Capítulo 5.- Lidiar contigo

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Cuando Vladimir llegó a su casa, entró furioso y azotó la puerta de entrada al cerrarla

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Cuando Vladimir llegó a su casa, entró furioso y azotó la puerta de entrada al cerrarla. Allí estaba su padre en el sillón de la sala de estar, con aquel ruido se puso de pie y caminó al encuentro con su hijo.

—¿Vladimir, qué te pasó? —su tono de voz estaba lleno de preocupación— ¿Tan mal te fue con Abril?

El chico detuvo sus pasos y dio a su padre las flores que había comprado.

—Son para mamá —dijo refiriéndose a las rosas— al comprarlas me encontré a Cordelia.

Al escuchar aquel nombre, el padre de Vladimir entendió todo el mal humor y la tristeza que su hijo traía. Sin dejarlo hablar siquiera, el chico se dio la vuelta rumbo a las escaleras que daban a su habitación.

—Mijito, no me gusta verte así —Amanda estaba caminando muy lento hacia ellos.

—Por favor, mamá. El doctor te dijo que tienes que estar en reposo. Solo olviden esto y sigan con su vida, yo no quiero hablar de nada más.

—Pero Vladimir, somos tu familia. No puedes seguir así —el padre del chico iba siguiéndolo rumbo a las escaleras.

—Hijo, ya no quiero verte encerrado en tu cuarto, tienes que salir a seguir con tu vida —la madre de Vladimir seguía lejos todavía.

—¡¿Qué vida, mamá?! —Gritó a la mujer— ¡Estoy cansado de que quieras pretender que no pasó nada! ¡Mi vida está arruinada! No sé por qué no lo entiendes.

El chico llegó a las escaleras y comenzó a subir tan rápido como podía.

—Vladimir no le hables en ese tono a tu madre y ven aquí.

—¡No quiero hablar con nadie! ¡Todo lo que quiero es que me dejen en paz!

—Hijito, no te pongas así —Amanda parecía que fuera a llorar.

—Cariño, ve a recostarte. Yo hablaré con él —dijo con voz tranquila a su esposa y siguió caminando para ir a hablar con su hijo.

El chico ya no estaba a la vista, se escuchó el portazo en su habitación. Su padre subió rápido por las escaleras y abrió la puerta pues normalmente Vladimir no le ponía seguro.

—Quiero estar solo —Vlad miraba por la ventana de su habitación.

—No puedes seguir así, hijo.

—¿Quién dice que no? ¿En qué les afecta que quiera estar encerrado?

—Nos afecta porque te haces daño, la soledad no va a solucionar las heridas que dejó Cordelia en tu corazón.

—¡Estoy harto de esto! ¡Déjame solo!

De pronto se escuchó un grito de dolor.

—¡Amanda!

El padre de Vladimir salió de la habitación tan veloz como pudo.

—¿Mamá?

El chico hizo lo mismo, pero no podía avanzar tan rápido como su padre. Caminó apresurado hasta las escaleras, al parecer su madre había rodado por ellas y perdió el conocimiento.

La Sonrisa De VladDonde viven las historias. Descúbrelo ahora