Capítulo 14.- Tristeza y Confusión

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La expresión en el rostro de Humberto, era una mezcla de enojo con tristeza.

—¿Quién de ustedes me va a explicar por qué estaban escuchando nuestra conversación? —insistió el hombre, quien seguía cruzado de brazos.

—Lo sentimos mucho, Don Humberto —Abril tomó el valor de ser la primera en decir algo—. Estamos preocupados por Vlad y no consideramos lo imprudente de nuestra acción.

—Discúlpenos por favor —agregó Miles, esforzándose por no salir corriendo como un ratón asustado.

—Estoy muy decepcionado de su comportamiento —dijo Humberto con severidad—. No es una conducta propia de jóvenes de su edad. Ante todo debe de haber respeto y ustedes acaban de abusar de la confianza que les he dado.

—Lo siento mucho —comentó Abril, con un tono de voz tan bajo, que apenas y se escuchó.

—Yo no lo siento para nada —dijo de pronto Bianca, atrayendo todas las miradas—. Usted no nos quería decir nada de lo que pasa con su hijo, y somos sus amigos. Creo que es justo que estemos enterados de lo que acontece. Los amigos son para eso, para estar juntos en las buenas y en las malas, ¿o acaso no sabe que en una amistad debe de haber confianza?

—Mire señorita —Humberto no cambiaba su gesto, incluso parecía que el comentario de la chica lo había ofendido—, no tengo el gusto de conocerla o siquiera saber su nombre. Pero considero que a su edad, conoce lo que es la prudencia y los límites. Y ustedes cruzaron esa línea en el primer instante en el que decidieron escuchar una conversación privada. Si las cosas van a ser así, mucho me temo que lo mejor es que se retiren de esta casa, hasta que hayan tomado conciencia de lo imprudente de sus acciones. Lo último que necesita Vladimir en estos momentos son más problemas.

—Mi nombre es Bianca —la chica sonrió desafiando al otro sin intimidarse para nada—, y creo que tendrá mis visitas más seguido aquí, señor Humberto. Después de todo estoy en deuda con Vladimir, ya que me ayudó el otro día a librarme de mi ex novio. Decidí devolverle el favor de alguna forma, así que aquí estoy, y no pienso irme sin verlo.

—Es usted una jovencita demasiado imprudente —Humberto se cruzó de brazos, sin embargo Bianca imitó en desafío aquel movimiento.

—Humberto, deja en paz a los jovencitos. Tenemos mucho que hacer, cariño —Amanda salió del despacho, luciendo triste, sin embargo mostraba una sonrisa amable—. Deja que los chicos hagan compañía a nuestro hijo, acompáñame.

Con solo mirar a Amanda, todo enojo o molestia de Humberto se esfumó y sin dudarlo se acercó a su esposa.

—¿A dónde quieres ir, amor?

—Vamos con el abogado, tenemos que hacer algo para llegar al fondo de lo que sucedió con nuestro hijo —decidida, la mujer salió de allí y solo pasó de largo despidiéndose de los jóvenes.

La Sonrisa De VladDonde viven las historias. Descúbrelo ahora