El nuevo presidente

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El nuevo presidente.

Introducción

¿Qué hubiese sucedido si en vez de nombrar a Betty presidenta de Ecomoda, don Roberto hubiese nombrado a don Hermes? En la novela original él era un hombre de toda su confianza e incluso le encargó la misión de supervisar cómo evolucionaba la empresa. ¿Por qué no darle toda la responsabilidad?
Betty podría hablar con los bancos y tranquilizarlos. Al fin al cabo su papá, un hombre de conducta intachable, sería ahora el máximo responsable de
Ecomoda y de Terramoda...

Esta historia comienza el día antes de que Betty regresara de Cartagena. Ese día don Hermes fue a dar la cara por su hija a Ecomoda y mantuvo una larga conversación con don Roberto Mendoza. Veamos cómo se desarrollan los acontecimientos a partir de ese momento.

Capítulo 1. ¡Estos jóvenes son unos irresponsables!

DH.: Usted no se preocupe, don Roberto, que mi hija es una Pinzón y los Pinzón siempre cumplimos con nuestra obligación. Cuando regrese yo hablaré con ella y verá como todo se soluciona. Estoy seguro de que ella no tiene intención de quedarse con la empresa, ¡ni yo se lo permitiría!

DR.: Me alegro mucho que haya venido a hablar conmigo, don Hermes. Ahora estoy más tranquilo sabiendo que usted responde por su hija. ¡Estos jóvenes son unos irresponsables! Vea si no lo que ha hecho mi hijo. Pongo la empresa en sus manos y si nos descuidamos nos quedamos sin ella.

Don Hermes se acordó de lo que había hecho esa mañana el doctor Mendoza y por un momento estuvo a punto de echárselo en cara a don Roberto. Pero se contuvo a tiempo. Al fin y al cabo el papá no era responsable de las acciones del hijo y además ya habían hablado sobre eso y a él le quedó claro que había
sido un acto de desesperación. En el fondo él también desconfiaría de alguien que tiene en su poder una empresa de 90 millones que no le pertenece y que desaparece y se niega a dar la cara. En lugar de arremeter contra Armando Mendoza, casi sin darse cuenta se halla disculpándolo ante su padre.

DH.: Su hijo no es un mal muchacho, don Roberto. Ni tampoco mi Betty. Lo que pasa es que son muy jóvenes y a su edad no son capaces de distinguir el camino recto del torcido. Como decía mi ilustre tío Lázaro, que en gloria esté,
¡el diablo es puerco, tapa y destapa!

DR.: ¡Cuánta razón tiene! ¿Sabe? Lo que me preocupa ahora es quién va a llevar las riendas de esta empresa. Yo mismo lo haría pero la verdad es que me siento cansado. No tengo fuerzas para eso. Es que ya estoy muy viejo.

DH.: ¡No diga eso, don Roberto! Usted no está viejo. En todo caso “maduro”.
–Y añade con convencimiento- Pero es esa madurez lo que necesita la empresa. Si usted quiere que Ecomoda se recupere debe asumir usted mismo
la presidencia.

DR.: Sí yo sé que es una solución, pero –en todo confidencial- ¿quién se lo dice a mi mujer? Es que el médico me ha recomendado vida relajada, por el corazón, usted sabe, y como le diga que vuelvo a asumir la presidencia de la empresa ¡no vea como se va a poner!

DH.: Sí, yo lo entiendo. Las esposas no hay modo de que comprendan que nosotros tenemos que cumplir con nuestras obligaciones. Mi Julia me hace lo mismo. Siempre quiere saber más que yo.

DR.: Oiga, don Hermes, ¿y usted me dijo que estaba sin trabajo? ¿Cómo es eso? Una persona con sus estudios y su experiencia...

DH.: Injusticias de la vida, don Roberto. La empresa en la que estuve trabajando durante treinta años, quebró y figúrese que ni la liquidación me han pagado.

Roberto Mendoza se queda mirando unos instantes a su interlocutor. Se le acaba de ocurrir una idea que podía resolver varios problemas al mismo tiempo. ”¿Por qué no? Quizás no tenga experiencia en el ramo, pero es una persona honrada, un buen profesional y... ¡claro, eso sería perfecto! Podría tener el asesoramiento de... ¡Roberto eres un genio! Espero que acepte. Tengo que convencerlo a como dé lugar.”

Historias de Betty, la fea. IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora