Capítulo 3.- Enciende una luz

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A la mañana siguiente, la madre de Vladimir subió a la habitación del chico, él se hizo el dormido como casi todas las mañanas y permaneció con los ojos cerrados

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A la mañana siguiente, la madre de Vladimir subió a la habitación del chico, él se hizo el dormido como casi todas las mañanas y permaneció con los ojos cerrados. Se quedó muy quieto en su cama, para que Amanda no notara que ya estaba despierto.

En cuanto la mujer se fue, con la ayuda de su bastón, el chico se puso de pie y observó sobre la pequeña mesa casi en la esquina del cuarto, un plato con frutas frescas que se miraban deliciosas, sin embargo no quería satisfacer su apetito.

No sentía ganas de nada, no quería aceptar esta vida, se rehusaba cada día con cada gramo de su ser. Algo tan simple como tomar el desayuno, lo volvería la rutina torturante de adaptarse a la situación presente y él no podía hacer eso. Vladimir estaba seguro de que no podría aceptarse así, no quería aceptar que nunca pisaría de nuevo una pasarela de modas, y tampoco quería imaginar a su ex novia teniendo la gran vida mientras él era solo un pasado sin importancia.

De mal humor, el chico caminó hasta la enorme ventana en su habitación, la abrió y salió al balcón, se quedó de pie allí, con su mirada en el jardín, pero sus pensamientos en tantos recuerdos de todo lo que fue su vida y ya no lo sería jamás.

De mal humor, el chico caminó hasta la enorme ventana en su habitación, la abrió y salió al balcón, se quedó de pie allí, con su mirada en el jardín, pero sus pensamientos en tantos recuerdos de todo lo que fue su vida y ya no lo sería jamás

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Por su parte, Abril se levantó temprano para ir a trabajar al estudio fotográfico.

Iba por la sala de estar cuando escuchó a sus padres discutir en la cocina.

—Sabes que es mi herramienta de trabajo, mujer.

—Pues lo siento, pasaste la mitad de la madrugada sin que la fiebre bajara, tienes que ir al médico. Si no cuidas tu salud, luego enfermarás peor.

—No voy a tardar —replicó el hombre.

—¿Qué pasa, papá? —interrumpió Abril entrando a la cocina.

—Nada hija, es solo que me habló por teléfono la señora Amanda. Dice que olvidé mi desbrozadora en su casa. Tengo que ir a buscarla pero tu madre no me entiende.

—Y tu padre parece no asimilar que debe ir al doctor —la mujer se cruzó de brazos— solo me falta que no se cuide y termine internado en un hospital.

La Sonrisa De VladDonde viven las historias. Descúbrelo ahora