21• ❂Corta ventura

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El martes a las tres de la tarde la joven pareja estaba de regreso en su casa, habían llegado de la misma forma que la vez pasada, Regulus le contó a la joven, la excepción qué hizo el ministerio de magia con ellos, ya que ambos habían llegado al hospital por medio de la desaparición, al tratarse de un caso de vida o muerte el asunto fue ignorado.

Ahora Regulus mantenía a Aradia en la habitación principal, esta era más grande y cómoda, además de que él chico no pensaba dejarla sola ni un sólo minuto. Ambos estaban agotados tanto física como mentalmente lo único que deseaban era dormir, ella estaba acostada boca arriba mientras Regulus la abrazaba con cuidado de no lastimar sus costillas o brazo, la férula no se retiraría hasta el viernes por la tarde, día en que las pociones que le fueron recetadas terminarían por completo su trabajo.

-Regulus- murmuro la adormilada chica.

-mmm... ¿si?- respondió el entre sueños.

-Desde que desperté en el hospital estas diferente- Aradia giró la cabeza para poder verlo a la cara

Regulus entre abrió los ojos curioso del rumbo que estaba tomando la conversación.

Con el dorso de su mano acarició una de las mejillas de Aradia para después delinear sus labios lentamente con su dedo pulgar. Finalmente sonrío de lado, como riendo de un chiste privado del que Aradia no estaba enterada. La joven espero paciente su respuesta, limitándose a observar cada acto y gesto de su esposo.

-No hagas lo mismo de nuevo- la rojiza lo miró confundida.

-¿Hacer que?, ¿preguntar sobre él tema?- Regulus negó mirando al vacío, acercó su cabeza hasta poder esconder su rostro en el cuello de la chica, provocando que su piel se erice al sentir el calor de su respiración.

-¿Regulus?, ¿estas bien?, sí no es eso, entonces, ¿A que te refieres?

Aradia notó el tensar del cuerpo de su esposo, también el latido de su corazón acelerado, lo escucho tragar en seco y sintió como Regulus afianzó su agarre a su cuerpo.

-No me asustes así otra vez- su voz se escuchaba apagada y algo afligida.

-¿Asustarte?, ¿te refieres a mi accidente?- la chica río por lo bajo, creyendo que Regulus bromeaba, no porque pensará que el no se preocupaba por ella, si no porque el aún en situaciones de gran presión de mantenía firme y tranquilo -.Tu eres muy fuerte no te asustan cosas como esas.

Regulus un tanto dolido se colocó sobre ella apoyando su cuerpo en sus codos y rodillas, cuidando no lastimarla, mirando directo a los ojos de Aradia.

-¿En serio piensas que mis sentimientos por ti son tan efímeros y escasos?- hizo una mueca enfadado consigo mismo -.Aunque no te culpo, nunca te he demostrado mis sentimientos lo suficiente para que creas otra cosa.

-Regulus, disculpa mi intención no era...

-No te disculpes- la interrumpió.

-Ahí estás de nuevo, pidiendo perdón aún cuando no tienes la culpa, y perdonando todas y cada una de mis estupideces.

—Regulus, está bien, soy feliz estando contigo, a pesar de los desacuerdos, y que en ocasiones efectivamente fuiste y eres un tanto idiota, como cuando me ocultaste lo de nuestro compromiso y matrimonio— ante esa mención Regulus hizo una mueca avergonzado. —Se que a tu manera me quieres, me lo haz demostrado, aunque en ocasiones me cuesta aceptar que seas tan reservado y poco expresivo- Aradia le sonrió sinceramente y alzo su brazo sano para poder acariciar la mejilla de su esposo pero antes de que Aradia lo tocara Regulus apartó su rostro.

-No, no está bien- inclinó su cabeza hasta quedar a milímetros del rostro de la joven.

-Soy un tonto, y no te he apreciado como te mereces, no soy más que un cobarde, tuviste que estar al borde de la muerte para que me diese cuenta de lo mucho que te amo.

El Hermoso TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora