Durante la comida, Abril tenía sentimientos encontrados, por una parte quería estrangular a Vladimir por fingir ser una dulce persona, no el amargado de siempre. Y por otro lado, sentía que la actitud del chico, aunque le resultara algo molesta, estaba mejorando. Si la situación seguía por ese camino, al final, quien más se sentiría contenta con los cambios de Vlad, sería su mamá.
Aunque lidiar con el chico no era tarea fácil. Abril discutió cada vez que pudo con él, consiguiendo que sus padres le llamaran la atención por ser descortés.
Por suerte, cuando terminaron de comer, sus padres se disculparon con Vladimir por tener que retirarse, pero ya habían hecho planes para surtir algo de despensa en la casa y debían de irse.
En cuanto la puerta se cerró, Abril apretó ambas manos en un par de puños, arrugó la nariz y se quejó en voz alta.
-¡¿Ya me puedes decir qué rayos haces aquí?!
Vladimir se bajó la capucha que cubría su cabeza, ignoró el comentario de la chica y caminó por la cocina, llegó hasta el refrigerador y lo abrió inspeccionando el interior.
-Soy un héroe, Jardinera. Sorpréndete y atiéndeme.
-¿Atenderte? -Preguntó enarcando una ceja-. No tienes cómo pagar por mi atención.
-Tengo dinero -respondió el chico inmediatamente-. Dime tu precio.
-No hay dinero que alcance para poder lidiar con tu montaña rusa del mal humor -Abril caminó hasta la puerta de la sala de estar y la abrió-. Ya puedes irte, tengo que arreglarme. Quiero verme bonita para Miles.
-¿Tendrás suficiente maquillaje para lograr eso? -Respondió Vladimir tomando del refrigerador un vaso con gelatina que encontró- No creo que tengas mucho que arreglarte, a menos que seas mágica, no lograrás la gran cosa.
-¡Vete, Vladimir! -Abril alzó la voz y casi patalea en berrinche. Sus muecas le resultaban muy divertidas al otro.
-Eres una pésima anfitriona, ¿sabías que correr a tus invitados no es algo amable?
-Yo no te invité. Empecemos por ahí -dijo y luego murmuró entre dientes-. El que es un neurótico todos los días me quiere dar clases de modales, qué hipócrita...
-¿Qué tanto balbuceas, Jardinera?
-Nada. Solo quiero que te vayas, me estás atrasando.
-No me convences.
Con toda la calma del mundo, Vladimir localizó un sillón en el cual se acomodó y tranquilamente comenzó a comerse la gelatina. Era de sabor de cereza, su favorito.
-¿No has comido suficiente? -Abril decidió cambiar su táctica y utilizó una voz algo suplicante, lo cual la hacía graciosa- Mañana voy a tu casa, pero ya vete.
-Somos amigos, ¿no? -Preguntó Vladimir- Voy a esperarte y te llevaré a tu cita.
-¿No tienes a alguien más a quién molestar?
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La Sonrisa De Vlad
RomanceVladimir Mendiola tenía la vida resuelta. Fue nombrado heredero de una gran fortuna, así que se aventura a disfrutar de la vida y decide seguir su sueño de ser el más anhelado modelo del país. Más un inesperado accidente hiere su pierna izquierda y...