12.-Hera: Sorpresa, murciélago

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Me suelta con delicadeza hasta que mis pies tocan el suelo. El olor de su perfume me llena las fosas nasales, aunque no me acaba de agradar. Huele como a sándalo o a algo parecido. Quizás, ¿palo santo? Arrugo la nariz y me giro para ver la escena. Jakub está estirado en la cama, cubierto de una fina capa de sudor, con la cara totalmente inflamada, como si fuera producto de una mala operación estética. También está Daan, mirándome con recelo.

—¿Qué pasa?—Pregunto de manera tonta, totalmente perdida. Del baño sale Marek, sin camiseta, luciendo un tatuaje que no había visto hasta ahora. En el antebrazo, de color negro. Aparto la mirada corriendo, girándome sobre mis propios pies. —¿Qué hago aquí?—Inquiero de nuevo y solo puedo oír unos carraspeos.

—Ayúdame, Hera. He tocado a Jakub y...—No necesito que Marek diga más porque tengo claro que es culpa mía. Lo primero que examino son sus manos y sin duda se ha originado aquí. Suspiro y me acerco lo máximo posible a su cara.

—Hola, soy Hera. ¿Te acuerdas de mi?—Jakub asiente, con los ojos totalmente cerrados por la hinchazón. —No te haré daño pero necesito que estés quieto y confíes en mi.

—¿Sabes lo que haces?—Su voz suena difícil, rugosa. Miro a Marek intentando obviar que va semidesnudo y él se encoge de hombros. Decido mentir.

—Claro. Soy una experta. Relaja el cuerpo, ¿vale? Cuanto más luches contra el veneno más rápido se extiende. Aceptalo. Intenta convertirlo en algo tuyo.—Le aconsejo y me inclino sobre su cabeza.

—¿Espera, que le haces?—Algo me frena, tirándome hacia atrás.

El vampiro. Cuidado con él.

—Intento salvarle la vida.

—¿Cómo podemos fiarnos de ti?

—No podéis.—Le respondo y me aparto de su mano para poder volver a Jakub. Me inclino de nuevo y poso mis labios en su frente con delicadeza. Huele a desodorante de adolescente, ese tipo de olor cargante que camufla todo tipo de olores. Me concentro en mi propio veneno e intento inspirarlo.

¿Seguro que quieres salvarlo? Huele a adolescente adicto al porno.

Seguro, sí. Es mi culpa.

Realmente no es tuya, es del vigilante de la playa de ojos grises.

Cállate, ayúdame.

En serio, se podría haber vestido, ¿no?

Me da igual.

Claro, claro.

Realmente la voz tiene un punto de razón. Una camiseta no le vendría mal, simplemente por el hecho de que soy una extraña. Muy cómodo se siente con su cuerpo, demasiado para mi propia comodidad. Me alejo y abro los ojos de par en par, pero Jakub sigue estando hinchado. ¿Por qué? No lo entiendo.

Porque el veneno está muy profundo, vas a tener que hacerlo mejor que eso.

¿Mejor? ¿Como qué?

Pues échale ganas en el beso, Hera.

Esto no es un romance, intento que no muera.

Intentas que no muera mientras piensas en cuantos abdominales tiene el vigilante de la playa.

Cállate.

—¿Jakub? ¿Me oyes?—Asiente lentamente pero incluso su respiración es forzada ahora.—Tengo que... Siento esto pero tengo que besarte de verdad.

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