17.-Hera: El beso de la muerte

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Solo Léa está en la habitación y aunque me mira con una expresión muy clara de que quiere hablar, no puedo. No puedo respirar así que me meto en el baño sin previo aviso y cierro la puerta con fuerza a mis espaldas. ¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho?

—¿Qué has hecho, eh?—Hablo alto, siendo una de las pocas veces que lo hago porque significa que creo que la voz es real, como si fuera una persona con la que conversar. Pero no lo hace. No responde.—¿Ahora te callas? ¿Ahora prefieres guardar puto silencio? Dime que está pasando.— Exijo pero nada.

Me acerco a la pica y la abro, dejando que el agua helada salga a borbotones que salpican todo a su alrededor. Mi reflejo en el espejo es exactamente igual al de esta mañana, quizás algo más paranoico y desquiciado, pero en términos generales... Instintivamente, me miro los labios. No me puedo creer que le haya besado...No me puedo creer que sea esa clase de chica que va besando a extraños y encima... Extraños con pareja. ¿Qué voy a decirle a Calia? ¿Qué voy a...?¿Cómo voy a decirle que he traicionado su confianza? Porque aunque no seamos íntimas, Calia me ha demostrado más compasión y amabilidad de la que hubiera soñado y yo se lo pago así... Meto las manos debajo del chorro de agua y dejo que me hiele las puntas de los dedos. Quisiera poder helarme por completo, quisiera poder hacer que mi cuerpo se helara por completo para sentirlo muerto, para sentirlo menos... No sé. Me lavo la cara con fuerza notando como la temperatura del agua me despierta el rostro. Quizás debería irme. Quizás si mi madre me ve lo suficiente desesperada me dejará volver a casa. Tal vez debería simplemente caminar hasta llegar a algún sitio.

Puedo ayudar.

—¡Por fin te dignas a aparecer!—Cierro el grifo y le grito a mi reflejo en el espejo.

No me chilles. Estoy en tu cabeza y tu compañera va a pensar que estás loca.

Pues no lo parece. ¿Qué coño ha pasado ahí fuera? ¿Por qué me has robado el control así?

Porque estás destinada a algo demasiado grande como para perder el tiempo jugando a la botella besando a humanos.

Es mi vida, es mi cuerpo. Soy yo, no tú. Tú no eres nada ni nadie. Yo tomo el control de las cosas y si decido besar a alguien es mi opción.

Por favor Hera, le has besado la mejilla. He visto curas besar a niños con más pasión.

Esa frase está mal en tantos niveles que ni siquiera sé por donde empezar. 

Le digo y me miro al espejo. Me toco los labios y un cosquilleo inocente se extiende en ellos, recordándome algo que no debería haber pasado. No sé como he podido hacerle algo tan feo a Calia.

Oh, corta el rollo, te hace gracia el chico.

¿Qué dices? Eres tú quien le ha besado en la boca. Por tu culpa he traicionado mi amistad con ambos.

¿Te crees que ese chico quiere ser tu amigo? Se ríe con fuerza y durante un segundo me brillan los ojos. Me aparto aterrorizada. ¿Qué es eso? ¿Qué me está pasando?

—¿Por qué desde que has empezado a darle más al pico me pasan cosas raras? ¿Qué has hecho con mis ojos?

Oh guapa, si tú supieras lo que puedo hacer.

Supongo que me hago una idea y no, gracias. ¿Qué será lo próximo, besar a la gárgola?

Yo no he besado al humano, Hera. Te ha besado él, basta de echarme mierda que no me toca. Y no, no pienso besar a la gárgola, es feo.

¿Ahora me mientes?

Mis ojos se iluminan de nuevo, mirándome de vuelta en el espejo, tan brillantes que parecen emitir luz propia. Me acerco un paso y tiro de la piel de mi parpado para verlos mejor. Dan miedo.

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