34• ❂Transcurso del tiempo

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La penumbra y tristeza era tan densa y palpable, que Aradia sentía escalofríos de solo estar ahí presente. Caminaba tranquila con su capa negra ondeando en un vaivén desigual, respiraba tranquila, aunque en el fondo temblaba de miedo, se sentía intranquila caminando monótonamente contando cada sección hasta llegar a la indicada.

Había logrado deshacerse de varios dementores con su patronus logrando por lo menos cinco minutos antes de tener que irse para no ser descubierta. Por primera vez en cuatro años Aradia había logrado ir el día indicado. No en octubre, no en diciembre, no en enero. Hoy era al fin 3 de noviembre, el cumpleaños de Sirius.

Siempre había podido burlar la seguridad a base de burdos trucos y nunca yendo en las mismas fechas, resultaba un tanto sencillo porque no era prisionera y tampoco intentaba liberar a ninguno. Aradia se sentía más dichosa esta vez, al fin iría el día indicado.

Aradia se miró las manos enguantadas solo para notar que el efecto de la poción multijujos acababa de perder efecto. De inmediato se enguanto las manos con sus guantes de piel de dragón, también negros como su capa. Ajusto mejor su capucha para que nadie pudiera ver su rostro y acelero el paso.

Sería todo un escándalo si alguien descubriera que Aradia Black una de las "heroínas" del mundo mágico estaba ahí para visitar a un "mortifago", un escándalo que acabaría por meterla en Azkaban como una prisionera más y quizás terminarían acusándola de cómplice de la muerte de los Potter.

Aradia no se merecía el título de heroína, ni siquiera un poco, odiaba ser admirada como una deida.

No había hecho nada para salvar a sus amigos y mucho menos para salvar al mundo mágico, pero el estar en la casa Potter intentado ayudar, y salir viva después de que Voldemort la atacará, la había convertido en toda una celebridad.

Aradia había tenido mucha suerte y no merecía ser alabada por nadie, casi tanto como Sirius no merecía estar en Azkaban como un cruel asesino.

Cuando al fin llegó a la celda pudo ver un bulto peludo en una esquina del cuarto, sintió pena al ver la delgadez del perro y casi tuvo ganas de llorar.

Sirius notó su presencia casi al instante y se puso de pie corriendo hasta llegar a los barrotes sacando su hocico de perro y lamió con alegría su rostro. Aradia sonrió y acaricio su peluda cabeza pulgosa.

-No tenemos mucho tiempo Sirius, necesito irme antes de que los dementores alerten a los guardias, agradecería si te conviertes en humano para ver tu fea cara.

La broma impresa en su voz fue evidente para Sirius, aun en su forma animal Aradia podía ver la sonrisa ladina en el rostro del perro que segundos después se convirtió en humano.

-Hola querida, creí que no vendrías hasta marzo.

Aradia sonrío con tristeza al notar lo demacrado que estaba Sirius, sus ganas de llorar regresaron, aunque también contuvo sus lágrimas.

-Bueno, se dio una oportunidad de oro y no la desaproveche. Además, quería venir aunque sea una vez en tu cumpleaños.

Sirius la miró serio, para él era obvio el secreto oculto tras las palabras de Aradia.

-Regulus se fue a un viaje de trabajo y dejaste a mis sobrinos con tu padre, ¿me equivoco? - respondió con ironía.

-De acuerdo, es verdad...pero sabes que...

-Aradia no quiero que mi hermano piense que estoy poniendo en peligro a su esposa, sabes lo arriesgado que son estas visitas, si algo te pasa no me lo perdonaría. Sin mencionar que Regulus estará molesto contigo si se entera que...

El Hermoso TormentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora