Terciopelo azul

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TERCIOPELO AZUL

Ella vestía terciopelo azul.
Más azul que el terciopelo era la noche.
Más suave que el satín era la luz de las estrellas.

Ella vestía terciopelo azul.
Más azules que el terciopelo eran sus ojos.
Más cálidas que mayo sus tiernas miradas.

Era nuestro el amor.
A nuestro amor me aferré con fuerza,
Sintiendo que crecía el embeleso,
Como una llama que ardía brillante.
Pero cuando ella se marchó, la llama se apagó.

Terciopelo azul en mi corazón siempre habrá,
Precioso y cálido es el recuerdo a través de los años.
Todavía puedo ver el terciopelo azul
A través de mis lágrimas.

Ella vestía terciopelo azul... (Blue velvet - Bobby Vinton)

Capítulo I.- Al borde de la quiebra.

Ecomoda atraviesa el peor momento de su existencia, la situación de la empresa es muy delicada.
Don Roberto está sentado en una mesa de la cafetería del club inmerso en sus cavilaciones, cuando llega allá un viejo amigo, Hermes Pinzón, que le saluda, pero al ver que no le contesta y sigue con la mirada fija en el horizonte, se extraña y deteniéndose a su lado le dice:
- Buenos días, Roberto. Qué tal estás?
Al oír hablar tan cerca, el doctor Mendoza sale de su ensimismamiento.
- Hermes! Buenos días. – Sonríe forzado. – Quieres sentarte?
- Si no te interrumpo... Parecías muy concentrado.
- Sí, amigo. Estaba buscando la solución a un problema muy grave.
- Margarita y tus hijos están bien? - Se interesa el señor Pinzón.
- Sí, sí! Afortunadamente la familia está bien. Y tu hija?
- Muy bien. Betty ya terminó sus estudios y me da muchas satisfacciones. Ella es mi consuelo, pues desde que murió Julia... si no hubiera sido por mi hija, la vida me habría resultado insoportable.
- Y los negocios? Muy prósperos, supongo.
- Pues con respecto a eso... no sé si he cometido un error, Roberto.
- Cómo así, Hermes? – Le pregunta interesado.
- Es que yo ya estaba cansado, deseaba jubilarme y le pregunté a Betty si le interesaba ponerse al frente de la empresa, pero me dijo que no porque la maquinaria nunca la había gustado, así que la vendí... y me la pagaron muy bien, no creas!
- Entonces, por qué dudas sobre si acertaste?
- Muy sencillo. Porque ahora tengo mucha plata en el banco y una hija brillante con la carrera de Económicas terminada, que no encuentra donde emplearse!
Los dos guardan silencio unos instantes, concentrado cada uno en sus cavilaciones.
Don Roberto comienza a ver encenderse una lucecita en su cerebro, pero... cómo planteárselo a su amigo?
- Bueno, Roberto. Y cuál problema te tiene preocupado a ti?
El doctor Mendoza decide aprovechar la oportunidad y el interés de su viejo amigo para sincerarse. Total... si Hermes dice que no, no va a estar peor. Pero si dice que sí será la salvación para Ecomoda!
- Estamos al borde de la quiebra, Hermes. Nuestro asesor de finanzas aconsejó unas inversiones algo arriesgadas y salieron mal. Un fracaso estrepitoso! Este Olarte...
- Entonces, vais a tener que cerrar? – Pregunta incrédulo.
- A no ser que encontremos un socio capitalista que aporte una buena inyección...
Los dos vuelven a guardar silencio. Roberto, esperando a ver si Hermes reacciona, y el segundo, pensando.
- Roberto... – Habla despacio, midiendo las palabras. – Voy a ser sincero contigo y a proponerte algo.
- Te escucho. – Contesta expectante.
- Tú conoces a mi hija, a Betty. Es una gran persona. Buena, inteligente, preparada, responsable, trabajadora, pero bastante feíta... – Respira hondo. – Debo reconocerlo aunque me duela. Pues lleva enamorada de un muchacho desde que tiene uso de razón y naturalmente él ni siquiera se ha enterado de que ella existe. Además, por causa de su físico, no encuentra trabajo, y a mí en este momento me sobra plata.
- Dónde quieres llegar, Hermes? – Le pregunta ilusionado.
- Pues que podríamos solucionar tus problemas y los míos si llegásemos a un acuerdo...
Roberto Mendoza sonríe imaginando lo que le va a proponer su amigo.
- Qué sugieres? Habla.
- Yo invertiría en tu empresa si tú empleas a mi hija y... la presentas a cierta persona.
- Lo de tu inversión, perfecto! – Contesta don Roberto exultante de felicidad. – Dar trabajo a Beatriz, OK! Sin problema! Pero, presentarle a una persona... no entiendo.
- Ya te he dicho que Betty está enamorada de alguien que jamás se fijará en ella. Si tú me colaborases...
- Yo? Acaso le conozco? Quién es? – Pregunta don Roberto desorientado.
- Le conoces, y muy bien. Es tu hijo Armando.
- Armando... – Articula despacio, sorprendido. – Y cómo quieres que yo te colabore?
- Roberto, tú eres un hombre de mundo. No me digas que no entiendes!
- Quieres que Armando corteje a Beatriz...? – Aventura el doctor Mendoza.
- Para empezar, sí. Pero con vistas a algo más formal más adelante... diría yo.
- Hermes! Sugieres matrimonio?
- Después de un periodo razonable de noviazgo, si mi hija lo desea... sí!
- Es que... cómo voy a... – Está totalmente perplejo.
- Bueno, no hay prisa. Habla con tu hijo, sopesad la situación, y cuando tengáis una respuesta...
- Hermes... – Dice al fin. – Tengo que pensar, encontrar el modo de proponérselo a Armando, y ya te avisaré cuando tomemos una decisión, sí?
- OK, Roberto! Nos estamos hablando. – El señor Pinzón se levanta y entra al restaurante esbozando una leve sonrisa.
En cambio, el de Ecomoda queda cabizbajo y meditabundo: “Hermes, viejo zorro!”.

Historias de Betty, la fea. IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora