellas agradeciendo los aplausos emocionado.

Después ellas se retiran a los vestuarios, y los asistentes se levantan y conversan formando corros, así que Armando se va rápidamente a por Betty, la toma de un codo y la dice sin darle opción a negarse:

- La quiero pegadica a mí toda la noche.

- Doctor, que estamos trabajando.


- Naturalmente, y como usted es la dueña y señora de mi agenda, tendrá que cuadrarme las citas con los clientes y proveedores que estén interesados en la colección. –Razona con amplia sonrisa por su astucia.

- Como mande, don Armando. –Aparenta resignación pero está contenta.


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Durante más de una hora trabajan intensamente manteniendo conversaciones de negocios, y luego viendo que ya los invitados empiezan a dedicar sus atenciones al catering y al baile, Armando dice al cliente con el que acaban de concertar la última cita…

- Y ahora, querido amigo, voy a invitar a bailar a mi asistente que no ha parado de trabajar en toda la noche.

- Hágalo, Mendoza. La señorita se ha ganado un buen rato de diversión.


- Betty, bailemos. –Prácticamente se lo ordena.

- Yo… -No puede negarse delante del cliente, pero intenta una excusa.- Recuerde que no bailo muy bien…


- No importa, vamos.

La toma del brazo y Betty se deja llevar por no dar que hablar, pero vuelve a sentir sobre ella la intensa e intrigada mirada de la reina.

Una vez en la pista la rodea con sus brazos y la atrae ligeramente.

- Ay, Betty… al fin consigo tenerla conmigo. –La estrecha con ternura echando al olvido el mal rato anterior.- No se puede hacer idea de lo que me ha costado estar lejos de usted. Se ha acordado de mí durante estas semanas?

- Sí, doctor, cada vez que tenía que resolver un asunto y me faltaban sus datos. –No da el brazo a torcer.


Él se separa y la mira atisbando una sonrisa burlona.

- Hablo en serio, Betty. Dígame si me ha extrañado. –Pide suplicante.

- Sí. –Contesta ella al fin.


Él vuelve a estrecharla con ternura, siguen bailando unas canciones más en silencio disfrutando la cercanía y luego la dice…

- Voy a ver si consigo endosarle a alguien a Alejandra para que la lleven al hotel. Usted espéreme y no se me vuele. –Le da un ligerísimo y discreto beso en la sien y la sugiere.- Tómese un pasabocas y un juguito mientras vuelvo.

Da unos pasos y se acerca a su “hermano”.

- Calderón, hágame un favor.

- Le veo venir, tigre.


- Acompañe a Alejandra al hotel.

- Ni modo!


- Pero si sólo tiene que dejarle en la puerta…

- Vea, Mendoza, yo tengo mis planes que son irme por ahí con mi Sandrita, y no voy a embarrarla llevando a esa tipa. Está demasiado buena para que le sea indiferente a mi niña.


- Calderón…

- No, hermano. De verdad que lo lamento, pero no puedo.


- Está bien. Déjelo.

Se aleja buscando con la mirada a algún otro conocido al que poder apelar, pero lo que ve en ese momento no le gusta nada. Alejandra está hablando con Betty, así que se dirige hacia ellas a toda velocidad y oye las últimas palabras.

- Me ha dado la impresión de que Armando está interesado en usted. –Dice la venezolana acusadora.

- Yo sólo soy su asistente. –Betty se hace la desentendida.


- Pues no parecía eso mientras bailaban…

- Alejandra, si quieres saber algo pregúntame a mí. –Dice él llegando por detrás.


Betty se siente tan incómoda que aprovecha para desaparecer y no oye nada más de lo que hablan esos dos, pero Armando la sigue con la mirada y no la pierde de vista ni un segundo.

- Armando, he venido a Bogotá para estar contigo principalmente, y tú no haces más que ignorarme y evitarme.

- Alejandra, desde que acabó hace años nuestra pequeña historia, nosotros hemos seguido siendo buenos amigos, sí?


- Eso es cierto, pero a mí me gustaría volver a…

- No continúes por ahí porque eso ya es imposible, pero te ofrezco seguir disfrutando una agradable amistad.


- Está bien, me rindo. –Hace un teatral gesto de resignación.- Veo que tienes una aventura con esa chica, verdad?

- No tengo porqué, pero en honor a esa nuestra vieja amistad te lo voy a contar: me he enamorado por primera vez en mi vida y ha sido de Betty, mi asistente, pero como ella me conoce bien y sabe lo mujeriego que he sido… no consigo que me crea que ahora voy en serio. Por más que le confieso mis sentimientos y la juro que no hay ni habrá otra mujer en mi vida, no confía en mí.


- Sabia muchacha. –Comenta la venezolana riendo.

- Así es. Lo tengo muy difícil.


- Y tal parece que mi visita te lo ha complicado aún más.

- Sí, estoy seguro de que se ha imaginado que cuando he estado hace un mes en Caracas, tú y yo…


- Aaay… qué más hubiera querido yo. –Suspira.

- Nosotros ya vivimos nuestro momento y dicen que segundas partes nunca fueron buenas. –Mira hacia el otro extremo del salón.- Estoy viendo que empiezan a irse los invitados. Voy a despedirles y luego te llevo a tu hotel antes de dejar a Betty en su casa. Espérame aquí.


Se dirige a la entrada del salón y va despidiendo sucesivamente y agradeciendo su asistencia a los invitados que van retirándose.

Rato después sólo quedan los de Ecomoda que se felicitan por el éxito de la colección y se disponen a marcharse.

Mientras Armando va a recoger a Alejandra para irse, pierde de vista a Betty apenas un segundo y ella lo aprovecha para escabullirse.

- Vamos, Alejandra, apúrate que acaba de escapárseme.

- Ja, ja, ja! Esto va a ser divertido. –Da una carrerita tras él.


Salen los dos a la calle por la puerta principal y allá la ven junto al portero del hotel.

- Betty, por qué ha salido tan deprisa?

- Para tomar un taxi.


- Ahora mismo traen mi coche y yo la llevo.

- Doctor, yo no quiero molestar, así que prefiero irme por mi cuenta.


- Pero es que no molesta, y además yo no quiero que se vaya sola.

- Señorita, viene un taxi. Le paro? –Pregunta el conserje indeciso por no saber a quien hacer caso.


- Sí.

- Que no, carajo! –Contesta Armando airado.


Alejandra, que a estas alturas ya ha renunciado a vivir un nuevo afaire con Armando, se lo está pasando en grande y les observa como si estuviera viendo una película.

- Ahí llega mi coche. Suban las dos. –Toma del brazo a Betty para asegurarse de que no se le va.- Siéntese atrás hasta que dejemos a Alejandra en su hotel.

- Pero don Armando si yo…


- Ya está negándose como esta mañana? Soy su jefe y le ordeno que suba al auto de una buena vez. –Lo dice con autoridad.

Betty calla y entra resignada, después la sigue Alejandra y él lo hace por su puerta.

Va calmándose mientras conduce porque al fin consiguió lo que quería y pocos minutos después llegan al hotel. Detiene el coche ante la puerta y se gira.

- Alejandra, espero que te haya gustado la colección.

- Sí, me ha parecido muy inspirada, y la línea para la mujer normal es una idea excelente.


- Pues ésa se la debemos a Betty. –Contesta Armando mirándola por el retrovisor con orgullo.

- Ah, sí? –Se vuelve hacia atrás.- Genial, Betty, felicidades! La mujer media también tiene derecho a que diseñen para ella.


- Gracias, eso pienso yo.

- Bueno, me alegro de haberla conocido, y no sea tan dura con Armando porque se ha reformado, al menos conmigo.


- Pero si yo… -Betty, sorprendida por la confesión de la otra, se queda sin palabras.

- En serio, créame que está enamorado de usted. –Afirma seria, mirándola de frente.


- Me alegra que se lo digas para que empiece a confiar un poco en mí. –Comenta Armando agradecido.

- Gracias por traerme, Armando. Un beso. –Se acerca a él y se besan en la mejilla.


- Cuándo regresas a Caracas?

- Mañana.


- Buen viaje y saluda a tu padre de mi parte. Ya te iremos mandando información para poner en marcha la franquicia.

- OK! He pasado una noche inolvidable. Ja, ja! Hasta pronto. –Se baja del coche y antes de cerrar la puerta pregunta de buen humor.- Betty, se pasa delante?


- Naturalmente, no voy a ir acá yo solo como un chófer. –Contesta él.- Betty, siéntese conmigo delante, por favor.

Decide no discutir y se pone en el asiento delantero mientras la otra entra en el hotel.

- Gracias, doctora. –La dice y arranca feliz.

Van en silencio aunque no es opresivo, y poco después llegan a la casita.

- Parece que al final se arregló la noche. La colección ha sido un éxito, he bailado con usted y he conseguido traerla de vuelta a casa. –La mira sonriente y satisfecho.

- Bueno, pero ya es tarde… -Va a abrir la puerta.


- Betty, espere. No tiene nada que decirme? –Él se refiere a Michel.

- Sí, claro, muchas gracias por traerme a casa.


- No, mujer, ni se le ocurra agradecerme. Fui yo el empeñado en acompañarla…

- Entonces, no tengo nada que decir. –Contesta suavemente.


- Betty, no hemos tenido ocasión de hablar en todo el día y es evidente que no desea mi compañía. –Dice triste.- Pero me gustaría saber si es porque me detesta o porque desea otra compañía distinta de la mía.

- Don Armando, no le detesto. Simplemente después de la experiencia vivida no me ofrecen mucha garantía ni usted, ni sus palabras y promesas.


- Por más que me esfuerce nunca volverá a confiar en mí, verdad? –Pregunta desmoralizado.- Ni siquiera la confesión de Alejandra la inclina a creerme?

Recuerda que ha sido juiciosito durante todo el día y se apiada.

- Doctor, eso sólo depende de usted y de su conducta a lo largo del tiempo.

- Ha pensado todo lo que le dije en el mirador?


- Sí.

- Entonces tengo una posibilidad?


- Bueno… quizá… -Se muerde el labio.

- Gracias por darme una esperanza! –Exclama él con repentino optimismo.


Armando no escucha más. Se acerca, la estrecha en sus brazos y la besa apasionadamente sin darle ocasión de reaccionar, pero cuando ella toma conciencia, en lugar de retirarse se relaja y disfruta.

CLIN! CLIN! CLIN!

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Se oye un repiqueteo metálico en el cristal que Armando desestima, pero Betty abre los ojos y ve a don Hermes golpeando la ventanilla con el anillo, y a varias personas que pasan mirándoles.

Hace fuerza con los brazos y se separa como puede.

- Mi padre! Y doña Filo, la más chismosa del barrio asomada a su ventana! Oh, quiero morirme! –La gustaría que la tragase la tierra.

Armando aterriza de golpe para hacer frente a la cruda realidad.

- No se preocupe que ahora yo le explico a su padre. –Sale tranquilo dispuesto a justificarse.

- Pero qué va a explicar? –Abre su puerta.


- Don Hermes, sí? –Tiende la mano.- Soy Armando Mendoza.

- Qué desfachatez! Está en su coche aprovechándose de la inocencia de una señorita de familia, y tiene el descaro de presentarse y saludarme. Bla… bla… bla…


Sigue un buen rato con la perorata.

Al cabo de unos minutos, aprovechando que don Hermes necesita respirar, Armando consigue meter baza y dice:

- Vea usted, es cierto que yo estaba besando a su hija, pero eso es sólo porque estoy enamorado de ella, y no porque tenga pretensiones deshonestas.

- Bastante deshonesto ha sido ya! Y a estas horas de la madrugada!


- Señor Pinzón, yo soy un caballero y respondo de mis actos. –Muy formal.

- Ah, sí? Hasta qué punto de caballero? Hasta dónde responde? –Cada vez más envalentonado.


- Ay, papá, déjelo ya que no ha sucedido nada! – Betty intenta frenar a su padre cuando consigue hablar.

- Cómo que no ha sucedido nada y estaba besuqueándose con un tipo dentro de un coche? –Ruge don Hermes.


- Respondo hasta donde usted considere necesario. –Contesta Armando muy serio para terminar el conflicto.

El padre entonces lanza un órdago.

- Hasta el matrimonio? Comprenda que entre doña Filo y los que pasaban por la calle… mañana bien temprano todo el barrio sabrá que he encontrado a Betty con usted, ahí dentro.

Armando entorna los ojos, mira a Betty ladeando la cabeza, piensa en la amenaza que supone el francés, y decide aprovechar la oportunidad de adelantarse y arrebatársela.

- Papá, yo no quiero! –Protesta ella con firmeza al ver la expresión de esos ojos.

- Usted se calla y deja hablar al caballerete.


CONTINUARÁ…


- Hasta el matrimonio? Comprenda que entre doña Filo y los que pasaban por la calle… mañana bien temprano todo el barrio sabrá que he encontrado a Betty con usted, ahí dentro.

Armando entorna los ojos, mira a Betty ladeando la cabeza, piensa en la amenaza que supone el francés, y decide aprovechar la oportunidad de arrebatársela.

- Papá, yo no quiero! –Protesta ella con firmeza al ver la expresión de esos ojos.

- Usted se calla y deja hablar al caballerete.


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Capítulo IX.- Contenga sus ímpetus, muchacho.

- Acepto. –La mira con ojos brillantes y la sonríe con provocación.

- A… acepta? –Pregunta el padre perplejo porque no pensó que él consentiría tan fácilmente.


- Cómo que acepta! Papá, yo no quiero! –Repite incrédula.

- Oiga, y por qué acepta tan así, de buenas a primeras? –Mosqueado.


- Porque quiero a su hija.

Esta confesión de Armando calla de momento al padre y a la hija porque a los dos les sorprende grandemente.

- Vamos… vamos a casa. –Balbucea al fin don Hermes.

Armando cierra el coche y sigue a los otros dos hasta la salita. Entonces aparece doña Julia bajando la escalera en bata y con ojos de sueño.

- Qué sucede? –Pregunta mirándoles a los tres.

- Que dice el doctor que quiere casarse con Betty. –Explica el padre.


- Cómo así? A estas horas? –Se despierta de golpe.- No lo entiendo. Voy a preparar café y luego me explican.

- A ver, jovencito, ahora… -Exige el padre.- …haga el favor de repetirme la razón por la que no se resiste a casarse con mi hija. Encuentro muy extraño que no se oponga ni dé largas.


- Porque amo a Betty y quiero hacerla la mujer más feliz del mundo. –Contesta él sin dejar de mirarla.

- Papá, yo no quiero… -Murmura ella ya con muy poca convicción.


- Vamos, hija, se besuquea con un hombre dentro de su coche a altas horas de la noche… y luego se niega a casarse con él? Será que usted se ha vuelto una desvergonzada?

Betty comprende que a su padre le falta mucha información que ella desde luego no está dispuesta a darle, así que le da una razón con la esperanza de que valga.

- Lo que pasa es que no quiero que le presione para que se case conmigo a la fuerza. Y además no me he “besuqueado” con él.

Armando la mira feliz de ver cada vez más lejos la sombra del francés y la tira un beso silencioso cuando el padre sale y no le ve.

- Yo le prometo que voy a devolverles la empresa en un plazo de dos o tres meses…

- Qué manía! Que no es por Ecomoda, Betty, no sea testaruda. La quiero a usted. Ya se lo dije en el mirador. Cuándo va a aceptarlo de una vez?


- Es que me resisto a creerle porque no deseo volver a sufrir. –Le contesta con total sinceridad.

- Comprendo que tenga sus temores, pero nunca volverá a sufrir por mi causa. Cuando usted se enteró del engaño yo ya había empezado a amarla, y desde entonces mi amor por usted no ha dejado de crecer. Se lo juro. –La toma una mano y se la besa con ternura.


- Es que me resulta difícil otorgarle credibilidad. –Le dice apurada.- Lo siento, de verdad.

- Pues yo voy a seguir haciendo todo lo que pueda hasta convencerla de que la quiero con toda mi alma. –Dice firme, con convicción, mirándola a los ojos.- Mañana nos vemos.


- Adiós, don Armando.

La da un beso en la frente y sale al recibidor donde se encuentra con don Hermes que ya vuelve.

- Doctor, tenemos que seguir hablando.

- Si le parece vendré mañana por la tarde, cuando salga del trabajo.


- No se le olvidará, doctor Mendoza? –Entrecierra los ojillos con suspicacia.

- No se me olvidará, pero si usted cree eso, ya sabe donde encontrarme…


- Está bien. Hasta mañana entonces.

- Adiós. –Armando sale de la casa.


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El padre entra en la salita y vuelve a la carga.

- Y ahora, Beatriz Aurora, cuénteme que hacía en ese coche besándose con su jefe.

- Ay, papá! Acabó el evento, llevamos a una invitada a su hotel, me trajo a casa, y al despedirnos me besó. Eso fue todo.


- Así de sencillo! –Y añade con sorna.- Su jefe y usted acostumbran a despedirse con un beso de tornillo.

- No, papá.


- Entonces es que el doctor la acosa?

- No, tampoco es eso. –Con paciencia.


- Pues cuando guste empieza a contarme…

- Don Armando dice que me ama. Por eso me besó.


- Y usted a él, no. Ya veo. –Saca una conclusión equivocada.- Pues no se apure. Mañana en primer lugar le dice que no desea que vuelva a besarla, y en segundo lugar quédese tranquila porque nada más lejos de mi intención que obligarla a casarse con él sin amor, aunque doña Filo lo haya visto todo. Yo sólo lo exigí porque estaba furioso.

- No se preocupe, papá. –Se explica.- Yo sí quiero casarme, pero no obligarle.


- Pero si antes me ha dicho y repetido que no quería… -El padre abre los ojos como platos totalmente desconcertado.

La madre entra en la sala con la bandeja del café.

- Ya se fue don Armando?

- Venga, Julia, siéntese y escuche porque yo no entiendo a “su” hija.


- Es muy sencillo, papá.

- Se puede saber si le gusta que la bese o no? Y si sí quiere casarse con él, por qué antes me decía: “Papá, yo no quiero”?


- Vamos a ver si me explico. Yo estoy enamorada de él, le amo y quiero ser su esposa.

- Bueno, ya me enteré de algo. Ahora dígame cual es el problema para decir que no quiere, si usted le ama y él a usted también.


- El problema es que no me ofrece confianza.

- Por qué? Es un mal hombre? –Don Hermes se pone alerta.


- No, pero cuando le conocí era muy mujeriego, y no sé lo que puede durar su interés por mí.

- Ya voy entendiendo, pero digo yo que si ha aceptado casarse… será porque tiene suficiente interés por usted.


- Papá, lo malo es el “si ha aceptado”. Ahí hay parte de coacción. Dése cuenta que la idea del matrimonio no ha salido de él.

- Entiendo, mañana hablaremos más tranquilos y le explicaré que retiro la exigencia de casarse con usted porque les hayamos pillado besándose.


- Así me gusta, m´hijo, que rectifique cuando se pasa de rosca. –Le dice doña Julia tomando un sorbito de café.

- Sí, papá, eso será lo mejor. Ahora me voy a dormir que tengo mucho sueño. Hasta mañana. –Les besa y va hacia las escaleras.


- Que descanse, Bettyca.

- Buenas noches, hija. Esto… y es muy mujeriego? –Pregunta el hombre muy interesado.


- Sí, papá. Mucho.

Betty sube a su cuarto muy descolocada porque cada día Armando la sorprende más, y ya no le van quedando argumentos para desconfiar en él y seguir negándose a aceptar que dice la verdad al jurarla que la ama.

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Cuando al día siguiente Armando llega a Ecomoda lo primero que hace es asomarse al despacho de Betty.

- Qué tal, Betty? Su papá siguió preguntando o pudo irse a dormir?

- Las dos cosas, así que primero contesté y después he dormido como una marmota.


- Y qué le dijo?

- La verdad.


- Qué verdad? –Pregunta inquieto.

- Que no confío en usted.


- Y le dijo la razón? Le habló del plan de Calderón? Bueno, de él y mío.

- No.


- Entonces qué alegó para no confiar en mí?

- Que es un mujeriego impenitente.


- Pero, Betty, Qué idea se va a hacer su papá de mí? Amarla a usted me ha cambiado y yo ya no soy así.

- Eso es lo que dice usted, pero yo no le sigo cuando sale de la empresa, ni cuando está fuera de Bogotá como los dos últimos meses…


- Pues permítame estar todo el tiempo junto a usted y así verá que ya soy juiciosito. –Propone con gesto pillo y se acerca uniendo la palabra a la acción.- Qué tal todo el rato junticos?

- Don Armando… –Ella corta el tema.- …tenemos que empezar a trabajar porque en apenas media hora llegarán los primeros clientes que tenemos citados.


- Keeey… me voy a mi despacho, pero venga a verme dentro de un ratico, sí?

- Sí, doctor, cuando tenga que llevarle algún informe o documento. –Le dice condescendiente.


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Trabajan durante toda la jornada atendiendo a un cliente tras otro, y ya casi a las seis Betty va a presidencia con los contratos que han firmado a lo largo del día.

- Quiere revisarlos, don Armando?

- No, ya lo haremos mañana. Ahora tenemos que ir a su casa y debemos ser puntuales para que su padre no crea que me he fugado y me ponga en “busca y captura”. -La guiña un ojo.


- No sea exagerado. Voy a apagar mi ordenador y vuelvo.

La contempla salir sonriente porque está notando en ella un leve cambio de actitud.

Le parece notarla menos dura para con él.

Unos minutos más tarde entran los dos al ascensor, Armando pulsa el botón del aparcamiento y se acerca a ella.

- Me da un besico?

- Cómo piensa? –Da un paso atrás.


- No se pase de difícil, Betty, que soy su futuro esposo… -La rodea con los brazos.

- Eso está por ver. –Hace un levísimo intento de liberarse más bien simbólico.


- Y eso? Yo ayer quedé con su papá… -Busca sus labios.

- Ya, pero nadie contó conmigo, y yo no quiero un marido obligado que no va a perder ocasión de ponerme los cachos con cuanta mamita se le cruce en el camino.


Armando aprieta el botón de stop y apoya las manos en las paredes de la cabina, a ambos lados de ella.

- Yo ya encontré a mi mamita. –Al fin pilla su boca y la besa posesivamente insistiendo hasta que Betty le responde, y al separarse, mientras los dos aún tienen la respiración agitada, dice.- Cuándo va a aceptar que yo a usted la amo?

- Es que…


- Betty, me permite tutearla? Es que se me hace muy extraño hablar de usted a mi amor. –Vuelve a besarla.

- Doctor, yo… -Sigue entre sus brazos.


- Y además suena muy ridículo lo que acabo de decir: “yo a usted la amo”. O no?

Betty asiente con la cabeza, lo que él interpreta como aceptación total y vuelve a estrecharla contra sí y besarla.

- Te amo, te amo, te amo… Dímelo tú.

- Verá, es que no puedo…


- Mi amor no corres ningún riesgo porque soy sincero, pero aunque hubiese algún pequeño peligro… arriésgate y vive. No renuncies a ser feliz por temor a nada. Cómo siento haberte hecho tanto daño que desconfiarás de mí toda la vida! –Se lamenta pesaroso.

Betty le mira unos segundos indecisa, y de pronto cree en él. Le abraza fuertemente y susurra.

- Te amo, Armando.

- Bieeen! Así de valiente me gustas todavía más! –Exclama con cara resplandeciente de satisfacción.- Nunca te voy a defraudar, Betty, nunca.


Se besan de nuevo sin prisas. Luego…

- El ascensor. Puede que alguien lo necesite.

- Vaaale, vámonos ya a tu casa.


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Ya hace rato que llegaron y están sentados en la salita tomando unos pasabocas y unos refrescos cuando toma la palabra don Hermes.

- Doctor Mendoza, quiero disculparme con usted por haberme alterado tanto ayer. Comprendo que un solo beso no tiene mayor importancia y le relevo de su compromiso de casarse con mi hija.

- Ah, de ningún modo! Yo quiero casarme con Betty. La amo y es lo que más deseo desde hace tiempo. –Afirma muy serio, pero recordando lo que ella le ha dicho aconseja.- Aunque lo que sí debemos tener en cuenta es que ella todavía no ha dado su opinión. Ninguno la hemos preguntado…


El padre se queda con la boca abierta.

- Ayer dijo repetidas veces que no quería. –Apunta doña Julia creyendo ayudar a su hija.

Armando da un par de pasos hasta situarse delante de Betty, hinca en el suelo la rodilla derecha y la toma las manos.

- Betty, mi amor, eres lo que más quiero en el mundo, ahora y para siempre. Soy consciente de que he cometido errores, pero te prometo que he aprendido y no volveré a cometerlos. Sólo viviré para hacerte feliz. Aceptas casarte conmigo?

Al verle arrodillado ante ella y oírle la declaración de amor, se pone más colorada que un tomate. Mira a sus padres, decide arriesgar como él le aconsejó hace un rato, y dice clara y sinceramente:

- Sí.

- Gracias! No sabes lo feliz que me haces. –Se levanta eufórico, la abraza y va a besarla cuando…


- Tranquilo, muchacho, contenga sus ímpetus que todavía no es su esposa. –Le frena el padre tomándole de un brazo.

- Perdón! –Se separa un poco con gesto de “no queda otra”.


- Don Armando, cuáles son sus intenciones para con mi hija? –Pregunta don Hermes con severidad.

- Casarme con ella y consentirla, naturalmente. Creí que era evidente. Por qué lo pregunta?


- Porque ni siquiera han sido novios y me resulta extraño que usted desee casarse así, de pronto. Anoche yo se lo exigí y la primera impresión que me dio es que el matrimonio no entraba en sus planes, aunque vi que rápidamente cambiaba la expresión de su cara. Por ello ahora desconfío y me resisto a poner a mi hija en sus manos.

CONTINUARÁ…


- Don Armando, cuáles son sus intenciones para con mi hija? –Pregunta don Hermes con severidad.

- Casarme con ella y consentirla, naturalmente. Creí que era evidente. Por qué lo pregunta?


- Porque ni siquiera han sido novios y me resulta extraño que usted desee casarse así, de pronto. Anoche yo se lo exigí y la primera impresión que me dio es que el matrimonio no entraba en sus planes, aunque cambió rápidamente la expresión de su cara. Por ello ahora desconfío y me resisto a poner a mi hija en sus manos.

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Capítulo X.- Ay, m´hija, no nos va a dar tiempo.

Armando reflexiona un momento antes de contestar.

- Es cierto que no había pensado en esa posibilidad a corto plazo, pero puesto que estoy enamorado profundamente, me pareció una excelente idea. No lo aprueba, don Hermes?

- Es muy precipitado.


- Pero debe comprender que nos amamos y queremos estar juntos. –Insiste Armando.

El hombrecillo le mira directamente a los ojos, sin prisa, intentando averiguar si Armando es sincero. Tras el intenso escrutinio decide que sí lo es, y entonces mira a Betty que le suplica un mudo: “por favor…” Luego dirige la vista a su mujer porque a pesar de que él es el jefe de la familia, siempre se ha fiado de su buen juicio, y ve que ella asiente serenamente con la cabeza.

- En fin, si los dos lo desean…

- Bueno, pues ahora piensen para cuando les gustaría. –Interviene la madre al ver que la hija aceptó y parece que lo está deseando.


- Para “ayer”, doña Julia. Quiero que nos casemos lo antes posible.

- Pero cómo tanta prisa? Con lo bonito que es el noviazgo: paseos por el parque agarraditos de la mano, películas románticas, largas tardes hablando acá tranquilamente sentados en el sofá… -Sugiere don Hermes dando largas.


Armando pone una cara de incredulidad indescriptible y Betty contiene como puede la carcajada.

- Papá, estamos en el siglo XXI, y ese tipo de noviazgo es del XIX. Yo también quiero casarme pronto.

- Pero qué precipitación! Oigan, no tendrán ustedes alguna razón oculta para tanto afán? –Aventura un embarazo.


- Papá, cómo piensa? –Protesta Betty ruborizada.

- No, don Hermes, ni modo! –Armando finge escandalizarse ante la idea.


- A ver, m´hijos, si quieren están a tiempo de acercarse a la parroquia para ver qué fechas hay disponibles.

- Tiene razón, mamá. –Aprovecha la sugerencia para salir de casa.- Doc… ay! Armando, vamos a ver qué días hay libres?


- OK, vámonos. –Acepta la idea al vuelo porque está deseando verse a solas con ella.

- Vuelvan luego a contarnos.


- Está bien, mamá.

- Adiós.


&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Salen y Armando se dirige al coche, pero ella le retiene por el brazo.

- Podemos ir andando pues está muy cerca, pero sólo si es verdad que estás seguro de querer…

- Que sí, Betty, quiero casarme contigo. Que te amo, carajo! Confía de una vez en mí.


- Está bien. Oj! Oj! Oj! Vamos. –Ríe satisfecha por la vehemencia de él y echa a andar.- Mas comprende que me cueste.

- De acuerdo, pero ven acá, novia mía. –La enlaza por la cintura y la estrecha contento.- Así que tú también quieres casarte prontico, ah?


- Sí. –Reconoce sonriente.- Y no me estrujes que no quiero dar tema de conversación a doña Filo y a todo el barrio.

- Me dejarás entonces abrazarte en la intimidad? –La pregunta al oído.


- Sí. –Los ojos despiden chispitas de amor al mirarle.

- Vale entonces, novia mía. Dame la manita y se acabó lo de pasear por Palermo. Mejor por una zona donde podamos darnos besicos.


- Perfecto. –Jamás en su vida ha sido tan feliz.- Ven, que ya hemos llegado.

Betty toca el timbre del despacho parroquial y unos segundos después abre el sacerdote.

- Buenas tardes, don Ramón. Le presento a mi novio Armando Mendoza.

- Encantado de conocerle. –Le tiende la mano.


- Igualmente. –Armando se la estrecha.

- Podemos hablar ahora con usted?


- Sí, hija, pasen y siéntense.

Lo hacen y el cura les pregunta desde el otro lado de la mesa.

- Y bien, qué desean?

- Casarnos, padre. –Dice Armando deseando soltarlo.- Y nos gustaría hacerlo pronto.


- Un sábado cualquiera. –Añade Betty.

- Bueno, bueno… casarse entre semana es fácil, pero en sábado y pronto… Vamos a ver.


Abre un libro bastante voluminoso y empieza a mirar hojas y hojas llenas de anotaciones.

- Lo más pronto que hay libre en sábado es dentro de ocho meses.

- Tanto tiempo? –Pregunta Armando desmoralizado.


- Así es. –Contesta el sacerdote pasando hojas hacia atrás.

- No hay ninguna posibilidad de que sea antes? –Insiste Betty.


- Si tiene que ser en sábado, imposible.

- Lo de que sea sábado es sólo por facilitárselo a la familia y amigos, pues si no tendrían problemas para asistir a causa de sus trabajos.


- Esperen! –Ve unas enmiendas en una página.- Ha habido una anulación.

- Para qué día?


- Justo dentro de un mes. –El párroco levanta la vista y les mira por encima de las gafas.- El sábado siete de abril.

- Quedan cuatro semanas… -Dice Betty calculando.


- Nos interesa. Apúntenos para esa fecha. –Habla rápido Armando.

- Yo dudo que podamos prepararlo todo. Mi vestido llevará su tiempo… hay que buscar donde celebrarlo… encargar las invitaciones y enviarlas… etc.


- Mi amor, lo importante es que podemos casarnos pronto.

- Pero nos vamos a ver muy agobiados.


- Por favor, Betty… -Suplica marcando hoyuelos.

- OK! Pero tendré que ir mañana mismo a ver vestidos de novia.


- Y yo al club para ver si tienen algún salón libre ese día, y reservarlo. –Dice radiante.

- Está bien, don Ramón, ya que la alternativa es dentro de treinta días o de ocho meses, aceptamos el siete de abril. –Se miran felices.


- Muy bien, hijos. Vamos a rellenar entonces este impreso con vuestros datos: nombre y apellidos, lugar y fecha de nacimiento…

Al salir de la parroquia Armando propone:

- Qué te parece si nos acercamos ahora al club para ver si tenemos suerte y les queda algo libre para ese día?

- Bien, así iremos adelantando.


Llegan al coche y Betty entra un momento en su casa para decirles a sus padres la fecha de la boda y avisarles donde van.

- Ay, m´hija, que no va a dar tiempo a que le hagan el vestido de novia! –Exclama la madre angustiada.

- Pero por qué tanta prisa? –Protesta de nuevo don Hermes.


- Mamá, si no hay tiempo para hacer un vestido de novia clásico, voy de corto, o de calle, o como sea. Y papá, no es que tengamos tanta prisa, pero si no era ese día teníamos que esperar ocho meses, y eso ya era demasiado. Me voy que Armando está esperándome.

- Señorita, no tarde que usted no se manda sola. –Recuerda el padre.


Pero su hija ya no le oye porque ha salido volando al encuentro de su amor.

- Qué te dijeron? –Pregunta Armando al verla entrar en el coche.

- Mi madre está agobiadísima por la premura y mi padre ha vuelto a insistir: “Pero por qué tanta prisa?”


- Pues como me lo vuelva a preguntar a mí se lo voy a explicar despacico. –Dice un sonriente Armando.

- Ah, sí? –Betty le mira entornando los ojos.- Y qué le dirás?


- No es adecuado para tus inocentes oídos de señorita de familia.

- Doctor…


- Así no. Me gusta oírte decir mi nombre.

- Pues dime qué le dirás.


- Le diré que… -La dirige una rápida mirada traviesa y vuelve a mirar hacia delante.- …me muero por volver a hacer el amor contigo… por estar juntos a todas horas y no tener que dejarte en tu casa e irme yo solito a la mía… que necesito tu calor y tu dulzura para poder vivir…

- Yo también te necesito, Armando… -Confiesa ya libre de miedos.- …y me alegro de que podamos casarnos pronto. Pero imagino que es broma lo de decir eso a mi padre.


- Ja, ja, ja! Exacto, porque no soy tan valiente, ya que mi suegro parece chiquito pero matón.

- Justamente, como Pancho Villa.


- Bueno, yo pienso… -Dice aparcando delante de las oficinas del club.- …que bien podremos regalarnos besicos y otras exquisiteces antes del siete de abril, sí?

- Yo… doc… digo Armando… -Balbucea colorada como una amapola.


- Vamos, mi amor, hemos fijado la fecha de la boda, vamos a contratar la celebración, acabas de confesar que me necesitas como yo a ti… no vas a querer que pasemos algún ratico a solas para demostrarnos cuanto nos queremos? –Razona vuelto hacia ella después de apagar el motor.

- Qué pena contigo!


- Pero quieres o no? No seas tímida conmigo. –Insiste para conseguir que ella reconozca que también lo desea.

- Sí. –Susurra al fin y de nuevo colorada hasta la raíz del pelo.


- Sí quieres? O sí hay una razón para ser tímida? –Armando bromea sonriente y toma su mano.

- No te burles de mí, cansón. –Baja los ojos y dice.- Sí quiero.


- Mmm… y qué quieres? Besicos y hacer manitas o algo más?

- Eres un desvergonzado. Tú lo que quieres es que explote de vergüenza.


- Eso significa que quieres algo más, picarona. Ja, ja, ja! –La besa la nariz.- Anda, vamos a ver si está el encargado de las reservas o más bien cual es el horario de oficina, porque me parece que hemos llegado tarde.

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Efectivamente hace rato ya que se fue el empleado, así que entran a la cafetería a tomar algo, y cuando Armando ve al gerente que es un viejo conocido dice a Betty:

- Espérame aquí con tu juguito y deséame suerte. Ahora vuelvo.

- Suerte! –Le dice y levanta el vaso.


Él la guiña un ojo y va hacia el hombre.

- Juan, qué tal estás?

- Armando! Cuánto tiempo sin verte! Siéntate y pídete algo.


- No puedo, amigo, estoy acompañado.

- Y cuándo no, viejo zorro? –Le da una palmada de compadreo en el hombro.


- Un respeto que es mi novia. –Contesta sonriente y se la muestra.- Es que hemos llegado tarde para hablar con el de la oficina.

- Pues dime qué necesitáis y si yo puedo…


- Verás, hemos decidido casarnos y queríamos saber si podríamos celebrarlo aquí.

- Pero, bueno, te han pillado! Eso habrá que celebrarlo pues los solteros de Bogotá tendremos menos competencia a partir de ahora! Que sea enhorabuena!


- Gracias.

- Bueno, no hay problema. Voy a por el libro de reservas y vuelvo. Tú espérame con tu prometida.


- OK! Allá te espero.

Armando va a la mesa con Betty, se sienta y le explica.

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Apenas unos minutos después aparece Juan con el libro.

- Betty, te presento a mi amigo Juan que es el gerente. Ella es Beatriz, mi futura esposa.

- Mucho gusto en conocerla, señorita.


- Encantada.

- Así que usted consiguió cortarle las alas a este pájaro, ah? –Bromea y luego le dice como en secreto.- En el fondo es un buen chico. Y tú, tigre, qué suerte has tenido encontrando a toda una señorita, y preciosa. Yo de mayor quiero ser como tú.


- Anda, deja de reírte a mi costa, abre el libro y busca el día siete de abril.

El hombre busca la página y dice:

- El sábado siete de abril sólo queda libre el salón Manila que es el más pequeño. No te va a valer.

- Qué capacidad tiene?


- Cien personas.

- Perfecto! –Dice Betty.- De sobra.


- Está bien, Juan, mi madre tendrá que adaptarse e invitar únicamente a la familia y a los amigos más íntimos. Nosotros no queremos una boda multitudinaria.

- Pues eso no le va a gustar porque alguna vez la he oído los planes que tiene para tu matrimonio y piensa celebrarlo a lo grande.


- Yo sé, pero como es mi boda y ése es el único salón que os queda…

- De acuerdo, os apunto. Yo se lo diré mañana a Menéndez que es quien lleva este asunto de las reservas, y le diré que te llame para concretar.


- De todos modos vendremos mañana o pasado en su horario para hablar personalmente con él.

- OK! El salón es vuestro.


Se despiden, Juan se va y Armando la pregunta.

- Cuántos invitados tienes?

- A ver… -Entorna los ojos y va enumerando.- …las tías Pinzón, dos primas con sus maridos, un primo con su esposa y su hijo, el hermano de mi madre con su mujer y dos hijas, Nicolás con su madre… y las chicas del cuartel: veintiuno, y mis padres veintitrés en total.


- Así da gusto. Le diré a mi madre que puede invitar a setenta y tres personas y que las seleccione como quiera.

- Pero setenta y tres y veintitrés suman noventa y seis…


- Ya, pero yo me reservo cuatro para unos amiguetes. Quiero que conozcan a la remamita que me ha retirado de los safaris cinegéticos de gacelas. Mmm… -La atrae hacia él.- …como mi Betty no hay ninguna…

- Adulador. –Le acaricia la mejilla con cariño.


- Nada de eso. Estoy absolutamente convencido de que eres la mejor mujer del mundo y de que yo no merezco la suerte que he tenido, pero no por eso voy a renunciar a ti. –Concluye feliz.

- No soy así, pero intentaré no defraudarte.


- Defraudarme tú? Eso es imposible aunque te empeñaras en ello, pero ahora vámonos que se ha hecho tarde y tu padre estará inquieto.

- Es cierto. Vamos.


Pagan la consumición y salen enlazados por la cintura, mirándose a los ojos con el más puro amor y besándose con ternura.

Son total y absolutamente felices por primera vez, sin tener que esconder su amor de nadie y con fundadas esperanzas de seguir siéndolo durante siglos.

CONTINUARÁ…



- Estoy absolutamente convencido de que eres la mejor mujer del mundo y de que yo no merezco la suerte que he tenido, pero no por eso voy a renunciar a ti. –Concluye feliz.

- No soy así, pero intentaré no defraudarte.


- Defraudarme tú? Eso es imposible aunque te empeñaras en ello, pero ahora vámonos que se ha hecho tarde y tu padre estará inquieto.

- Es cierto. Vamos.


Pagan la consumición y salen enlazados por la cintura, mirándose a los ojos con el más puro amor y besándose con ternura.

Son total y absolutamente felices por primera vez, sin tener que esconder su amor de nadie y con fundadas esperanzas de seguir siéndolo durante siglos.

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Capítulo XI.- Será que ya hemos cazado mucho…

Poco después llegan a la casita de Palermo y Armando aparca delante.

- Te acompaño. –Dice apeándose.- No estoy dispuesto a que nos quedemos dentro porque seguro que tu padre nos pilla igual que ayer.

- Entonces no nos despediremos. Si lo sabré yo… -Murmura Betty.


- Qué dices? –No ha oído bien.

- Que nos tocará despedirnos con un apretón de manos. Lo sé.


- No seas pesimista, mujer. Te das cuenta de cuánto han cambiado nuestras vidas en veinticuatro horas? Y todo ha sido para bien. –La mira con ternura.- Betty, mi amor, soy muy feliz. Y tú?

- También, Armando, me parece que estoy viviendo un sueño. –Sonríe con cariño.


Llegan ante la puerta y ésta se abre antes de que Betty introduzca la llave.

- Vaya horas de recogerse, Beatriz Aurora.

- Papá, ya les dije que íbamos a…


- Eso no es excusa.

- Vea, don Hermes… -Armando hace un intento de hablar pero fracasa estrepitosamente.


- Doctor, está siendo una mala influencia para mi hija. Ella es una señorita de familia y no debe estar en la calle a estas horas.

- Papá! –Le reclama incrédula.


- Eso es lo que opino de su flamante y acelerado futuro marido.

Armando pierde la paciencia con el anticuado y cascarrabias suegro que le ha tocado porque ya es la segunda noche seguida de cantaleta, y contesta enfadado.

- Señor, estoy en total desacuerdo. Yo no soy una mala influencia para Betty, y además comprenderá que soy el primer interesado en cuidar a mi futura esposa con mi vida. Adiós.

Se gira muy digno, toma suavemente a Betty por la barbilla y deposita un ligero beso en sus labios.

- Hasta mañana, mi amor. Paso a recogerte a las siete y media.

- Hasta mañana. Conduce con cuidado. –Dice al tiempo que él sale.


Y es lo único que es capaz de articular pues aún está desconcertada de que haya enfrentado a su padre y de que la haya besado delante de él.

- Vaya con el doctorcito. Qué ínfulas! -También se ha sorprendido el padre porque está acostumbrado a que nadie le lleve la contraria ni cuestione sus palabras.-

Además la ha besado y usted se lo ha permitido!

- Ha sido un beso inocente. Apenas un roce de los labios. –Justifica Betty.

- Y ahora me va a decir que es una experta en besos??? –Exclama escandalizado, pero se lo piensa mejor y da marcha atrás desbordado por la situación.- No, mejor no me lo diga que no quiero saberlo. Me voy a dormir.


- Hasta mañana. –Contesta Betty agradecida de que se retire y recordando los besos que se daban hace mucho, cuando aún no se había descubierto el engaño.

- Que descanse, m´hijo. –Doña Julia suspira al verle subir la escalera.- Paciencia, Bettyca, que ya la queda poco tiempo de sufrir sus ideas de siglos pasados.


- Mamá, siempre ha sido así?

- Siempre. Qué cruz! Bueno, cuénteme si han podido solucionar algo.


Betty le cuenta todo detalladamente, la madre escucha con atención, y cuando la hija termina…

- Sabe, mamita? Me alegro mucho de que se vaya a casar con don Armando porque siempre ha estado enamoradísima de él, y a él se le ve loquito por usted. Y también que vayan a hacerlo tan pronto aunque yo me quede sin su compañía, pero como es para ser muy feliz… -Se le escapa una lágrima.

- Mamá… -La abraza con cariño.- …como es natural viviré con mi marido, pero nos veremos con mucha frecuencia. Y usted debe enfrentar a papá para que mande menos, que es muy cansón.


- Tiene razón. –De pronto se acuerda de la fecha del matrimonio.- Ah, otra cosa! Tendremos que ir mañana mismo a ver su vestido de novia, y espero que le valga el que le guste, porque no hay tiempo para hacérselo de encargo.

- Sí, mañana por la tarde quedaremos en el centro e iremos a alguna tienda de novias, mañana, pero ahora voy a cenar algo y a dormir.


- Está bien, m´hija. Le he dejado un plato preparado en la cocina. Buenas noches y déme un beso.

Cena sola en la cocina y se niega a pensar ahora en el traje de novia y en todo lo que tiene que preparar en las próximas semanas porque teme agobiarse demasiado, y en este momento sólo desea pensar en él.

Rato después Betty se mete en su cama y repasa mentalmente el día. Ha sido muy largo e intenso, pero lleno de emociones.

“Armando está tan tierno y encantador como un osito de peluche, y dentro de un mes seremos marido y mujer. Ayyy… -Suspira abrazándose a sí misma.- Qué ganas tengo de estar con él, entre sus brazos y… ejem… ejem… serás picarona, Betty!”

Se pone colorada y ríe contenta pensando en él.

Luego intenta dormirse, pero no lo consigue de momento porque cada vez que cierra los ojos le ve sonreírla con ojos pillos… siente sus labios en los suyos… y finalmente se duerme acunada por sus brazos. Virtualmente, claro.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

A las siete y media en punto Armando detiene el coche delante del jardincillo y Betty sale a su encuentro. Él le abre la puerta desde dentro, y cuando ella entra y se sienta a su lado se saludan con un pequeño beso que deja con hambre a los dos.

- Has dormido bien, mi amor? Has soñado conmigo?

- Sí a las dos preguntas. –Contesta risueña.- Y tú?


- Tardé en conciliar el sueño porque te necesito tanto a mi lado que no paraba de dar vueltas. Imagínate que me desperté abrazado a la almohada y dándole besos.

- Tan lindo! Ay, mi bebé… -Le acaricia la mejilla.


- Mi vida… -Calla inseguro.- …quiero pedirte una cosa.

- Sí?


- Es que no quiero que te enfades.

- Por pedirme una cosa?


- Bueno, allá voy. –Entran al aparcamiento de Ecomoda.- Me gustaría mucho que hiciéramos una escapada romántica a mi apartamento.

- Escapada romántica a tu apartamento? –Repite ruborizada.- Eso significa…


- Que me muero por hacer el amor contigo. Te provoca? –Espera la respuesta ansioso.

- Ay, Armando…


- Vamos, responde. –Se vuelve a ella después de aparcar el coche para abrazarla y besarla.- Di que lo deseas tanto como yo.

Betty responde a sus besos y se oye decir en voz baja…

- Lo deseo tanto como tú.

- Gracias por decirlo, mi vida.


Se besan con pasión hasta que oyen el ruido del motor de un coche que se acerca.

- Nos van a pillar. –Dice azorada separándose.

- Sí, vamos al ascensor.


- Key! Pero no lo pares como ayer, que a estas horas lo necesita todo el mundo.

- Está bien, vergonzosa. –Concede él sonriente.- Pero dime que esta tarde iremos a mi apartamento.


- Eso… eso es imposible, Armando. –Responde ruborizada ante la proposición.- Además… además he quedado con mi madre en una tienda de vestidos de novia. Ya sabes que estamos de afán…

- Comprendo que eso es urgente, pero entonces mañana, sí?


- Yo…

- No me obligues a esperar más, por favor… -Ruega poniendo morritos, y la da un beso según se para el ascensor.


- Bueno, mañana… -Accede mientras salen al lobby para que deje de insistir porque se está poniendo muy nerviosa.

- Hoy, cuando te deje con tu madre iré a ver a los míos para ponerles al corriente de mi vida presente y futura. Te parece bien o prefieres que espere para venir tú también?


- Oh, no! Me parece perfecto. –Exclama encantada.- Mejor de primeras se lo dices tú. Luego ya iré contigo cuando hayan tenido tiempo de digerirlo.

- Cobarde! –Dice sonriendo al ver como ella se escaquea.- Me dejas solo ante el peligro. Esto… -Han llegado hasta la puerta de presidencia sin ver a ninguna secretaria.- …sabes dónde pueden estar tus amigas?


- Me extraña que empiecen tan pronto, pero es posible que estén celebrando un 911.

- En su particular sala de juntas, sí? –Apunta indulgente.


- Es probable.

- Anda, ve a buscarlas y que se pongan a trabajar.


- OK, señor presidente!

Le saluda militarmente y se da la vuelta en dirección a los servicios mientras él la contempla alejarse divertido.

Según ella va llegando a los aseos es consciente del tremendo guirigay que están armando.

- Muchachas, qué gallinero es éste? –Pregunta subiendo la voz para hacerse oír.

- Betty, ya llegó? Venga a enterarse del último chisme. –Una exultante Berta la invita a entrar.


Betty recorre con la vista las caras de las otras y descubre que Sandra irradia felicidad.

- Y bien? Cuéntenme rapidito y vamos a trabajar que en cualquier momento empiezan a sonar los teléfonos.

- O llega la hiena. –Dice Sofía.


- El doctor ya ha llegado. –Anuncia ella.

- Pues, rápido Sandra, dígaselo. –Anima Mariana.


- Sí, porque usted es la protagonista. –Añade Sofía.

- Fresca, m´hija, hable ya. –La exhorta Aura Mª.


- Pues callen que allá voy: es que Mario… bueno el doctor Calderón me ha pedido que sea su novia. Pero novia de verdad!

- Sandra! –Betty la abraza.- Cómo me alegro de ver que ha hecho doblar la rodilla a ese…


En el último momento se da cuenta de que las otras no saben su historia a manos del maquiavélico conspirador y se refrena.

- Betty, a ese… -La anima Berta con curiosidad.

- A ese conquistador. –Lo arregla como puede.


- Sí, qué estrés! Ahora se va a quedar solito el otro.

- Ajá! El tigre de Bogotá, también llamado “hiena” por mí.


- Sofía… no debe llamar eso al presidente de la empresa. –La corrige Betty porque le molesta que llame así a Armando, y echando a andar las dice dejándolas intrigadas.- Y además vean que no va a quedarse solo porque también se ha retirado del circuito.

- Cómo así, Betty? Si sabe algo debe decírnoslo inmediatamente al cuartel. –Interviene Berta andando rápida tras ella.


- Pues tendrá que ser durante la comida porque ahora es el momento de gloria de Sandra. –Se gira a ésta y la sonríe.- De verdad que me alegro mucho por usted, amiga, pues sé lo enamorada que está, pero mantenga la rienda tensa para que no se la desboque el garañón.

- Gracias, Betty.


- Pero, Betty, no se vaya así y cuéntenos!

- Dénos alguna pista para aguantar hasta la hora de comer. –Suplica Aura Mª.


- Oj! Oj! Oj! Vamos a trabajar que ya llegó don Armando y vio que no estaba ninguna de ustedes en su mesa.

- Bueno… pues durante la comida nos cuenta. –Dice Inesita resignada a esperar, ya que hasta ella siente curiosidad.


- Es que yo no sé si voy a poder rendir en mi trabajo con este misterio. –Rezonga Berta.

- Seguro que sí, mujer. En cuantico que Gutiérrez le dé una voz. –Contesta Mariana riendo.


- Será que ha vuelto con doña Marcela…? –Berta sigue a lo suyo.

Betty sonríe para sus adentros por la curiosidad de la otra.

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Ya es media mañana cuando Mario irrumpe en presidencia como acostumbra, sin llamar, y se encuentra a su amigo dándose un beso de película con Betty.

- Gran noticia, herma… -Se queda cortado, y al ver que los otros dos se separan dice.- …sigan, sigan, yo… volveré luego…

- No es necesario, doctor. Yo regreso a mi despacho. –Betty se escabulle rápido.


- Ya nos interrumpió así que dígame esa tremenda noticia, Calderón.

- Me ennovié, tigre. Me eché novia formal.


- Se enamoró??? –Armando incrédulo.

- Ajá! Como un colegial. –Asiente con la cabeza mostrando una feliz sonrisa.


- Vaya, vaya… y quién es la afortunada sufridora? –Pregunta Armando bromeando.

- Oiga, Mendoza, nada de sufridora que yo la respeto, y desde que empezamos a tontear no he tenido atenciones para ninguna otra.


- Key! Y quién es? La conozco?

- Perfectamente. Es Sandra Patiño, mi secretaria.


- Sandra? Ya la veía yo con una luz especial en la mirada y llegué a preguntarme si se habría echado un tinieblo. Enhorabuena, Calderón, y cuídela que es una gran chica.

- Ya lo sé, hermano. Ella me ha cambiado.


- Bueno, pues ahorita voy a contarle mis novedades.

- Usted también? Ya le vi con Betty al entrar y siento haberles interrumpido.


- Mario, Betty y yo nos vamos a casar dentro de un mes.

- Que se QUÉÉÉ??? Oiga, que eso son palabras mayores! –Mario muestra gran sorpresa.


- Acaso no piensa acabar también así su noviazgo con Sandra?

- Bueno… sí, pero dentro de muuucho tiempo.


- Bien, pues nosotros nos casaremos el siete de abril a las seis de la tarde en su parroquia. Naturalmente usted está invitado y quiero que sea uno de mis testigos.

- Ay, tigre, qué nos está pasando? Yo me ennovio… usted se casa… Será que nos estamos haciendo mayores?


- Algo así como “la metamorfosis de los calaveras”. Será eso o que ya hemos cazado mucho. –Comenta Armando relajado.

- En cualquier caso parece que esta vez las presas hemos sido nosotros. –Dice Mario resignado.


- Es posible, pero yo estoy muy feliz y no añoro la vida de rumba que llevaba hasta hace unos meses.

- Pues yo estoy haciéndome a la idea, pero todavía hay veces…


- Si de verdad siente por Sandra lo superará. –Asegura Armando y da por terminado el asunto.- Y ahora vamos al trabajo. Hoy comemos con López Calzada, recuerda? Ha hecho un pedido impresionante y le invitamos nosotros.

- Yo sé. He venido a preguntarle la hora.


- Hemos quedado a la una y media en Le Noir. Con salir de aquí media hora antes nos dará tiempo de sobra.

- Bien, así nos podremos tomar un vino para brindar por nuestras enamoradas antes de que llegue el cliente. Le provoca?


- Sí, Calderón. Pasaré por su despacho unos minutos antes de la una.

- OK! Voy a seguir con mi trabajo y luego nos vemos.


CONTINUARÁ…



- Hemos quedado a la una y media en Le Noir. Con salir de aquí media hora antes nos dará tiempo de sobra.

- Bien, así nos podremos tomar un vino para brindar por nuestras enamoradas antes de que llegue el cliente. Le provoca?


- Sí, Calderón. Pasaré por su despacho unos minutos antes de la una.

- OK! Voy a seguir con mi trabajo y luego nos vemos.


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Capítulo XII.- Y quién es ella?

Ya están todas instaladas en una mesa de “El Corrientazo” y han pedido la comida cuando Berta reclama a punto de explotar:

- Betty, suelte ya el chisme!

- Ay, sí, cuéntenoslo ya!


- A ver, no es un chisme. –Betty toma la palabra sin esperar a que la insistan más.- Es una gran noticia para mí y quiero compartirla con mis amigas. Me caso dentro de un mes y están invitadas todas ustedes.

De primeras la noticia les sorprende tanto que se hace un profundo silencio mientras todas la miran fijamente, pero cuando unos segundos después superan la impresión arman tal algarabía que todos los de las otras mesas se vuelven a mirarlas.

- Un mes!

- Dónde?


- Con quién?

- Tranquilas que yo les cuento. La boda es el siete de abril en mi parroquia y con… -Las mira, esboza una sonrisa traviesa y suelta la bomba.- …con don Armando.


Se repite el silencio, y ahora hasta parece que los ojos se les van a salir de las órbitas.

- Don Armando… el doctor Armando Mendoza de Ecomoda? –Pregunta Mariana que es la menos impresionada.

- El mismo.


- Yo sabía que usted se casaría pronto y con todo un papito ya que lo vi en las cartas, pero no pensé que tan pronto, y menos aún que fuera con el doctor.

- Con quién creía entonces? –Pregunta Betty con curiosidad.


- Con ese empresario francés de Cartagena.

- Pues ya ve que la he sorprendido. Michel sólo es un buen amigo.


- M´hija, enhorabuena porque va a ser muy feliz. Conozco a don Armando desde niño y sé que es una gran persona. –Inesita se levanta la primera para abrazarla.

Mientras, las otras van recuperando el habla poco a poco.

- Qué calladito se lo tenía… -Reclama Berta que no ha sospechado nada en ningún momento.

- Betty, ha pensado lo que se hace? Ya sabe que a veces se pone muy colérico. –Razona Sofía.


- Creo que no tendré problemas, amiga. Gracias. –La sonríe con cariño.

- Así que podríamos llegar a ser “medio cuñadas”? –Comenta Sandra y la abraza.- Felicidades, Betty.


- Gracias, ya ven que las buenas noticias van por pares.

- M´hija, me alegro de que haya conquistado a ese papazote y la deseo que sea muy feliz. –Aura Mª la estrecha y da un par de besos.


- Gracias, Aura Mª. Y ya saben todas que tienen comprometido el siete de abril a partir de las seis de la tarde, así que no hagan planes. –Les dice muy feliz en voz alta.

Les sirven la comida y ésta transcurre con ellas hablando sin parar de las dos inesperadas y grandes noticias que han sabido en las últimas horas.

Luego vuelven a Ecomoda y trabajan sin más interrupciones hasta la hora de salir.

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- Betty, son las seis. Deja todo para mañana, mi amor. –Dice Armando asomándose al despachito.

- Ahora mismo. Ya estoy apagando el ordenador.


- Oye, tú sabes por qué todas las secretarias me miran y saludan tan sonrientes? Me ponen nervioso y hasta he llegado a pensar que había olvidado subirme la cremallera de… tú sabes.

- Oj! Oj! Oj! Es que te miran ahí?


- No, pero es que no sé por qué les provoco esa estúpida sonrisa.

Betty llega hasta él, le abraza y da un tierno beso.

- Mi amor, eso es porque les dije que nos vamos a casar y las invité a la boda.

- Ahora me lo explico. Por un momento me recordaron al muñeco diabólico.


- No exageres y vámonos que he quedado con mi madre y estoy de afán.

- Por eso no te preocupes. Si no encontramos problemas de tráfico te dejaré allá en unos minutos y me iré donde mis padres. –La mantiene entre sus brazos, la besa y añade.- Vamos, pero que conste que me fastidia separarme de ti porque hoy apenas nos hemos visto y yo prefería ir al apartamento.


- Ya ireeemos. Key? –Le toma la cara entre las manos y le besa.

- Siempre. Todas las tardes. Promételo! –Ruega él devolviendo el beso.


- Mmm… bueno… alguna vez. –Concede ruborizada.

- Nada de “alguna vez”. Siempre que podamos. –La corrige.


- Vale, cuando podamos. –Accede para dejar el tema.

Armando, ya satisfecho, la estrecha más y la besa amorosamente. Luego pregunta:

- Dónde quieres que te lleve? Conoces alguna tienda?

- No conozco ninguna, pero llamé a doña Catalina para preguntarle y me ha recomendado una. Clara´s, se llama. Me dijo que iba a llamar ella para hablar con la encargada y explicarle. Te parece bien?


- Estupendo porque Cata tiene un estilo elegante y discreto que me agrada mucho. Hala, vamos!

La da una palmadita cariñosa en la nalga, la enlaza por la cintura y la guía hacia el ascensor.

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Betty se baja del coche al mismo tiempo que doña Julia lo hace de la buseta, se saludan con un beso y caminan hacia la tienda.

Inmediatamente se acerca a ellas una señorita.

- Puedo ayudarlas en algo?

- Eso espero. –Contesta Betty y le explica.- Vengo de parte de doña Catalina Ángel y…


- Ah! –La interrumpe sonriente y afirma más que pregunta.- Usted es la señorita Beatriz Pinzón.

- Sí, soy yo. Verá, es que mi novio y yo hemos decidido casarnos y necesito un vestido de novia para dentro de un mes…


- Ya. Eso nos explicó doña Catalina.

- Ajá! Será posible? –Pregunta inquieta a la vendedora.


- Lo será sólo en el caso de que le sirva alguno de los vestidos que tenemos confeccionados o haya que hacerle pequeños retoques, porque si no es imposible hacerle uno en un plazo tan breve. Ya se lo he dicho a la señora Ángel.

- Comprendo.


- Pero no se preocupe porque tenemos una gran variedad de estilos y seguro que encuentra su vestido ideal. Ahora síganme y les enseño lo que más pueda favorecerla.

Van hasta una mesa, toman asiento y hojean unos álbumes llenos de fotos de modelos luciendo vestidos de novia. Ella les va mostrando los que tienen disponibles en la tienda en ese momento de su talla y Betty elige los que más le gustan.

- Esperen un momentico y ahora mismo se los traigo.

Uno tras otro Betty se los prueba en un amplísimo probador, y entre madre e hija terminan decidiéndose por uno que la sienta tan bien como si hubiera sido diseñado pensando en ella, de modo que sólo tendrán que hacerle unos mínimos ajustes.

- He tenido suerte. –Suspira al quitárselo.

- Desde luego, porque con un plazo de tiempo tan reducido habría sido muy complicado, casi imposible si usted llega a tener otras medidas. –Comenta la empleada.


- De verdad que le gusta, Bettyca? –Pregunta doña Julia inquieta por si Betty no está convencida y sólo ha elegido uno acuciada por la necesidad.

- Sí, mamá, me gusta mucho y yo creo que con el arreglo que le van a hacer me quedará como un guante.


- Vale, m´hija, me alegra oírla decir eso porque no quiero que vaya a disgusto.

- Tranquila. –Se vuelve a la otra y pregunta.- Cuándo tengo que venir a probarme?


- Dentro de diez días.

- Perfecto.


Dejan una cantidad en concepto de señal y salen a la calle.

- Ahora, mamá, vamos a relajarnos tomando un tintico en una cafetería. Ande, que la invito.

- De acuerdo, vamos porque la verdad es que necesito serenarme pues estaba muy agobiada temiendo que no hubiese tiempo suficiente. Buf, por fin respiro!


- Tendremos que salir otras tardes para buscarle vestido a usted y traje a papá.

- Y su ajuar, m´hija. Y su ajuar… Vamos a estar ocupadas muchas tardes.


- Ya veo. –Betty piensa en el interés que tiene Armando por ir al apartamento, y en que va a ser más bien difícil darle gusto.

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Armando entra en casa de sus padres jovial y contento, convencido de que una actitud decidida y animosa frenará las pegas que puedan poner sus progenitores.

- Mamá, papá, necesito vuestra ayuda.

- Hijo, qué te sucede? –Pregunta ella preocupada.


- Cuál es el problema, Armando? –Su padre se incorpora serio.

- Tengo tremendo problema pero es muy agradable. –Ríe feliz.- Necesito un traje de novio para mí.


- Hijo, cómo así? -Doña Margarita también se pone de pie de un salto.

- Es una broma… -Afirma el padre incrédulo.


- Me caso dentro de un mes, de verdad. –Abraza a su madre.

- Un mes? Has dejado embarazada a alguna joven? –Dice don Roberto en tono acusador.


- Es eso, Armando? –Con temor.

- Cómo pensáis eso de mí? Yo siempre me he cuidado muy bien y además ya soy juiciosito.


- Entonces… no entiendo las prisas. –El padre vuelve a sentarse.

- Bueno, y quién es ella? –Pregunta doña Margarita con curiosidad.


- Es la única mujer a la que he amado. Me enamoré de ella hace casi un año, pero no lo supe hasta que pasó un tiempo. Luego hemos tenido altibajos en la relación y algún malentendido en los últimos meses, pero yo sé que para mí sólo existe ella…

- Entonces Marcela tenía razón. Había otra! –Le corta don Roberto con severidad.


- Sólo en parte porque yo sentía por ella en silencio. –No va a contar más de lo imprescindible.

- Cortaste con Marcelita por ella?


- Corté con Marcela porque no la amaba ni la soportaba, y porque además no iba a casarme con ella estando enamorado de otra mujer. –Razona Armando.

- Pero dinos ya quien es! –Exige la reina impaciente.


- Es Betty. Beatriz Pinzón.

- La doctora Pinzón? –Dice don Roberto frunciendo el entrecejo.


- Tu asistente? –Pregunta la madre perpleja.

- Sí, ella es mi futura esposa.


- Vaya, Armando! Me sorprendes por segunda vez en unos minutos. Primero al anunciarnos que te vas a casar en breve, y después al comprobar que no es con una niña frívola y vacía, sino con una joven formal, inteligente, seria y responsable. Hijo, ven a mis brazos y que sea enhorabuena!

Se abrazan, y el padre, orgulloso, da cariñosas palmadas en la espalda de su hijo.

- Tú no me felicitas, mamá?

- Sí, Armando, claro. Dame un beso. –Con poca efusividad.- Recuerdo que os vi bailar hace unos días cuando se presentó la colección. Me llamó la atención pero ni se me ocurrió sospechar algo así. Y por qué tan pronto?


- Porque cuando fuimos a hablar a la parroquia, sólo quedaba libre gracias a una anulación el siete de abril. En caso de no aceptar esa fecha tendríamos que esperar ocho meses, y como eso no nos provocaba nada…

- Entiendo.


- Pero ahora dime: quieres ser mi madrina?

- De mil amores! –Intenta motivarse y parecer encantada ante su hijo.- Pero cuéntanos algo porque lo has tenido muy en secreto. Cuánto tiempo lleváis saliendo?


- Pues llevamos poco tiempo de novios, pero los dos estamos seguros de nuestros sentimientos.

- Y conociendo tu debilidad por las modelos, tu vida de rumbas nocturnas y la poca lealtad que guardaste a Marcela… confía en ti? –Vuelve a preguntar don Roberto.


- Me ha costado lo mío, no creas. Pero al fin lo he conseguido.

- Pero lo que yo no entiendo… -Doña Margarita se resiste ante la sonrisa comprensiva de su marido.- …es por qué ahora tienes tanto interés por casarte cuando con Marcela te negabas de modo tan recalcitrante.


- Muy sencillo, mamá. Marcela no me movía el piso y Betty sí. Ésa es la diferencia. Con ella quiero casarme, tener hijos, formar una familia…

- Armando, te desconozco. No sólo quieres casarte, sino también tener hijos! Ésos a los que llamabas “pequeños monstruitos” y, según decías siempre, te daban alergia.


- Pues ya ves que la mujer adecuada hace milagros.

- Ya veo, ya…


Doña Margarita mira a su hijo largamente, muy asombrada por las inesperadas declaraciones. Sin embargo don Roberto está encantado con la decisión de Armando y con la elección de novia que ha hecho.

- Y cómo has pensado ir vestido? De chaqué o con traje normal?

- La verdad es que no he decidido nada todavía. Apenas fue ayer cuando supimos la fecha y…


- Se lo puedes decir a Hugo. –Sugiere el padre.

- Ni modo! Él siempre ha sido un grosero con Betty y no quiero que tenga la menor relación con mi matrimonio ni con mi vida privada.


- No sabía. Luego me hablas de eso, pero en ese caso podemos ir al taller de Iravedra. Sabes quién es?

- No le conozco pero he oído hablar muy bien de él. Está especializado en trajes para ceremonias, sí?


- Exactamente. –Le ofrece don Roberto.- Si estás de acuerdo le llamo mañana para pedirle una cita urgente.

- OK! Ya me dirás entonces cuando puede atendernos.


Padre e hijo se sienten muy satisfechos, y van al mueble bar a servirse una copa para brindar por la nueva pareja mientras la madre encaja la feliz noticia lo mejor que puede.

CONTINUARÁ…

- Podemos ir al taller de Iravedra. Sabes quién es?

- No le conozco pero he oído hablar muy bien de él. Está especializado en trajes para ceremonias, sí?


- Exactamente. –Le ofrece don Roberto.- Si estás de acuerdo le llamo mañana para pedirle una cita urgente.

- OK! Ya me dirás entonces cuando puede atendernos.


Padre e hijo se sienten muy satisfechos, y van al mueble bar a servirse una copa para brindar por la nueva pareja mientras la madre encaja la feliz noticia lo mejor que puede.

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Capítulo XIII.- Y ahora explícanos, Armando.

Doña Margarita sigue intentando mostrarse tan feliz como ellos.

- Yo también me ocuparé mañana mismo de mi traje de madrina, pero tendré que pensar donde voy porque como no quieres que Hugo tenga relación con tu matrimonio…

- Así es, mamá. Comprendo que te causará alguna molestia, pero te agradeceré que no acudas a él.


- Bueno, hijo, no te preocupes. Y si es tan imprudente como para preguntarme el porqué, le diré lo que nos has dicho: que siempre ha sido un grosero con tu prometida, y no queremos que intervenga.

- Exacto. Las cosas claras.


- Y ahora explícanos, Armando. Es que Lombardi le falta al respeto a Beatriz?

- Ahora ya no. Eso fue al principio, cuando Betty empezó a trabajar con nosotros y su aspecto físico chocaba tanto. Entonces lo hacía de continuo llamándola “moscorrofio” y cosas por el estilo.


- Y tú lo consentías?

- No, papá! Cómo piensas? Él no lo hacía en mi presencia y Betty nunca me lo dijo, pero quien sí lo sabía era Marcela. Vuestra Marcelita, que también la insultaba llamándola “garfio” y “asistonta”.


- Eso es imposible, Armando. Tienes que estar equivocado. Ella es una señorita dulce y educada.

- Mamá, no me hagas reír. Quítate la venda de los ojos y verás a Marcela tal como es.


- Margarita, recuerda las numerosas pataletas que hemos sufrido a Marcela a lo largo de la vida. –Interviene don Roberto.- Se pone violenta y desagradable, y paga su mal humor con cualquiera. Yo me la imagino perfectamente, abusando de su poder como accionista para intimidar a un empleado que se resiste a hacer lo que ella ordena.

- Pero por qué iba a hacer eso con Beatriz? –La reina se resiste a aceptar que Marcela haya insultado numerosas veces a Betty.


- Porque ella quiso imponerme de secretaria a su íntima, a la inútil de Patricia Fernández para tenerme controlado, pero yo elegí a Betty por su impresionante hoja de vida.

- Y desde entonces viene el asunto? –Pregunta don Roberto muy interesado.


- Sí, pero además siempre ha odiado a Betty porque se le metió en la cabeza que me cuadraba las citas con las modelos. Como si Betty no tuviera otra cosa que hacer en Ecomoda que ocuparse de las aventuras de su jefe y como si yo no me bastase solo para ello.

- No le pediste que hiciera eso ninguna vez? –El padre muy serio.


- Nunca.

- Entonces, por qué le dio esa manía?


- Pues muy sencillo, porque yo le entregué mi agenda personal diciéndole que había datos confidenciales, y que por nada del mundo debía caer en manos de Marcela y de Patricia.

- Y por qué tanto secreto? –Pregunta la madre.


- Porque es la agenda del presidente de la empresa, Margarita. –Se adelanta don Roberto cargado de razón al pensar que eran datos empresariales.

- Pero no entiendo qué interés podía tener Marcelita en los contactos profesionales de Armando. Por qué esa curiosidad…?


- Es que allá tenía yo los teléfonos de muchas “gacelas”… -Confiesa.- Esos datos son los que de verdad importaban a mi exprometida.

La madre se queda muy sorprendida, y el padre le mira con gravedad entornando los ojos.

- Todo aquello acabó cuando me enamoré de Betty, papá. –Explica él justificándose.

- Esa agenda dónde está ahora?


- Sigue en manos de Betty.

- Y qué planes tienes para ella? –Pregunta el padre con severidad.


- Ninguno…

- Pues ya es hora de que tomes alguna decisión a ese respecto.


- Tienes razón, papá. Mañana le diré que la destruya.

- Es lo mejor que puedes hacer, hijo.


- Señora… -Pregunta la mucama desde la puerta.- Don Armando se quedará a cenar?

- Sí, ponga un servicio en la mesa para él.


- Pero, mamá, yo…

- Nada, nada… tienes que terminar de contarnos. A ver, sigue.


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Armando regresa muy tarde a su piso y no se atreve a llamar a Betty, pero le manda un mensaje al móvil para recordarle que la recogerá por la mañana.

A las siete y media en punto, Armando para el coche ante la casita y Betty sale rápida a su encuentro.

- Buenos días, mi amor. Beso. –Reclama.

- Buenos días, Armando. Chuik! –Se dan un piquito.


- Mmm, de momento vale con éste, pero prepárate cuando lleguemos al ascensor.

- Ah, sí? Tengo que echarme a temblar? –Bromea ella.


- Sí, porque voy a apretar el botón de stop.

- Me encanta la idea. –Sonríe traviesa y cambia de tema.- Fuiste a casa de tus padres?


- Sí, estuve con ellos hasta muy tarde y cuando volví no te llamé pensando que ya estarías dormida. Viste el mensaje?

- Esta mañana.


- Ahora dime si encontraste vestido a tu gusto.

- Ajá! En la primera tienda que me recomendó Cata. Un milagro.


- Debiste ir a alguna más.

- Para qué si me gustaba uno?


- Bueno, y lo tendrán a tiempo?

- Sí. Fue mi día de suerte. Es sencillo y muy bonito. Estoy segura de que te gustará. Y ahora cuéntame cómo te fue a ti.


- Pues llegué a casa de mis padres, les conté todo y al principio se extrañaron de que quisiera casarme… y tan pronto…

- Y conmigo… -Apunta ella.


- Sí, se sorprendieron mucho de que fuera con una joven… cómo dijo mi padre? –Hace memoria.- …formal, seria y responsable, y no como esas “señoritas” con las que acostumbraba a salir. Se alegró mucho y me dio la enhorabuena con un gran abrazo.

- Tu padre siempre ha tenido buena opinión de mí, pero qué dijo doña Margarita? Ella seguro que no…


- Mi madre también se quedó desconcertada por mi decisión, pero no porque fueras tú… -Lo endulza.- …sino porque pensó que había dejado embarazada a alguna de mis modelitos. Eso fue lo primero que sospecharon los dos por la premura de la boda.

- Lo del embarazo va a pensarlo casi todo el mundo, pero ya se desengañarán. –Comenta Betty.


- Pero no esperaremos mucho para ser papás, verdad, mi amor? –Pregunta él muy cariñoso entrando al aparcamiento.

- Prisas! Prisas! Prisas! También estaremos de afán para tener un bebé? –Finge agobio.


- No quieres que tengamos hijos? –Preocupado.

- Sí, pero a su tiempo. Quiero disfrutar mi vida de esposa consentida una temporadita y no pasar en unos pocos meses de la esclavitud de hija a la de madre. Además… -Baja la voz.- …quiero tenerte para mí sola durante una temporadita.


- Está bien, cuando tú quieras escribimos a la cigüeña. –La atrae con cariño.

Caminan hasta el ascensor, entran y Armando pulsa consecutivamente los botones del segundo piso y el de stop.

- Y ahora, preciosa mía, a mis brazos que lo prometido es deuda.

Betty da un paso hacia delante, sube las manos para unirlas tras la nuca de él y pegándose bien le da un primer beso que corta la respiración.

- Te gusta así? –Le pregunta al separarse.

- Me enloquece. Sigamos. –Contesta con voz ronca y añade.- Vas a ver que rico lo vamos a pasar esta tarde en el apartamento.


- Ayyy… -Se lamenta Betty.

- Te he apretado demasiado?


- No, pero no sé si tendré que ir hoy con mi madre a buscarle traje para la boda.

- Ayyy… -Dice él ahora.


- Lo siento, mi amor.

- No es por ti. Es que acabo de recordar que mi padre iba a llamar hoy a un sastre de ropa de ceremonia para pedirle cita y encargarme mi traje. Es que, sabes? No quiero que Hugo intervenga para nada en nuestro matrimonio por lo desconsiderado y cruel que ha sido contigo.


- Te lo agradezco porque a veces ha sido terrible.

- Lo sé y por eso lo hago.


- En fin, tendremos que esperar a otra tarde, aunque no va a ser fácil porque mi madre dice que debemos ir comprando mi ajuar.

- Y si nos escapamos a la hora de comer?


- Como quieras… -Contesta ella con aparente poco entusiasmo.

- Veo que no te provoca, Betty.


- No es eso, Armando, qué pena contigo! –Se ruboriza.- Es que hablar de eso me da apuro…

- Bueno, pues si quieres sólo salimos a comer. –Resignado.


- Yo también deseo lo que tú. –Exclama colorada como una amapola.- Sólo que me da “pena”…

- Tan vergonzosa! –La estrecha y besa con dulzura.


- Mmm… qué rico! –Dice con los ojos cerrados mientras le apoya la cabeza en el hombro.- Qué lástima tener que seguir el viaje a la planta ejecutiva…

- No queda otra. Preparada?


- Qué remedio… -Se lamenta.

Se separan un poco y Armando aprieta el botón del segundo piso.

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Al abrirse las puertas se encuentran a Aura Mª pulsando como una loca el interruptor de llamada.

- Ay, doctor, buenos días. Creí que se había averiado porque lleva mucho tiempo la luz encendida y no subía. No se habrán quedado atrapados?

- Buenos días, Aura Mª. No sé qué le puede haber pasado, pero a nosotros nos ha funcionado perfectamente.


Y no miente porque el ascensor ha hecho en todo momento lo que él ha ordenado.

- Está estropeado el elevador? –Pregunta Sandra acercándose.

- No, pero ha estado mucho tiempo parado con el chivato encendido, y por más que lo llamaba, ni modo! –Repite la explicación la recepcionista.


- Se han quedado encerrados dentro? Yo me pongo muy nerviosa cuando…

- Les digo que el ascensor funciona perfectamente, carajo! Quieren dejar ya el tema? –Explota Armando.


- Les ha pasado algo en el ascensor? –Llega Berta cuya antena acaba de percibir la señal de alerta.

- Han tenido algún problema, doctor? –Se interesa Sofía que ha seguido a su amiga.


- Que NO! No hemos tenido ningún problema, señoras. –Armando, harto y enfadado, alza la voz mientras les rodean las solícitas secretarias.- Lo he parado yo para dar un beso a mi futura esposa sin que nadie se enterase ni nos molestase, pero ya ven que he fracasado totalmente. Satisfechas?

- Sí, doctor.


- Ni más faltaba!

- Claro, don Armando.


Contestan todas muy cortadas.

- Buenos días. –Habla Betty por primera vez, conteniendo la risa, y se escabulle dejando allí a todos.

- Y ahora, si me permiten, voy a empezar con mi trabajo. –Alcanza a Betty y caminan muy dignos hasta la puerta de sus respectivos despachos. Entonces la dice acercándose a su oído.- Ven dentro de un ratico, cuando se calmen esas chismosas.


- Key, señor presidente. –Sonríe con gesto pillo.- Hasta luego.

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Cuando a media mañana Betty le lleva unos documentos para que los revise y firme, le encuentra con una sonrisa de oreja a oreja.

- Betty, estamos de suerte. Mi padre ha conseguido cita con Iravedra, el sastre más chic de la JET masculina, para mañana a las tres y media así que tengo esta tarde libre. No podrías tú…

- Está bien, lo intentaré. –No tiene razones para decir que no excepto la vergüenza, así que por él… y por ella, accede.- Llamaré a mi madre y dejaremos lo de su vestido para mañana.


- Así me gusta. –Se levanta y la abraza estrechándola contra él.- Que me consientas.

Se besan hasta que Betty reacciona.

- Fírmame esos informes y me voy corriendo antes de que se preocupen “por nuestra salud”las del cuartel.

- Ja, ja, ja! Has visto qué preocupación tenían con el dichoso ascensor?


- Tanta que han conseguido que confesaras. Oj! Oj! Oj! –Le acaricia la cara.

- Es que no veía la forma de cortar la preguntadera, y como sabía que tú ya les habías contado ayer que vamos a casarnos… les dije la verdad para que nos dejaran en paz y no vuelvan a preguntar.


- Es que piensas seguir parando el ascensor?

- Todos los días. Dónde nos vamos a saludar adecuadamente si no?


- Tienes razón. –Le da un beso.

- Dime “mi amor”. –Ruega él.


- Y eso?

- Es que no sé cuando fue la última vez que te lo oí.


- A ver, mi amor. Un besico más y me voy antes de crear curiosidad innecesaria entre las muchachas.

- Ay… ya te estoy echando en falta y aún no te has ido. –Comenta soltándola.- Anda, aprovecha antes de que vuelva a abrazarte y no te deje marchar.


- OK! Voy a hablar con mi madre para decirle que tengo una reunión inaplazable esta tarde. –Sale haciéndole un guiño de los suyos.

Está feliz, contenta, satisfecha. Más que nunca en su vida porque ahora está segura de que su amor por Armando es correspondido. Él mismo la ha llamado “futura esposa” ante sus amigas del cuartel.

Así pues, no puede seguir negándose a ir al apartamento porque ahora él se merece una novia cariñosa y eso es lo que va a tener.

CONTINUARÁ…



Está feliz, contenta, satisfecha. Más que nunca en su vida porque ahora está segura de que su amor por Armando es correspondido. Él mismo la ha llamado “futura esposa” ante sus amigas del cuartel.

Así pues, no puede seguir negándose a ir al apartamento porque ahora él se merece una novia cariñosa y es lo que va a tener.

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Capítulo XIV.- La cuidaré con mi vida.

Logra convencer a doña Julia para salir de tiendas al día siguiente y esa tarde se van muy felices al apartamento.

- Qué calladita vas! Estás nerviosa? –La pregunta al entrar.

- Armando, tú sabes que yo quiero estar contigo, pero ayyy… -Suspira.


- Ven… -Tira suavemente de su mano y la lleva hasta el dormitorio diciéndole bajito.- …que muy prontico vas a suspirar por otro motivo.

Se tumba vestido sobre la cama y la invita a tenderse a su lado.

- Échate aquí conmigo y nos daremos besicos. Eso te da menos vergüenza?

- Sí. –Responde rápida y obedece de buen grado.


Durante un rato permanecen abrazados, besándose suavemente y prodigándose tímidas caricias hasta que Armando rueda sobre la cama con ella y empieza a profundizar los besos y a colar las manos bajo la ropa.

Y como a Betty ya se le pasó la “pena”, poco a poco y botón a botón se deshacen de todo lo que les estorba.

Bajo la débil luz de la lamparita de la mesilla, los ojos de él la contemplan con adoración, luego la toma por el talle con suavidad, la atrae hasta sí y durante un rato se besan con pasión.

Al separarse, un travieso Armando la pregunta al oído con voz ronca:

- Dime si prefieres besos con la boca cerrada o abierta. –Le da un pequeño mordisco en el hombro.

Como respuesta Betty abre los ojos tanto como es capaz por la sorpresa.

- Y dime también si te gusta que te abrace tan estrechamente que te aplaste contra mi cuerpo… -Une la palabra a la acción.

Ahora Betty ahoga un gritito nervioso.

- También quiero saber en qué parte de tu cuerpo te producen más placer mis besos.

Ella va a protestar ruborizada, pero al ver el gesto pícaro de él se contiene comprendiendo que la está provocando.

- Mmm… no pienso contestarte, así que tendrás que descubrirlo tú solito. –Contesta juguetona.

- OK! Vamos allá.


Y sus labios empiezan a recorrerle el cuello y el hombro.

Los ojos de Betty se cierran mientras la ardiente boca de Armando va depositando suaves besos sobre su piel. No oculta su felicidad y se dedica a disfrutar el dulce contacto de esos labios cálidos y amorosos.

Le busca con su boca entreabierta y, cuando le encuentra un instante después, se unen con pasión saboreándose y compartiendo respiración.

Ella ya no piensa, sólo siente y deja hacer a Armando, que desliza sus manos acariciándola con ardor de modo que Betty se arquea contra él.

Desciende besando todo su cuerpo convirtiendo en brasas cada punto de piel que roza, y dejándola temblando de excitación.

Finalmente se abrazan estrechamente, entra en ella y se produce una explosión que les sacude violentamente.

El mismo fuego corre por las venas de los dos y la pasión les lleva a una dulce locura que les fusiona haciendo de ellos uno solo.

Luego permanecen unidos largo rato descansando uno en brazos del otro.

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La mayoría de las tardes siguientes están ocupados con los preparativos de la boda, pero siempre que se ven libres durante un rato, se van a su nidito donde pasan ratos muy ricos.

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Los días van pasando rápidos, casi empujándose unos a otros por los numerosos quehaceres pendientes, y pasito a pasito llega el más esperado, el siete de abril.

- Mamá, cuánto te falta? –Pregunta Armando alzando la voz desde el pie de la escalera y ya vestido con su chaqué nuevo.- No podemos llegar tarde.

- Tranquilo, hijo, que hay tiempo de sobra. –Le dice su padre bajando los últimos escalones y vestido como él.- Juanita está dándole algunos retoques y es cuestión de unos minutos.


- Es que se hace tarde… -Contesta inquieto.- …y tenemos que llegar pronto.

- Ya estoy, Armando, qué prisas! –Dice la reina apareciendo en lo alto de la escalera con un precioso vestido largo de color cereza y adornada con las joyas reservadas para las grandes ocasiones.- Jamás pensé que te vería tan ansioso con tu boda! Ya sé que Betty lo merece, pero como siempre huiste del matrimonio…


- Pues ya ves como cambió todo. Baja con cuidado no sea que esa falda larga…

- Te vaya a estropear el día. –Termina ella la frase riendo.


- Eso también, pero me preocupaba por ti, mal pensada. –Sonríe al ofrecerle el brazo y añade con galantería.- Estás deslumbrante, mamá. Igual me confundo y me caso contigo…

- Seguro que no, hijo. Ahora que he conocido mejor a Betty, sé que es una gran mujer. La que te mereces.


Se dan un beso con cariño y van hacia la puerta de la casa.

- Vamos, papá, que ya está Julián con el coche preparado.

- Ya estoy, Armando. –Contesta tras él.


El chófer les abre la puerta y se la mantiene abierta hasta que entran y se acomodan. Después ocupa su lugar ante el volante y arranca rumbo a la iglesia.

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En casa de los Pinzón la escena es parecida pero los nervios los sufre el padre.

- Julia, Beatriz Aurora, se está haciendo tarde! Pero se puede saber qué están haciendo ahí arriba tanto tiempo? No creo yo que para ponerse un vestido y abrocharlo sea necesario tardar horas…

Refunfuña todo el rato paseando por el piso de abajo como un león enjaulado.

DING! DONG!

Suena el timbre de la puerta y acude a abrir.

- Ya estoy acá, don Hermes. –Saluda Nicolás.- Déme las llaves de su vieja “tartana” para que la vaya arrancando y se caliente el motor, no vaya a ser que nos deje tirados y no podamos casar a la niña.

- Déjese de bromas de mal gusto, estómago con patas! Tenga, tenga las llaves y póngalo en marcha, pero no le dé al pedal más de lo necesario y gaste carburante inútilmente.


- Y Betty? No está todavía?

- No! Aún no, y yo estoy desesperado porque no me dejan entrar a la habitación pues dicen que las pongo nerviosas! Ponerlas nerviosas yo! Usted se lo puede creer? Ellas son las que me tienen a mí con los nervios desquiciados! Tantas prisas con la fecha de la boda y tanta parsimonia para ir a la iglesia. Mujeres! Quién las entiende?


Don Hermes sigue con su perorata y sus lamentaciones.

- Quiere que avise a mi madre para que venga a ayudarlas? Está esperando ahí fuera… –Ofrece Nicolás.

- Ni modo! Si dos tardan tanto, imagínese tres! Usted ocúpese del auto y yo voy a subir ya porque hoy acaban conmigo.


Pero no hace falta que suba porque al darse la vuelta se encuentra de cara con la madre y con la hija que bajan los últimos escalones.

- Al fin! Muy guapas! –Ni las mira.- Muy elegantes las dos, pero ahora mismo se me suben al coche que va a arrancar Nicolás. Ya!

- Hermes Pinzón! Ni se le ocurra ponernos las manos encima para empujarnos!


Su mujer protesta cuando le ve dispuesto a apoyarles las manos en la espalda.

- Estos tejidos son muy delicados y se arrugan con mirarlos, papá.

Refuerza a su madre al ver el estilo destemplado con que va a sacarlas de casa.

- Está bien! –Contesta el hombre fastidiado, pero se frena.

Betty lleva un vestido sencillo y muy bonito, sin adornos superfluos pero de corte perfecto y delicada caída. Lleva el pelo recogido, y pequeñas flores blancas van trenzadas entre los mechones.

Cuelga de su cuello la pequeña cruz de oro de su primera comunión y luce en las orejas los pendientes de perlas que le ha regalado Armando la última vez que estuvieron en el apartamento.

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Salen a la calle donde hay bastante expectación por ver a la novia, y nadie queda defraudado porque Betty está preciosa y les saluda con una espléndida sonrisa.

Después sube al coche con la ayuda de su madre y de doña Eugenia que le colocan cuidadosamente el vestido.

- Y ahora, vamos Nicolás, en marcha! –Anima don Hermes sentándose junto al joven.

- Venga, doña Julia, mamá, súbanse.


- No, m´hijo, yo me voy andando. No voy a arrugar el vestido a Betty.

- Pero, Eugenia…


- Nada, nada, que la iglesia está muy cerca. –Echa a andar por la acera.

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Cuando Nicolás detiene el coche ante la parroquia, Armando deja de hablar con sus padres y vuelve la cabeza hacia allá encontrándose con los ojos de Betty.

Mantienen unos segundos la mirada, luego él sonríe y haciendo un gesto con la mano la dice subiendo un poco la voz para ser oído.

- Te espero ante el altar mayor. No tardes.

Betty le devuelve la sonrisa ante la broma y asiente con la cabeza.

- Lo ve, Betty? Hasta su novio se lo dice. Llegamos tarde! Salga volada y vamos dentro.

- Pero, papá, si ya estamos aquí…


Mientras Armando recorre el pasillo central con su madre del brazo, ella baja del coche, espera a que doña Julia le coloque bien la falda del vestido, enlaza su brazo en el de su padre y sube los escalones de entrada al templo.

Al llegar donde está Armando, don Hermes levanta una mano de Betty y se la ofrece.

- Señor, le hago entrega del mayor tesoro que hay en mi casa y le ruego que cuide de ella como se merece.

Armando toma la mano y se la besa con delicadeza.

- La cuidaré con mi vida porque también es un tesoro para mí. –Contesta mirándola con dulzura.

A continuación, tomados de la mano, avanzan los pocos pasos que quedan hasta los reclinatorios que hay delante del sacerdote, y comienza la ceremonia en la que intercambian los votos nupciales jurándose amor eterno.

La celebración del matrimonio rodeados de sus familiares y amigos resulta emotiva y entrañable, y cuando ya casados salen del brazo al pórtico de la iglesia, reciben las muestras de cariño y las felicitaciones de todos ellos acompañadas de una copiosa lluvia de arroz y gritos a coro de “Viva los novios!”.

Después de un rato de besos, abrazos, parabienes y palmadas en la espalda, Armando empieza a impacientarse porque él lo que quiere es estar con su mujercita, y no que se la arrebaten continuamente de su lado.

Levanta la mirada buscándola, la descubre un poco más allá charlando con las muchachas del cuartel y va a por ella.

- Señoras, siento mucho interrumpirlas pero me llevo a mi mujer. –Toma a Betty del codo y la guía suavemente hasta el coche de sus padres.- Vámonos, mi amor. Ya no aguanto más sin unos cuantos besos tuyos.

- OK! Yo también quiero besos de mi maridito.


- Perfecto, así me gusta. –Abre la puerta trasera del auto para que entre Betty y se da la vuelta.- Papá!

- Sí, hijo?


- Nosotros nos vamos al club. Quieres que le diga a Julián que vuelva a recogeros?

- No hace falta, pues nos iremos con tu tío Miguel. Así vosotros podéis daros un paseíto… -Contesta don Roberto suponiendo que los recién casados están deseando quedarse a solas.


- Bien, papá, gracias! –Le guiña un ojo y entra al coche.- Julián, vamos al club dando un rodeo. No hay prisa.

- Sí, don Armando. –Responde el chófer y pulsa el botón que sube el cristal tintado que separa la zona delantera y trasera del vehículo, proporcionando intimidad a la pareja.


- Qué detalle… -Comenta Betty al ver cerrarse la abertura.

- Sí, voy a decir a mi padre que le suba el sueldo, pero ahora venga a mis brazos, señora Mendoza.


Se funden en un abrazo y durante el largo paseo por la ciudad que da Julián no se cansan de regalarse besos, caricias y “te quieros”.

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Les parece que sólo ha pasado un minuto cuando oyen unos golpecitos en el cristal y éste desciende un par de centímetros.

- Don Armando, desea que vayamos ya al club o sigo con el paseo?

- Mmm… cuánto tiempo llevamos “paseando”?


- Casi una hora, señor.

- Tanto? –Mira el reloj.- Está bien, llévenos allí.


- Sí, señor, ahora mismo.

El hombre sube el cristal dejándoles de nuevo a solas.

- Mi amor, dentro de unos minutos llegaremos. Te ayudo? –Se ofrece Armando.

- Sí, colócame esta florecita que se ha caído del pelo.


- Dónde quieres que te ponga la flor? –Pregunta mirando la cabeza desorientado.

- Por ahí, donde veas que queda mucha separación entre las otras.


- Pues aquí. –Se muerde la punta de la lengua y la prende en la parte de atrás.

- Y el vestido? Tengo que…


- No. Ya he podido colocar todo yo sola, pero está muy arrugado.

- Ha sido culpa mía. Lo siento.


- No lo sientas porque a mí también me gusta que me estrujes. –Confiesa Betty deslumbrante de felicidad.

- Bueno, si te digo la verdad… no lo siento nada porque lo hemos pasado bien rico.


- Sí, ha sido el mejor paseo de mi vida. –Da un piquito a su marido recién estrenado y mira por la ventanilla.- Creo que hemos llegado porque ahí veo a tus padres y a los míos.

- Sí, aquí es. –Dice según se para el coche.- Espera a que te abra la puerta Julián que mientras yo voy a salir por la mía y rodear el auto. Becho.


Comparten un besico rápido.

- Te quiero, marido.

- Y yo a ti, mi amor.


CONTINUARÁ…


- Sí, ha sido el mejor paseo de mi vida. –Da un piquito a su marido recién estrenado y mira por la ventanilla.- Creo que hemos llegado porque ahí veo a tus padres y a los míos.

- Sí, aquí es. –Dice según se para el coche.- Espera a que te abra la puerta Julián que mientras yo voy a salir y rodear el auto. Becho.


Comparten un besico rápido.

- Te quiero, marido.

- Y yo a ti, mi amor.


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Capítulo XV.- Cómo que lo pasó mal el doctor?

Se reúnen de nuevo con la familia y los amigos, y pasan dentro del salón donde se va a servir la cena.

Después de los postres Betty y Armando recorren las distintas mesas para hablar y hacerse fotos con todos los invitados, y a continuación una pequeña orquesta empieza a tocar.

Ellos dos van al centro de la pista, comienzan a bailar el vals y poco después muchos les imitan.

- Cómo me alegra verles ahora tan felices! Sobre todo a don Armando que lo pasó tan mal… -Comenta Freddy algo pasado de tragos.

Las del cuartel y Wilson le miran con curiosidad.

- Qué es eso de que lo pasó mal el doctor? –Pregunta Berta intrigadísima.

- Mal y bien mal. Requetemal! Si yo hablara…


- Hable, hable. –Le animan las otras oliendo carnaza.

- Verán, es que don Armando… -Parpadea pesadamente y calla para organizar los recuerdos en su embotado cerebro.


- Siga, Freddy. Vamos, grillito. –Le exhorta Aura Mª con mimos.

- Bueno, pues…


Todos acercan la cabeza para escuchar mejor el chisme que va a desvelarles el mensajero.

- El doctor llevaba mucho tiempo enamorado de Betty, pero ella no le paraba bolas y él ya estaba desesperado. En ese “tira y afloja” andaban, cuando el doctor Calderón tuvo el accidente que le impidió hacer la gira de las franquicias y le tocó hacerla al doctor Mendoza.

Hace una pausa para dar un trago del vaso que sujeta en una mano y todas le apremian impacientes.

- Freddyyy…

- No pare.


- Siga, hombre, que nos tiene en vilo.

- No se lo devuelvo hasta que no termine de contarnos, fresco, m´hijo! –Le dice Aura Mª quitándole el vaso.


- Reinita… -Ruega lastimero.

- Ay, qué estrés! Termine de una buena vez.


- En cuantico acabe de contarnos se lo doy. Hala, continúe!

- Bueno, por dónde iba? –Entorna los ojos pensando.


- Cuando don Armando tuvo que irse de gira. –Le recuerda Sofía.

- Ah, sí! Por lo de las franquicias. Bueno, pues cuando él andaba por esas tierras, lejos de Bogotá… le dio por aparecerse por acá a un papito de esos que a ustedes, las mujeres, les gustan tanto.


- Y qué tiene que ver eso con el doctor? –Pregunta Berta.

- No le interrumpa, que según está se le va el hilo. –Contesta Aura Mª.- Siga, Freddy.


- Y quién era ese tipo?

- Era un extranjero amigo de Betty que la llamó muchas veces, la visitó en Ecomoda y la invitó a salir con él varias veces…


- El francés de Cartagena! –Exclaman al tiempo Sofía y Mariana.

- Sí, era franchute. –Confirma.- Pues don Mario no perdió el tiempo y se lo contó por teléfono a nuestro apreciado presidente. Y éste le dijo que había que vigilar a la doctora y seguirla a todas partes cuando saliera con ese individuo ojiazul.


- Don Armando mandó seguir a Betty? –Pregunta Inesita sorprendida.

- Pero Betty era libre de salir con quien quisiera… -Objeta Mariana.


- Pues el doctor no era de esa opinión porque quería a Betty para él. –Razona Freddy.

- Y qué pasó?


Forman un corrillo con las cabezas muy juntas para no perderse la menor información y él contesta.

- Pues ni más ni menos que la doctora fue vigilada estrechamente mientras duró la gira de don Armando.

Concluye satisfecho del esfuerzo que ha hecho para recordar y contarlo.

- Pero Betty sólo salió un par de veces con aquel señor. Todo un caballero, por cierto. –Opina Mariana.

- Por si acaso. El doctor no se fiaba.


- No se fiaba de Betty??? –Pregunta Inesita indignada.

- Vean, es que él estaba enamorado de ella hasta los huesos, y ella en aquel tiempo no quería saber nada de él.


- Pues “ajo y agua”. –Responde tajante Sofía.

- Yo no me lo creo! –Exclama Mariana.


- La verdad es que yo tampoco sé a qué atenerme, porque con la tajada que tiene éste… -Murmura Aura Mª.

- Pues claro! Qué va a saber él de los asuntos de don Armando? –Vuelve a intervenir la costurera.


- Sé todo con respecto a esa historia. –A Freddy le brillan los ojillos.

- Puede saberse por qué? –Le pregunta su grillita.


El mensajero lleva un rato sin beber y parece que se ha despejado un poco.

- Quién diría usted que tuvo el gran honor de cumplir la importante misión que me encomendó el doctor Calderón?

- El doctor Calderón o el doctor Mendoza? –Intenta aclarar Inesita.


- Bah! Déjenlo que está pasado de tragos.

- Sé perfectamente lo que me digo! Quién habló conmigo todas las veces fue el doctor Calderón, pero él y don Armando estaban en contacto permanente.


- Vamos, Freddy, me cuesta creer que don Mario le contase sobre el enamoramiento de su “hermano”. –Cuestiona Inesita.

- Es que no me lo contó así. Él puso la excusa de que no conocíamos a ese tipo… que podía ser un aprovechado… que Betty era una chica buena y muy inocente… y que por eso me encargaba seguirla. Para protegerla.


- Y usted se lo creyó? –Pregunta Berta.

- Al principio, sí. Pero luego empecé a sospechar cuando se fue el francés y yo tuve que seguir vigilándola hasta que volvió don Armando. Entonces comencé a observarle y vi que el doctor estaba loquito por Betty.


Freddy ha logrado convencer a las muchachas del cuartel a pesar de estar achispado, y precisamente por esa razón no ha recordado que su misión fue absolutamente secreta, y esta indiscreción suya quizá pueda desencadenar algún problema en el futuro, pues esa información en posesión del cuartel…

- Vaya, vaya… y ahora ha conseguido conquistarla y ha preparado la boda a todo correr para que no se le vuele… - Deduce Sofía.

- Es muy posible… -Contesta Berta que entorna los ojos atando cabos.


- Ajá! Cuando un calavera se enamora… se enamora. –Sentencia Mariana.

Quedan en silencio y cada uno rumia para sus adentros la confidencia que Freddy acaba de hacerles.

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A propósito de calaveras, Mario baila con su adorada Sandra un poco más allá.

- Mario, me estás espachurrando.

- Acaso no te gusta? Porque a mí, mucho. –La contesta al oído.


- Sí, pero es que ahora estamos en público.

- Mmm… así que te agrada más cuando bailamos en privado, en el salón de mi apartamento… -Insinuante.


- Sí. –Contesta con timidez.

- Allí sí que lo pasamos rico, ah?


- Mario, no me hables de “eso”. –Se ruboriza.

- Bueno… cambiaremos de tema. –La atrae con cariño.- Lo estás pasando bien en la boda de tu amiga?


- Sí. Todo ha sido sencillo y entrañable, y ella va muy guapa. Ah, y don Armando también!

- Más guapo que yo? –Pregunta mimoso.


- No, tonto, eso es imposible. –Le acaricia la cara.

Así siguen bailando mucho rato prudente y razonablemente arrunchaditos, hasta que Armando con Betty de la mano toca el hombro de su amigo.

- Calderón, sigan disfrutando del baile. Sólo queremos despedirnos porque nosotros nos vamos.

- No me diga más, Mendoza! Están muy cansados… ha sido un día muy ajetreado… -Dice Mario burlón.


- Pues vea que sí. Ha acertado de pleno y estamos deseando irnos a dormir y descansar. –Le contesta Armando irónico con buen humor.

- Betty, ha sido un día maravilloso. –Sandra la abraza.


- Le deseo que su día especial no tarde en llegar. –La dice al oído y guiña un ojo.

Ellos dos también se dan un abrazo, se despiden luego de ellas, y los recién casados se encaminan a la salida cuando…

- El ramo! El ramo de la novia! –Se oye una voz.

- Betty, quieren que les tires… -Se vuelve a ella.


- Ya, ya. –Se gira hacia los invitados sonriente.- A ver, que se preparen las interesadas.

Ella toma nota mentalmente de hacia donde quiere dirigir el ramo, se vuelve de espaldas, cuenta hasta tres y lo lanza.

El ramo describe una parábola, gira sobre sí mismo varias veces, pasa sobre las cabezas de las chicas que se han agrupado para recibirlo y cae con absoluta precisión en los brazos de Sandra que mira a Mario coloradísima.

- Yo… yo no…

- Ja, ja, ja! Son cosas del destino, Sandrita. Ahora vas a tener que convencerme de las ventajas del matrimonio sobre mi vida de soltero. –La estrecha por los hombros y la besa en la sien.


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Armando y Betty aprovechan que todos están pendientes de Sandra para escaparse, y Julián les lleva al apartamento, eso sí, esta vez sin dar vueltas innecesarias por la ciudad.

El conserje del edificio, al ver a Betty salir del coche vestida de novia y reconocer a Armando les abre la puerta, llama al ascensor y les felicita efusivamente.

- Enhorabuena, don Armando y señora Mendoza.

- Gracias, Jacinto.


- Gracias. –Dice también Betty.

- Señor, imagino que no querrán ser molestados por nadie.


- Exacto. –Contesta Armando lacónico.

- Entonces sólo les llamaré si se produce una emergencia, y avisaré a Mariano para que lo sepa.


- Muy bien, hasta mañana. –Contesta él mientras se cierran las puertas del ascensor deseando quedarse a solas con su esposa.

- Quién es Mariano? –Pregunta Betty.


- El conserje del turno de día. –Responde rodeándola con sus brazos.

- Mmm… Espera un poquitico a que entremos en casa.


- No importa. Ya sabes que es directo.- La mordisquea el hombro.

- Aún así no me desabroches el vestido hasta estar dentro… que yo no me fío de estos elevadores que se abren dentro del piso.


- Ahora vas a tener “pena” conmigo?

- En el ascensor, más bien sí. –Teme que puedan abrirse las puertas en otra vivienda.


Llegan a la altura del ático, se abren las puertas y ellos pasan al recibidor del apartamento. Armando espera a que se cierren de nuevo para poner el seguro y se vuelve a ella sonriente.

- Más conforme?

- Absolutamente, mi amor. Ahora sí.


Y provocadora, se levanta hacia un lado el pelo y le ofrece un hombro desnudo dando a continuación una carrerita hasta el dormitorio.

Armando sonríe y acepta la provocación corriendo tras ella hasta alcanzarla en la puerta de la habitación, donde la abraza con fuerza y la besa gustoso el hombro y el cuello mientras desabrocha botón a botón la interminable fila que tiene el vestido a lo largo de la espalda de Betty.

Al fin consigue terminar, y lo dejan caer al suelo con la ropa que él se quita rápidamente y arroja a una silla.

Entonces él vuelve a rodearla con sus brazos, la acaricia lentamente y una cálida y cosquilleante excitación la inunda y hace temblar. Su mente empieza a girar enloquecida y se recuerda con la mayor satisfacción que Armando es su esposo para siempre.

Ante ese pensamiento se la escapa un suspiro y los labios de él aprovechan para apoderarse de su boca con besos hambrientos y devoradores.

Avanzan hasta la cama y una vez junto a ella, Armando apoya una rodilla en el colchón, la empuja suavemente y quedan tendidos sobre las sábanas.

Con su boca cálida y húmeda la incendia de pasión allá donde se va posando y con los dientes la muerde suavemente la cintura, las caderas y la sedosa piel del vientre, a lo que ella responde cerrando los ojos casi sin aliento y sintiéndose completamente dúctil bajo esas manos y esa boca.

Siguen disfrutando del juego un rato más hasta que con ojos ardientes y llenos de deseo Armando se coloca cuidadosamente encima y entra profundamente en ella.

Betty se mueve para recibirle y siente crecer palpitando en su interior una sensación arrolladora e indescriptible que la colma totalmente.

El placer aumenta intensamente hasta producirse un mágico y hermoso estallido de éxtasis que la hace arquearse contra él y sigue creciendo hasta fusionarles y convertirles en uno solo.

El tiempo se enlentece y eterniza antes de que ninguno de los dos vuelva al mundo real y luego se miran con ojos amorosos, se acarician tiernamente y se duermen entrelazados.

CONTINUARÁ…


 
El tiempo se enlentece y eterniza antes de que ninguno de los dos vuelva al mundo real y luego se miran con ojos amorosos, se acarician tiernamente y se duermen entrelazados.

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Capítulo XVI.- Ése! Ése tuvo que ser.

A la mañana siguiente ya está el sol muy alto cuando Betty se despierta porque hay algo que la molesta.

Abre un ojo a medias y un travieso rayo coincide con la pequeña abertura entre los párpados. Vuelve a cerrarlo de inmediato e intenta abrir el otro, pero el rayo es juguetón y también acierta con ese ojo.

Un poco molesta por el atrevimiento del astro rey, se sienta en la cama ya despierta del todo y se encuentra a Armando sentado frente a ella y jugando a darle reflejos del sol con un espejito.

- Así que eres tú el que anda enredando para despertarme… -Dice risueña entornando los ojos.

- Es que llevas mucho tiempo durmiendo y me aburro. –Se justifica sin el menor arrepentimiento y con una maravillosa sonrisa.


- Claro, ya veo que “cuando el diablo no tiene nada que hacer… con el rabo mata moscas”. Anda, ven aquí. –Le dice con dulzura y extiende los brazos hacia él.

- Jugamos? –Pregunta ilusionado.


- Vale, pero luego desayunaremos. Key?

- Key! Yo también tengo hambre de ésa.


Deja el espejo en la mesilla y se acerca a ella ronroneando como un gatito satisfecho.

Se recuestan abrazados uniendo sus bocas en un cálido beso que al poco se convierte en ardiente, y rápidamente el fuego se propaga por sus cuerpos de modo que hacen el amor apasionadamente. Como si hiciese meses que no habían estado juntos.

Se levantan mucho después, se ponen alguna ropa ligera por encima y van a desayunar a la cocina.

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- Ha sido buena idea tomarnos el día de hoy de descanso y no irnos de viaje hasta mañana. –Dice Armando repanchingado en el sofá después de desayunar.

- Sí, hacerlo hoy habría sido matador. –Contesta Betty desmadejada en un sillón.- Estoy agotada.


Y tal como están tendidos, los dos se quedan dormidos durante unas horas.

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Por la tarde preparan el equipaje, pasan otra rica noche de amor y por la mañana van tranquilamente al aeropuerto en un taxi.

Vuelan a Santa Marta, en la costa caribeña colombiana, y durante el vuelo Armando aprovecha para dar una cabezada ya que por la noche ha vuelto a dormir poco.

Betty en cambio se olvida del sueño, se pega a la ventanilla, y disfruta enormemente viendo desde el aire como si observara un mapa la cordillera andina, los cursos fluviales del Magdalena y del Cauca, la sierra Nevada, y por fin Santa Marta y… el mar.

- Armando, despierta. –Le sacude el brazo que está junto a ella.

- Mmm…?


- Despierta y abróchate el cinturón que vamos a aterrizar.

- Ya? –Se rebulle en el asiento aún dormido buscando el cinturón.


- Deja que te lo abrocho yo, pero ve despejándote.

- Gracias. Ya, ya me despierto.


Y efectivamente lo hace de golpe y con sobresalto en el instante en que las ruedas tocan el suelo por primera vez.

Recogen sus maletas de la cinta continua y las llevan rodando sobre sus ruedecitas hasta el mostrador de alquiler de coches, pues allá les esperan con uno que reservaron en Bogotá.

Guardan el equipaje en el maletero, se suben, y Armando arranca y toma la carretera que les lleva a Santa Marta.

- Te va a gustar mucho. Es una ciudad con unos trescientos mil habitantes que conserva un barrio colonial bello y romántico. Además sus gentes son acogedoras y cálidas.

- Y tiene maaar…


- Te gusta el mar, ah?

- Sí. Lo vi por primera vez cuando fui a Cartagena con Cata.


- Nunca me has contado nada de aquel viaje.

- No hay mucho que contar. Escapé por unos días de Ecomoda porque necesitaba tomar distancia para ver todo con perspectiva, y respirar aire fresco. –Dice con naturalidad y sin acritud.


- Afortunadamente todo aquel triste asunto quedó atrás hace mucho, y ahora el doctor Mendoza sólo se dedica a hacer feliz a la señora Mendoza.

- Así es y me encanta. –Le hace cosquillas en una oreja.


- A ver, recapitulemos: viste por primera vez el mar.

- Y me enamoré de él. Es bello, tentador y peligroso. Como tú…


- Como yo? Bello y tentador vale. –Acepta sin la menor modestia.- Pero peligroso… Si soy un gatito.

- Eres el tigre de Bogotá. Mi tigre.


Intercambian una mirada llena de amor y Armando sigue hablando.

- Bueno, si insistes… A ver, también cambiaste de peinado y de gafas… te compraste ropa muy favorecedora… y volviste hecha una mamita.

- Toda una mamita, sí señor. Y ayudé a Cata con el Reinado de Belleza. Ah! Y también monté en chiva.


- En chiva? Te gustó?

- Mucho. Cartagena de Indias es muy bonita y la iluminación nocturna de la parte histórica es maravillosa.


- Fuisteis las dos solas?

- No. Fuimos con un grupo del reinado y con un amigo de Cata.


- Ajá! Así que Cata tiene un “amigo”… -Bromea relajado.

- No seas malo, Armando. Es un amigo de verdad. Es francés, se llama Michel y es muy amable, educado… un encanto.


- Un encanto… -Repite Armando poniéndose serio de repente y entornando los ojos fastidiado.- Nadie es tan perfecto.

Y de pronto relaciona todo.

“Ése! Ése tuvo que ser el que vino a Bogotá a intentar robarme a mi Betty.” Se dice alarmado y celoso.- “Era franchute y venía de Cartagena.”

- Pues Michel lo es. –Dice Betty con seguridad y añade. –Y además es guapo.

Ahí ya Armando se siente morir como si le hubieran disparado al corazón. Se queda un rato callado, y cuando ella se da cuenta le pregunta:

- Estás muy silencioso. Acaso te has desorientado?

- No. Conozco esta zona muy bien porque he venido varias veces. – Se esfuerza para disimular que le ha afectado lo que ha dicho del francés.


“Al fin y al cabo he sido hábil y rápido, y ella ya es mi esposa. Le he ganado la partida al tipo.”

Tranquilizado por sus reflexiones vuelve a hablar.

- Mira, ya llegamos al mirador Taganga. -Detiene el coche en una zona de descanso que hay en un lado de la carretera y la anima.- Ven, desde aquí se ve entera la magnífica bahía de Santa Marta. –Se acercan a la barandilla.

- Uauuu! Es hermosísima! –Exclama Betty.- Ponte aquí que está el sol a favor y te hago una foto.


- Espera, se lo diré a alguien y nos la harán a los dos.

Dicho y hecho. Armando pide a una pareja que les haga la foto con la bahía al fondo, y luego él les devuelve el favor a los otros tortolitos.

Después siguen admirando el paisaje y Armando va explicando.

- Sabes que éste fue el primer asentamiento español en Colombia?

- Sí? No lo sabía.


- Lo eligieron porque la bahía es muy segura y los barcos quedaban muy protegidos y resguardados dentro de ella.

- Comprendo. Eso es muy importante. –Observa la bahía y pregunta.- Y dónde está nuestro hotel?


- En el centro de la bahía. Ves aquel edificio grande y blanco en primera línea de playa?

- El que tiene terracitas?


- Sí, ése es.

- Qué bien! Bajaremos a la playa en unos segundos. Sigamos, Armando, que tengo ganas de llegar.


- OK! Vamos.

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Rato después están en su habitación deshaciendo el equipaje y colocando la ropa en el armario.

Armando cuelga la última percha y abraza a su mujer por la espalda hundiendo la cara en el hueco del cuello.

- A ver, mi amor, qué te provoca más? Bajar primero a comer al restaurante y echarnos después una rica siesta… o echarnos primero la rica siesta y luego ir a comer?

- Cariño, no te ofendas pero prefiero comer primero. No vaya a ser que se nos haga tarde y cierren el restaurante. Ya tendremos luego nuestra siestecica, sí?


- OK, señora Mendoza! Sus deseos son órdenes. –Besa de nuevo su cuello y le da una palmadita en la nalga.- Voy a por la tarjeta-llave y bajamos.

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Comen en el restaurante del hotel y luego suben de nuevo a la habitación, donde juegan durante mucho rato con la excusa de dormir la siesta hasta que finalmente se quedan dormidos a causa del cansancio y de la falta de sueño.

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Cuando despiertan, se arreglan y salen del hotel.

- Vamos a dar un paseo por la bahía y podemos ir programando los próximos días. –Sugiere Armando.

- Eso tienes que decirlo tú que conoces esto, porque yo… -Se encoge de hombros sonriente.


- Veamos entonces. Mañana por la mañana iremos a la Quinta de San Pedro Alejandrino que es donde Simón Bolívar vino a reponerse, pero estaba ya en tan malas condiciones que murió poco después. Luego, por la tarde, visitaremos la Casa de la Aduana que es donde trasladaron su cuerpo para ser velado, y por último iremos a ver la catedral. Cómo te parece el plan?

- Simplemente perfecto. Oh! Mira esas copas de helado, Armando…


- Ya las veo. Son una auténtica tentación. Busquemos una mesa libre para sentarnos en la terraza de esa heladería. Yo quiero el mío con mucho chocolate.

- A sí? Pues veo peligrar la luna de miel. –Comenta Betty con picardía.


- Por qué dices eso? –Pregunta él descolocado.

- Porque dicen que el chocolate es sustitutivo del sexo.


- Ah! Pues por si eso es cierto lo pediré de vainilla. Por nada del mundo quiero sucedáneos así que renunciaré al chocolate…

- Oj! Oj! Oj! Se salvó la luna de miel. –Ríe feliz y relajada.


Se toman tremendas copas de helado de sabores “inofensivos”, y luego con el estómago a rebosar siguen planificando los otros días.

- Pasado mañana podemos ir al Parque Nacional Tayrona.

- Sí. No podemos dejar de visitarlo porque he oído decir que es muy interesante y además he visto documentales en la TV.


- Ese día nos bañaremos en una de sus playas. La del Cañaveral, por ejemplo, y después recorreremos a caballo las bahías, los manglares y los bosques, y también veremos el arrecife coralino.

- Y no podemos dejar de visitar las ruinas arqueológicas de los Tayronas que estudié en secundaria.


- Muy bien. A mí me gustó mucho cuando vi todo eso hace años.

- Y al día siguiente?


- Te llevaré a El Rodadero que está aquí al lado y tiene una playa maravillosa.

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Siguen haciendo planes que luego cumplen fielmente, de modo que pasan los días haciendo turismo por Santa Marta y sus alrededores, y las noches queriéndose mucho y descansando uno en brazos del otro mientras oyen romper las olas en la arena y la suave brisa que viene del mar mueve los visillos de la puerta de la terraza.

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Son felices, inmensamente felices. Felices con mayúsculas.

Y nunca ninguno de los dos en sus mejores y más optimistas sueños, habían osado imaginarse tan dichosos y plenos.

Betty porque no confiaba en él ni en su amor por ella, y no se hacía ilusiones de que algún día llegase a ser juiciosito y maduro, y además que estuviese realmente enamorado de Betty la fea.

Y Armando porque el matrimonio estaba colmando y sobrepasando con creces la idea que él tenía de ese vínculo.

Es cierto que fue él quien aceptó el órdago de don Hermes a la primera ocasión, pero en ese momento lo hizo principalmente empujado por los celos.

Por evitar que el fantasma del gabacho regresara y se llevara con él a su Betty. Porque Armando tiene muy claro desde hace mucho tiempo que Betty es suya, pero del matrimonio no estaba tan ansioso.

Contraer ese compromiso más bien le producía mucha aprensión, pero comprendió que de otro modo no iba a poder tenerla, que incluso la podría perder, y se lanzó al matrimonio de cabeza.

Ahora celebra haber tomado esa decisión porque la dulzura, amor y entrega de su esposa le tienen totalmente satisfecho de haber renunciado a su estimada soltería.

CONTINUARÁ…



Armando tiene muy claro desde hace mucho tiempo que Betty es suya, pero del matrimonio no estaba tan ansioso.

Contraer ese compromiso más bien le producía mucha aprensión, pero comprendió que de otro modo no iba a poder tenerla, que incluso la podría perder, y se lanzó al matrimonio de cabeza.

Ahora celebra haber tomado esa decisión porque la dulzura, amor y entrega de su esposa le tienen totalmente satisfecho de haber renunciado a su soltería.

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Capítulo XVII.- Su marido? Se ha casado?

Varios días después dejan la ciudad con inolvidables recuerdos y toman la carretera de la costa dirección a Barranquilla.

Aproximadamente media hora más tarde se detienen en Bocas de Ceniza para contemplar la desembocadura del Magdalena, que vierte ingente cantidad de agua al mar.

Después de hacerse fotos, suben al auto y continúan el viaje.

- Vamos, cicerone mío, cuéntame lo que sepas sobre Barranquilla.

- A ver que me acuerde… es una gran ciudad con un millón de habitantes, poblada de muchos árboles y muy alegre. También sé que la llaman la “Puerta de oro de Colombia” y es el primer puerto marítimo y fluvial del país.


- Cómo es que sabes tanto de esta zona, Armando?

- Porque he estado aquí un par de veces. Mira, ya llegamos.


- Dónde está nuestro hotel? También en la playa?

- No. Está en el barrio de El Prado. El mejor por su interés histórico y cultural.


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Durante los siguientes días se sumergen en el ambiente amable de Barranquilla y recorren el muelle histórico de Puerto Colombia, acuden al Museo Romántico, asisten una noche al teatro municipal Amira de la Rosa porque en este mes se celebra todos los años Barranquijazz, que le gusta mucho a Armando, y por último visitan el Parque Zoológico en el que recorren los diferentes hábitats de los animales del Caribe colombiano y de otras partes del mundo, mientras pasean bajo la sombra que proporcionan frondosos árboles.

Lo que no han podido vivir y disfrutar por no ser la época del año adecuada es el tradicional y popular carnaval típico de la ciudad, que se viene celebrando desde finales del siglo XIX, pero así tienen una excusa para volver en otra ocasión.

Cuando la última noche ven un gran espectáculo de fuegos artificiales, Betty se acuerda de los que vio en Cartagena, y lo comenta mientras contempla éstos con la espalda apoyada en el pecho de Armando.

- La última noche que pasé en Cartagena fuimos a una fiesta del Reinado, y al final hubo un gran castillo de fuegos artificiales.

- Ah, sí? Cuéntame. –Le dice al oído desde atrás.


- Antes de la fiesta, por la tarde, Cata y yo habíamos ido al taller de una diseñadora amiga suya, Silvia Tcherassi, para elegir algún modelo diseñado por ella con el fin de lucirlo y hacerle publicidad. Así que fuimos guapísimas sin gastar un solo peso.

- Cómo ibas vestida tú?


- Con un vestido largo de color fucsia y una estola de la misma tela.

- Un color muy favorecedor. Cómo siento no haberte visto, porque tenías que estar para comerte… -La muerde una oreja.


- Allí nos encontramos con Adriana Arboleda, Claudia Helena Vázquez…

- Y cómo fuisteis allá? Andando o en taxi?


- Ni lo uno ni lo otro. Michel, el amigo francés de Cata nos llevó en su coche.

Armando se tensa al oír el nombre y le aprieta las manos alrededor de la cintura.

- Ése tan encantador y tan guapo? –Pregunta con sorna.

- Sí, es amable y bien parecido. –Le mira de reojo recelando algo.


- Bueno, y cómo acabó la noche? –Muertico de celos.

- Pues llevándonos al hotel y yéndose él a su casa.


Le ha notado molesto y prefiere no contarle que volvió al hotel sola con Michel en el descapotable, y que dieron una vuelta por la ciudad vieja iluminada.

- Igual te provoca que pasemos a saludarle cuando mañana vayamos a Cartagena… -La dice con sarcasmo.

- No, Armando. No tengo ningún interés en ir a verle. –Simula no haberse dado cuenta del humor de mil demonios que se le ha puesto.


Él se dice para sus adentros que no tiene motivos para reclamar nada a Betty, y se esfuerza por controlar sus celos, así que siguen contemplando los fuegos artificiales, y cuando suena la traca final dando por concluido el espectáculo, propone ya más tranquilo…

- Volvemos al hotel dando un paseo?

- Key! Será nuestro último paseo por Barranquilla.


- Sólo de momento, porque dentro de un tiempo repetiremos. Quieres?

- Claro, mi amor. Será muy bonito revivir nuestra luna de miel.


- Y para entonces quizá vengamos acompañados por algún pequeño Mendoza Pinzón. –La estrecha y besa.

- Me encantará, pero no tengas afán.


- No te entusiasma la idea de tener hijos? –Pregunta él un poco sorprendido.- Hasta hace poco era yo el reacio, pero contigo sí quiero formar una familia.

- Sí deseo tener hijos, lo que ocurre es que siempre he estado bajo la férrea disciplina impuesta por mi padre, y ahora necesito tener un tiempo en el que podamos entrar y salir con libertad de horarios para hacer lo que nos apetezca. Si tuviéramos enseguida un bebé, habría disfrutado muy poco ese privilegio. Comprendes?


- Comprendo, esposa, pero te das cuenta de lo poco que nos hemos cuidado en estos días pasados? –Levanta las cejas.

- Sí, eso ha sido por un exceso de “entusiasmo”, pero creo que no había peligro todavía. A partir de ahora es cuando no podemos olvidarnos, porque igual damos en la diana…


- Sea como guste la señora.

Llegan al hotel y se retiran a su habitación dispuestos a pasar otra romántica noche.

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A la mañana siguiente emprenden el corto viaje hasta la ciudad caribeña, y como Cartagena ya la conocen los dos no se dedican a hacer turismo, sino a disfrutar de la playa por las mañanas, a pasar las horas de más calor atrincherados en su habitación, con el aire acondicionado puesto y saboreando ricas siestas que no duermen, y a recorrer la bella ciudad costeña por las noches.

En una de esas salidas nocturnas, están cenando plácidamente en la terraza de un restaurante cuando se les acerca alguien muy sonriente.

- Betty!

Ella se levanta bastante confundida por el inesperado encuentro, y según se pone en pie recibe un beso de Michel en cada mejilla.

- Don Michel…

Armando, totalmente desconcertado por la familiaridad del francés, no reacciona de inmediato y sólo le mira taladrándole con los ojos.

- Qué alegría me da verla! Cómo no me dijo que venía a Cartagena?

- Vera, don Michel… -Responde muy azorada mirando a Armando por el rabillo del ojo.


- Déjese de “don” y llámeme por mi nombre. –Contesta desenfadado.

- OK! Michel, quiero presentarle a mi marido.


- Su marido? Se ha casado? Tan pronto? –Se gira a mirarle.

- Así es. –Contesta seco Armando levantándose.- Y como imagino que la siguiente pregunta será “con quién”?, tengo el placer de comunicarle que conmigo: Armando Mendoza.


- Pero, Betty… por qué? –Se le ve abatido.- Por qué con él?

Armando está a punto de contestarle sin muchas contemplaciones que eso no es asunto suyo cuando Michel reacciona.

- Perdón! Perdón a los dos. Comprendo que no soy quien para preguntarle sus razones… Encantado de conocerle, señor Mendoza. –Se gira de nuevo a ella.- Betty, le deseo que sea muy feliz. Sigan cenando, por favor, y por supuesto están invitados.

El francés se va como alma en pena a su despacho y cierra la puerta con un golpe seco que aunque no rompe el cristal le hace vibrar unos segundos, y a continuación suelta por su boca toda una sarta de improperios en el más puro idioma de Molière y Víctor Hugo.

- FEMMES!!! Qui les comprend? Ma petite Betty mariée avec Armando Mendoza! N´est pas possible!

El maître que le ha visto pasar alteradísimo y cerrar el despacho con un portazo, le sigue perplejo cruzándose con las miradas interrogantes y extrañadas de los camareros, acostumbrados al buen carácter de su jefe.

“Qué puede haberle pasado a monsieur Doinell que le ha contrariado tanto? Él que es tan apacible y equilibrado?”

Duda unos instantes ante la puerta, pero como sigue oyéndole jurar en francés, el buen hombre decide dejar que se tranquilice y no le interrumpe la diatriba.

Por su parte, Armando que está más o menos como Michel empuja su plato con el pescado a medio comer hacia el centro de la mesa y pregunta serio.

- Vas a querer postre?

- Si de regreso al hotel me invitas a un helado… -Acepta Betty también deseando irse a causa del mal ambiente que ronda por allí.


- OK! –Se vuelve buscando al camarero.- Por favor, tráigame la cuenta.

- Pero monsieur Doinell dijo…


- No quiero deberle nada a ese tipo. –Dice sacando la tarjeta de crédito.- Tenga, y tráigala pronto que tenemos prisa.

- Está bien. Vámonos.


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Se compran el helado en un puesto callejero y regresan al hotel caminando de la mano mientras se lo comen.

Él sigue silencioso, taciturno y molesto, y cuando cierra la puerta de la habitación reprocha:

- Creí que no tenías ningún interés en él…

- Y así es. No pensarás que yo quise verle? –Contesta incrédula.


- Sí, porque de todos los restaurantes de Cartagena fuimos a cenar al suyo. Por eso… -Mantiene bajo el tono de voz pero está muy enfadado.

- Tú piensas que yo sabía que era ése?


- Sí, eso me temo.

- Pues estás muy equivocado.


- Estuviste aquí varios días con él. –Acusa.

- Estuve aquí varios días con Cata… –Le corrige.- …a Michel le vi solamente en tres o cuatro ocasiones, y ninguna de esas veces fui a su restaurante… ni oí donde estaba situado… ni su nombre… ni nada a ese respecto que me permitiese identificarlo.


- Entonces ha sido una casualidad? –Pregunta frunciendo el ceño.

- Ya te lo he dicho, Armando. Es que no confías en mí?


La mira a los ojos enfurruñado y luego dice bajito…

- Sí. –Baja la cabeza, se acerca a ella y le pone las manos en la cintura.- Contigo soy celoso por primera vez en mi vida. Y te ha besado…

- En las mejillas. –Dice ella suavemente.


- Pero besado al fin. –Recalca él.- Y que se creyera con algún derecho sobre ti… y que le molestase que te hubieras casado conmigo… me ha enfurecido sobremanera.

- Ay, mi bebé… -Betty le acaricia la cara y le besa en los labios.


- Tiene algún motivo para extrañarse de que te hayas casado?

- Bueno, cuando estuve aquí hace unos meses yo no tenía novio, y tienes que reconocer que nos hemos ennoviado y casado en tiempo récord…


- Lo reconozco, pero ese franchute está muy interesado en ti. Demasiado para mi gusto. Tú estás interesada en él? –Pregunta en tono mimoso.

- Que no, Armando. Que a mí sólo me mueves el piso tú. –Le acaricia los labios con los suyos.


- Pues ya puedes empezar a demostrármelo, amante esposa. Estoy en tus manos.

- Eres todo mío? –Pregunta sugerente.


- Toditico.

- A ver… veamos qué se puede hacer con este muñeco…


Betty empieza a jugar con él, que se deja hacer complacido, y con besos y caricias le va quitando la ropa y le lleva hasta la cama donde le acaricia con delicadeza, siguiendo con sus dedos la línea de vello que desciende desde el pecho y le recorre el vientre por el centro.

Armando le toma la mano y se la besa con ojos llenos de amor.

- Te adoro, esposa.

Entonces Betty se estrecha contra él con ternura y nota como el cuerpo de su marido responde de inmediato al contacto de su piel.

Su boca entreabierta le busca los labios, sus respiraciones se funden en una, y los dos pierden contacto con la realidad besándose con urgencia salvaje.

Luego él baja las manos acariciando su suave piel para a continuación seguirlas con la boca, de modo que Betty contiene el aliento sintiéndose inundada de placer y felicidad.

Después quedan tumbados bien arrunchaditos, y Betty se siente tibia y segura como siempre que está entre sus brazos, suspira de contento y le besa el cuello para luego dejarse acunar hasta quedarse dormida.

Duermen plácidamente bajo la luna llena cartagenera hasta que los primeros rayos de sol se cuelan en la habitación, y caricia a caricia vuelven a animarse y hacen el amor por primera vez en ese día.

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Betty pregunta mientras desayunan en la terraza.

- Bajamos ya a la playa? Lo digo porque con la actividad que hemos tenido al despertar… -Le guiña un ojo.- …se nos ha hecho un poco tarde.

- No. Hoy vamos a hacer algo diferente que seguro que no has hecho nunca. Ya verás que se me ha ocurrido una idea estupenda.


- Ah, sí? Dime.

- No, señora Mendoza, es una sorpresa. Termine su desayuno, vístase en plan deportivo y la llevaré a hacer algo que le va a gustar muchísimo.


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Media hora después, ataviados con pantalones cortos, polo, playeras y gorrita de visera, salen del hotel con dirección al puerto deportivo. Llegan allá enlazados por la cintura y Betty pregunta ansiosa:

- Qué vamos a hacer, Armando?

- Espera un poquito. –Sonríe reflejando todo el amor que siente por ella.- Creí que era yo el impaciente…


Betty está que no puede más de curiosidad y aguanta a duras penas mientras avanza junto a él por uno de los pantalanes, mas de pronto comprende al leer un letrero en el que dice:

“Alquiler de balandros por horas”.

CONTINUARÁ…


- Qué vamos a hacer, Armando?

- Espera un poquito. –Sonríe reflejando todo el amor que siente por ella.- Creí que era yo el impaciente…


Betty está que no puede más de curiosidad y aguanta a duras penas mientras avanza junto a él por uno de los pantalanes, mas de pronto comprende al leer un letrero en el que dice:

“Alquiler de balandros por horas”.

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Capítulo XVIII.- Satisfecha, mujercita mía?

- A que te provoca? – Pregunta Armando risueño mirándola de reojo.- Reconócelo.

- Pero es que tú sabes navegar? –Pregunta sorprendida.


- Pues claro, mi amor. Hay muchas cosas que tú no sabes de mí. Curiosamente tú sólo me conoces alguna pequeña virtud y muchos defectos, pero tengo más cosas buenas. Además, como cualquier muchacho de la JET, entiendo y practico con habilidad bastantes deportes. Bueno, qué me dices? Quieres hacer una excursión en velero?

- Sí. –Contesta con entusiasmo, pero aflora su yo prudente y añade.- Con chaleco salvavidas.


- Naturalmente. Tú te mareas?

- Sólo he subido una vez a un barco en toda mi vida. Fue al barquito que nos llevó y nos trajo de las Islas del Rosario a Cata y a mí, pero no me mareé.


- Así me gusta. Desde ahora te nombro grumete.

Le da un rápido beso y se acerca al encargado de los balandros, contrata el servicio y vuelve a su lado.

- Vamos, grumete, tenemos que buscar el nuestro que es el 51. Mientras te voy a dar un par de instrucciones para que sepas las precauciones que hay que tomar a bordo. –Se paran ante el velero y continúa hablando.- Por supuesto los dos nos pondremos el chaleco salvavidas, luego tú te sentarás en la cubierta bajo la vela y estarás muy atenta a los cambios de la botavara para evitar que te dé un golpe en la cabeza.

Una vez terminadas las explicaciones suben al barco, Armando se multiplica en las maniobras de desatraque después de instalar a Betty en lugar seguro, y el balandro sale del puerto deportivo rápido y juguetón como un cachorro al que sacan de paseo.

Durante un buen rato navegan por la bahía yendo de Bocagrande a Bocachica y siguiendo hasta Punta Gigantes, en Barú.

Armando gobierna la embarcación con mano firme y segura, y Betty disfruta como una niña con el ir y venir de la botavara, las salpicaduras del agua, la brisa marina que le acaricia la cara y juega con su pelo, y también con la sensación de riesgo que la invade cuando el balandro se ladea tanto que parece que va a volcar.

La vela hinchada hace que el velero se deslice sin esfuerzo sobre el mar ondulado, cortando las aguas verdeazuladas y cristalinas del Caribe con su afilada proa.

El firmamento rabiosamente azul contrasta con el blanco de la vela y con el horizonte que ha quedado borroso por la lejanía, y ella imagina que es un águila en vuelo remontándose y permaneciendo inmóvil en medio del cielo.

Un par de horas después emprenden el regreso y atracan en el muelle con una Betty total y absolutamente feliz por la experiencia vivida.

- Ha sido genial, Armando! –Se abraza a él entusiasmada.- Me ha encantado la excursión. Gracias!

- Ja, ja! Me alegra mucho que hayas disfrutado tanto, mi amor. Pero eso también ha sido posible porque saliste buena marinera y no te mareas.


- Repetiremos alguna vez más, sí?

- Todas las que tú quieras, cielo.


La abraza por los hombros atrayéndola satisfecho por su entusiasmo.

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Siguen recorriendo y saboreando Cartagena dos días más y al siguiente dan por concluido el viaje de novios. Devuelven el coche de alquiler en el mismo aeropuerto y toman el avión que les lleva de regreso a Bogotá.

Aterrizan en El Dorado cansados pero felices, y allá se encuentran a los Pinzón que han ido a recibirles.

- Beatriz Aurora!

- M´hija!


- Mamá, papá! Ustedes aquí? –Se abraza a ellos contenta.- No les esperábamos.

- Doña Julia, don Hermes… -Armando besa a su suegra y tiende la mano al hombre.


- Hemos venido a buscarles para que no tengan que pagar un taxi.

- Gracias, papá.


- Qué considerado. –Contesta contrariado.- No tenían que haberse molestado…

- Ya le arreglaron el coche para que arranque sin problemas? –Pregunta Betty.


- No, no le he llevado al taller porque es un gran auto y no lo necesita. Sólo hay que saber entenderle. –Asevera don Hermes.- Hija, déme su maleta y síganme al aparcamiento.

- Aún así debería ir pensando en cambiarlo. –Aconseja Armando.


- Ni modo! Él y yo llevamos más de veinte años juntos y nos entendemos de maravilla.

Armando le mira como a un extraterrestre al oír cuantos años tiene el coche.

“Más de veinte años… Así está el pobrecillo hecho un cascajo! Lo raro es que circule!”

Doña Julia se empareja con su hija y les deja hablando del coche.

- Bettyca, la veo una cara de felicidad…

- Es que lo soy, mamá. Armando es un marido estupendo y nos queremos mucho.


- No sabe como me alegro, mamita. –Intercambian un beso.- Usted se lo merece.

Llegan al auto, guardan el equipaje en el maletero, se acomodan y afortunadamente el viejo motor arranca al primer intento, con lo que Armando respira aliviado ya que el vehículo no le ofrece ninguna confianza y se veía pringado de grasa empujándolo.

- Lo ven? –Dice el suegro tan orgulloso.- Este automóvil es de los que ya no se fabrican.

- Ya, ya… -Rezonga el yerno.- Ni lo dude.


Y don Hermes sigue hablando del coche durante un largo rato, así que Armando “cambia de emisora” y se pone a pensar en sus cosas dejando de prestarle atención mientras madre e hija charlan animadamente en el asiento trasero.

Armando vuelve repentinamente al presente al apercibirse de que el suegro está delante de su propia casa, colocando el auto en posición para introducirlo en la cochera.

- Don Hermes, qué va a hacer?

- Guardar el carro, naturalmente. No voy a dejarlo en la calle por la noche, con todos esos gamberros y gandules buenos para nada que llenan el barrio.


- Ya, pero… -El yerno se esfuerza por contener el enfado.

- Papá, nosotros vamos al apartamento de Armando. –Betty interrumpe a su marido al darse cuenta de las pretensiones de su padre.


- Eso es un pisito de soltero, y lo que ahora necesitan ustedes es vida casera y familiar.

- Vea, don Hermes, nuestra idea es llevar vida casera y familiar, pero a nuestro modo y en nuestro apartamento. –Con calma forzada.


- Si he hecho que Julia les prepare una habitación.

- Pero yo ya le dije que usted no puede tomar ninguna decisión sobre como deben organizar su vida porque son adultos y están casados. –Le recuerda su mujer.


- Julia, en boca cerrada…

- Papá, mamá tiene razón. Nosotros somos mayorcitos, estamos casados y queremos vivir solos.


- Pero aquí los cuatro estaríamos muy bien. –El hombre no se rinde.

- No dudo que sería muy agradable vivir acá con ustedes, pero ya conoce el proverbio: “el casado, casa quiere”, y nosotros no somos la excepción. Así que si Betty está de acuerdo conmigo, nos vamos al piso. –Rebate Armando con firmeza al ver que su mujer está de su parte.


- Sí, Armando, estoy de acuerdo.

- En ese caso, por favor, abra el maletero para que pueda sacar el equipaje.


- Vamos, Hermes, llévelos a su casa y no sea cansón.

- No hace falta, doña Julia. Tomaremos un taxi.


- Pero están seguros de que no quieren quedarse aquí? –Insiste incrédulo.- Los cuatro estaríamos estupendamente.

- No lo dudo, papá, pero de verdad que preferimos ir al apartamento.


- Está bien… -Al fin resignado da marcha atrás con el coche haciendo maniobra.- …aunque no entiendo el empeño de estar solos en un piso pequeño cuando pueden estar acompañados y en una casa amplia. Dígame la dirección, doctor.

Por fin unos minutos después se detiene delante del edificio, donde se despiden, y ellos dos recogen sus maletas y entran al portal.

Una vez dentro de su nidito Armando la abraza posesivamente, la besa con pasión y dice aquello tan famoso de…

- Al fin solos!

- Y lo que nos ha costado… -Susurra Betty entre beso y beso bien arropada por sus brazos.


- Hubieras preferido que nos quedásemos allá con ellos?

- Ni modo! Yo quiero estar aquí contigo. Si estuviéramos acompañados tendríamos que buscar las ocasiones para darnos besicos y abrazos.


- Y caricias atrevidas como éstas. –Añade colando las manos bajo la ropa de su mujer.

- Mmm…


- Hace muchas horas que no jugamos a papás y mamás. Te provoca hacerlo ahora? –Propone Armando.

- Sí, por favor.


Sin esperar más la toma en sus brazos y la conduce al dormitorio, donde hacen el amor recreándose en ello con la mayor parsimonia.

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Mucho después, cuando vuelven al mundo real, caen en la cuenta de que tienen hambre y poniéndose alguna ropa por encima van a la cocina.

Mas al abrir el frigorífico comprueban con decepción que sólo hay un par de yogures, algo de fiambre envasado al vacío y tres manzanas ya un poco arrugadas.

- Vaya! Había olvidado que di vacaciones a la mucama, y sólo hay lo que sobró antes de la boda.

- Bueno, pues nos arreglaremos con esto… o vamos a cenar a casa de mis padres… -Sugiere Betty con malicia.


- Pero mira que eres bruja mala, ah?

- Oj! Oj! Oj! –No puede dejar de reir.


- Esto nos valdrá, esposa. –Contesta Armando sonriendo con tremendo encanto.- O pedimos una pizza…

- Estoy cansada y cualquier cosa que encarguemos tardará.


- De acuerdo. Preparemos la mesa acá mismo.

Toman allí mismo la cena improvisada y Armando comenta:

- Mi amor, no dudo que habríamos cenado mejor en casa de tus papás.

- Seguro, pero no habríamos podido hacer lo que hicimos antes. –Contesta ella canturreando.


- No, eso es cierto. Tendríamos que resignarnos a hacerlo solo por la noche y aguantar las ganas el resto del día.

- Y sin hacer ruidos sospechosos. –Agrega Betty.


- Decididamente mejor en nuestro nidito.-La besa el hueco del cuello y susurra.- Te necesito otra vez. Vamos?

- Pero tenemos que deshacer las maletas o se arrugará la ropa.


- Bah! Después de tantas horas ya estará todo como un acordeón.

- Bueno, al menos las dejaré abiertas para que no siga todo apretado.


Lo hace y vuelven a la cama bien arrunchaditos.

Después de… y aún enlazados, Armando pregunta.

- Eres feliz, mi amor?

- Mucho. Y tú?


- Muchísimo, pero hay que ver lo que tardé en encontrarte… -Comenta moviendo la cabeza lentamente de arriba abajo.

- Tardaste tanto porque no buscabas nada en las mujeres aparte de pasarlo rico, y a mí no me veías en ese plan.


- Tienes razón. Yo estaba vacío hasta que tu dulzura empezó a colarse en mi corazón casi sin darme cuenta.

Intercambian unos besos.

- Y lo que me costó convencerte de que te quiero con toda mi alma… eso sí que fue épico!

- Es que usted, doctor Mendoza, fue muy pillo conmigo al principio. –Le acaricia mimosa.- Cómo esperaba que confiase en usted fácilmente?


- Yo sé.

- Pero cuando casi me caí de espaldas de la sorpresa, fue cuando mi padre te dijo que deberías casarte conmigo porque en el barrio nos habían sorprendido besándonos dentro de tu coche, y que mi reputación había quedado por los suelos, y tú… accediste de inmediato!


- Claro, porque era lo que más deseaba y tú no dejabas de escurrirte entre mis dedos por desconfianza. De modo que no podía desperdiciar la oportunidad aún a riesgo de que me dijeses como en la canción Bésame de Ricardo Montaner: “Me dirás que voy deprisa…”

- Te has arrepentido en algún momento de ese impulso?


- A todas horas! –Exclama él y le aclara.- Me arrepiento continuamente de haberme dejado convencer por Calderón para poner en marcha aquel plan diabólico.

- Olvídate ya de eso, Armando. Yo ya lo borré de mi memoria y sólo guardo buenos recuerdos tuyos. Haz tú lo mismo.


- De verdad que lo has borrado? –Pregunta sorprendido.

- Ajá! Y tú también debes hacerlo puesto que aprendiste la lección.


- De eso no tengas duda. –La besa la nariz.- Lo intentaré, cariño.

- Así me gusta. Y ahora, Armando, contéstame a la pregunta que te hice: Te arrepientes de haberte casado conmigo de forma tan precipitada?


- Cómo piensas? Si es lo mejor que me ha pasado en la vida! Qué te hace pensar eso, Betty? Me encuentras poco fogoso? –Empieza a hacerle cosquillas.- Te dedico poca atención? Acaso necesitas un marido más apasionado y cariñoso, picarona?

- No. Oj! Oj! Oj! Ay, para ya!


- Satisfecha con mi respuesta, mujercita mía?

- Sí, mi amor, mucho. –Le acaricia la mejilla con cariño.- Y ahora vamos a dormir que mañana madrugamos para volver al trabajo, sí?


- OK! Aún quedan varias horas para descansar, pero así de junticos, señora Mendoza.

Se colocan abrazados en el centro de la cama, y en apenas unos minutos los dos respiran acompasadamente con plácida sonrisa en los labios.

CONTINUARÁ…



Capítulo XIX.- Cómo dice, Aura Mª?

Por la mañana Armando aparca ante Ecomoda, y echan a andar hacia el portero que les abre la puerta al tiempo que se saca el chupa-chups de la boca para saludarles.

- Buenos días, doctores.

- Buenos días, Wilson. Guárdeme el coche en el aparcamiento, por favor. –Le echa las llaves.


- Sí, doctorcito, ahora mismo.

- Buenos días.


Entran en recepción.

- Buenos días, doctor… Betty… Bienvenidos.

- Buenos días, Aura Mª. –Responden los dos a la vez.


- Qué tal su viaje?

- Maravilloso. –Contesta Betty besando a la recepcionista.- Ha sido inolvidable.


- Todo perfecto. –Dice Armando llamando al ascensor.- Betty, subes?

- Sí, claro. Espérame. Hasta luego, Aura Mª.


- Luego nos vemos.

Una vez dentro del elevador Armando la abraza según se cierran las puertas.

- Un beso rápido que sólo son dos pisos.

- Mmm… key! –Acepta la proposición encantada.


Y menos mal que son juiciositos porque la recepcionista avisó a las de la planta ejecutiva y cuando se abre el ascensor allá tienen a todas las secretarias esperando para darles una gran ovación.

- Bienvenidos! –Gritan todas a coro.

- Gracias, señoras, qué tal están? –Pregunta Armando manteniéndola enlazada por la cintura.


- Hola, muchachas. Gracias y bienhalladas.

- Han cuidado de la empresa durante nuestra ausencia o han estado de 911 permanente? –Pregunta él con gesto pícaro.


- Qué cosas tiene, doctor…

- Cómo cree?


- Basta que no estén ustedes para que trabajemos con más interés.

Van diciendo unas y otras cuando de pronto se oye la voz chillona de Hugo que sale por la puerta de su taller.

- Pero, bueno, qué es este gallinero? Inés! Inés, ponga orden entre sus amigas del cuartel.

- Don Hugo, es que estamos dando la bienvenida a don Armando y a Betty. –Le explica la costurera.


- Ah! Es que ya ha vuelto Armani y el moscorrofio transformado con el que se casó?

Todas le miran con espanto, pero no le da tiempo a decir ni media palabra más porque Armando se ha plantado delante de él en dos zancadas y le propina un único y tremendo puñetazo que tumba patas arriba al diseñador.

- Armando, no! –Exclama Betty y le retiene por el brazo.

- A mi esposa la respetas, imbécil! Te has enterado? –Le increpa Armando amenazador hablando bajo y apuntándole con el índice.


- Te has atrevido a golpearme, bestia peluda… y te voy a demandar ya que hay muchos testigos de la agresión.

Al oír esto último, Inesita se da la vuelta indicando que ella no testificará a su favor, y una tras otra todas la imitan dándole la espalda.

La última en hacerlo es Sofía que dice al girarse:

- Ninguna de nosotras ha visto NADA. –Recalca la palabra.

- CÓMO??? Están de parte de este monstruo y su… esposa? Pues me iré a una empresa donde me valoren en lo que valgo! –Vocifera con una de sus pataletas.


- Pues vete de una vez, cretino. Crees que nos van a faltar diseñadores donde elegir? Si es tu gusto, recoge tus cosas y avísame para que dé orden a Gutiérrez de que te prepare la liquidación.

Dicho esto muy serio y sin alzar la voz, Armando toma a Betty del codo y la lleva con él a presidencia.

- Ay, Armando, qué disgusto! Cómo lamento que por mi causa…

- Betty, no es por tu causa, sino por la mala educación y horrible prepotencia de esa “loca”.


La atrae con cariño, y ella le toma la mano derecha y le besa los magullados nudillos.

- Gracias por tu heroica defensa, mi amor, pero no quiero que vuelvas a hacer algo así. Recuerda que “no ofende quien quiere, sino quien puede”. Y él no puede.

- Yo sé, pero comprende que no puedo consentir que ni ese hijo de Satanás, ni nadie te falte al respeto.


- Bueno, vamos a tranquilizarnos y empezar a trabajar.

- Sí, y tengo que agradecer a tus amigas la reacción que han tenido al negarse a ser sus testigos.


- Eso es natural porque él siempre está faltándoles al respeto, y tú le has pegado porque me había insultado a mí que soy una de las suyas, así que fue lógico que le diesen la espalda. –Le da un piquito.- Me voy a trabajar. Hasta luego, mi héroe.

- Mmm… aún no has salido del despacho y ya te estoy extrañando. Dame otro “becho”.


- Key, pero sólo uno.

Se acerca a Armando que la sienta sobre él y se besan sin prisas.

En ésas están cuando se abre la puerta sin previo aviso, como de costumbre.

- Tigre, ya volvió de su luna de miel? Ah! Ya veo que volvieron del viaje pero la luna de miel continúa…

- Así es, envidioso. Déjenos en paz. –Contesta Armando separándose lo justo y reteniendo a Betty, que se levantaba apurada, para darle otro beso.


- Vaya, si molesto no tienen más que decirlo… -Responde Mario sentándose en uno de los sillones que hay ante la mesa de trabajo.

- Sí molesta, doctor Calderón. –Dice Betty poniéndose en pie y yendo hacia la puerta.- Hasta luego, Armando.


- Cuando te pongas al día con los informes ven a contarme, sí?

- OK! –Sale de presidencia.


- Bueno, hermano, me alegra ver que su vida matrimonial va viento en popa.

- Así es, Calderón, somos muy felices. Y usted con su Sandrita?


- Pues sólo le diré que hemos dado avances sustanciosos… y los dos nos sentimos muy satisfechos.

- Eso me parece muy bien. Sandra es una buena chica muy adecuada para que usted siente la cabeza.


- Eso mismo me digo yo, pero como no quiero precipitarme voy muy despacico. Con pies de plomo.

- Está bien. Y ahora dígame qué tal por la empresa durante estas dos semanas.


- Muy bien, y desde luego mucho más tranquila y pacífica que esta mañana… -Dice con intención.

- Ya se enteró?


- Me lo dijo mi adorada secretaria. Así que Huguis faltó al respeto a Betty…

- Sí, y no pienso consentírselo a él ni a nadie. –Le mira directamente.


- Oiga, a mí no me haga advertencias que yo soy muy respetuoso con su bienamada desde hace mucho tiempo.

- Bueno, pues para que lo sepa por si tuviese la genial ocurrencia de volver a referirse a ella con alguno de aquellos apelativos de tan dudoso gusto que usaba, o por si tiene la tentación de hacer algún comentario despectivo.


- Que no, hermano. Que yo respeto a su señora esposa por ella misma que es buena persona, y por ser el amor de mi mejor amigo.

- OK, “amigo”. –Contesta Armando satisfecho.- Eso me alegra porque así no perderemos nuestra vieja amistad.


- Perfecto. Y cambiando de tema, qué va a hacer con el asunto de Hugo? Sandra me ha dicho que ha renunciado.

- Algo así. Yo le dije que me comunicase su decisión para encargarle a Gutiérrez que prepare el finiquito, de modo que voy a esperar.


- Cree que tendremos que ponernos a buscar diseñador a estas alturas de la temporada?

- Ni idea! Pero pienso que sólo lo dijo porque estaba enrabietado. La verdad es que le di con ganas, y que todas las secretarias, incluida Inesita, negasen haber visto la agresión le hirió moralmente hasta lo más hondo.


- Bueno, entonces esperaremos a ver si se le pasa la rabieta.

- Ajá! No se puede negar que es un gran diseñador. Un artista, como dice él, pero no puedo consentirle que falte al respeto a nadie. Y menos aún a mi Betty. –Afirma contundente.- Ni modo!


- Completamente de acuerdo. A ver si de una vez aprende a distinguir extravagancias de ofensas. –Mario se levanta del sillón.- Me voy a mi despacho y luego nos vemos.

- Hasta luego, Calderón.


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Armando y Betty trabajan todo el día poniendo al corriente todos los asuntos pendientes, con la única interrupción de la salida a comer a Le Noir, y cuando al salir de la empresa por la tarde se dan besitos en el ascensor, Armando la dice:

- Me ha llamado mi madre para que vayamos a cenar con ellos. Te provoca o le pongo una excusa?

- Me parece bien, Armando. Es natural que deseen verte e interesarse por tu vida.


- Entonces, vamos hacia allá?

- Vale.


Conduce en silencio durante un rato atendiendo al tráfico de la ciudad, y cuando entran en la urbanización comenta:

- Creí que no te sentías cómoda con mis padres.

- Con don Roberto siempre lo he estado porque aunque serio, es natural y muy educado. Ahora, con doña Margarita… hasta que la he conocido más mientras preparábamos la boda…


- Dilo, dilo… con la snob y clasista de mi madre nunca te has sentido a gusto.

- Ya te digo. Antes, no, pero ahora sí porque ella me ha aceptado como su nuera con cariño y no tengo ninguna queja. En este momento el que peor está es mi padre con sus manías.


Cenan con un ambiente familiar muy agradable en el que la reina se muestra exquisitamente acogedora y cariñosa con Betty, y hablan del viaje que ellos acaban de hacer por tierras costeñas.

Después se despiden para una temporada porque ahora son los mayores los que se van a Europa para pasar un par de meses con su hija Camila y su familia.

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Ya llevan un buen rato trabajando al día siguiente cuando suenan unos golpecitos en la puerta y se asoma un compungido Hugo.

- Puedo pasar, Armani?

- Pase, Lombardi. –Contesta Armando apartando la vista del monitor.


Hugo da unos pasos rápidos, casi una carrerita y se sienta frente a Armando.

- Y bien? Dígame qué desea. –Le habla de usted poniendo distancia entre ellos.- Quiere que avise a Gutiérrez para que le prepare…

- No! –Contesta Hugo dando un respingo.


- Ah! Será que ya no desea irse de la empresa?

- Ni modo! Ecomoda es mi casa.


- Entonces… -Le anima a seguir.- …usted dirá.

- Yo… quiero… disculparme por haber insultado a la señora Mendoza. –Dice de corrido.


- Y eso? Cómo así de pronto? –Armando le mira entrecerrando los ojos sin dejar entrever la satisfacción que le produce.

- Porque sé que no debo faltarle al respeto.


- Y ha llegado a esa conclusión usted solito? – Le pregunta con sorna.

- Me ha ayudado Inesita, mi viejita linda. Me ha dado tremenda reprimenda y me ha dicho que me tenía bien merecido el puñetazo, y que debía disculparme.


- Bueno, pues como a quien debe las disculpas es a la doctora Pinzón, vayamos a su despacho para que usted pueda darle una satisfacción. En marcha!

Salen de presidencia y cruzan al despacho de Betty pasando entre las mesas de Berta y Sofía.

TOC! TOC! Armando golpea en la puerta y se asoma.

- Betty, vengo acompañado del señor Lombardi. Podemos pasar?

- Claro. Pasen los dos. –Responde sorprendida.


- Buenos días, doctora… -Dice Hugo que ha entrado tras Armando.

- Buenos días. –Contesta seria.


- Me he permitido traer a tu oficina a este individuo… -Le mira de arriba abajo.- …porque dizque quiere disculparse contigo.

- Está bien. –Se queda con la vista puesta en Hugo, esperando.


- Vea, Beatriz, quiero pedirle perdón por todas las veces que he sido grosero y cruel con usted, insultándola y haciendo comentarios jocosos y feroces sobre su antiguo aspecto externo. No tengo justificación y hasta reconozco que ayer Armani reaccionó como debe hacerlo un marido cuando insultan a su esposa. Yo me lo tenía merecido. Me disculpa, por favor?

- Sí, don Hugo, pero sólo en el caso…


- Sí, a mí también me parece que falta algo… -Añade Armando mirándole de lado.

- Ah, sí! Doctora, le juro que jamás mi boca volverá a proferir un insulto ni una broma de mal gusto contra usted. –Promete ceremoniosamente y con una humildad desconocida en él.


- Ahora ya me quedo más satisfecho. Y tú, Betty?

- También.


- Bien, Hugo, pues no lo olvides porque yo no lo voy a consentir jamás. Y respeta igualmente a todos los demás trabajadores de la empresa conteniendo esa lengua viperina que tienes. Ahora puedes volver a tu taller.

- Gracias, doctora Pinzón… Armani…


Hugo sale, y cuando se quedan solos ellos dos, Betty le pregunta:

- Tú crees que lo cumplirá?

- Espero que durante bastante tiempo, porque para siempre… es demasiado esperar, pero al menos hemos logrado que se disculpara.


- Y además salvaste la crisis ya que no se va.

- Desde luego, porque no hubiera resultado fácil hacernos con un buen diseñador a estas alturas de la temporada… -Se queda pensando y agrega.- …pero él también sabe que no le iban a contratar pronto con la fama de conflictivo que tiene. Esa será la razón fundamental por la que habrá decidido agachar la cabeza y disculparse.


- Bueno, en cualquier caso me alegra que la situación se haya resuelto para un largo periodo de tiempo, y no me importa la razón que le ha movido a excusarse.

RING! RING!

- Dígame, Aura Mª. –Betty contesta el teléfono.

- Acaba de llegar el señor Lozano que tiene una cita con don Armando.


- Muy bien, indíquele como subir y yo aviso al doctor. –Cuelga y se dirige a él.- Ha llegado Lozano, el de Insumos INLOZ, S.L. Recuerda que quería mostrarte las novedades de la temporada.

- Sí, le esperaba. Voy al despacho.


- Yo iré a recibirle al elevador y acompañarle a presidencia. Quieres que entre con vosotros?

- De momento no es necesario. Ah! Por la hora que es y lo concienzudo y minucioso de este hombre, sospecho que me va a tocar comer con él. Quieres venir?


- No, me iré con las muchachas y así charlo con ellas un rato. A ver que te parecen los nuevos insumos, mi amor.

Se dan un rápido beso y salen. Betty toma el camino del ascensor y Armando cruza a presidencia.

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Con mucho amor y bastante trabajo van pasando los días.

Han cenado un par de veces con los Pinzón, y parece que don Hermes se va haciendo a la idea de que los recién casados quieren vivir solitos.

Los Mendoza ya están en Europa con Camila.

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Y dos semanas después vuelve Lozano para ultimar la negociación y firmar el contrato por el que suministrará una importante partida de insumos.

Para celebrar el acuerdo vuelven a comer juntos y esta vez invita INLOZ, S.L. Van Armando y Mario con Lozano y su vicepresidente; y Betty va con sus amigas a El Corrientazo.

Ya están acabando el segundo plato cuando la conversación da un giro hacia ellos dos.

- Ay, Betty, qué alegría me da verles tan unidos y felices. –Dice Inesita.

- Sí, ya hace mucho tiempo que no tenemos un solo chisme que llevarnos a la boca. –Se lamenta Berta.


- Se les ve llegar tan dichosos todas las mañanas… -Comenta Sandra soñadora.

- Como mi Efraín y yo cuando nos casamos… -Interviene Sofía.- …hasta que se metió por medio la pupuchurra esa yo no tuve ninguna queja de él.


- Pero luego ya las tuvo todas. –Dice Mariana.

- Así es. Esa impulsadora rompió una familia feliz, y yo sigo sospechando que no quiere de verdad al “cheque”. –Sofía se seca una lágrima que se le ha escapado.- Estoy segura de que sólo busca que la mantenga, incluso con la plata que corresponde a mis hijos.


- Bueno, m´hija, eso ya es agua pasada. Lo mejor que puede hacer por el bien de sus hijos es exigirle que le pase la manutención puntualmente y olvidarse de él. –Aconseja Aura Mª.

- Eso mismo digo yo. Ya sabe que se lo hemos consultado a las cartas y no tienen futuro juntos. Qué estrés!


- Bueno, volvamos a temas felices como Betty y su don Armando. –Sugiere Sandra.

- Hay que ver como la quiere… La mira embobadito.


- Yo nunca hubiera creído ver al doctor enamorado y fiel.

- Desde luego, porque después de conocerle en los tiempos de doña Marcela…


- Yo tampoco tenía mucha fe, pero cuando me enteré que la había mandado seguir… ya sí lo creí.

- Ahí tiene razón, porque ningún hombre hace vigilar a una mujer que no le importa.


Betty está escuchando a sus amigas desconcertada.

- Cómo dice, Aura Mª? Que Armando…

CONTINUARÁ…


- Hay que ver como la quiere… La mira embobadito.

- Yo nunca hubiera creído ver al doctor enamorado y fiel.


- Desde luego, porque después de conocerle en los tiempos de doña Marcela…

- Yo tampoco tenía mucha fe, pero cuando me enteré que la había mandado seguir… ya sí lo creí.


- Ahí tiene razón, porque ningún hombre hace vigilar a una mujer que no le importa.

Betty está escuchando a sus amigas desconcertada.

- Cómo dice, Aura Mª? Que Armando…

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Capítulo XX.- No se enfade con él…

- Fresca m´hija, pues que tenía a don Armando acongojadito.

- En un sinvivir. –Apunta Berta.


- Se moría de celos! –Concluye Mariana.

- Es que él pensaba que usted se iba a volar con el otro pretendiente. –Explica Inesita.


- Pero qué pretendiente? Yo no entiendo nada! –Cada vez está más perpleja.- A ver, muchachas, ya ven que estoy un poco espesa de modo que me van a contar muy despacico eso de los celos de Armando y de que me mandó seguir.

- Así que usted no sabe nada?


- No.

- Es tan romántico… -Dice Sandra soñadora.


- No se lo habrá contado porque no tiene importancia, Betty. Eso es intrascendente en su relación. –Inesita la ve molesta y trata de calmarla.

- A ver quién me cuenta? –Repite ella seria.


- Yo misma. –Berta se adelanta a las demás.- Nosotras tampoco nos enteramos de toda esta movida que tuvieron los hombres en aquel momento. Lo supimos el día de su boda.

- Porque mi grillito… -Interrumpe Aura Mª.- …estaba pasado de tragos y se fue de la lengua. Luego tuvo un atisbo de lucidez y quiso desdecirse…


- Pero nosotras le sonsacamos. –Afirma Berta.

- Pero me van a contar de una vez? –Implora Betty.


- El caso es que cuando el doctor Mendoza tuvo que irse de gira a lo de las franquicias porque mi Mario… -Dice Sandra.- …estaba tan malito con el esguince, apareció por Ecomoda su amigo francés.

- Ese triplepapito que está para…


- Aura Mª, no sea vulgar! –La frena la costurera.

- Michel? Ya recuerdo. Y?


- Pues que vino a visitarla… se fueron juntos a cenar… al día siguiente volvió a recogerla a la salida del trabajo y usted le llevó a su casa para presentarle a sus padres…

- Pero cómo supo todo eso Armando?


- Porque el doctor Calderón había quedado encargado de velar por usted mientras su “hermano” estaba fuera.

- Tenía que cuidarme? –No se lo puede creer.


- Sí, y le avisó de lo que estaba pasando.

- Pero si Michel no es más que un amigo…


- Pues a don Armando le pareció el enemigo público número uno.

- Ay, qué cruz! Y qué pasó? Sigan, por favor.


- Pues que le encargaron a mi Freddy que la siguiera.

- Y nos siguió a todas partes? Los dos días?


- Ajá! Dizque para protegerla.

- Ayyys! –Suspira Inesita y, queriendo cambiar el rumbo de los negros pensamientos de Betty, dice.- Ya la amaba tanto que cuidaba de usted hasta desde la distancia.


Betty tuerce el gesto y frunce el ceño mirando a la buena mujer.

- Bueno, regresemos ya a la empresa, que se ha hecho tarde y estamos de afán.

Echa a caminar rápida, concentrada en lo que acaba de averiguar y sin atender a la desenfadada charla de sus amigas.

Al llegar saluda a Wilson con un gruñido, llama al ascensor, y al salir de él en la planta ejecutiva va como un misil teledirigido a presidencia, pero Armando aún no ha regresado de la comida.

- Betty…

Oye a su espalda la voz suave de la mujer mayor y se vuelve disimulando la decepción.

- Sí, Inesita, dígame.

- No se enfade con él porque nosotras hayamos cometido la imprudencia de contarle lo que ocurrió hace meses.


- No debió mandar que me siguieran ni vigilaran porque yo entonces era una persona libre que no tenía ningún compromiso con él, de modo que lo que yo hiciera o con quien saliera no era de su incumbencia. –Con dureza.

- Pero véalo desde el punto de vista de don Armando. Él ya estaba enamorado de usted y no quería que nadie la hiciera daño.


- Ni que me volase de su lado. –Añade seca.

- También.


Betty la mira unos segundos y pregunta:

- Inesita, usted le quiere mucho, verdad?

- Sí, y usted no?


- Muchísimo. –Contesta Betty rápida sin dudar.

- Pues entonces eche al olvido esto de lo que acaba de enterarse. Don Armando no lo hizo con mala intención. Es sólo que los hombres tienen unas reacciones muy primarias que a nosotras nos chocan, pero él no quiso desmerecerla ni considerarla de su propiedad. Simplemente la adora desde hace mucho y no se le ocurrió otro modo de cuidarla.


- Es muy celoso.

- Nunca lo ha sido hasta enamorarse de usted… Está loquito por sus huesos.


- A usted le hubiera gustado que la hubiesen mandado seguir?

- Ay, m´hija, qué más hubiera querido yo que mi marido me celara en vez de abandonarnos a mí y a nuestros hijos. Volvió hace unas pocas semanas dizque a “recoger sus pasos”… pero a mí que me importa ya, si he tenido que criar sola a mis hijos llorando su ausencia durante años… Le dije que recogiera esos pasos y los contara bien para no olvidarse ninguno y tener que volver. Ay, señor… quería regresar ahora, cuando yo he dejado de quererle hace tanto…


- Lo siento mucho, Inesita.

- Bah! Eso ya es pasado, pero ustedes tienen presente y futuro de color de rosa, así que aprovechen lo mucho que se quieren y sean felices evitando enojarse por pequeñeces como ésta.


- Gracias por su sabio consejo, amiga. La quiero. –La abraza con ternura.

- Y yo a ustedes dos. –Contesta la otra.


- Vaya, vaya! Así que dándose abrazos a mis espaldas, ah? –Oyen a su lado la voz risueña de Armando.

- Así es, m´hijo. Es que tu esposa es una gran persona.


- Un ángel. Si lo sabré yo… -La estrecha contra él.

- Bueno, me voy al taller antes de que don Hugo me eche en falta.


- Hasta luego, Inesita. –Se despide Betty.

- Siga, siga a lo suyo. –Le dice Armando entrando a presidencia.


- Qué tal la comida con Lozano? –Betty entra tras él y se esfuerza por seguir la recomendación de la costurera y no mencionar el asunto que la preocupa.

- Ya sabes lo que son estos almuerzos de firma de contrato. Comer copiosamente y regarlo generosamente con vino y licor.


- Has bebido mucho? –Le pregunta porque no se le nota.

- No, pero como ahora apenas lo cato… me basta un poco para ponerme contentillo. Quieres que nos vayamos un ratico al hueco?


- Armando, cómo piensas? –Ríe divertida.

- Bueeeno… ya veo que tendré que esperar a la noche, pero al menos habrá unos besicos para un maridito cariñoso y enamorado, sí? –Pone cara mimosa con hoyuelos y la atrae hacia él.


- Key, unos poquitos.-Se deja querer y le corresponde de buena gana.

A continuación se ponen a trabajar cada uno en su despacho hasta la hora de salir.

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Entonces, él va a buscarla y se asoma a la oficina bromeando.

- Beeetty, recoge que ya es la hora y llevas mucho trabajado hoy para lo que te paga el tacaño de tu jefe.

- Ya estoy apagando el ordenador.


- Tenemos que hacer algún recado?

- No, porque ayer le dejé preparada una lista a la mucama y habrá comprado ella esta mañana.


- Vamos entonces al cine, quieres?

- Vale. Qué vamos a ver?


- Un estreno que tiene buena pinta.

- Key!


Van al centro, sacan las entradas y entran a la sala donde proyectan la película elegida por él.

Pero a Armando se le atraganta la historia cuando un apuesto francés empieza a rondar a la chica y termina poniendo los cachos al protagonista.

Betty comienza a notar que no para de moverse en su butaca y le susurra:

- Qué te pasa que estás tan inquieto?

- No, nada. Pero vaya tontería de película. –Refunfuña él.


- Pues no está mal. –Contesta ella y sonríe comprendiendo que la causa de que esté molesto es que el tema del film le recuerda sus antiguos temores.

Pero lo peor llega al final cuando la chica se va con el francés a una isla paradisíaca y deja plantado al antiguo novio.

Eso remata a Armando totalmente y sale del cine con un humor de perros.

- Vaya argumento! Y mira que el desenlace!!! Esperarán que les concedan el óscar al mejor guión!

- Vamos, Armando, no exageres. No es una maravilla de película pero tampoco es tan mala. -Betty está muy divertida pero cuida que él no se lo note.- No entiendo porqué te lo tomas como una ofensa personal.


- Bueno, pues yo sí lo entiendo. –Contesta enfurruñado mientras van a por el coche.

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Llegan al apartamento, y viendo que él sigue de mal humor, Betty va al dormitorio a cambiarse de ropa y a continuación a la cocina para darle tiempo a que se le pase el disgustillo.

Ya está terminando de preparar la ensalada cuando él entra en la cocina.

- No comprendo que se vaya con ese lechuguino…

- Pero todavía sigues dando vueltas a eso?


- Betty, no me vas a decir que justificas la forma de proceder de esa chica?

- Es una simple película, Armando.


- Una descarada desleal que le traicionó. Eso es. Como para confiar en ella…

- Ya entiendo. –Contesta Betty colmada la paciencia y ya un poco quemada.- Será que él no le puso a tiempo a alguien para que la siguiese y vigilase.


Y de repente… PLIN!!! Se enciende una lucecita en el cerebro de Armando y pregunta alarmado y paralizado de temor.

- Por qué dices eso?

- Yo también te parecía una descarada? –Responde evasiva.


- No entiendo. Contesta, por favor.

- Tú no eras quien para mandar seguirme ya que yo podía salir con quien quisiera porque entre tú y yo no había nada. Era libre y no tenía que “guardarte ausencia”.


- Ya veo que te has enterado… pero es que yo te amaba, y sabiendo que tú me correspondías no podía permitir que cometieses tremendo error.

- Tú “sabías” que yo te amaba? Qué presuntuoso!


- No lo soy, pero recuerda que lo había leído en tu diario. –Se aventura a recordarle aquello.

- Las circunstancias podían haber cambiado. Reconoce que me mandaste seguir porque me considerabas de tu propiedad y, por supuesto, ningún otro hombre sobre la faz de la Tierra podía acercarse al último capricho del tigre de Bogotá.


- Nunca fuiste un capricho. Tú lo sabes, y lo hice para protegerte de un desconocido. De un individuo del que yo no sabía nada. Podía querer aprovecharse de ti…

- Claro, ya entiendo. Esa exclusiva la tenéis Miguel y tú. –Va al dormitorio y Armando la sigue.


- No digas eso, Betty. –Suplica dolido.

- Ya, entonces es que soy una estúpida que no escarmiento, e iba a ir siendo engañada por todos los impresentables del país.


Sale del dormitorio con su pijama en la mano, se va a la otra habitación y empieza a prepararla para utilizarla esa noche.

- Está bien, reconozco que me equivoqué. –Se apresura Armando a decir al ver las intenciones de ella.

- Desde luego que sí. Y cuanto más lo pienso… Buf! Se puede saber por qué le encargaste a tu compinche que me “cuidara”? Es que acaso podía cuidarme de alguien peor que él mismo? –Echa fuego por los ojos.


Según está el ambiente, prefiere no decirle que la idea de seguirla fue iniciativa de su “hermano”.

- Betty, no te vengas aquí…

Pero ella no le escucha y sigue hablando.

- Y volviste a Bogotá al fin de semana siguiente para… cómo dirías? –Hace que piensa.- Estrechar lazos?

- Necesitaba verte y saber si habías cambiado después de pasar esos días con él. –Explica con humildad.


- Y viste con satisfacción que no se habían producido cambios. –Vuelve a hablarle enfadada.

- Vas a dejarme, verdad? –Pregunta él como desvalido.


- Pero qué tontería dices? –Contesta sorprendida sin entender.

- Betty, te quiero muchísimo, con toda mi alma, pero ya he percibido varias veces lo importante que es Michel para ti. –Lo dice con desamparo, y dándose la vuelta, sale derrotado.


Ella entonces se gira hacia él para desmentirlo y se encuentra sola en la habitación.

- Esto sólo es una pelea, Armando. Nuestra primera pelea. –Susurra desolada y da un manotazo en la cama.- Y yo no sé porqué me he venido a esta habitación!

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Pero la tormenta que ha habido dentro de casa no es nada comparada con la que hay fuera, sobre Bogotá, y cuando Betty vuelve del cuarto de baño contempla sorprendida como un ligero chorrito formado por pequeñas y rápidas gotas cae desde el techo sobre la cama.

- Armando!

Él acude de inmediato temiendo algo por la urgencia que ha notado en la voz.

- Te pasa algo?

- A mí no, pero mira… -Le muestra la gotera.


- Es lo que tienen los áticos. –Murmura con resignación porque eso ahora es lo que menos le preocupa.- Voy a correr la cama y a poner un cubo para que recoja el agua.- Mas de pronto se lleva una alegría tremenda.- Betty, no puedes quedarte aquí.

- Si la cama se ha mojado muy poco… -Alega ella resistiéndose.


- No vas a acostarte en una cama húmeda y fría. –Contesta él categórico.

- Bueno, pues dormiré en el sofá.


- Betty, sé razonable y ven a nuestra cama. Es tan grande que si tú no quieres, ni nos rozaremos.

- Pero…


- Incluso si ni siquiera quieres compartirla sabiendo que respetaré tus deseos, seré yo quien me vaya a dormir al salón.

Betty ya no tiene ni pizca de ganas de mantenerse lejos de él, y hasta ha empezado a agradarle que la celara y quisiera “cuidarla” para él.

Pero dará su brazo a torcer Beatriz Aurora TERCA Pinzón Solano?

- Está bien, la compartiremos, pero cada uno en su lado. –Milagrosamente consigue ceder un poco.

- Perfecto. –Responde Armando respirando aliviado.- Quieres cenar?


- No. No tengo apetito. –Murmura bajito.

- Yo tampoco. Vamos a dormir.


Se acuestan cada uno en un extremo dejando desierto todo el centro del lecho, apagan la luz, y ninguno se duerme.

Betty porque está pensando como decirle que ya se le ha pasado el enfado, y él porque está más celoso e inseguro que nunca en toda su vida pues sospecha que ella está interesada en Michel.

Al cabo de unos minutos Armando empieza a hablar.

- Betty, mi amor, sé que me aproveché de la exagerada y anticuada reacción de tu padre cuando dijo que debíamos casarnos y acepté tan rápido, pero es que estoy enamoradísimo de ti y te amo como jamás creí que podría hacerlo. Además yo pensaba ilusamente que tú me querías igual que yo a ti… Ahora sé que de quien estás enamorada y deseas la compañía es de ese francés, así que estoy dispuesto a devolverte la libertad cuando tú quieras.

Betty abre los ojos como platos porque se ha quedado pasmada, y antes de darle tiempo a contestar él sigue hablando.

- Presenta cuando gustes la demanda de divorcio y yo te apoyaré. Incluso si quieres que me vaya de aquí para no verme nunca más… lo haré. Yo sólo quiero tu felicidad.

Armando calla con los ojos llenos de lágrimas a punto de desbordarse, y Betty impresionada por la generosidad y el dolor que percibe en él, enciende la lamparita de su mesilla, se gira y le encara.

- Armando Mendoza, de dónde has sacado esas ideas tan descabelladas?

- Cuáles ideas son descabelladas?


- La de que estoy enamorada de Michel y la del divorcio.

- Es que eso no es así? –Pregunta esperanzado.


- Desde luego que no! Armando yo no quiero la libertad y mucho menos a ese francés. Yo te amo a ti y sólo a ti. Cómo has podido llegar a pensar que quien me interesa a mí es Michel?

- Porque estuvisteis varios días juntos en Cartagena… porque luego vino a visitarte… porque en el viaje de novios le has mencionado varias veces… porque casualmente fuimos a cenar a su restaurante… porque te ha molestado que te siguieran cuando saliste con él… -Enumera todas sus razones.


- Ay, mi bebé… -Se pega a él, le abraza y se le come a besos.- Qué mal lo has pasado con tus celos tontos…

- Tontos, sí tontos! El tipo ese viene a Bogotá a ver a mi chica cuando yo no estoy… la invita a cenar… ella le lleva a casa para presentarle a sus padres… y cuando vuelvo no me cuenta nada. Sí, tontos! –La estrecha fuertemente.- Entonces me quieres a mí y sólo a mí?


- Que sí, mi vida. Pero esa inseguridad? Es nueva.

- Contigo todo es nuevo en mi vida: inseguridad, celos, felicidad y amor. Mucho amor. Sabes? Cuando tu padre dijo que debería casarme contigo, yo me tiré de cabeza y dije que sí a toda prisa con la intención de adelantarme al francés y evitar que te casases con él. Es que yo creía que te movía algo el piso… -La mordisquea un hombro.


- Cuándo vas a entender que SÓLO es un buen amigo?

- Para ti será así, pero tú para él no eres eso. Lo demostró en su restaurante cuando cenamos allí.


- Es cierto. Parecía contrariado.

- Celoso, Betty. Estaba celoso igual que yo. Lo he pasado muy mal… -Confiesa con cara de pena.


- Bueno, mi amor, pues eso ya terminó porque tú sabes que eres mi único osito de peluche, sí? –Con tono mimoso.

- Sí. –Se besan con pasión.- Y ahora dime como te has enterado de que te siguieron.


- Lo he sabido hoy durante la comida.

- Eso es que Freddy se fue de la lengua. –Deduce Armando.


- Sí, parece ser que en nuestra boda se pasó de tragos y se lo dijo al cuartel, así que hoy van y me comentan en plan festivo: “Hay que ver cómo la quiere don Armando que hasta la hizo seguir cuando vino a verla ese señor francés de Cartagena…”

- Y tú te enojaste.


- Sí, pero cuando Inesita se dio cuenta habló conmigo y me dijo que eso era porque me quieres muchísimo, y terminó aplacando mi mal humor. Lo que pasó es que luego tú te pusiste pesadito con la película…

- No me la recuerdes que te veía a ti y a Michel, y me he puesto malísimo.


- Oj! Oj! Oj!

- De verdad estabas dispuesta a dormir lejos de mí? –La recorre con manos cálidas.


- Sí, porque aunque ya se me había pasado el enfado, tengo la cabeza muy dura, así que debo dar gracias a la gotera de estar ahora aquí contigo, calentita.

- Mmm… dentro de muy poco vas a estar mucho más calentita. De verdad soy tu osito de peluche?


Siguen dulces y tiernos hasta acabar haciendo el amor.

Y exactamente de ese modo terminarán todas las pequeñas peleas futuras que tendrán en su matrimonio.

FIN.













Historias de Betty, la fea. IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora