La mayoría del tiempo, Humberto era prudente. Procuraba hacer las cosas de la forma correcta, evitaba la violencia. Dedicaba todo su esfuerzo en ver por su pequeña familia, por su esposa e hijo, que estuvieran bien y juntos encontraran la forma de salir adelante sobre tanto dolor que les causó el accidente de Vladimir.
Pero ahora las cosas estaban tomando un curso que lo aterraba. La visita de Roberto terminó por quebrar lo poco que le quedaba de esperanza. Sus sospechas se convertían poco a poco en una certeza, Humberto ahora ya no tenía dudas de que Antonio Regueiras era el responsable del accidente de Vladimir.
Por eso llamó al abogado, para que lo ayudara a encontrar la forma de levantar una denuncia y una orden de restricción en contra de Antonio. Por ningún motivo lo quería cerca de su hijo. No iba a permitir que le hiciera daño nunca más.
Su casa estaba cerca de la comisaría, llegaría en corto tiempo. Sin embargo insistió en que su esposa se fuera en el coche del abogado, su desesperación lo hacía querer estar en el lugar en un abrir y cerrar de ojos.
Subió a su vehículo y condujo a toda velocidad. Solo una vez se atrevió a manejar de esa forma, solo aquella vez que le avisaron del accidente de Vladimir, fue tan imprudente como en este momento.
Estaba ya cerca, a un par de cuadras del lugar cuando visualizó la camioneta de Antonio.
Sin razonarlo, tomando una decisión completamente impulsiva, se atravesó en el camino del otro.
Se escuchó un espantoso ruido al rechinar de las llantas de ambos vehículos, quedaron a escasos centímetros uno del otro.
—¡¿Qué te pasa, maldito imbécil?!
Antonio bajó enfurecido de su camioneta, con la sangre ardiendo al darse cuenta quién era el recién llegado.
Pero para su sorpresa, no recibió una respuesta verbal, ya que, al momento en que Humberto bajó de su automóvil, lo primero que hizo fue abalanzarse hacia él y golpearlo con toda su furia.
Nunca, jamás en la vida habría pensado que Humberto perdería la cordura y se dejaría llevar por el remolino de sentimientos que tenía. Fue indescriptible el momento en que llegó directo a resolver las cosas con los puños. Aquel hombre que había soportado tantas humillaciones, desplantes, traiciones y demás, estaba explotando en ira y rabia.
Y por increíble que pareciera, estaba incontrolable. Con ese solo golpe logró derribarlo y romperle el labio. Antonio cayó inevitablemente al suelo, aun cuando era más alto de estatura que Humberto. La fuerza brutal con la que era atacado le demostraba lo mucho que sus acciones habían afectado al otro.
Aunque no pudiera aceptarlo, Antonio estaba consciente de que era el responsable de complicarle la vida a su contrincante. Pero lo justificaba con el odio que le tenía por robarle a Amanda.
—¡Nunca te voy a perdonar! ¡Trataste de matar a Vladimir, eso no te lo perdonaré nunca!
—¡¿Y crees que yo tengo algo por lo que pedir perdón, grandísimo idiota?! —Antonio logró quitarse de encima a Humberto y lo empujó. Escupió igual un poco de sangre al suelo.
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La Sonrisa De Vlad
Roman d'amourVladimir Mendiola tenía la vida resuelta. Fue nombrado heredero de una gran fortuna, así que se aventura a disfrutar de la vida y decide seguir su sueño de ser el más anhelado modelo del país. Más un inesperado accidente hiere su pierna izquierda y...