VIII. EL PRIMER DÍA DEL RESTO DE MI VIDA.

102 4 0
                                    

( . . . )

ALESSANDRO LEONE:

« Un día »

Quedaba nada más que un día para mí boda. Mañana sería el gran día para todos menos para mí.

¿Por qué me sentía así?

Ni yo lo sabía. Quizás sea porque no amaba a Elizabeth o quizás por todas las mentiras que se vendrás de aquí a un año. Hasta que pueda escaparme con Rebecca.

—¡Perfecto! —Bonnie se alejó de mí—. Tu traje quedó estupendo.

Consistía en un uniforme semi militar, en realidad era el traje que usábamos a la hora de ceremonias importantes. En la solapa de había un broche de Águila dónde, debajo de ella tenían que colgar las medallas.

—Gracias —le sonreí—. Cómo siempre haces maravillas.

—Ay, me vas a hacer sonrojar.

—Es la verdad —Donnato le sonrió—. Haces las cosas más increíbles.

Me acerque a mí billetera para darle el dinero pero al intentar dárselo me detuvo.

—¡Oh, no, no! —negó con una sonrisa—. Esto es mí regalo de bodas. Además tu novia me cae increíble, le regale el vestido y a ti tu traje.

—No, me niego a que gastes tiempo y material...

—No, no. Insisto.

Intenté convencerla de que aceptará pero se negó. Parece que hizo muy buena amistad con Elizabeth.

Las veces que recorrimos Cerdeña se hizo amiga de todos enseguida, aún me sorprendo por su habilidad de caerle bien a cada persona con solo dos palabras.

Me quite el traje y lo deje en colgado en la percha.

Baje a la cocina, el olor rico a brownies llega a mí nariz. Veo a Elizabeth y Marta cocinando, sacando del horno los deliciosos pasteles.

—Eres muy buena en esto.

—Gracias, Marta —le sonrió—. ¿Quieres probar uno?

Caminé hacia ellas con una sonrisa, —. ¿Osea que mí nana probará el primero y yo no?

—Ay, no. Tu esposo —dice Marta.

—Futuro esposo —corrigió ella—. Aún estoy a tiempo de arrepentirme y salir huyendo con todos los brownies.

—No lo permitiré JAMÁS —me acerqué—. ¿Puedo comer?

—¡No! Aún están calientes y caen más al estómago.

—Pero le ibas a dar a...

Ella tomó uno de ellos y lo estrello en mí boca. El sabor delicioso al chocolate invade mí paladar.

Aunque casi me ahogue el sabor compenso eso.

—¿Eso fue un intento de homicidio? —pregunté arqueando una ceja luego de tragar.

—Tómalo como quieras —se gira hacia los brownies.

—¿Estás bien? —le pregunté mientras me acercaba a ella—. ¿Estás enojada o algo?

Rodeé su cintura con mis manos. Ella ni siquiera me miró.

« Y ahora se hace la difícil. ¡MIERDA! »

VERDADES DOLOROSAS [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora