Capítulo 21.- Quiebre

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El incómodo y silencioso trayecto casi terminaba

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El incómodo y silencioso trayecto casi terminaba. Ya iban por las calles cercanas a su destino.

—Vlad... —Abril se inclinó un poco, hacia el asiento del copiloto para acercarse al otro— ¿Estás bien?

—Sí, Abril. Estoy perfectamente bien. No te preocupes.

—Mendiolita, ¿y si hablamos al respecto? —Agregó la rubia.

—No tengo nada que decir, Bianca —Vladimir se reclinó en el asiento y cerró los ojos.

Miles se encogió en su lugar, las manos le sudaban, estaba nervioso y tenía un nudo en el estómago. Apretó los labios y miró por la ventana.

—Por lo menos discute conmigo —insistió Abril—. No es bueno guardarse las cosas que nos preocupan o duelen. Nos hace más daño tenerlas contenidas.

Abril ya estaba preocupada. Vladimir no la llamaba por su nombre, a ninguno de ellos. Siempre tenía un mote o un apodo, que los llamara por sus nombres, solo quería decir que él no se sentía bien. Ya lo conocía lo suficiente como para darse cuenta de eso.

—No tengo nada de que hablar con ustedes. Estoy cansado, solo quiero largarme a mi casa.

Al fin llegaron a la calle donde Abril vivía, sin embargo se percataron de que algo no estaba bien. Inmediatamente se alarmaron con el alboroto que encontraron afuera de la casa de la chica.

Los padres de Abril discutían con un hombre, mientras que otro par sacaba los objetos personales de la familia a la calle. Sobre la acera ya estaban el refrigerador, los sillones, una mesa, sillas y otros objetos personales. Era un brutal desalojo.

Se escuchaban gritos y palabras subidas de tono, incluso los vecinos estaban fuera de sus casas, intentando ser de ayuda. Mas eran ignorados, esas personas no se detenían y continuaban desalojando a la familia.

—¡¿Qué está pasando?! —con alarma en su voz, Abril gritó angustiada— ¡Mamá, papá!

Eso causó que Vladimir abriera los ojos y Bianca se estacionó casi a media calle pues su amiga casi salta fuera del vehículo en movimiento.

—¡Voy contigo! —Miles bajó detrás de Abril, tan pronto como pudo hacerlo.

Vladimir se preocupó e intentó igual bajar de la unidad. Pero Bianca lo sostuvo del hombro izquierdo.

—No vayas, Mendiolita —le dijo—. Si mi amiga tiene problemas, su novio debe ayudarla. Además, con tu horrible carácter te creo capaz de querer matar a alguien. Mejor ve a tu casa, luego te aviso en qué quedó todo.

Considerando ignorar a la chica, Vladimir apretó la manija de la puerta, entonces se dio cuenta de que ella tenía la razón. La angustia y desesperación de los padres de Abril lo hacían querer defenderlos. Pero era cierto, no era su deber meterse en los asuntos privados de aquella familia, después de todo, Miles estaba ahí. No muy convencido, soltó la manija de la puerta.

La Sonrisa De VladDonde viven las historias. Descúbrelo ahora