Una niña de once años, hermoso cabello rubios fresa desayunaba alegremente en el comedor de su casa. Hoy era el gran día, por fin entraría a Hogwarts y podría hacer magia.
Sirius en sus múltiples cartas enviadas desde Hogwarts no dejaba de presumir lo increíble y divertido que era, eso aumentaba más su impaciencia y ganas de entrar.
Sirius también relató con lujo de detalle, la actitud de sus padres ante la noticia del resultado de su selección en el colegio. No fue una sorpresa la forma tan negativa que llevaron el asunto. No les hizo gracia la noticia de Sirius perteneciendo a la casa Gryffindor, sin embargo poco le importó a Sirius.
No paraba de contar sobre sus inseparables amigos, James Potter, Remus Lupin y Peter Pettigrew, de sus interminables e infinitas bromas y sus castigos muy bien merecidos. Leer cada uno de esos detalles le provocaba una gran alegría e impaciencia. Cada segundo la acercaba a su meta. Llegar a Hogwarts.
Aradia por otro lado, también tenía algo de miedo, no creía sentirse como una Slytherin y tampoco quería pertenecer a esa casa. Aunque por su bien, tenía que quedar en dicha casa.
Estaba segura que sus padres eran capaces de castigarla severamente si no fuese de ese modo. Sin exagerar juraba que incluso podrían llegar a desheredar si no cumplía con el requisito primordial de la familia Tornetti.
A pesar de la amenaza implícita, y el temor, lo que realmente deseaba era estar en la que más se adecuara a sus virtudes y esperaba de corazón, no tener las cualidades necesarias para entrar a Slytherin. Si en algo estaban de acuerdo Sirius y Aradia era en que ambos querían ser diferentes a su familia.
-Aradia, ¿Ya tienes todo listo para irnos a la estación?, si no te das prisa se nos hará tarde- le advirtió su madre con voz sedosa y firme. Aradia no entendía porque su comportamiento tan distante, era pocas las ocasiones en que recuerda a sus padres dándole alguna muestra de afecto abiertamente. Aradia a veces creía que su madre intentaba acercarse a ella, pero siempre era como si algo la detuviera, y en vez de darle una sonrisa, o un abrazo, o algun gesto cariñoso, siempre cambiaba al ultimo instante por una mueca, gesto de desdén y/o repulsión. La niña simplemente no entendía a sus padres.
Como siempre en presencia de sus padres, trató de ponerse lo más seria posible, aunque lo que le era tremendamente difícil. Logró un gesto lo suficiente creíble aunque un tanto forzado mirando fugazmente a su madre. Con el tiempo la niña había aprendido que era la mejor forma de evitar castigos severos. Como no ver a Sirius o ser encerrada en su habitación por días con la única visita de Windy, su elfa favorita y más querida de todas, para atender sus necesidades fisiológicas.
-Si madre, tengo todo listo- respondió lo más neutral que pudo.
-Bien, entonces ordena a uno de los elfos que traiga tus cosas- con un escueto asentimiento la joven se retiró de la mesa y rápidamente se alejo de su madre. Y llamó a su querida Windy, más para despedirse que para "ordenarle" ayudar con su equipaje.Cuando Windy llegó sin necesidad de ordenarle nada, ya cargaba con su equipaje, y Aradia aprovechó que sus padres no las veían para abrazar lo más fuerte posible a la elfa y besar su frente con mucho cariño.
Windy que después de tantos años de recibir los mimos de Aradia estaba más que acostumbrada a las muestras de cariño de su pequeña ama, sonrió y le deseo suerte, Aradia dejo salir unas pequeñas lágrimas de nostalgia porque iba a extrañar a la criatura que prácticamente la había criado toda su vida.
-Mucha suerte pequeña ama.
-Gracias Windy, ¿Prometes que me escribirás seguido?
La elfa le sonrió antes de revolver el cabello de Aradia con cariño.
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El Hermoso Tormento
FanfictionAradia Tornetti desde su prematura niñez ha estado perdidamente enamorada de Regulus Black. Regulus pensaba en ella como su peor pesadilla hecha persona; Aradia en el como su principe hecho realidad. Ser hija de una muy prestigiosa familia de sangre...