—Vladimir... —Miles insistió de nuevo, tocando a la puerta con insistencia— ¿Me dejas pasar? ¿Puedo?
—Ya estás aquí, ya qué —respondió Vladimir en su típico tono de voz malhumorado.
Pero lo cierto era que sintió vergüenza de sentirse atraído por Abril y ese sentir se hizo más grande al saber que Miles estaba del otro lado de la puerta. No quería ser una mala persona, se sentía mal, de sentirse bien cuando estaba a solas con ella.
Entonces se puso de pie, tomó su bastón y caminó hacia el baño que estaba dentro de la habitación. Cuando Miles abrió la puerta, lo vio moverse algo tembloroso. Corrió para ayudarlo, pero el otro le dedicó una fría mirada que lo obligó a detenerse.
—Solo quiero ayudarte —Miles se disculpó y agachó la cabeza.
Entonces Vladimir lo miró con atención y se percató del golpe que este tenía en el rostro. Se veía su labio un poco inflamado y lastimado. Alrededor de su boca empezaba a relucir un tono entre morado y verdoso.
—Yo estoy mareado, y por eso camino así —dijo Vladimir sin dejar de mirar el golpe en el rostro de Miles—. Pero tú estás peor. Parece que fuiste un saco de boxeo. Creo que el que necesita ayuda eres tú, no yo.
—No soy un saco de boxeo —murmuro Miles encogiéndose, muy avergonzado.
—Sí lo que dices es cierto, entonces la próxima vez no pongas tu cara para que la usen de tapete. Si no sabes responder a un golpe entonces corre. No te quedes ahí con tu cara de baboso esperando a que te hagan puré. Eres un tonto —gruñó Vladimir siguiendo con su camino hasta el baño y cerró la puerta.
—No me gusta pelear. Además, tenía miedo —confesó lo suficientemente cerca del baño, para que Vladimir lo escuchara.
—No es que deba de gustarte pelear, pero tampoco puedes dejar que te intimiden y hagan contigo lo que se les pegue la gana —se escuchó agua correr, al parecer Vladimir estaba tomando una ducha—. Eres un hombre, no un niño. No puedes dejar que cualquier idiota pase sobre ti.
Haciendo un puchero triste, Miles se sentó en la cama de Vladimir.
—¡Ya sé! —Exclamó con un suspiro de derrota y se dejó caer recostado por completo en la cama. Se acomodó con unas almohadas detrás de su cabeza y guardó silencio.
Los minutos pasaron mientras Miles miraba al techo. Pensando en todo lo que últimamente pasaba en su vida. Nunca se había sentido tan perdido como ahora. Un corto rato después, Vladimir salió de la ducha.
—Deja de imitarme —gruñó—. Solo yo puedo mirar al techo y quedarme ahí todo el día. Mi vida está perdida en muchos sentidos, la tuya está llena de oportunidades. No sé qué rayos haces aquí, largo. Vete y manda a la mierda a Antonio. Busca lo que te haga feliz y olvídate de que él existe.
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La Sonrisa De Vlad
Roman d'amourVladimir Mendiola tenía la vida resuelta. Fue nombrado heredero de una gran fortuna, así que se aventura a disfrutar de la vida y decide seguir su sueño de ser el más anhelado modelo del país. Más un inesperado accidente hiere su pierna izquierda y...