Capítulo 8.- No son celos

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Por la tarde, Vladimir ya se sintió mejor como para caminar sin la ayuda de la silla de ruedas, así que puso gran distancia con sus padres y subió a su habitación de la planta alta

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Por la tarde, Vladimir ya se sintió mejor como para caminar sin la ayuda de la silla de ruedas, así que puso gran distancia con sus padres y subió a su habitación de la planta alta.

Por la noche pasó largo rato observando el jardín iluminado con aquellas bellas luces y trató de ignorar la petición de su estómago por recibir algo de alimento.

Su mente no estaba tranquila, de hecho era todo un caos. Optó por tomar un medicamento que le producía sueño y así se olvidó de todo, y durmió.

Por la mañana despertó más tranquilo, tomó una ducha y salió al balcón de su ventana para observar el jardín. A este punto ya no sabía si le gustaban las plantas o si solo lo hacía porque no tenía nada mejor en qué ocupar su tiempo. Apoyado en su bastón, se quedó de pie allí, con la amargura de no aceptar que así era su vida.

En eso, escuchó que tocaron a la puerta, era su padre.

-Vladimir, ¿estás despierto?

-Pasa, papá.

-Buenos días, hijo.

Fue extraño ver a su padre por la mañana. Por lo regular, quien llegaba a esa hora a visitarlo era su madre. Siempre traía en las manos algo que ofrecerle para comer. Eso lo preocupó de inmediato.

-¿Mi mamá está bien? -Preguntó alarmado.

-Tranquilo, ella está bien. De hecho le llevé el desayuno a la cama. Amaneció mucho mejor, las medicinas le están asentando bien.

-Dile de mi parte que espero que mejore pronto.

-Hijo, ella está en su habitación. Puedes ir en cualquier momento a visitarla. Lo único que te pedí, es que seas amable, no creo que te vayas a morir por tratar con cariño a tu mamá.

-Lo siento -a Vladimir le costaba mucho decir aquellas palabras, disculparse era algo que no solía hacer, ese tipo de palabras se le atoraban en la garganta.

-Lo sé -respondió Humberto y luego extendió la mano, eran unas llaves y se las dio a su hijo-. Son de tu automóvil, ya quedó arreglado. El problema fue que se quedó sin batería. Lo dejé estacionado en la entrada.

-Gracias.

-Bien, eso fue a lo que vine. Estaré con tu madre, así que si me necesitas allí me encuentras.

<<Papá no me preguntó si tenía hambre, eso es extraño. Mamá siempre me pregunta ese tipo de cosas>> Pensó Vladimir, sintiendo algo incómodo el momento, después de lo último que su padre le había dicho el día anterior.

-Está bien. Más tarde pasaré a verla.

-Bien -Humberto se dio la vuelta para irse, y se detuvo en la entrada de la habitación-. Por cierto, pedí por teléfono el desayuno, si gustas algo, todavía hay en la cocina. Nos vemos.

La Sonrisa De VladDonde viven las historias. Descúbrelo ahora