Capítulo 19.- Por ti

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"Los latidos de mi corazón, llevan tu nombre"


Ya en casa de Bianca, fue Miles quien tuvo la idea de cargar a Vladimir para sacarlo del coche, con tal de no despertarlo. Acción que salió terriblemente mal, porque inmediatamente al sentir la extrema cercanía de Miles, Vladimir abrió los ojos. Despertó y se quejó de la torpeza de sus nuevas amistades y luego les reclamó el hecho de que no compraran comida lista, odiaba esperar cuando tenía hambre.

Por dichos motivos, Bianca terminó por ir a la cocina para preparar lo que iban a comer. Miles se ofreció a ayudarla y Abril fue elegida para acompañar a un irritable Vladimir en la sala de estar.

—Es tu culpa que yo esté aquí, ¿sabías? —Abril estaba sentada en un cómodo sofá individual que estaba casi frente a otro más amplio, en el que Vladimir decidió sentarse—. Mi lugar corresponde al lado de mi novio. Allá cocinando, juntos como en una película romántica. No aquí de niñera de un histérico andropáusico.

—Eso pasa porque no saben seguir indicaciones —despreocupadamente Vladimir se recostó en el sofá. Subió incluso los pies al sofá, sin quitarse los zapatos—. Fui muy específico cuando dije que tenía hambre. Solo tenían una tarea sencilla y lo arruinaron. Ahora hay que esperar a que ese par de lentos pueda terminar algo ¡Y falta ver que sea algo comestible!

—¡¿Por qué eres tan exasperante?! ¡Miles es excelente en la cocina! —Abril le arrojó su billetera a Vladimir con la intención de golpearlo en la cabeza. Pero el otro igualmente la atrapó y sonrió victorioso— ¡Y baja los zapatos del sofá!

—¿Te consta que tu novio es excelente en la cocina? —replicó el chico, enarcando una ceja— Y si quieres que baje los zapatos, ven y quítamelos. No eres mi jefa.

—No soy tu jefa, soy la diosa del Olimpo y tú un esclavo majadero e insoportable. Y ya quisieras ser como mi novio. Él es perfecto y tú, un envidioso.

—Dime, oh diosa del Olimpo, ¿has comido algo preparado por "Don Perfecto", aparte de galletas?

—No —Abril perdió la seguridad en sus palabras por un momento, pero hizo lo posible porque no se notara—. Aun así, estoy segura que es un excelente cocinero.

—¿Sabes algo? Tienes toda la razón —sin proponérselo, Vladimir sonrió radiante y feliz, mientras disfrutaba de pasar tiempo molestando a su amiga—. Estoy seguro que será la mejor comida. Por ejemplo, ahora mismo ha de estar hablando con las verduras, pidiéndoles perdón porque va a tener que cocinarlas. El sacrificio de los vegetales le ha de dar un buen sabor a la comida.

—¿Qué tonterías hablas?

—¡Oh, querida lechuga, perdóname por cocinar la cena contigo! —Vladimir tomó un cojín fingiendo que este era una verdura— ¡Te comeré, pero lloraré mientras te corto en cachitos!

—¡Ya! ¡Idiota! —Abril se puso de pie, le quitó al otro el cojín de las manos y comenzó a golpearlo con el mismo— ¡Deja de burlarte de mi novio! ¡Él me dijo que lo adoptaste como a un hermano!

La Sonrisa De VladDonde viven las historias. Descúbrelo ahora