A la mañana siguiente, Vladimir despertó muy temprano. El reloj todavía no marcaba ni siquiera las 7 de la mañana. Aun con el frío matutino que se sentía a esas horas, no pudo estar en cama para seguir conciliando el sueño. Tomó una ducha y caminó con su bastón por poco más de media hora, dando vueltas por su enorme habitación.
Tenía una opresión en el pecho, una mezcla de frustración, enojo, envidia y miedo. Todo revuelto, causando estragos en su cabeza.
Cansado de perder el tiempo de una forma tan inútil, decidió tomar otro camino igual de estúpido para seguir gastando los minutos. Se recostó en la cama.
Pero no de una forma cómoda. No.
Sin poner ninguna almohada en su cabeza, se recostó de tal forma que quedó mirando al techo, extendió sus brazos y piernas como si los tuviera atados a las orillas de la cama y comenzó a hablar consigo mismo.
—No voy a escribirle a Abril —se prometió—. No le enviaré ningún mensaje. Mucho menos una llamada. Porque no me importa saber cómo está, y tampoco me interesa saber si está feliz ahora que es novia de Miles.
En eso, se escuchó sonar su teléfono con un mensaje.
Con la mirada buscó su celular y lo localizó cerca del baño. Maldijo entre dientes y apretó las manos en un par de puños.
—No me interesa saber quién me escribió —dijo, teniendo la mirada hacia el techo de la habitación.
Luego se escuchó otro mensaje. Vladimir se sentó en la cama.
—¿Será Abril? ¿Quién más podría mandarme mensajes si no es ella?
Luego negó con la cabeza y pasó las manos por su cabello dejándolo alborotado.
—No quiero escuchar cómo me habla de lo perfecto que es Miles. Estoy decidido, no le voy a responder.
Se cruzó de brazos, cerró los ojos y respiró profundamente. Más su teléfono empezó a sonar, esta vez era una llamada telefónica.
—¡Malditos celos! —Exclamó casi gritando y luego se corrigió— No son celos, para nada. Me tiene muy sin cuidado lo que ella haga.
Sin embargo, el celular continuó sonando nuevamente.
Abrazando a la poca fuerza de voluntad que le quedaba, se dejó caer de espalda y estiró la mano encontrando una sábana, con la que cubrió su rostro y parte de su cuerpo.
—¡No voy a responder la llamada, entiende maldito teléfono! —Gritó sin salir del refugio que le daba la tela que lo cubría.
Pensó sentirse mejor, más poco le duró el gusto. Pronto se hacía un revoltijo en su estómago, queriendo saber quién había llamado. Ansioso por comprobar, si era Abril quien lo buscaba.
Cinco minutos después, la incertidumbre lo estaba volviendo loco, por lo que trató de ponerse de pie. Sin embargo, sus pies se enredaron en la sábana y resbaló, provocando una caída que lo hizo quejarse del dolor.
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La Sonrisa De Vlad
RomanceVladimir Mendiola tenía la vida resuelta. Fue nombrado heredero de una gran fortuna, así que se aventura a disfrutar de la vida y decide seguir su sueño de ser el más anhelado modelo del país. Más un inesperado accidente hiere su pierna izquierda y...