Capítulo 15.- Lo siento

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A las siete de la mañana del día siguiente, en la mansión de los Mendiola, se escuchó el sonido de la puerta

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A las siete de la mañana del día siguiente, en la mansión de los Mendiola, se escuchó el sonido de la puerta. Como una nueva costumbre, el portón ya estaba abierto para que pudiera entrar el personal que trabajaba en la mansión, así que el recién llegado logró entrar a la propiedad sin problemas.

Sin embargo era demasiado temprano, a esta hora, nadie debía de estar golpeando a la puerta y lo peor era que igual dicha persona tocaba el timbre con insistencia. El molesto ruido se escuchaba en cada rincón de la propiedad. La hora de entrada de los trabajadores era las siete y media de la mañana, aquello solo significaba, que el recién llegado, no era un trabajador.

Humberto estaba demasiado cansado, la noche anterior se desveló pensando en todo lo que aconteció durante el día y esta mañana despertó muy temprano para abrir el portón. Ahora tenía demasiado sueño como para ponerse en pie de nuevo.

El ruido era muy molesto, más no quiso ir a ver de quien se trataba. Se cubrió la cabeza con la almohada y trató de seguir durmiendo.

—No te preocupes cariño, yo iré a ver quién es —Amanda bostezó, se puso de pie y entró al baño.

Lo más rápido que pudo se lavó el rostro y los dientes. Con las manos acomodó su cabello y se cambió la pijama, por una ropa sencilla y cómoda, pero que fuera más presentable. No se sentía capaz de abrir la puerta usando su ropa de dormir.

Pasaron aproximadamente diez minutos y los golpes a la puerta continuaron durante todo ese tiempo. Amanda se apresuró tanto como pudo.

Caminó preguntándose quién sería a aquellas horas. Llegó hasta la entrada principal. Una vez que estuvo allí, abrió la puerta.

Parpadeó con incredulidad al ver al hombre frente a ella. Le costó un momento reaccionar a su presencia. Y al parecer no fue la única, ya que él también se vio desconcertado al tenerla enfrente.

—Antonio, ¿qué haces aquí?

—Amanda... —dijo viéndola con admiración— No imaginé que tú abrirías la puerta. Esperaba encontrarme con el imbécil de Humberto.

—Vivo aquí, Antonio —Amanda lucía incómoda ante la presencia del otro—. Te vuelvo a preguntar, ¿qué haces aquí?

—Luces tan hermosa como siempre —Antonio no contestó la pregunta, sino que observó a la mujer de pies a cabeza.

—Por última vez, Antonio —ella comenzaba a estar molesta—. Dime qué haces aquí, ¿qué quieres?

—¿Puedo pasar?

Al hacer su pregunta, el hombre avanzó hacia Amanda. Por lo que ella retrocedió alejándose, lo cual dio la oportunidad de que Antonio cruzara la puerta, entrando a la mansión.

—No puedes estar aquí. Vete, por favor.

—Vine a hablar con el inservible de tu esposo, aunque mejor si pudiera hablar con el engendro del demonio que tienes por hijo —el tono de voz amargo y cargado de odio en la voz de Antonio, no ocultó el desagrado que sentía por Vladimir.

La Sonrisa De VladDonde viven las historias. Descúbrelo ahora